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Ver la versión completa : Cogito, reconocimiento y enlace inverso



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/06/2017, 07:53
Acabo de leer un estudio que relaciona el reconocimiento facial con la actividad de un conjunto de neuronas bastante limitado. En resumen, al ver una cara se desencadena cierta actividad en el potencial evocador que, en otros conjuntos de neuronas, queda inactivo y sin desencadenar.

El problema del reconocimiento facial me resulta interesante como re-conocimiento, que hay un encadenamiento de valores cognoscitivos en que el conocimiento se centre en un objeto determinado, para decirlo sin entrar en detalles.

Hubo un tiempo en que me quedé fascinado con el problema del reconocimiento ante la imagen reflejada en un espejo. Entonces, me advertí de ciertas corrientes afectivas que no caían en el ámbito del “cogito”, el ídolo auto-referencial de toda teoría de la conciencia.

No es que tuviese una categoría para la intuición especialmente desarrollada. La intuición categorial, para decirlo a la manera de quien hacía uso de esa jerga fenomenológica, no se refiere a la intuición en sentido habitual, fenoménico o del lenguaje al uso: “reconocible”. Lo que tenía, sin embargo, era una pregunta a la que la intuición no respondía en un nivel cognoscitivo, sino a la que respondía, de una manera más decisiva, dándole la espalda; el afecto era, pero, en su lugar, la intuición ponía otra cosa o, simplemente, se ponía a sí misma como no-ser que, falsamente, era, una expectativa seguida de nada.

Al ver una cara como la mía al verme en el espejo, que es algo que puede hacer casi todo el mundo, uno no percibe las disposiciones implícitas, lo que está pasando en primera línea; las disposiciones sólo se perciben como correspondencia inversa, si son mediante el enlace que informa a la intuición.

Este enlace inverso podría parecer inocentemente un reconocimiento, la recreación causal de la intuición con la que el cogito especula cuando no sabe, clara y distintamente, qué es lo que tiene delante.

Rudyard
06/06/2017, 21:01
Hola Alberto, qué alegría!

Recuerdo cuando leí “El cerebro y el mito del yo” de Rodolfo Llinas es un libro apasionante sobre el papel de las neuronas en el pensamiento, está en Lecturas sin egoísmo .com, lo puede leer cualquiera por la forma que tiene de explicar las cosas de los neurólogos cómo andar por la cocina con delantal de filósofo. No he leído sobre la intuición,me parece que es como un prevenir o un predecir,que por otra parte debe contener un vacío que se necesita. Pienso en los animales cuando levantan la cabeza para vigilar.
Habla de subjetividad desde el mismo sistema nervioso central como un sistema de sistemas, de la emulación de un yo , un mito para hacerse cargo de un yo físico y mental y para eso trata todo el sistema nervioso desde la punta de los dedos hasta el cerebro , no como un todo jerarquizado sino una subjetividad completa que trabaja cooperando en convertir los tiempos a un único tiempo real,pero con mensajes discontinuos. A la visión la trata como un proto-lenguaje en la formación de imágenes que conllevan una geometría inexistente en el mundo externo, un montaje exclusivo de la representación, pero al sonido igual,de la formación de muchos niveles de informaciones electroquímicas o químicas o eléctricas que relacionan o interrelacionan sistemas y grupos de neuronas.
De hecho dice que el cerebro es muy kantiano en cuanto a la esencia de sus operaciones pq cualquier transducción sensorial es una representación simplificada de un universal emanada del mundo externo(pero los universales no son venenosos pq pueden ser un manjar para otras especies),jeje no es platónico!
Así que para representarnos el mundo,lo hacemos de manera fraccional de la forma más útil,lo más simple como el lenguaje y si de hecho algo se pierde tiene que tener cabida en la intuición.
Un abrazo! 11
— ¿Qué tipo de cosas recuerda mejor?— se aventura a preguntar Alicia.
— Oh, las cosas que ocurrirán la semana que viene después de la siguiente”, respondió la reina en un tono despreocupado.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
07/06/2017, 04:40
Rudyard, la fase cognoscitiva que me interesa es la sustantiva y, en cierto modo, profunda, que se reivindica. No es un conocimiento del mundo externo que se presta a ser re-conocido. No es, por tanto, un conocimiento habitual, del mundo en que se vive.

Si hay algo digno de ser llamado “re-conocimiento”, que no sólo no estoy en contra de ello, sino que, por nuestro bien, debiera haberlo, habría que empezar preguntándose por lo infinitamente diverso de lo mismo que se conoce (*).

Ésto es similar al conocimiento del mundo de las ideas, que en nada se parece al aspecto cognoscitivo del cerebro. Es justo ahí, donde retomo el universal que el cogito conoce (**).

Cuando escribiera ésto tenía en mente el problema del reconocimiento facial porque "lo que se conoce al ver una cara" no es "lo que se conoce al ver lo uno de un árbol" (***). Las categorías de las que se sirve la auto-conciencia del conocimiento no tocan las especies que no caen en la idea, rutinaria, de que se conoce lo mismo, una mala abstracción. La disponibilidad del conocimiento y su habituación a él termina, erróneamente, dando el conocimiento por un hecho.

(*) Otra manera de preguntar por ésto sería: si en lo mismo cabe lo no-mismo y lo des-igual. Si el ser, en cuanto al conocimiento, exige lo mismo que el no-ser. Si, al ir juntos, se repelen y oponen mutuamente; o si hay lugar a que coexistan en oposición, si su contradicción tolera, de alguna manera, la oposición y está preparada para ella, el ser de lo que no-es.

(**) Que el cogito conoce es una obviedad en sentido irónico: que la intención del cogito sea conocer no es lo decisivo del cogito, sino que hay algo en él que, de lo que puede llegar a conocer, fija en un solo punto.

El cogito es una síntesis, por decirlo así, en que lo trascendental no está en un mundo aparte. Está referido al mundo, pero, en su relación, no pierde prioridad ante el mundo; si fuese así, si se hundiese en el mundo, sería fundamentalmente pasivo.

Uno de los aspectos más interesantes del cogito está en que lo que hay en él no viene de afuera, de su relación “mundana”. El cogito conoce el mundo, ciertamente, que no dice mucho, la verdad; pero no sólo conoce el mundo, sino otras muchas cosas, entre ellas, a él mismo como un objeto distinto del mundo que el cogito conoce.

(***) Al ver una cara, además de ver la cara, y más propiamente, veo lo uno de la cara y algo que no cae en el régimen primero de la vista, ni en el segundo que determina su inteligibilidad, que sólo es segundo con respecto a la experiencia, impropiamente, y es, pues, primera y propiamente, con respecto a sí mismo, esencialmente. Lo mismo lo veo en una "existencia no-visual". Al ver la cara, veo lo uno mismo que veo cuando veo un árbol (****); pero, al reconocer una cara, reconozco algo que no es lo mismo que lo uno del conocimiento; es algo que está sucediendo que no se corresponde con la generalidad de la vista, lo que se determina como incumplimiento sensible y, en un mismo nivel, pero no necesariamente a la vez, como cumplimiento de su expectativa inteligible, su objeto ideal. Esta "existencia no-visual" es, pero, por una dependencia en orden a la representación, sólo es reconocida en la extensión de la conciencia.

Los términos disponibles no valen llegados a ciertos problemas. El "conocimiento" es un término admisible; incluso admito un "re-conocimiento", "conocer lo mismo sin dos ocasiones para conocer", ...; al ir acumulando palabras y perder capacidad pensante, los problemas pasan de largo, sin atender a lo que es problemático en ellos.

(****) No querría liar a nadie en ésto. Si veo una cara, sé, de alguna manera, que es una, como sé lo uno del árbol que veo cuando lo veo; ahora bien, eso no me dice nada de la diferencia que hay entre ver un árbol y ver una cara.

Hay una distinción entre el árbol y la persona especialmente relevante, no sólo por su movilidad (****), sino por una identidad que establece la intuición: una cara no es una cosa más, es un signo con expresiones como las mías, que no sólo se hacen, sino que, de igual manera, se pueden leer.

(*****) Esta movilidad no es tanto una metáfora espacial como una afectiva. La otra persona hace movimientos que, en principio, no dependen de mí (******), hace gestos significantes, interacciones al margen de la percepción de la vista; esto es, que no tratan de lo que la vista informa, sino que los gestos son interpretados por quien los ve. Digamos que hay una "hiper-actividad" emocional de baja intensidad, que apenas llega a la conciencia, pero tiene un papel decisivo.

(******) La intuición de la capacidad moviente no se impone sobre las cosas sino en tanto se espere movilidad de ellas, esto es, la movilidad, de alguna manera, está implícita, ora sea a nivel consciente, "la veo moverse", ora a otro nivel, "percibo una rareza cuando la veo" (*******). Es una intuición espacial que se espera por alguna razón que ella misma, con frecuencia, desconoce.

(*******) Ésto no se sale del tema. ¡Es la intención de la conciencia!. La "rareza" es una intuición positiva, aun oculta, que no es consciente, principalmente, porque no hay mediación para ella; si la hubiera, y aquí las disposiciones dictan la expectativa del mundo en general, sería perfectamente reconocible.