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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
28/10/2014, 08:25
Cada cierto tiempo siento lo que denominara angustia filosófica. Me suele pasar cuando me veo en una de estas situaciones: a) cuando quiero escribir y no tengo qué pensar, b) cuando leo a un pensador que me lleva ventaja, y c) cuando he dedicado mucho esfuerzo a volver a estudiar cosas que ya había aprendido.

La primera es, propiamente, la angustia “filosófica”. El pensador tiene que esperar y profundizar en la espera, hacerse, filosóficamente, paciente. Tiene que desarrollar una figura para salir de la espera. A este propósito, la angustia filosófica no es una experiencia psicológica producida por cierto vértigo sin cara, la experiencia de una nada que oculta lo que trae consigo; la angustia filosófica es lo que siente el filósofo ante las categorías negativas, que se queda al desnudo sin capacidad ante ellas (*).

La segunda es una cura de humildad. Hay ciertos pensadores que han pensado cosas realmente admirables, de una riqueza extraordinaria. Confieso que he leído cosas que, difícilmente, hubiera podido pensar yo (**).

La tercera, y más importante para este tema, se basa en que cuando uno estudia ciertas cuestiones experimenta la sensación de haber perdido el tiempo. A pesar de las dudas que siempre acompañan a uno acerca de si su comprensión habrá sido del todo correcta y si estará a la altura requerida, hay una actividad del pensamiento que no es formal, no sigue un mismo camino, sino que parece ir por libre. El sentido común llama a esto “dar tiempo al tiempo”.

Uno lee un libro que ya ha leído, y se dice a sí mismo: “ésto, que es la esencia de este tema, ya lo entendí la otra vez que lo leí; entendí bien”; y, pasado el rato (***), pensando figuras para detalles inadvertidos, se dice a sí mismo: “¡Bien!; de no haber leído esto por segunda vez, si siguiese pensando como pensaba antes, no habría elaborado las ideas que antes no había y, por tanto, no hacían posible pensar el objeto en cuestión sino inapropiadamente”.

(*) La figura del desnudo es muy intuitiva. El sentimiento de vergüenza de la visión del propio cuerpo desnudo ante la mirada ajena aparece sin aviso, no viene consigo y no puede ser deducido a priori; dicho en otras palabras, no puede ser extraído de los términos que lo componen; viene de una nada que manifiesta una materia moral oculta tras ella.

Las especulaciones en torno a "la nada" aportan poco más que ejercicios literarios que, con extraña frecuencia, fingen profundidad filosófica. El problema categorial de la nada consiste en poner algo donde, precisamente, no lo hay; es un problema "sintético", para usar los términos del único existencialista con valor filosófico, este es, Kierkegaard.

(**) No creo en la humildad como una virtud; la verdadera humildad no tiene referencias al ego. No he leído nada en mi vida que no pudiera haber pensado yo o cualquier otro que no fuese yo.

(***) Este rato no es un tiempo formal, no pasa horizontalmente; realmente, no pasa.

Asexperia
28/10/2014, 16:52
Hay dos tipos de lecturas: una para guardar y recordar ideas, leer para memorizar palabras. Otra lectura es la pausada, tratando de entender lo que está escrito. Me ha pasado muchas veces que leyendo un texto tengo una cerebración que comúnmente se llama como "encender el bombillo". Esta experiencia de exaltación me ha servido para salir de un estado de tristeza.

Otros utilizan la Filosofía para hacer chistes y pasar el tiempo sin angustia.