ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
03/01/2018, 07:29
En el reconocimiento ante la propia imagen en el espejo hay, de un lado, una imagen a la que, de alguna manera, se le asigna, en un nivel indeterminado (*), un valor personal, que la imagen es de alguien; y, en otro, más determinado (**), que esa persona, ese alguien indeterminado que veo, soy yo.
Ese yo que veo, que, por cierto, no lo veo sino que es con prioridad a la sensibilidad, tiene una existencia no-visual (***), no está sujeto a desgaste; esto es, aunque mi imagen cambie, durante cierto tiempo, sigue siendo.
(*) Lo decisivo de esta indeterminación está en que es más amplia que el primer paso que su intención inteligible abstrae, de lo que primeramente saca un empuje del que se desprende según sea; su primer ser no tiene asegurado que llegue a ser.
El valor personal no está en el ser si no hay, entre medias, un conjunto de determinaciones que distingan, de alguna manera, el ser en general, de ser, no ya algo concreto, sino, de una manera de la que lo abstracto no es capaz, de ser la persona que se es (****).
(**) Se pasa, por tanto, de una posición indeterminada a su determinación; el ser y poder ser se enfrentan. Los valores de posibilidad atienden esencialmente a una regla que es, inmediantamente, esto es, según sea, abstraída.
(***) La percepción de una cualidad que no se deriva de verla. Se enlaza con la visión, para decirlo de acuerdo con su problema de esencia, “a posteriori”; independientemente de ello, ya es cuando se la experimenta. El valor personal del mí o del tú es, por tanto, a priori.
(****) A la persona no se puede llegar con términos simples, con nada que sea de una vez. Es decir, no bastaría con decir, "usted es una persona porque no es una cosa ni un animal", sino qua habría que indicar por qué una cosa o animal no son personas.
Ese yo que veo, que, por cierto, no lo veo sino que es con prioridad a la sensibilidad, tiene una existencia no-visual (***), no está sujeto a desgaste; esto es, aunque mi imagen cambie, durante cierto tiempo, sigue siendo.
(*) Lo decisivo de esta indeterminación está en que es más amplia que el primer paso que su intención inteligible abstrae, de lo que primeramente saca un empuje del que se desprende según sea; su primer ser no tiene asegurado que llegue a ser.
El valor personal no está en el ser si no hay, entre medias, un conjunto de determinaciones que distingan, de alguna manera, el ser en general, de ser, no ya algo concreto, sino, de una manera de la que lo abstracto no es capaz, de ser la persona que se es (****).
(**) Se pasa, por tanto, de una posición indeterminada a su determinación; el ser y poder ser se enfrentan. Los valores de posibilidad atienden esencialmente a una regla que es, inmediantamente, esto es, según sea, abstraída.
(***) La percepción de una cualidad que no se deriva de verla. Se enlaza con la visión, para decirlo de acuerdo con su problema de esencia, “a posteriori”; independientemente de ello, ya es cuando se la experimenta. El valor personal del mí o del tú es, por tanto, a priori.
(****) A la persona no se puede llegar con términos simples, con nada que sea de una vez. Es decir, no bastaría con decir, "usted es una persona porque no es una cosa ni un animal", sino qua habría que indicar por qué una cosa o animal no son personas.