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Ciro
04/12/2016, 17:28
Según el Dr. Soler-Gil, hay un determinismo epistemológico, otro físico, y otro ontológico. Y son concebibles, por tanto, los correspondientes indeterminismos.


El determinismo epistemológico es cuando podemos predecir el curso de los hechos naturales. El determinismo ontológico existe en el caso de que valga en forma irrestricta el principio de razón suficiente, cosa que sostengo y que el Dr. Soler-Gil parece poner en duda, aunque no ha querido entrar en el tema. Dicho principio dice que siempre hay una razón suficiente de que algo sea, en vez de no ser, y sea como es, en vez de ser de otro modo. O sea, que nada es “porque sí”, sin que nada lo determine a ser en vez de no ser.


Para el Dr Soler-Gil, el “determinismo físico”:


“sería aquel que se nos presentaría si la malla causal de la física estuviera cerrada, de manera que todos los seres materiales evolucionaran siguiendo leyes físicas deterministas.”


O sea, consistiría en que todo hecho empíricamente observable pueda ser derivado de antecedentes igualmente empíricos según leyes naturales.


Con semejante definición del “determinismo físico”, es claro que éste se opone al libre albedrío de la voluntad humana, pues ésta debe poner en movimiento un cuerpo físico como el nuestro.


Pero como yo sostengo que no todo determinismo físico es incompatible con el libre albedrío de la voluntad humana, para poder discutir esta cuestión sin darla por resuelta “per definitionem” voy a tener que dar otra definición, todo lo imperfecta que se quiera, de lo que llamaré “determinismo físico natural”.


Podría hablar solamente de “determinismo físico”, pero como he utilizado la expresión “determinismo natural”, voy a utilizar la expresión redundante “determinismo físico natural”. Redundante, porque “physis” en griego es justamente “naturaleza”.


Por “determinismo físico natural” entiendo la tesis que dice que todos o algunos de los eventos físicos se siguen necesariamente, mediante leyes, de otros eventos físicos, de modo que producidos estos últimos, se producen también, necesariamente, los primeros.


Sirva como argumento para aceptar esta definición al menos a fines de poder discutir el tema, el hecho de que en nuestra experiencia es tan evidente, a nivel macroscópico, el determinismo de la naturaleza como nuestro libre albedrío, de modo que sostener de entrada a la vez que ambos se oponen y que el primero si existe es universal es una posición muy incómoda, riesgosa e innecesaria.


Por “determinismo físico universal”, entonces, entiendo la tesis que dice que todo evento físico se deriva mediante leyes físicas de otro evento físico.


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Entendida desde estas definiciones, la tesis del Dr. Soler-Gil es que ambos determinismos físicos, el natural y el universal, deben afirmarse o negarse juntos.


Su tesis, entonces, que quiere basarse en el indeterminismo cuántico, es que el determinismo físico natural es necesariamente universal, de modo que, al menos si se lo afirma también a nivel microscópico, lleva a la negación del libre albedrío.


Por tanto, según Soler-Gil, la afirmación del libre albedrío excluye el determinismo físico natural al menos a nivel microscópico.


Y ahí está precisamente nuestro desacuerdo. El Dr. Soler-Gil parece pensar que cuando el jugador de fútbol decide pegarle a la pelota y moverla en determinada dirección en vez de salir corriendo del estadio y hacerse monje budista, esa decisión suya, si fuese verdadero el determinismo natural, al menos, si lo fuese también a nivel subatómico, podría haber sido calculada por el genio de Laplace desde el mismo Big-Bang.


Y sin duda que es así, si fuese verdadero el “determinismo físico” y si por “determinismo físico” entendemos lo que entiende el Dr. Soler-Gil, y que no es lo que yo entiendo cuando hablo de “determinismo natural” en el “post”.


Porque lo que el Dr. Soler-Gil llama “determinismo físico” es precisamente lo que yo he caracterizado como una ilusión filosófica, mejor dicho, ideológica, basada en un círculo vicioso: la tesis del determinismo universal en el universo material.


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Obviamente, el Dr. Soler-Gil y yo estamos de acuerdo en que no es posible, por más genio de Laplace que se sea, calcular desde del Big Bang si este deportista va a cumplir con el deber que le marca su contrato o va a emigrar a un monasterio del Tibet.


Y estamos de acuerdo también en afirmar que el “determinismo físico” tal como el Dr. Soler-Gil lo caracteriza, no existe.


¿Dónde está entonces el desacuerdo? El Dr. Soler-Gil afirma un indeterminismo físico. Pero eso sólo no nos dice mucho, en realidad. Porque si “determinismo físico” es lo que el Dr. Soler-Gil dice que es, entonces yo también afirmo el “indeterminismo físico”, y sin embargo, no estamos de acuerdo.


Y no estamos de acuerdo, porque por “indeterminismo físico” yo entendería solamente, de acuerdo con lo dicho, que no todo evento material de este mundo puede derivarse de otro evento material anterior según leyes físicas.


Y el Dr. Soler-Gil, por “indeterminismo físico”, entiende en cambio que todo evento material se deriva según leyes de otro evento material, pero que, al menos a nivel microscópico, ningún evento físico se sigue por leyes necesarias del estado físico inmediatamente anterior del Universo, sino que en ese caso al menos las leyes son solamente probabilísticas, estadísticas.


Porque eso, tengo entendido, es lo que sostiene el indeterminismo cuántico, que el Dr. Soler-Gil toma como base de su visión filosófica y teológica.


Es claro que dejo de lado la interpretación “epistemológica” de la mecánica cuántica, porque no veo que ella pueda siquiera tener la apariencia de resolver algo en el tema del libre albedrío de nuestra voluntad, dado que en ese caso nos limitaríamos a decir que somos libres porque no podemos predecir el curso de las partículas materiales, el cual de todos modos estaría determinado según leyes, con lo cual es obvio que el problema seguiría intacto.


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Contra esto, yo sostengo que, mientras no interviene el libre albedrío de la voluntad humana, y dejando por ahora fuera de discusión el caso de los vivientes irracionales, que tiene su complejidad, todo evento físico, macroscópico o microscópico, salvo milagro divino, se deriva según leyes naturalmente necesarias de otro evento físico anterior.


Que esas leyes naturales las conozcamos o las podamos conocer es otro asunto, y ahí sí vale la distinción entre un indeterminismo meramente epistemológico y otro que no lo es.


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Tampoco creo que, en el supuesto de que el determinismo físico natural es incompatible con el libre albedrío, baste con negar aquél a nivel microscópico, de las partículas elementales, como hace la mecánica cuántica, para poder afirmar éste.


Porque nuestras acciones libres transcurren a nivel macroscópico, y los factores por las cuales se las podría querer explicar según leyes son factores también macroscópicos: nuestro cerebro, las neuronas, etc.


Si a ese nivel, entonces, afirmamos el determinismo físico natural, y éste es necesariamente universal, entonces no existe el libre albedrío, por más indeterminación que haya a nivel microscópico.


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Por nuestra parte, sostenemos que el determinismo físico natural no es necesariamente universal, y que debe afirmarse al menos a nivel macroscópico, en el sentido de que muchos eventos físicos macroscópicos dependen de leyes necesarias, no probabilísticas o estadísticas.


Respecto de lo segundo, no decimos, en efecto, que en las condiciones requeridas por esta ley hay un 75% de probabilidades de que el agua hierva a 100 grados, sino que en esas condiciones, el agua hierve a 100 grados.


Por eso es que tampoco pensamos que, si todo funciona bien, cuando apretamos el encendido del televisor hay un 75 % de probabilidades, o el porcentaje que sea, distinto del 100 %, de que el aparato encienda.


SI el televisor no enciende o el agua no hierve a 100 grados, buscamos la causa, el porqué. Algo está haciendo que no se den todos los antecedentes requeridos por la ley o leyes en cuestión. No pensamos que es algo normal, puesto que después de todo la ley o leyes en cuestión son sólo estadísticas, de modo tal que aún dados todos los antecedentes requeridos por la ley, en el caso particular el consecuente podría todavía no darse.


Según esto, si el determinismo físico natural es necesariamente universal, entonces a nivel macroscópico al menos reinaría el determinismo universal, basado en leyes necesarias, y no existiría, entonces, el libre albedrío.


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Pero el libre albedrío existe. Por tanto, el determinismo natural no implica el determinismo universal.


Si el determinismo natural fuese necesariamente universal, habría que negarlo también a nivel macroscópico para poder sostener el libre albedrío de la voluntad humana, pero dicha negación es obviamente absurda.


El Dr. Soler – Gil dice que las leyes físicas se aplican sin excepción a todo el ámbito de lo material, de modo que si se las entiende de modo determinístico y no solamente probabilístico, harían imposible el libre albedrío.


Dice en efecto:


“Porque la física en modo alguno limita su aplicabilidad, o las condiciones de su validez, por lo que se refiere a los sistemas físicos. Y el cuerpo humano puede ser considerado como un sistema físico. De manera que si la física reinante fuera una física determinista, entonces el cuerpo humano se comportaría como esa física determinista le dictara en todo momento. Sin distinción alguna de situaciones.”


Pero de hecho no entendemos en sentido sólo probabilístico las leyes físicas en el plano macroscópico, que es el de nuestras acciones libres, sino que las entendemos, en ese plano al menos, en sentido determinístico, como hemos dicho.


Por tanto, hay que negar que las leyes físicas se apliquen sin excepción a todo el ámbito de lo material. Es decir, hay que negar que todo evento físico se siga de otro evento físico anterior mediante leyes físicas.


O sea, hay que negar que el determinismo natural implique el determinismo físico universal.


Esta tesis que negamos, como se verá, constituye uno de los componentes más notables de la mitología materialista de la ciencia moderna, al que adhiere el Dr. Soler-Gil precisamente en un libro en el que trata de desenmascarar esa mitología.


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En efecto. Que yo sepa, las leyes de la física van, lógicamente hablando, “hacia adelante”, es decir, del antecedente al consecuente, no “hacia atrás”, del consecuente al antecedente.


Es decir, dicen que si se da A, se dará B. Pero de ahí no se puede derivar que si se da B, es porque se ha dado A, o alguna otra cosa.


El que va en cierto sentido “hacia atrás” es el principio de razón suficiente, que dice que todo tiene que tener una razón suficiente de la cual se derive. Pero no es una ley de la física ni solamente una ley natural, sino una ley del ente como tal, una ley metafísica, y nada impide que la razón suficiente de algo sea una entidad espiritual (como es también el ser humano) dotada de libre albedrío. Pero las leyes físicas van, por así decir, en sentido contrario: dicen que si sucede tal cosa, se seguirá tal otra.


Ahora bien, con leyes que van solamente “hacia adelante” no se puede construir un determinismo material universal. Porque la tesis central de dicho determinismo es “hacia atrás”: todo a nivel físico se deriva necesariamente de un antecedente físico según leyes.


Una cosa es decir “si sucede tal evento físico, sucede tal otro evento físico”, que es lo que dicen las leyes físicas, y otra es decir “si sucede un evento físico cualquiera, se ha derivado necesariamente de algún otro evento físico”, que es lo que dice el determinismo universal.


Para pasar de lo primero a lo segundo haría falta otra premisa que dijese que los únicos eventos que suceden son los que se derivan de otros eventos mediante leyes físicas del primer tipo. Y adoptar esa premisa (¿en base a qué razones?) es ya negar, obviamente, “a priori”, el libre albedrío del ser humano. Por eso hablo de “círculo vicioso”.


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Este “determinismo físico”, con su “marcha hacia atrás”, es en realidad una versión bastardeada del principio de razón suficiente, indebidamente trasladada del plano de los principios metafísicos al plano de las leyes naturales, comprensible tal vez desde una visión materialista para la cual el ente y la materia son lo mismo.


Sería bastante engorroso dudar del principio de razón suficiente, base de todo nuestro pensamiento y antes, de la realidad misma, junto con el principio de no contradicción, y aceptar sin embargo sin chistar su versión bastardeada por el materialismo, como única expresión posible del determinismo natural.


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Se objetará que esta forma de entender el libre albedrío y sus consecuencias a nivel físico implica que hay fenómenos en el cuerpo humano que no se siguen según leyes físicas de ningún fenómeno anterior, dentro o fuera del cuerpo, y que eso es inaceptable para la ciencia.


Pero ¿cuál es la alternativa? Si todo evento del organismo humano se deriva de otro evento físico mediante leyes, y si, como ya vimos, a nivel macroscópico, que es el nivel en que suceden tales eventos relacionados con la conducta libre, las leyes naturales no son probabilísticas, sino necesarias, entonces no hay libre albedrío.


Por su parte, la ciencia física no puede predecir la conducta concreta de los individuos humanos. Por tanto, la afirmación de que esa conducta se deriva según leyes de estados anteriores queda como un postulado, no como un hecho establecido, independientemente de que se considere que esas leyes son probabilísticas o necesarias.


¿Puede la ciencia natural detectar empíricamente uno de esos estados físicos que no se derivan de estados físicos anteriores? Es posible que no, porque por método dicha ciencia sólo conoce las relaciones necesarias o probables, según leyes, entre estados físicos. Eso no querría decir, obviamente, que tales estados no detectables por la ciencia física no existan.

Ciro
04/12/2016, 17:31
Se objetará que esta forma de entender el libre albedrío y sus consecuencias a nivel físico implica que hay fenómenos en el cuerpo humano que no se siguen según leyes físicas de ningún fenómeno anterior, dentro o fuera del cuerpo, y que eso es inaceptable para la ciencia.


Pero ¿cuál es la alternativa? Si todo evento del organismo humano se deriva de otro evento físico mediante leyes, y si, como ya vimos, a nivel macroscópico, que es el nivel en que suceden tales eventos relacionados con la conducta libre, las leyes naturales no son probabilísticas, sino necesarias, entonces no hay libre albedrío.


Por su parte, la ciencia física no puede predecir la conducta concreta de los individuos humanos. Por tanto, la afirmación de que esa conducta se deriva según leyes de estados anteriores queda como un postulado, no como un hecho establecido, independientemente de que se considere que esas leyes son probabilísticas o necesarias.


¿Puede la ciencia natural detectar empíricamente uno de esos estados físicos que no se derivan de estados físicos anteriores? Es posible que no, porque por método dicha ciencia sólo conoce las relaciones necesarias o probables, según leyes, entre estados físicos. Eso no querría decir, obviamente, que tales estados no detectables por la ciencia física no existan.


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Por supuesto, la física tiene toda la libertad de darse a sí misma un método en el cual solamente se va a estudiar esos hechos físicos que tienen antecedentes físicos según leyes. Faltaba más. Pero entonces hay que recordar que se hizo esa opción metodológica y no convertirla después en tesis filosófica. Si elegí taparme los oídos no puedo negar la existencia de la música. Y no estoy diciendo que esté mal taparse los oídos cuando hace falta para realizar alguna tarea importante.


También hay que reconocerle a la física la libertad de estudiar los actos libres del ser humano por el ángulo desde el cual le son accesibles; el de los eventos físicos que siguen leyes naturales. Sin duda, dado el anteojo que ha elegido desde su misma constitución, no va a ver nunca la voluntad ni el libre albedrío. Pero tampoco va a poder probar que la decisión del jugador de nuestro ejemplo, individualmente considerada, deriva necesariamente o estadísticamente de antecedentes físicos según leyes físicas o químicas o lo que sea.


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El Dr. Soler-Gil dice que la única forma de sostener mi tesis sería decir


“que en ocasiones las partículas que componen el cuerpo humano se comportan como dice la física hasta que la inteligencia y la voluntad del hombre determinen que han de comportarse de modo diferente a como se seguiría de los cálculos físicos.”


Y agrega:


“Porque la física en modo alguno limita su aplicabilidad, o las condiciones de su validez, por lo que se refiere a los sistemas físicos. Y el cuerpo humano puede ser considerado como un sistema físico. De manera que si la física reinante fuera una física determinista, entonces el cuerpo humano se comportaría como esa física determinista le dictara en todo momento. Sin distinción alguna de situaciones.”


Pues no. Lo que hace la voluntad libre es producir algunos movimientos de partículas, para seguir con este lenguaje, independientemente de todo otro movimiento de partículas anterior. O sea, que no son consecuentes de ningún antecedente físico.


Eso lo puede hacer la voluntad precisamente porque es una facultad espiritual del alma humana también espiritual, y como tal, no está sujeta al determinismo físico.


Eso no cambia las leyes de la naturaleza, sino las circunstancias de su aplicación. Aquí es donde entra el ejemplo del que le pega un puntapié a un balón de fútbol. Sin ese puntapié, la trayectoria del balón habría sido otra que la que de hecho es. Pero eso no es hacer que el balón se comporte “de modo diferente a como se seguiría de los cálculos físicos”.


Porque es claro que las leyes naturales siempre predicen B sobre el supuesto de A. Es claro que si A cambia, entonces B ya no tiene porqué seguirse.


Lo que hace la intervención de la voluntad libre en el organismo humano, al introducir estados físicos que no se derivan según leyes de estados físicos anteriores, entonces, no es impedir que los eventos se desarrollen de acuerdo con las leyes de la naturaleza, sino cambiar las circunstancias de aplicación de esas mismas leyes, con lo cual los resultados de la aplicación de esas leyes son, evidentemente, diferentes de lo que habrían sido sin dicha intervención de la voluntad libre.


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En el instante anterior a levantar libremente el brazo, el estado de mis partículas es, digamos, X. Y yo puedo levantar el brazo o no, puesto que lo hago libremente. Eso quiere decir que levantar el brazo, y todos los movimientos de partículas que ello implique, no se sigue necesariamente de X, y por tanto, al menos en su punto inicial, no se deriva según leyes necesarias de ningún antecedente físico.


¿Eso va contra el determinismo natural?


No. Como ya dijimos arriba, lo único que podría decir esa física determinista es que para cada evento físico dado del organismo humano, se seguirá otro evento físico, y para este, otro, y así sucesivamente.


De aquí no se puede deducir que todo evento físico dado en el organismo humano se deriva necesariamente de otro evento físico anterior dado en ese organismo o fuera de él.


De “A todo X le sigue necesariamente Y” no puedo derivar “Todo X se sigue necesariamente de alguna otra cosa”.


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En cuanto al determinismo natural, que sostengo, es una tesis también filosófica, que dice que en el mundo físico hay naturalezas irracionales cuyo obrar está determinado “ad unum”, por lo cual los efectos de esas causas naturales proceden necesariamente de ellas, en las circunstancias apropiadas, según leyes que la física debe investigar.


No dice que sólo ese tipo de naturalezas exista en el mundo físico. Por tanto, es compatible con la otra afirmación que dice que hay otras naturalezas materiales, pero racionales, a saber, las humanas, cuyo obrar no está determinado “ad unum”, sino que, en virtud de su inteligencia y voluntad, tienen libre albedrío, es decir, libertad de ejercicio, hacer esto o no hacerlo, y libertad de especificación, hacer esto o hacer aquello otro.


Esta tesis filosófica tiene la virtud de casar admirablemente con nuestra experiencia, que por un lado nos muestra el determinismo natural, innegable, y por otro lado, nuestro más innegable aún libre albedrío.


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El Dr. Soler–Gil parece creer que se puede separar totalmente el determinismo ontológico, basado en el principio de razón suficiente, del determinismo físico natural. Obviamente que no es así, si aceptamos que existen naturalezas corpóreas dotadas de actividad y causalidad natural propia


En ese supuesto, habrá también efectos naturalmente correspondientes a esas causas, y eso quiere decir que esas causas, al menos las que sean irracionales, obrarán determinadas “ad unum” siempre dentro del mundo material que es precisamente el que estudia la física. O sea, que esos efectos vendrán a la existencia según leyes naturales, es decir, en forma determinista.


¿Cómo podría separarse totalmente el determinismo ontológico del determinismo físico natural, que al parecer es la tesis del Dr. Soler-Gil, si se acepta, cosa que él duda y yo no, la validez irrestricta del principio de razón suficiente?


Pues asignando a Dios y eventualmente a los ángeles, y también al libre albedrío de la voluntad humana, todas realidades espirituales, no físicas, el rol de únicas causas y únicas razones suficientes y determinantes del movimiento de las partículas. Lo cual sería una forma mitigada, al menos, de ocasionalismo, un ocasionalismo del mundo material.


En cuanto a la alternativa sería negar el principio de razón suficiente y aceptar que en algunos casos al menos las partículas se mueven como se mueven “porque sí”, absolutamente hablando, es la renuncia total al pensamiento y lo más anticientífico que pueda concebirse.


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Resulta entonces que el Dr. Soler Gil parte de la base de que las leyes de la física, si se las interpreta desde la tesis del determinismo natural, llevan al determinismo físico universal.


El cree que es así, o en todo caso, tiene un argumento de tipo filosófico para sostenerlo. A menos que se me haya escapado, ese argumento no figura en el “post” en que el Dr. Soler-Gil responde al mío.


Es verdad que dice que el demonio o genio de Laplace podría haber calculado el feliz evento de mi redacción del “post” en cuestión si fuese cierto el determinismo natural.


“El determinismo físico (salvo armonía preestablecida o propuestas similares) impide la libertad. El hecho de que el Sr. Martínez perdería su tiempo escribiendo el artículo que estoy comentando ya podría haberlo previsto el famoso demonio de Laplace, si hubiera contado con los datos pertinentes relativos a la situación de las partículas del mundo en el primer día de la creación.”


Pero hasta ahora dicho genio no ha podido ser interrogado, y siempre he sostenido que esa entidad sólo podría haber llevado a cabo tal proeza de cálculo en el caso, curiosamente, de que yo no existiera, ni los demás seres corpóreos libres en general. O sea, que no podría haberla llevado a cabo.


Porque el bueno de Laplace no se dio cuenta de que al formular su hipótesis estaba suponiendo que en ese Universo no había seres libres: de ahí viene, en efecto, el círculo vicioso.


Pues por lo que ya dijimos, la existencia de una voluntad libre es perfectamente compatible con el determinismo natural, y entonces, no alcanza con suponer éste para eliminar aquella, y donde dicha voluntad libre exista, es claro que ya no se podrá prever, por más que se disponga de todos los datos relevantes en un momento dado y del conocimiento de todas las leyes naturales, el curso futuro de todos los eventos de ese cosmos.


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Por otra parte, por más que las partículas microscópicas se muevan como se mueven “porque sí”, al menos ese demonio podría haberse fijado en los datos iniciales a nivel macroscópico, y de todos modos habría llegado a la conclusión de un día yo realizaría, en el plano macroscópico, esa importante contribución cultural, ¿no es así?


Y entonces, no existe el libre albedrío.


O bien se trasladará el indeterminismo microscópico también al campo macroscópico, en general, lo cual va contra la evidencia elemental de la humanidad.


O bien se admitirá, como yo hago, que incluso reinando el determinismo natural a nivel macroscópico es imposible derivar los también macroscópicos actos libres del ser humano de antecedentes físicos según leyes.


¿Sirve de algo para eso decir que la infraestructura microscópica de esos actos libres es indeterminista en el plano físico? No me parece, porque de todos modos se sigue manteniendo el determinismo en el plano macroscópico.


Si se lo niega en el caso del acto libre, no es por el indeterminismo físico subyacente, que subyace a todo fenómeno natural en esta hipótesis sin eliminar por ello el determinismo macroscópico, y que por tanto resulta superfluo en esta discusión, sino por el indeterminismo espiritual que implica la existencia de una inteligencia y una voluntad, que por serlo, es indiferente a los bienes particulares y tiene así libre albedrío.


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¿Debemos decir entonces que la intervención de la voluntad libre implica una violación de las leyes naturales? Es claro que no, por lo dicho.


¿Debemos decir que en el caso de la intervención de la voluntad libre, las leyes naturales no se aplican?


Hay que distinguir. Si miramos la misma decisión libre de la voluntad, es claro que ahí no se aplican las leyes físicas, porque es un evento espiritual.


Si miramos las consecuencias físicas de esa decisión espiritual de la voluntad, hay que volver a distinguir: las leyes físicas no se aplican en el sentido de que no tienen nada que hacer con el surgimiento de un estado físico que no depende de otro estado físico anterior, sino de una causa espiritual. Sí se aplican, en el sentido de que, una vez dado ese estado físico, de él se seguirán obviamente otros estados físicos de acuerdo con las leyes naturales.


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Ciro
04/12/2016, 17:33
El Dr. Soler-Gil critica también mi afirmación de que es imposible que las especies naturales procedan del azar y que el darwinismo sostiene eso. Responde que el darwinismo no pone solamente al azar en el origen de las especies naturales, sino también a la selección natural.


Pero la selección natural no “moldea” las especies naturales. Simplemente elimina las que no están “bien” moldeadas…por el azar.


Cada nueva transformación de las especies naturales, según el neodarwinismo, se debe a una nueva mutación genética, fruto del azar.


Al final, según esta forma de ver, lo que tenemos delante cuando miramos un caballo o una lechuga es una acumulación de hechos azarosos. Ninguna de esas características se debe, propiamente hablando, a la selección natural, que si alguna virtud ha tenido, en realidad, ha sido la de no obrar sobre ellas, sino sobre sus competidoras, para destruirlas.


Y no lo ha hecho tampoco como el escultor que quitando mármol moldea la estatua, pues en el caso del escultor la estatua no viene ya hecha al lado de bloques separables de mármol que pueden ser eliminados sin tocarla, como sí vienen ya hechas las mutaciones competidoras y separadas a comparecer ante el tribunal de la selección natural.


Es claro que la “herramienta” que utiliza la “selección natural” es pura y simplemente la destrucción, no la construcción o el modelado del tipo que sea. Por eso Malthus, de infeliz descendencia ideológica, es el inspirador de Darwin con sus progresiones geométricas y aritméticas que llevaban a la muerte por inanición.


O sea que sí, las especies naturales, según el darwinismo, proceden del azar. Y eso es lo que yo digo que no puede ser, porque lo natural es necesario, y lo azaroso es contingente, y lo necesario no puede proceder de lo contingente, como lo más no procede de lo menos.


Lo que procede del azar sólo puede tener unidad accidental, mientras que la unidad de una especie natural es sustancial. Y sí, esto es lenguaje filosófico, porque el tema lo es.


Por eso tampoco estoy de acuerdo con los mecanicistas teístas entre los cuales tal vez figure Paley, porque un artefacto también es un conjunto accidental de cosas, y ellos quieren reducir la Quinta Vía tomista a lo que no es, es decir, un argumento acerca de que la Naturaleza es un gran reloj, un artefacto dotado en todas sus partes, salvo tal vez en sus átomos o las que sean partículas elementales, de unidad solamente accidental. Curiosamente, no natural, por tanto.


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El Dr. Soler-Gil sostiene que mi incapacidad para superar la antítesis entre azar y naturaleza se debe a que no distingo entre determinismo ontológico y determinismo físico, y los correspondientes indeterminismos.


Dice que azar y naturaleza


“serían diferenciables sin ninguna dificultad, aun en el caso de que aceptemos la validez del «principio de razón suficiente» (y por tanto la completa determinación ontológica de todo lo real). Pues aunque aceptemos la determinación ontológica de todo lo real, aún podemos distinguir entre lo que está determinado de una forma que es previsible por nosotros, y lo que está determinado de una forma imprevisible por nosotros. A lo primero lo llamamos no azaroso, y a lo segundo azaroso desde un punto de vista epistemológico. Así de sencillo. Y también podemos distinguir entre lo que está determinado en el plano físico y lo que no aparece como determinado en el plano físico (aunque pueda estarlo ontológicamente de otras maneras), y a lo primero lo llamamos físicamente determinado, y a lo segundo físicamente azaroso.”


Veamos lo primero. El azar sería una cuestión puramente epistemológica. En la realidad, por tanto, no habría azar. ¿Esto es compatible con el darwinismo? Porque no olvidemos que mi tesis es que el darwinismo hace surgir las especies naturales del azar y que eso es imposible.


No parece que los darwinistas pudiesen aceptar algo así. La evolución estaría entonces dirigida por leyes naturales determinísticas, que ignoramos totalmente, por supuesto, pero entonces el papel de la selección natural quedaría bastante oscurecido, porque si alguna virtud tiene ese concepto, es el de explicar, al menos en forma aparente, y supuesto el solo azar, el orden actual de la naturaleza, y se supone que la selección natural ocurre en la realidad y no solamente en nuestro conocimiento.


Veamos lo segundo. El azar sería verdadera indeterminación física, pero con determinación ontológica ulterior invisible para la ciencia empírica o experimental. Debería ser, en definitiva, una determinación ontológica debida a un agente espiritual, como Dios o los ángeles o la misma alma humana.


Aquí tengo que reconocer que sí, que Dios puede crear directamente cada especie natural, interviniendo en un curso de eventos puramente azaroso, de modo que a los ojos de la ciencia experimental o natural, irremediablemente encerrados en lo empírico, sólo aparecería el azar antecedentemente al surgimiento de cada nueva especie natural.


Pero es que aquí el azar no jugaría papel causal alguno en la aparición de esas especies naturales. Seguiría siendo verdad, entonces, que las especies naturales no proceden del azar.


Más aún, en esta hipótesis, no se ve cómo se evitaría el “diseño inteligente “directo”” de cada especie natural por parte del Creador, que si entendí bien es una de las cosas que principalmente quiere evitar el libro del Dr. Soler – Gil reseñado en mi “post” anterior.


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¿Podría Dios utilizar como instrumento el azar en la producción de las especies naturales?


En realidad, el instrumento puede ser vehículo de una fuerza que lo sobrepasa, como le sucede a los pinceles de los pintores y a los lápices de los escritores. Pero también es cierto que no se puede pintar con un cuchillo ni esculpir sobre mármol con una goma de mascar. Debe haber una cierta proporción entre la causa, aún instrumental, y el efecto.


El punto es que el azar, como digo en el “post”, sólo puede actuar reuniendo partes preexistentes, como los famosos átomos democríteos, y esas reuniones son accidentales, precisamente porque son azarosas, y por tanto, radicalmente contingentes. Mientras que las especies naturales son de orden sustancial, tienen esencia o naturaleza internamente necesaria.


En realidad, es éste el argumento central que pongo contra la posibilidad de derivar las especies naturales del azar, como hace el darwinismo. Lamentablemente no ha sido recogido en el análisis del Dr. Soler-Gil.


Y de nuevo, aquí estaríamos hablando, entonces, de un diseño inteligente directo de todas las estructuras naturales por parte de Dios.


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Tal vez mi interlocutor objetaría que la “estructura particular” de los individuos sobre los cuales actúan las mutaciones, el azar y la selección natural sólo en parte se debe al azar, siendo la otra parte “una estructura heredada”.


¿Eso no es tirar el problema hacia atrás? Esa “estructura heredada” ¿cómo se ha formado? ¿Pertenece a alguna especie natural? ¿Admite el darwinismo otro modo de producir especies naturales distinto del azar y la selección natural?


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Para pasar de una reunión azarosa accidental y contingente a una nueva esencia o naturaleza, dotada de unidad sustancial internamente necesaria, en esta hipótesis que venimos considerando, hace falta entonces la intervención directa de Dios, o de los ángeles, y de nuevo, las naturalezas de las cosas no proceden, tampoco aquí, del azar.


No niego, entonces, que podamos tener “azar físico pero determinismo ontológico a un nivel no físico.”, como dice el Dr. Soler – Gil. Sólo digo que tampoco así explicaríamos el origen de las especies naturales por el azar, pero sí por un diseño inteligente directo divino o angélico.


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El Dr. Soler – Gil se asombra de que yo niegue la posibilidad de que las naturalezas de las cosas procedan del azar sosteniendo, yo, que en ese caso “azar” y “natural” vendrían a significar lo mismo. Dice que eso se debe a que no distingo entre determinismo ontológico y determinismo físico o determinismo incluso epistemológico, y sus correspondientes indeterminismos.


Veamos. Son las dos hipótesis ya señaladas. En la primera, el azar es solamente epistemológico. Sin duda, en ese caso las naturalezas no tienen por qué quedar perjudicadas en su carácter sustancial y esencial, pero yo no creo, contra lo que parece sugerir, aunque con dudas, el Dr. Soler – Gil, que el darwinismo pueda conformarse con ese azar.


En la segunda, el indeterminismo es físico, pero no ontológico. Y de nuevo, sí, en ese caso Dios podría producir nuevas especies naturales verdaderamente sustanciales, pero tampoco serían fruto del azar, como ya dije, sino de un diseño inteligente divino directo.


Por tanto, sigo sosteniendo que si las naturalezas de las cosas son fruto del azar, entonces no son verdaderas naturalezas, y “azaroso” y “natural” significan lo mismo - lo cual obviamente no es así.


En cuanto a la incompatibilidad entre indeterminismo físico y libre albedrío, reconozco que no está suficientemente probada en el “post”. Pero de ahí no se sigue que el indeterminismo físico favorezca el libre albedrío, ante todo, porque el libre albedrío no es incompatible con el determinismo natural, como he señalado arriba.


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En definitiva, me extraña que un profesional de la Filosofía parezca asombrarse de que alguien discuta sus afirmaciones y sus argumentos, pues se supone que de eso precisamente es que se trata en Filosofía.


Por otra parte, si hay afán apologético mal entendido en este caso, me temo que no está de mi lado. En efecto, el argumento de fondo de mi contradictor parece ser que si sostenemos lo que yo sostengo aquí, vamos a tener muy poca audiencia en la cultura actual.


Sin duda que la audiencia es un tema muy importante, pero en Filosofía y Teología viene después de otro más importante todavía: la verdad. El aceptar acríticamente los supuestos filosóficos inconscientes y aberrantes de la cultura actual, también de muchos científicos actuales, no nos va a hacer más aptos para el “diálogo”. De hecho, hace décadas que venimos teniendo abundantes dosis de ese tipo de “diálogo” y los resultados hacen pensar seriamente que ése no debe ser el método adecuado.


En todo caso, el intercambio de argumentos sobre estos temas ha de ser sin duda una preparación muy buena para el “diálogo”, a la que no deberíamos rehusarnos nunca por importante que nos parezca nuestra opinión.


Porque al final, en Filosofía y Teología lo único que tenemos son los argumentos. Son ellos, en última instancia, los que fundamentan el prestigio y la autoridad, no al revés.