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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
18/12/2014, 08:48
“Hay pocas cosas imposibles por sí mismas, y lo que nos falta es, más que los medios, la constancia para conseguirlas” (François de La Rochefoucauld, Máximas)

Una de mis cuestiones acerca de la moral es la siguiente: si se fuese insensible a la experiencia moral, si se fuese, esencialmente, distante con su experiencia, ¿no se podría, igualmente, suplantar su experiencia por medio de un artificio?

Ante la falta de visión, se puede echar mano del tacto o del oído para sustituir una falta de sensibilidad por otra, o más radicalmente, elaborar un esquema para una sensibilidad artificial (*).

La experiencia moral es una experiencia sensible como la vista, el tacto o el oído (**). Se diferencia de estas, más que en la sensibilidad misma de la que dependen, en una sensibilidad especial para la que carecen de un concepto en la intuición; la experiencia moral se experimenta sin que su intuición caiga en el ámbito cognoscitivo.

Hablo del ámbito cognoscitivo en el sentido de que puede ser perfectamente conocido. La conciencia es a priori en este sentido: es conciencia de ésto, no de lo otro. Vg. Siento calor, no escucho un ruidito. La conciencia afirma una experiencia negándosela a otras fases, ocupa su lugar.

(*) Este artificio exige un cuestionamiento de la conciencia y su ámbito de actividad interna. No es un artificio que rellene lo que la sensibilidad deja vacío; es una aproximación a la falta con algo.

(**) Aunque la fenomenología del oído es más rica en detalles interiores que la de otros sentidos como la vista, el ámbito fenomenológico es, por su propia dependencia, una fase abstracta de la conciencia y, por tanto, falta de sensibilidad (***).

(***) A pesar de sus suspensiones, la fenomenología no termina de deshacerse de su relación con la psicología por dejar sin determinar la dependencia sensible que toda actividad abstracta tiene consigo (****). La genética retrospectiva de la conciencia, la inclinación a sustituir unos pasos por otros de los que sus términos, indiferentemente, crecen, como si los pasos fuesen intercambiables, es una medida histórica sin auténtico fundamento, una regla del cambio que abstrae su historicidad; cuando va hacia delante no hace sino ir hacia atrás (*****).

(****) Esta suspensión está sólo legitimada en el ámbito del pensamiento puro, sin relación con experiencia alguna. Así pues, no es de extrañar que abstraiga la materia de la que crece su contradicción; insiste en su condición formal sin ahondar en las dependencias de la forma misma. La forma no es un término esencial, sino que depende de relaciones.

(*****) Aun cuando parezca que hay un sentido progresista en esta idea del tiempo y su historia, no es así. Ir hacia delante no es una realización genuina, sino una realización indeterminada, un falso término, una relación que no recorre su ámbito de otra manera que repitiéndose.

La idea del recorrido genuino es un problema de relaciones internas, no de relaciones externas. Este recorrido no sería, pues, el camino que se vuelve a recorrer por el mismo sitio, sino por una extensión del mismo que, todavía, no se ha recorrido.