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Ver la versión completa : Revelan la demencia de Mayoyi en una pagina catolica



Africano
05/05/2016, 17:51
«Jesús se revela así como el icono perfecto del Padre, la irradiación de su gloria» (Ángelus, 1 de marzo del 2015). Esta es la demencia de un hombre, al que muchos insensatos lo tienen como su papa. Y es sólo un hereje consumado, que en su palabra se ve a un maestro de la mentira. ¡A cuántos engaña con su palabra barata y blasfema! ¡Cuántos están embobados con lo que dice cada día! ¡Cuántos locos tienen a este hombre como su papa! Jesús es el Hijo Eterno del Padre. Nunca es el icono perfecto del Padre. Jesús no es un icono, una imagen, una representación de lo divino. Jesús es Dios: cómo escuece esta verdad a muchos católicos. Ya no quieren a un Jesús que sea Dios; sino que sólo quieren al hombre, al concepto humano de Jesús, de Mesías, de Salvador. ¡Cómo juega –Bergoglio- con las palabras de la Escritura! Y nadie se da cuenta. Da vueltas a la verdad para manifestar sólo su mentira. Jesús es «la imagen de Dios invisible» (Col 1, 15). No es la imagen, el icono, del Padre. Jesús es, no sólo la imagen de las cosas visibles, sino del Dios invisible, porque es el Hijo, el Verbo, la Palabra del Pensamiento del Padre. Y toda idea, toda palabra es una imagen de la mente, del pensamiento. Al ser Jesús el Verbo Encarnado, la Palabra de Dios, manifiesta en toda su vida humana el Pensamiento de Dios, la Mente y la Voluntad de Su Padre: lo revela al hombre, lo da a conocer. Pero esa Mente Divina no está en los hombres que viven en la soberbia de sus mentes humanas. La doctrina de Cristo, que es el Evangelio, queda impenetrable a la soberbia de muchos hombres: «Que si todavía nuestro Evangelio queda velado, está velado para los infieles, que van a la perdición, cuya inteligencia cegó el dios de este mundo, para que no brille en ellos la luz del Evangelio de la Gloria de Cristo, que es Imagen de Dios» (2 Cor 4, 4). La oscuridad de la mente del hombre es por su pecado, por su maldad. Y en ellos, en su vida humana, en sus obras humanas, no brilla, no puede brillar la luz del Evangelio de la Gloria de Cristo. No resplandece, en ellos, la Sabiduría de Dios: sus corazones han quedado cerrados a la Verdad y al Amor verdadero. Para este hombre que no cree en Jesús como Dios, sino que sólo toma la humanidad de Jesús para hacer su gran negocio, su gran empresa en el Vaticano, la victoria sobre el mal es un don: «A la luz de este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia…de la victoria sobre mal donada a quienes inician el camino de conversión». Cristo no dona Su Victoria a nadie. Cristo da la Gracia para merecer la victoria. Lo que consiguió Cristo para toda alma es la Gracia, la Vida Divina. Como Bergoglio niega la Gracia, entonces tiene que inventarse su protestantismo: peca fuertemente, te salvarás porque tienes el don de la victoria. La victoria sobre el mal no es donada; sino que es merecida por cada alma. Y cada alma, que quiera salvarse, tiene que mirar al Crucificado. No tiene que mirar al hombre para encontrar un camino de liberación para sus problemas de su vida. Se mira al Crucificado para salvarse y santificarse, en un mundo que no ama la salvación ni la santificación del alma. Así inicia este falso profeta su homilía con una clara herejía que ya a nadie le interesa. Por más que se prediquen las herejías de Bergoglio, los católicos lo siguen teniendo como su papa. Falsos católicos que quieren un papa sin la doctrina. Falsos católicos que quieren una Iglesia sin Cristo, sin la Verdad que Cristo ha ofrecido a toda alma. Y así –Bergoglio- termina su demencial homilía: «El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad… Jesús no nos engaña, nos prometió la felicidad y nos la dará si vamos por sus caminos». Bergoglio no sabe ni lo que dice. Quien camina el camino de Jesús nunca encuentra la felicidad. En mis años de sacerdocio no la he encontrado. Siempre he encontrado una humillación, un desprecio, una tristeza, una maldad de los hombres. Bergoglio es un loco que habla para sus locos: para gente como él. Se pasan su vida buscando un placer, una felicidad, un aplauso de los hombres, un consuelo humano. No quieren estar solos. No quieren sufrir. Sólo quieren vivir su vida y ser felices de cualquier manera. Bergoglio va contra el sentido común: ningún hombre que viva esta vida es feliz. Y eso lo sabe todo hombre, sea santo, sea pecador, sea un demonio, sea un hereje, sea quien sea.

Africano
05/05/2016, 17:52
La vida es un valle de lágrimas. Y no es otra cosa. Y decir otra cosa es estar loco de remate. Muchos, que no son católicos, que son ateos, saben que lo que está diciendo aquí Bergoglio no tiene ni pies ni cabeza. Pero los católicos quieren encontrar un lenguaje humano para excusar la demencia del que se sienta en la Silla de Pedro. Y no tienen las agallas de declarar que Bergoglio no es Papa. El camino de Jesús es la Cruz Redentora. Y la Cruz no es un baile, es un Dolor. Es un sufrimiento expiatorio y una muerte victimal. No hay otro camino en la vida: sufrir para salvarse y poder salvar. SUFRIR. Para ser feliz tienes que sufrir toda la vida. En el sufrimiento está el amor de Dios. En el sufrimiento está la alegría espiritual. No hay Gloria sin pasar por la Cruz, sin vivir en la Cruz, sin obrar la Cruz. El amor verdadero es la obra de un sufrimiento: un sufrimiento divino, espiritual y místico, que sólo los santos lo pueden comprender. Quien no lo comprenda, sólo le queda aceptar la Cruz como don de Dios al alma. Fe en el Crucificado: es lo que nadie tiene hoy en la Iglesia. Es Cristo el que ha muerto y ha sufrido por ti, por tus malditos pecados. Si no crees en su muerte ni en sus sufrimientos, no crees en Cristo ni en Su Iglesia. Si no te crucificas con Cristo, si no atas tu voluntad humana al madero de la cruz y no pones en tu cabeza una corona de espinas, que te impidan pensar la mentira, el error, entonces vives tu vida de católico como un auténtico demente. ¿Para qué te llamas católico si piensas y obras como la gente del mundo? Deja la Iglesia y vive tu vida de inmundicia, en los olores de tu pecado. Pero no te llames católico. Los santos, todos ellos, recorrieron el mismo camino: la Cruz. Ninguno fue feliz en su vida. Lean la vida de los santos. No lean a Bergoglio, porque es un hereje que lleva a las almas a la total apostasía de la fe. Los Santos juzgan y condenan a Bergoglio: «Que siempre seamos amigos de la Cruz, que nunca huyamos de Ella, porque quien elude la cruz huye de Jesús, y quien escapa de Jesús jamás hallará la felicidad. Jesús nunca está sin la Cruz, pero la Cruz jamás está sin Jesús» (San Pío de Pieltrecina) Los místicos juzgan y condenan a Bergoglio: «Por un alma hay que sufrir mucho. ¿No sabes que la Cruz y Yo somos inseparables? Si me ves a Mí verás la Cruz, y cuando encuentres mi Cruz me encontrarás a Mí. El alma que me ama, ama la Cruz, y el que ama la Cruz, me ama a Mí. Nadie poseerá la vida eterna sin amar la Cruz y abrazarla de buena voluntad por mi amor. El camino de la virtud y de la santidad se compone de abnegación y de sufrimiento; el alma que generosamente acepta y abraza la Cruz, camina guiada por la verdadera luz y sigue la senda recta y segura, sin temor de resbalar en las pendientes, porque no las hay… La Cruz es la puerta de la verdadera vida y el alma que la acepta y la ama tal cual Yo se la he dado, entrará por ella en los resplandores de la vida eterna» (Sor Josefa Menéndez) Jesús nunca está sin la Cruz. Quien quiera un Jesús sin Cruz nunca va ser feliz, nunca llegará al Cielo. Jesús mismo crucifica a las almas en Su Cruz. Jesús da la Cruz y no deja al alma sin la fuerza necesaria para llevarla. Jesús no te da un beso ni un abrazo. Te da un sufrimiento en la vida. Te hace sufrir. Jesús nunca prometió la felicidad. Siempre prometió la cruz, el sufrimiento, la persecución. «…en el mundo tendréis tribulación; pero no temáis: Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). ¡Vete al infierno, Bergoglio, y llévate tu doctrina de demonios contigo! Allí, en el infierno, los locos se reirán de tu locura. Aquí la gente aplaude tu locura y tú te lo crees. Eres tan necio que ni siquiera ves tu demencia. Te vas a pasar todo tu infierno viendo tu demencia y dando vueltas a tu demencia, porque eso es lo que has buscado para tu vida. ¡Qué mente tan rota la de este hombre! Cada hombre tiene lo que se merece, lo que busca en su vida. Todo el problema con Bergoglio es la anulación del pecado. Por tanto, tiene que anular la Cruz y poner el camino de Jesús en la felicidad. El pecado es una obra contra la ley eterna: «El pecado es un dicho, hecho o deseo contra la ley eterna» (S.Tomás – 1.2 q.71 a.6). Sto. Tomás se apoya en las palabras de San Agustín para sustentar su tesis: «Luego, el pecado es un hecho o un dicho o un deseo contra la ley eterna. La ley eterna es la razón divina o la Voluntad de Dios, que manda conservar el orden natural y prohíbe lo que lo perturba» (San Agustín – R 1605). Y San Agustín se apoya en la Escritura: «… del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día que de él comieres ciertamente morirás» (Gn 2, 17). Dios le da a Adán una ley eterna: no comas del árbol. Ese mandamiento de Dios a Adán refleja lo que es el Árbol: el bien y el mal no pertenecen al hombre. Ningún hombre decide lo que es bueno y lo que es malo. Es Dios quien enseña el bien y el mal al hombre. Dios prohíbe a Adán: le está enseñando lo que es el mal. Adán rechaza esta enseñanza divina y come del árbol. Automáticamente, la muerte para él: «el día que de él comieres, morirás». Muerte, no sólo del alma, sino espiritual. El alma se llena de pecado: se pierde la gracia. Pero el alma queda condenada por su pecado. No puede salvarse. Y esa muerte entró en todo hombre. Todo hombre es engendrado en la muerte. Se tiene un hijo que nace condenado al infierno. Por eso, el Bautismo, que es el camino para salvar el alma. El Bautismo no salva a las almas, sino que pone a cada alma en el camino de salvación. Y el camino es Cristo. Hay que ir detrás de sus huellas ensangrentadas para llegar a la cumbre, a la santidad de la vida, que es el sentido a la vida. Y no es fácil este camino porque hay que cumplir con la ley eterna, que es lo que rechazó Adán en su pecado. Dios muestra a Adán la norma de la moralidad que está en la naturaleza del hombre y en todo lo creado: haz el bien, evita el mal.

Africano
05/05/2016, 17:53
El bien es el bien moral, no es el bien humano o social o natural o carnal. Es un bien divino, que nace de la ley de Dios Eterna. Y el mal es el mal moral, no es un mal social o humano o natural o carnal. Es un mal que va en contra de la ley de Dios Eterna. Dios enseña el bien moral y el mal moral. Adán rechazó esa enseñanza. El hombre, por tanto, tiene que vivir su vida cerrando puertas, buscando la Voluntad de Dios. Porque no todo es válido. «Todo es lícito, pero no todo conviene; todo es lícito, pero yo no me dejará dominar de nada,… no todo edifica» (1 Cor 6, 12; 10, 23). Es lícito el sexo, pero no la fornicación: no conviene, no edifica, no hay que sujetar el cuerpo a la lujuria de la carne. Es lícito el pensamiento del hombre, pero no la herejía: no hay que atar la mente a la perversión de la mentira, al error. Dios enseña al hombre dónde está el bien y el mal. Bergoglio enseña a los hombres que el bien y el mal está en la mente de cada hombre: «Cada uno tiene su idea del Bien y del Mal y tiene que es***** seguir el bien y combatir el Mal como él los concibe» (1 de octubre del 2013). Es la misma enseñanza de la serpiente en el Paraíso: el día en que el hombre abra su mente al bien y al mal, entonces al hombre se le abren los ojos y es como Dios, conocedor del bien y del mal (cfr. Gn 3, 5). Esto es lo que enseña Bergoglio: abre tu mente. Ábrete a la diferencia de las mentes de los hombres. Únete en la diversidad de las mentes de los hombres. Abre los ojos de tu entendimiento humano y serás como Dios, conocerás lo que es el bien y lo que es el mal. Podrás poner tu visión del bien y del mal. Y vivirás tu vida de acuerdo a tu visión. ¡Qué gran maldad la de Bergoglio! Es una serpiente en su boca. Habla como la serpiente, como el mismo demonio. Bergoglio quiere una Iglesia llena de pecado. Y, por eso, dice: «Acogiendo a cada uno tal como es, con benevolencia y sin proselitismo, vuestras comunidades muestran que quieren ser una Iglesia de puertas abiertas, siempre en salida» (Audiencia a los Prelados de África – 2 de marzo del 2015). Si se acoge a cada uno como es, hay que aceptar su pecado, su mal, su error, su mentira, su mente pervertida. No se acoge al otro para llevarlo a la verdad, para convertirlo de su mentira a la verdad. Sino que se le acoge para estar con él en su mentira, para aprender de él su mentira. No hay proselitismo: no hay conversión. Bergoglio está enseñando que no existe el dogma del pecado. No existe la verdad del pecado. Ni la verdad revelada ni la verdad dogmática. Sólo existe su verdad gradual del concepto de pecado. El pecado es sólo –para Bergoglio- una idea filosófica, pero no algo real, verdadero. Y, por eso, este hombre, sin sentido común, sin dos dedos de frente, -un loco de atar, que se merece el manicomio- tiene que predicar lo siguiente: «El antídoto más eficaz contra toda forma de violencia es la educación en el descubrimiento y la aceptación de la diferencia como riqueza y fecundidad». Esta es la gran demencia de este hombre, que se opone a la ley Eterna. Hay que educar a la gente que descubra el pecado como un bien para su vida, como una riqueza, como una fecundidad. ¡Esto es de locos! Hay que enseñar a la gente que acepte la diferencia del otro: su error, su mentira, su obra de maldad. Y la acepte como riqueza, como fecundidad. ¡Esto es para llevar a Bergoglio al manicomio! El antídoto más eficaz contra toda forma de violencia es evitar la violencia; evitar al violento; castigar al que ejerce la violencia; condenar al hombre violento; ajusticiar al hombre violento. Esto es lo que ha enseñado el Magisterio de la Iglesia durante siglos. El gravísimo problema de Bergoglio está en la concepción del pecado. El pecado no existe para Bergoglio. Sólo se da el pecado como un ser filosófico: un pensamiento negativo. Por lo tanto, hay que aceptar el pensamiento negativo, aceptar la diferencia para que no haya violencias. Ésta es la tara de Bergoglio: como no puede acabar con la violencia, en la realidad de la vida, entonces tiene que acudir a su ley de la gradualidad, que no existe: el pensamiento negativo está en un grado menor al pensamiento positivo. Los hombres violentos no han llegado a lo positivo, a pensar positivamente, porque se han estancado, de alguna manera, en su negatividad. Hay que curarlos. ¿Cómo? Con cariñitos, siendo benevolentes con ellos, aceptando su error, dialogando con ellos. Y sólo así, a base de besos y abrazos, de buenas comidas con ellos, esos hombres llegarán a lo positivo. Hay que aceptar a los hombres que matan, que hacen violencia, como son: esta es la gran locura de este hombre. Hay que aceptarlos con benevolencia y sin proselitismo: no los saques de su violencia. No les digas que son violentos, que pecan contra la ley Eterna. No los castigues. Tienes que darles un caramelo. Tienes que mostrarles una cara bonita, una sonrisa, un gesto amable. Mientras matan a tus familiares, sonríeles. Mientras te hacen daño, diles: qué buena obra la que hacéis. Cómo me gusta que me cortéis la cabeza. ¡Esta es la gran locura del que se sienta en la Silla de Pedro! ¡Y cuántos locos lo llaman su papa! ¡Es increíble que la gente no se dé cuenta de quién es Bergoglio! El pecado es una mancha en el alma: «…cuando lave el Señor la inmundicia de las hijas de Sión, limpie en Jerusalén las manchas de sangre, al viento de la justicia, al viento de la devastación…» (Is 4, 4). «…su mente y su conciencia están manchadas» (Tit 1, 15). En todo pecado, concurren los actos del entendimiento y de la voluntad. El alma queda manchada, contaminada, sucia, inmunda, porque la mente piensa el error y la voluntad lo obra. Un alma manchada es una mente en la mentira y una voluntad apegada a las criaturas. Y esta mancha del alma consiste en la privación de la gracia. Si un hombre vive en el pecado, no tiene gracia para pensar la verdad ni para obrarla. No puede hacer el bien moral y no puede evitar hacer muchos males morales. Toda mancha en el alma oscurece la luz de la razón: el hombre, ni siquiera entiende la verdad natural, la verdad racional, humana. Y toda mancha en el alma oscurece la luz de la fe y de la gracia, que ilustra la razón humana: el hombre no es capaz ni de entender a Dios ni de hacer Su Voluntad. Un pecado venial oscurece la mente y hace que la voluntad se apegue a la tierra, al hombre, a la carne, a lo material. Y quien obra un bien, en su pecado venial, no obra la Voluntad de Dios. Para hacer la Voluntad de Dios, el hombre tiene que estar sin mancha de pecado en su alma. Por eso, Jesús puso la confesión: para que toda alma quite su pecado de su alma, la mancha que tiene su alma, la oscuridad de su mente, el apego de su voluntad. La confesión da al alma la luz que necesita para obrar la Voluntad de Dios. Las almas no saben confesarse. Se confiesan de manera rutinaria. Siguen manchadas, en la oscuridad de sus mentes. Salen del confesionario y siguen pecando. Hoy la gente quiere vivir en sus pecados veniales: son tibios en la vida espiritual. Y, por eso, llaman a Bergoglio como Papa. No ven el desastre que hay en la Iglesia. Sus almas están en la oscuridad, por sus pecados. Para quitar la mancha del alma, cuatro cosas: oración, para el corazón; ayuno, para el cuerpo; penitencia, para el alma; sacrificio, para la vida del hombre. Un hombre que no abre su corazón a la Verdad Revelada, su mente queda atrapada en la mentira. Muy pocos saben orar: sólo saben leer, meditar, estudiar, rezar de manera rutinaria. Se ora para escuchar la voz de Dios. Y sólo para eso. Es Dios quien enseña el bien y el mal al hombre: lo que tiene que hacer, lo que tiene que obrar en su vida. La gente se levanta para comer, no para orar. Después, la vida de cada día es una tibieza insoportable. Están en sus pecados veniales y hacen muchas obras que no sirven para nada. Y las manchas del alma siguen ahí: no hay verdadera oración. Si el hombre no pone su cuerpo en el ayuno, sino que le da lo que le pide el cuerpo, es claro que va a caer en muchos pecados. Por los cinco sentidos del cuerpo entran todos los demonios. Si no se atan los cinco sentidos, la vida de muchos católicos es como la vemos: viven para obrar sus pecados y mueren en sus pecados. Si el alma no hace penitencia interior, es decir, practicar las virtudes, luchar en contra de los muchos vicios, el hombre se queda en la soberbia de su mente y en el apego a las muchas cosas de su voluntad. Vive su vida con un fin humano, para una obra humana, con una inteligencia humana. Carece de la sabiduría de Dios, que es la Cruz. Si el hombre no sacrifica su vida por un ideal más alto que lo que contempla con su mente humana, el hombre lucha sólo por sus intereses humanos, que pueden ser muy buenos y perfectos, pero que le distraen del fin último de su vida: ver a Dios. Hay muy pocas víctimas que Jesús pueda ofrecer a Su Padre para salvar a las almas de sus pecados. La gente vive su vida y, después quiere que todo le vaya bien en su vida. Bergoglio, al anular el dogma del pecado, tiene que anular la obra de la redención. Y así muestra el camino del hombre para quitar el pecado: «La suciedad del corazón no se quita como se quita una mancha: vamos a la tintorería y salimos limpios. Se quita con el obrar» (3 de marzo del 2015). La suciedad del corazón se quita acudiendo a la tintorería de la confesión. Esto es lo primero que hay que enseñar. El pecado es una mancha. Quítala en el lugar adecuado: el Sacramento de la confesión. Después, queda expiar ese pecado. Pero la mancha se quitó. Para no volver a mancharse, es necesario las cuatro cosas. Pero Bergoglio sólo atiende a su humanismo: se quita con el obrar. Haz obras humanas buenas. No importa el pecado. Que tu alma viva manchada por el pecado de herejía. Eso no interesa. Haz un bien al hombre y te vas al cielo de cabeza. Esta es la enseñanza de este hombre. Y, por eso, predica que todos se van al cielo: «…ve donde están las llagas de la humanidad, donde hay mucho dolor; y así, haciendo el bien, lavarás tu corazón. Tú serás purificado. Esta es la invitación del Señor». Esta es la gran demencia de este subnormal. No necesitamos a un Bergoglio. No lo queremos. No nos sujetamos a su mente humana. Nos da igual lo que piense y obre como jefe de una iglesia que no es la de Cristo. Lo que hay en el Vaticano no es la Iglesia Católica. Es otra cosa. Y qué pocos católicos lo han entendido así. Incluso, los muy tradicionales, siguen teniendo a ese idiota como su papa. ¿Queréis a un Papa sin doctrina? Es imposible. Bergoglio no os va a dar lo que es un Papa. Os va a dar su idea masónica del Papado, que es la sinodalidad; la idea protestante de la Iglesia, que es vivir en el pecado; y la idea comunista de la sociedad, que es trabajar por el bien común del mundo, el orden mundial. Si seguís aceptando a ese loco como vuestro papa, entonces estáis diciendo que queréis una iglesia sin la Cruz de Cristo, sin la doctrina de Cristo, sin la verdad de salvar y santificar el alma. Y esa no es la Iglesia en Pedro. Esa es la abominación que ya se ve en todas partes.

Ciro
05/05/2016, 18:42
«Jesús se revela así como el icono perfecto del Padre, la irradiación de su gloria» (Ángelus, 1 de marzo del 2015). Esta es la demencia de un hombre, al que muchos insensatos lo tienen como su papa. Y es sólo un hereje consumado, que en su palabra se ve a un maestro de la mentira. ¡A cuántos engaña con su palabra barata y blasfema! ¡Cuántos están embobados con lo que dice cada día! ¡Cuántos locos tienen a este hombre como su papa! Jesús es el Hijo Eterno del Padre. Nunca es el icono perfecto del Padre. Jesús no es un icono, una imagen, una representación de lo divino. Jesús es Dios: cómo escuece esta verdad a muchos católicos. Ya no quieren a un Jesús que sea Dios; sino que sólo quieren al hombre, al concepto humano de Jesús, de Mesías, de Salvador. ¡Cómo juega –Bergoglio- con las palabras de la Escritura! Y nadie se da cuenta. Da vueltas a la verdad para manifestar sólo su mentira. Jesús es «la imagen de Dios invisible» (Col 1, 15). No es la imagen, el icono, del Padre. Jesús es, no sólo la imagen de las cosas visibles, sino del Dios invisible, porque es el Hijo, el Verbo, la Palabra del Pensamiento del Padre. Y toda idea, toda palabra es una imagen de la mente, del pensamiento. Al ser Jesús el Verbo Encarnado, la Palabra de Dios, manifiesta en toda su vida humana el Pensamiento de Dios, la Mente y la Voluntad de Su Padre: lo revela al hombre, lo da a conocer. Pero esa Mente Divina no está en los hombres que viven en la soberbia de sus mentes humanas. La doctrina de Cristo, que es el Evangelio, queda impenetrable a la soberbia de muchos hombres: «Que si todavía nuestro Evangelio queda velado, está velado para los infieles, que van a la perdición, cuya inteligencia cegó el dios de este mundo, para que no brille en ellos la luz del Evangelio de la Gloria de Cristo, que es Imagen de Dios» (2 Cor 4, 4). La oscuridad de la mente del hombre es por su pecado, por su maldad. Y en ellos, en su vida humana, en sus obras humanas, no brilla, no puede brillar la luz del Evangelio de la Gloria de Cristo. No resplandece, en ellos, la Sabiduría de Dios: sus corazones han quedado cerrados a la Verdad y al Amor verdadero. Para este hombre que no cree en Jesús como Dios, sino que sólo toma la humanidad de Jesús para hacer su gran negocio, su gran empresa en el Vaticano, la victoria sobre el mal es un don: «A la luz de este Evangelio, hemos tomado nuevamente conciencia…de la victoria sobre mal donada a quienes inician el camino de conversión». Cristo no dona Su Victoria a nadie. Cristo da la Gracia para merecer la victoria. Lo que consiguió Cristo para toda alma es la Gracia, la Vida Divina. Como Bergoglio niega la Gracia, entonces tiene que inventarse su protestantismo: peca fuertemente, te salvarás porque tienes el don de la victoria. La victoria sobre el mal no es donada; sino que es merecida por cada alma. Y cada alma, que quiera salvarse, tiene que mirar al Crucificado. No tiene que mirar al hombre para encontrar un camino de liberación para sus problemas de su vida. Se mira al Crucificado para salvarse y santificarse, en un mundo que no ama la salvación ni la santificación del alma. Así inicia este falso profeta su homilía con una clara herejía que ya a nadie le interesa. Por más que se prediquen las herejías de Bergoglio, los católicos lo siguen teniendo como su papa. Falsos católicos que quieren un papa sin la doctrina. Falsos católicos que quieren una Iglesia sin Cristo, sin la Verdad que Cristo ha ofrecido a toda alma. Y así –Bergoglio- termina su demencial homilía: «El camino de Jesús nos lleva siempre a la felicidad… Jesús no nos engaña, nos prometió la felicidad y nos la dará si vamos por sus caminos». Bergoglio no sabe ni lo que dice. Quien camina el camino de Jesús nunca encuentra la felicidad. En mis años de sacerdocio no la he encontrado. Siempre he encontrado una humillación, un desprecio, una tristeza, una maldad de los hombres. Bergoglio es un loco que habla para sus locos: para gente como él. Se pasan su vida buscando un placer, una felicidad, un aplauso de los hombres, un consuelo humano. No quieren estar solos. No quieren sufrir. Sólo quieren vivir su vida y ser felices de cualquier manera. Bergoglio va contra el sentido común: ningún hombre que viva esta vida es feliz. Y eso lo sabe todo hombre, sea santo, sea pecador, sea un demonio, sea un hereje, sea quien sea.


La respuesta al Papa es anticatólica, se mire por donde se mire.

Esta página no es católica

Africano
05/05/2016, 19:08
La respuesta al Papa es anticatólica, se mire por donde se mire.

Esta página no es católica


Ya se que eres uno de los catolicos autoenganados

Pssssss

Ciro
06/05/2016, 08:43
Es que va, esa página web, contra la humildad y la esperanza.

Africano
16/04/2017, 15:54
Tema poco interesante