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Ver la versión completa : Intrigas afectivas al margen de la conciencia



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
06/09/2017, 06:26
Una problemática en torno a la afectividad que subyace en la visión: de los objetos con los que lidia la vista, hay unos que resultan especialmente relevantes, los relativos a los otros. No se trata de un objeto cualquiera en movimiento (*), que tiene lo suyo, sino de uno que está afectivamente coordinado conmigo, que está inmediatamente puesto.

El otro no es indiferente. No es un objeto cualquiera que vea, como pudiera ser una piedra o un árbol. Estamos dispuestos al otro mediante una intriga afectiva que no cae directamente en el campo de la conciencia y el esquema de reconocimiento propio del cogito, de lo que trata lo mismo que conocemos. El otro sobresale del resto de objetos; tiene un significado por sí mismo, sin que tenga que llegar a saber quién es.

Pues bien, leo una investigación contraria a lo que digo en la que, de alguna manera, se defiende que la relación con la percepción visual del otro no es innata (**), sino que se va adquiriendo y modificando con la experiencia.

Según semejante tesis, uno aprendería a fijarse en los detalles por los que una cara me dice directamente cosas y me envía señales como “estoy viendo que me miras desnuda, y veo que te gusta, lo que hace que me brillen los ojos y mi cara manifieste una excitación sexual que no te pasa desapercibida”.

La sensación de agrado ante la percepción de un cuerpo desnudo puede variar en épocas y según las costumbres acerca de la desnudez: Lo que no varía es el desencadenamiento de la alegría inmediata al ver la alegría de otro dada cierta reciprocidad en la atracción sexual (***). Sucede igual si veo a alguien, esta vez de manera más formal, que me pisa el pié descalzo con mala intención; además de poner el grito en el ciego, mi cara expresará agresividad.

(*) Sostengo que, al igual que la vista presupone el espacio, presupone, a su vez, una síntesis superior al espacio en forma inversa de espacio en movimiento. El espacio mostraría unos valores más amplios que los habituales (****). No vería, por tanto, ésto o lo otro, sino que habría valores relativos en el campo de visión, ésto aquí, ahí y allá sin que, entretanto, ésto cambiase. El cambio espacial no afectaría al objeto primero de la vista. El objeto seguiría siendo visto. Que se viese estaría, por tanto, preparado para una diversidad espacial que no obstaculizaría la visión (*****).

(**) Prefiero el término a priori a innato. Presupone una intención depurada, lenta y reflexiva, una intención intelectualmente crítica. Sólo posteriormente, esto es, una vez lo lento sea o haya sido, es empírica.

(***) Hablo de la alegría a modo de afecto fácilmente reconocible. La diversidad de estados emocionales puede ser infinita (******), si bien las emociones se expresan de una manera en un momento.

(****) Una diversidad limitada internamente por su relación temporal. El espacio no se extendería ilimitadamente, sino que, llegado el momento, toparía con un límite que pusiese algo en su lugar. Si el espacio es, a su vez, es tiempo, esto es, con cierta prioridad sobre él (*******).

(*****) El espacio mostraría una extensión que no parecía haber en ella, una diferencia espacial que sólo sería si ciertas condiciones ya fuesen; sería una composición que se manifestaría en segundo plano, mediante algo distinto de lo inmediato; habría un enlace al que la inmediatez no llegaría y al que se aproximaría mediante tentativas neutras, sin impulso propio. Lo resolvería poniendo lo que no está puesto mediante una dialéctica negativa que, al no tener consigo su objeto, tantea a ciegas con él.

El razonamiento de la dialéctica positiva se opone a una negativa en la intención de descubrir la esencia de la que la negatividad depende. Trata el no ser, por tanto, no como un problema de existencia, sino de esencia; no habría un no ser sin un ser del que la disposición dependa y al que lo negativo, esto es, lo que no es, suplanta.

(******) Infinito en el sentido de que no podemos poner límite a los casos posibles, no en el de que no pueda haberlo. Según esto, la expresión emocional estaría limitada en tanto alcance expresión.

La vivencia emocional suele ser algo muy vívido en contraste con el tono normal del ánimo. Es algo fácilmente comprobable desde la diferencia de términos en juego. Las emociones no suelen estar presentes como un tono general, sino especial; no son lo acostumbrado, sino al contrario; si nos acostumbramos a ellas, dejan de ser tan significativas.

(*******) Una prioridad problemática desde la composición básica del fenómeno en general. El tiempo no es una intuición inmediata, sino mediada; la intuición de que el tiempo sea no llega sola, sino por medio de algo que de lo que se extrae la noción de tiempo que no sería si ese algo mediador no fuese; no es un concepto puro ni genuino, sino con una disposición a degenerar en todo caso, para decirlo de manera opuesta a la una intención empírica común que tratamos de limitar. Es una noción puesta de manera artificial, una estructura a priori flexible, si se me permite ironizar con la naturaleza de los problemas. Para que sepamos que algo ha sido, incluso que es, debemos, antes, poner una indeterminación que la intuición clasifica convenientemente como tiempo.

El sentido interno por el que el tiempo es se mantiene en un momento destinado a ser reemplazado por el que le sigue, y así hasta el fin de los momentos, si es que el momento, de alguna manera, dejase de ser. La disposición a reemplazar momentos, lo que se pone antes o después, es una deducción subjetiva, en el mejor de los casos, dado un tiempo que fuera, que es la cuestión, no la respuesta.