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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
21/02/2015, 08:41
Esta mañana, durante el desayuno, comentaba a mi mujer la desconcertante incapacidad de la gente para intuir las tendencias. No se trata sólo de un defecto del público general, sino también de muchos líderes de opinión (*).

En una de mis últimas adiciones he recurrido a una figura lingüística con la que pretendo decir más de lo que las palabras permiten. Esta figura es “lo que está por venir”.

Pudiera parecer que soy un pensador irrespetuoso, arrogante y. para decirlo a la manera de Ortega, “descortés” (**). Ni soy modesto ni tengo la modestia por una virtud (***). El por-venir se refiere la posterioridad, lo que viene después y no está, por tanto, todavía; mirar hacia delante en lugar de mirar hacia atrás, cuestionar lo dado haciéndolo presente, ocupando sitio.

Ciertamente, se me podría señalar que implicar la posterioridad en lo que va a venir no dice nada. Independientemente de que la nada no es una ausencia (****), sino todo lo contrario, es completamente cierto que con “lo que está por venir” no pienso otra cosa que la dependencia interna de la temporalidad y que el ser del tiempo se refiere a las posibilidades determinadas de una experiencia, una extensión que está a la espera.

(*) Estaba criticando las palabras de un joven político español que dice que "los intelectuales sólo pueden servir a lo que la gente hace"; irían, por tanto, detrás de lo que la gente hiciese. El intelectual, por el contrario, va por delante, abre espacios

El historicismo populachero, hacer de la gente la regla, es una herramienta publicitaria de la política, esto es, propagandística; confunde ideología con sociología, o, dicho de otro modo, las interpretaciones del mundo con su ocupación.

(**) La expresión de Ortega estaba en positivo: “cortés”. Ortega decía que “la claridad es la cortesía del filósofo”.

(***) La modestia es una pose moral, un aminoramiento auto impuesto que confunde un falso mérito con un mérito auténtico; prefiere un calmante situacional a llevar las cosas a su último término. Lo meritorio no puede estar en quitar al yo lo que el yo tiene consigo, sino, si acaso, en enderezarlo, ir hasta el fondo; en lugar de esconder el bulto, sacarlo a la luz.

(****) Estoy con Kierkegaard en que la manera de hincar el diente a la nada es mediante una “síntesis”, haciéndole sitio. La nada no es una abstracción de lo negativo puesta al revés, esto es, un positivo compuesto de negativos (*****), sino poner un sitio donde antes no lo había.

(*****) Esto es lo que piensa Bergson al abstraer ¡la abstracción! Sin embargo, lo que lleva lo abstracto es el ámbito en el que la idea del pensamiento está en desventaja, el paso con el que el pensamiento se sigue. Por esta razón la potencia es una tentativa con la que carga el pensamiento que bien pudiera no encontrar correspondencia en lo real.