Apolo_get
31/12/2016, 02:39
La carta de Esculapio Cultellus a su sobrino Glabio Ensa…sobre Jesús de Nazaret.
Documento del Imperio Romano:
En el otoño del año 815 de la ciudad de Roma (que sería el 62 de nuestra era) Esculapio Cultellus, médico romano, escribía lo que sigue a su sobrino que estaba en el ejército de Siria:
“Querido sobrino: Hace unos días fui llamado para diagnosticar sobre un enfermo llamado Pablo. Parece ser súbdito romano, de origen judío, bien educado y de agradable trato. Se me había dicho que estaba aquí a consecuencia de un requerimiento, en méritos de un proceso incoado por uno de nuestros tribunales provinciales de cesárea o de algún otro lugar del Mediterráneo oriental. Me lo había pintado como individuo “apasionado y violento” que peroraba públicamente contra el pueblo y contra la ley. Pero vi que era muy inteligente y de gran honradez.
“Un amigo mío que andaba con el ejército del Asia Menor, me dice que tuvo noticia de él en Efeso, donde dice que predicaba sermoneando acerca de un nuevo y extraño Dios. Pregunté al paciente si era verdad cuanto me habían dicho acerca de sus excitaciones para que el pueblo se revelara contra nuestro amado emperador. Pablo me respondió que el reino a que él se refería no era en este mundo y luego añadió una serie de extrañas razones que no entendí y que probablemente eran efecto de su estado febril.
“Su personalidad me dejó una profunda impresión, y ha sido para mí causa de gran sentimiento enterarme que hace unos días sido muerto de la Vía Ostia. Ello motiva esta carta. En tu próxima visita a Jerusalén, te ruego que procures averiguar algo acerca de mi amigo Pablo y del misterioso profeta judío que parece haber sido su maestro. Nuestros esclavos están muy soliviantados a causa de ese llamado Mesías, y algunos de ellos han sido crucificados por hablar públicamente del nuevo reino (o lo que signifique). Deseo saber la verdad de todos estos rumores, y soy tu cordial tío.
“Esculapio Cultellus”.
Seis semanas después, Glabio Ensa, su sobrino, capitán de la séptima legión de la milicia gálica, le contestaba en estos términos:
“Querido tío: Recibí su carta y procuré cumplir su deseo, siguiendo sus indicaciones.
“Hace dos semanas que nuestra centuria recibió orden de ir a Jerusalén. Esta ciudad fue teatro de varias revoluciones durante el siglo pasado, así es que poco queda en pie de su antigua estructura. Hemos estado un mes de guarnición, y mañana continuaremos la marcha a Petra, donde parece que se han producido algunos disturbios entre las tribus árabes. Aprovecho esta noche para dar cumplida respuesta a sus preguntas, pero le advierto que no cabe esperar detalles minuciosos:
“He hablado con los hombres más ancianos de la ciudad, pero no han podido darme una información concreta. Pocos días ha, llegó un vendedor ambulante al campamento. Le compré aceitunas y le pregunté si había oído hablar de un famoso Mesías a quien mataron en plena juventud. Dijo que le recordaba claramente, porque su padre le había llevado al Gólgota (colonia cercana a la ciudad) a presenciar la ejecución y para que viera en qué acababan los enemigos de las leyes del pueblo de Judea. Me dio señas de un tal José que había sido amigo personal del Mesías, y me dijo que, para enterarme bien, lo mejor era ir a verle.
“Esta mañana he visitado a José. Es hombre de mucha edad. Había sido pescador en un lago de agua dulce. Conserva clara la memoria; de sus labios oí, por fin , un relato concreto de lo ocurrido en los días azarosos anteriores a mi nacimiento.
“Ocupaba el trono nuestro glorioso emperador Tiberio, y un funcionario llamado Poncio Pilatos era gobernador de Judea y Samaria. Poco sabía José acerca de Pilatos que fue un honrado funcionario que se granjeó una digna reputación como procurador de la provincia. En el año 783 ó 784 (José no lo recuerda bien) Pilatos fue requerido en Jerusalén a causa de un motín. Se decía que cierto joven (hijo de un carpintero de Nazaret) proyectaba una revolución contra el gobierno romano.
Contrariamente a lo habitual en nuestros funcionarios informadores (que suelen estar muy al corriente de cuanto ocurre), pareció que no estaban enterados del acaso, y cuando se investigó sobre el asunto, se llegó a la conclusión de que el carpintero era un excelente ciudadano y de que no había motivo para proceder contra él. Pero los jefes tradicionales de la antigua fe judía, según José, estaban fuera de sí. Les alarmaba la popularidad del joven entre la muchedumbre de los hebreos indigentes. El “Nazareno” (así lo nombraban ante Pilatos) había proclamado públicamente que un griego, un romano o un filisteo que llevase una vida honrada, eran hombre tan excelentes como el judío que emplease sus días en el estudio de las antiguas leyes de Moisés. Parece que este argumento no impresionó a Pilatos, y cuando la muchedumbre hacinada junto al templo trató de linchar a Jesús y matar a todos sus seguidores, hizo que fuese custodiado para salvarle la vida.
“No parece que comprendiera la naturaleza de la delación. Cuantas veces pidió a los sacerdotes judíos (escribas fariseos) que expusieran claramente sus acusaciones, no hicieron más que vociferar así: “¡herejía!”, “traición!”, y se irritaban terriblemente. Al fin, según me dijo José, Pilatos llamó a Joshua (éste era el nombre del Nazareno, a quien los griegos que viven en estos países conocen por Jesús) para conocerle personalmente. Estuvo hablando con él unas horas. Le hizo preguntas sobre las “peligrosas doctrinas” que, según decían, había predicado en las orillas del lago de Genezareth; y Jesús le contestó que nunca hizo alusión a la política. No se preocupaba tanto de la parte corporal como del alma humana. Deseaba que todos viesen en el prójimo al hermano y amaran a un solo Dios, Padre de todos los seres vivientes.
“Pilatos, que según parece era muy versado en las doctrinas de los estoicos y de otros filósofos griegos, no creyó descubrir en las palabras de Jesús nada que pudiera interpretarse como sedicioso, y, según mi interlocutor, hizo otra tentativa para salvar la vida del bondadoso profeta. Se abstuvo de sentenciarlo. Pero entretanto el pueblo judío, encendido de ira por sus sacerdotes, llegaba al frenesí del fanatismo. Habían surgido ya varios alborotos en Jerusalén, y las fuerzas romanas disponibles en aquellas cercanías eran escasas. Las autoridades romanas en la Cesárea recibieron informes de que Pilatos “era un víctima de las doctrinas del Nazareno”. Llovían peticiones de toda la ciudad para que se relevase a Pilatos como enemigo del emperador. Ya sabéis que nuestros gobernantes tienen instrucciones precisas de evitar todo conflicto con los súbditos extranjeros. Para salvar al país de una guerra civil. Pilatos acabó por sacrificar a su prisionero Joshua, quien se condujo con gran entereza, perdonando a todos cuantos lo odiaban. Y fue crucificado entre los alaridos y risotadas del populacho de Jerusalén.
“Esto es cuanto José me dijo, con lágrimas que le bañaban sus rugosas mejillas. Al despedirme puse en su mano un moneda de oro, pero él la rehusó diciendo que fuese la dádiva para otro más pobre que él. También le hice algunas preguntas acerca de vuestro amigo Pablo. Le conoció, mas no tuvo intimidad con él. Parece que era de oficio tapacetero y que dejó su trabajo para ir a predicar la palabra de un Dios todo amor e indulgencia, sumamente distinto del Jehová que siempre invocan los sacerdotes judíos. Parece que luego Pablo viajó mucho por el Asia Menor y Grecia, diciendo a los esclavos que todos, ricos y pobres, somos hijos de un Padre amoroso y misericordioso, y que a todos nos espera la felicidad por igual, a condición de que vivamos honradamente y practiquemos el bien con los míseros y dolientes.
“Creo haberos complacido contestando a vuestras preguntas. Mi opinión es que toda esa historia es completamente inofensiva por lo que hace a la integridad del Estado. Sólo que nosotros, los romanos, nunca hemos podido comprender a las gentes de esta provincia. Lamento que hayan ejecutado a vuestro amigo Pablo. Quisiera estar ya de regreso en el hogar. Soy vuestro respetuoso sobrino.
“Gladio Ensa”
Y eso es lo que está escrito sobre Jesús de carne y hueso. No caminó sobre el agua, no levantó muertos, ni dio de comer a miles de persona y ni resucito. Este es un documento del Imperio Romano y tiene más validez que lo escrito por los evangelistas.
Documento del Imperio Romano:
En el otoño del año 815 de la ciudad de Roma (que sería el 62 de nuestra era) Esculapio Cultellus, médico romano, escribía lo que sigue a su sobrino que estaba en el ejército de Siria:
“Querido sobrino: Hace unos días fui llamado para diagnosticar sobre un enfermo llamado Pablo. Parece ser súbdito romano, de origen judío, bien educado y de agradable trato. Se me había dicho que estaba aquí a consecuencia de un requerimiento, en méritos de un proceso incoado por uno de nuestros tribunales provinciales de cesárea o de algún otro lugar del Mediterráneo oriental. Me lo había pintado como individuo “apasionado y violento” que peroraba públicamente contra el pueblo y contra la ley. Pero vi que era muy inteligente y de gran honradez.
“Un amigo mío que andaba con el ejército del Asia Menor, me dice que tuvo noticia de él en Efeso, donde dice que predicaba sermoneando acerca de un nuevo y extraño Dios. Pregunté al paciente si era verdad cuanto me habían dicho acerca de sus excitaciones para que el pueblo se revelara contra nuestro amado emperador. Pablo me respondió que el reino a que él se refería no era en este mundo y luego añadió una serie de extrañas razones que no entendí y que probablemente eran efecto de su estado febril.
“Su personalidad me dejó una profunda impresión, y ha sido para mí causa de gran sentimiento enterarme que hace unos días sido muerto de la Vía Ostia. Ello motiva esta carta. En tu próxima visita a Jerusalén, te ruego que procures averiguar algo acerca de mi amigo Pablo y del misterioso profeta judío que parece haber sido su maestro. Nuestros esclavos están muy soliviantados a causa de ese llamado Mesías, y algunos de ellos han sido crucificados por hablar públicamente del nuevo reino (o lo que signifique). Deseo saber la verdad de todos estos rumores, y soy tu cordial tío.
“Esculapio Cultellus”.
Seis semanas después, Glabio Ensa, su sobrino, capitán de la séptima legión de la milicia gálica, le contestaba en estos términos:
“Querido tío: Recibí su carta y procuré cumplir su deseo, siguiendo sus indicaciones.
“Hace dos semanas que nuestra centuria recibió orden de ir a Jerusalén. Esta ciudad fue teatro de varias revoluciones durante el siglo pasado, así es que poco queda en pie de su antigua estructura. Hemos estado un mes de guarnición, y mañana continuaremos la marcha a Petra, donde parece que se han producido algunos disturbios entre las tribus árabes. Aprovecho esta noche para dar cumplida respuesta a sus preguntas, pero le advierto que no cabe esperar detalles minuciosos:
“He hablado con los hombres más ancianos de la ciudad, pero no han podido darme una información concreta. Pocos días ha, llegó un vendedor ambulante al campamento. Le compré aceitunas y le pregunté si había oído hablar de un famoso Mesías a quien mataron en plena juventud. Dijo que le recordaba claramente, porque su padre le había llevado al Gólgota (colonia cercana a la ciudad) a presenciar la ejecución y para que viera en qué acababan los enemigos de las leyes del pueblo de Judea. Me dio señas de un tal José que había sido amigo personal del Mesías, y me dijo que, para enterarme bien, lo mejor era ir a verle.
“Esta mañana he visitado a José. Es hombre de mucha edad. Había sido pescador en un lago de agua dulce. Conserva clara la memoria; de sus labios oí, por fin , un relato concreto de lo ocurrido en los días azarosos anteriores a mi nacimiento.
“Ocupaba el trono nuestro glorioso emperador Tiberio, y un funcionario llamado Poncio Pilatos era gobernador de Judea y Samaria. Poco sabía José acerca de Pilatos que fue un honrado funcionario que se granjeó una digna reputación como procurador de la provincia. En el año 783 ó 784 (José no lo recuerda bien) Pilatos fue requerido en Jerusalén a causa de un motín. Se decía que cierto joven (hijo de un carpintero de Nazaret) proyectaba una revolución contra el gobierno romano.
Contrariamente a lo habitual en nuestros funcionarios informadores (que suelen estar muy al corriente de cuanto ocurre), pareció que no estaban enterados del acaso, y cuando se investigó sobre el asunto, se llegó a la conclusión de que el carpintero era un excelente ciudadano y de que no había motivo para proceder contra él. Pero los jefes tradicionales de la antigua fe judía, según José, estaban fuera de sí. Les alarmaba la popularidad del joven entre la muchedumbre de los hebreos indigentes. El “Nazareno” (así lo nombraban ante Pilatos) había proclamado públicamente que un griego, un romano o un filisteo que llevase una vida honrada, eran hombre tan excelentes como el judío que emplease sus días en el estudio de las antiguas leyes de Moisés. Parece que este argumento no impresionó a Pilatos, y cuando la muchedumbre hacinada junto al templo trató de linchar a Jesús y matar a todos sus seguidores, hizo que fuese custodiado para salvarle la vida.
“No parece que comprendiera la naturaleza de la delación. Cuantas veces pidió a los sacerdotes judíos (escribas fariseos) que expusieran claramente sus acusaciones, no hicieron más que vociferar así: “¡herejía!”, “traición!”, y se irritaban terriblemente. Al fin, según me dijo José, Pilatos llamó a Joshua (éste era el nombre del Nazareno, a quien los griegos que viven en estos países conocen por Jesús) para conocerle personalmente. Estuvo hablando con él unas horas. Le hizo preguntas sobre las “peligrosas doctrinas” que, según decían, había predicado en las orillas del lago de Genezareth; y Jesús le contestó que nunca hizo alusión a la política. No se preocupaba tanto de la parte corporal como del alma humana. Deseaba que todos viesen en el prójimo al hermano y amaran a un solo Dios, Padre de todos los seres vivientes.
“Pilatos, que según parece era muy versado en las doctrinas de los estoicos y de otros filósofos griegos, no creyó descubrir en las palabras de Jesús nada que pudiera interpretarse como sedicioso, y, según mi interlocutor, hizo otra tentativa para salvar la vida del bondadoso profeta. Se abstuvo de sentenciarlo. Pero entretanto el pueblo judío, encendido de ira por sus sacerdotes, llegaba al frenesí del fanatismo. Habían surgido ya varios alborotos en Jerusalén, y las fuerzas romanas disponibles en aquellas cercanías eran escasas. Las autoridades romanas en la Cesárea recibieron informes de que Pilatos “era un víctima de las doctrinas del Nazareno”. Llovían peticiones de toda la ciudad para que se relevase a Pilatos como enemigo del emperador. Ya sabéis que nuestros gobernantes tienen instrucciones precisas de evitar todo conflicto con los súbditos extranjeros. Para salvar al país de una guerra civil. Pilatos acabó por sacrificar a su prisionero Joshua, quien se condujo con gran entereza, perdonando a todos cuantos lo odiaban. Y fue crucificado entre los alaridos y risotadas del populacho de Jerusalén.
“Esto es cuanto José me dijo, con lágrimas que le bañaban sus rugosas mejillas. Al despedirme puse en su mano un moneda de oro, pero él la rehusó diciendo que fuese la dádiva para otro más pobre que él. También le hice algunas preguntas acerca de vuestro amigo Pablo. Le conoció, mas no tuvo intimidad con él. Parece que era de oficio tapacetero y que dejó su trabajo para ir a predicar la palabra de un Dios todo amor e indulgencia, sumamente distinto del Jehová que siempre invocan los sacerdotes judíos. Parece que luego Pablo viajó mucho por el Asia Menor y Grecia, diciendo a los esclavos que todos, ricos y pobres, somos hijos de un Padre amoroso y misericordioso, y que a todos nos espera la felicidad por igual, a condición de que vivamos honradamente y practiquemos el bien con los míseros y dolientes.
“Creo haberos complacido contestando a vuestras preguntas. Mi opinión es que toda esa historia es completamente inofensiva por lo que hace a la integridad del Estado. Sólo que nosotros, los romanos, nunca hemos podido comprender a las gentes de esta provincia. Lamento que hayan ejecutado a vuestro amigo Pablo. Quisiera estar ya de regreso en el hogar. Soy vuestro respetuoso sobrino.
“Gladio Ensa”
Y eso es lo que está escrito sobre Jesús de carne y hueso. No caminó sobre el agua, no levantó muertos, ni dio de comer a miles de persona y ni resucito. Este es un documento del Imperio Romano y tiene más validez que lo escrito por los evangelistas.