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ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
04/10/2014, 07:07
Esta mañana, mientras se ponía un poco de orden entre el absoluto desorden que mi hija lleva consigo (*), ha aparecido en mi escritorio un papel doblado que estaba a punto de ir a la basura.

(*) Nunca dejo de aprender grandes cosas con mi hija. Su capacidad para desordenar es siempre superior al que tienen sus padres para volver al orden (**). Por cada cosa que pongo en el lugar que le corresponde, ella saca otras tantas de su lugar. Puedo poner en su lugar, por poner un caso, una cosa cada cinco o diez segundos; ella puede sacar de su lugar otras tantas cada dos o tres segundos (***).

(**) La educación de los niños es una labor especialmente compleja que, con demasiada frecuencia, se ha desestimado en su importancia. Demasiada gente educa a los niños de manera parecida a como se educa a un perro, siguiendo una asociación de estímulo y respuesta que condicione su conducta. No es lo mismo enseñar a leer que enseñar qué libros han de ser leídos.

Mis hijos van a la escuela, pero los aspectos de mayor importancia los aprenden en casa. Sin embargo, la importancia de la educación no se puede medir con una regla que mida lo que nadie aprenda; la importancia de la educación depende de la educación misma y las posibilidades que ella abre.

(***) El ejemplo que pongo es intuitivo; lo que sucede realmente muestra densidades temporales alarmantes; los niños no llevan el doble de ventaja a sus padres, ¡sino muchísima más!. Los niños son, en general, mucho más activos que los mayores en casi todos los ámbitos. En este sentido, estoy cerca del genio de Wilde cuando decía que "los viejos no saben nada; son los jóvenes los que lo saben todo". El interés del aprendizaje en un niño y la capacidad que tiene para él no se pueden comparar con el interés de un mayor ni con su capacidad; los mayores, al lado de los niños, son unos auténticos incapaces.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
05/10/2014, 06:30
Hablo de la educación en un sentido radical, en el sentido del ámbito en el que se crece.

Hace tiempo leí que Martha Nussbaum retomaba algunas de las ideas de Freud acerca de la importancia de la sedimentación afectiva (*)

(*) Mis ideas sobre el ámbito afectivo no tienen nada que ver con la corriente que estudia las emociones. Semejante corriente pertenece a la psicología y, en el mejor de los casos, a la filosofía de la psicología (**). Mis ideas pretenden mucho más que eso. Es imposible reafirmar nada que tenga importancia filosófica si no se prepara el sitio para ello. Esto quiere decir que la filosofía no debiera salir de ámbito metafísico, que toda filosofía no es otra cosa que metafísica (***).

(**) Con la filosofía de las emociones he aprendido grandes cosas; me las he enseñado a mí mismo. Tuve que pensarla por mí mismo por pura "inocencia filosófica". Una vez que fui menos ingenuo, comprendí que nada que sea filosófico se piensa a solas. Buena parte de lo que pensé, ya había sido pensado por otros que habían pensado lo mismo.

(***) Hace unos años, un familiar me preguntó, con extraña curiosidad (***), "qué era la filosofía". Al momento, no supe qué contestar, y le contesté intuitivamente: "la filosofía es sólo metafísica". Por otro lado, confieso que yo no me hago ese tipo de preguntas (****).

Cuando empecé a estudiar filosofía leí algunos de los libros de una bibliografía que recomendaba el profesor. Uno de ellos era un libro de Ortega llamado "Qué es filosofía"; otro era "Introducción a la historia de la filosofía", de Hegel. A mí, Ortega, no me dice nada, jamás he aprendido nada de él; de Hegel, siempre he aprendido mucho, por más que me oponga a él.

Lo que sea la filosofía le pertenece al filosofar o, dicho de otra manera, al ser filosófico. Es decir, para satisfacer la curiosidad filosófica hay que estar en cierta disposición filosófica; lo filosófico tiene que estar, de alguna manera, ya presente.

Ortega era un escritor brillante y un filósofo amable. No tengo la menor duda de que su capacidad para ser un buen profesor debía ser enorme; su capacidad para la filosofía me parece dudosa (******).

(****) La gente que me conoce sabe que no hay que darme “entradillas”.

(*****) Esas preguntas se las hacen los filósofos lingüísticos de los que yo no formo parte. Un filósofo de los que yo formo parte no se preguntaría "qué es la filosofía", sino "qué es el ser".

(******) No creo que Ortega se molestase por esto que digo. Respeto a Ortega como filósofo por todo lo que he leído suyo. Ortega no tenía la misma ambición filosófica que tenía Hegel. Ortega escribía para la "gente de su tiempo" que lo iba a leer; Hegel escribía para formar parte de la "historia de la filosofía" (*******).

(*******) Esta parte tiene que ser independiente de su historia y hacer posible el progreso de la historia; esto es, tiene que "hacerse sitio". La filosofía ha de construir su propio mundo, en este sentido, su propia historia. Se podría decir que, según lo que digo, es un arte.

Emeric
30/10/2014, 05:58
estoy cerca del genio de Wilde cuando decía que "los viejos no saben nada; son los jóvenes los que lo saben todo". El interés del aprendizaje en un niño y la capacidad que tiene para él no se pueden comparar con el interés de un mayor ni con su capacidad; los mayores, al lado de los niños, son unos auténticos incapaces.Esto me parece muy exagerado.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
30/10/2014, 08:30
Esto me parece muy exagerado.

Lo que es indudable es que la capacidad de un joven es muy superior a la de un adulto. Las aproximaciones de un niño son continuas, apenas descansa, no deja de aprender, aprende hiper-activamente; el adulto, por el contrario, se satura rápidamente, su capacidad de aprendizaje se está agotando (*).

Piense en la capacidad para aprender a ver o andar en un niño. Váyase a un centro de rehabilitación de personas adultas con lesiones en estas áreas. El adulto, a partir de cierto umbral, casi no puede mejorar.

No obstante, mi postura no es pesimista, sino que querría ahondar en ciertas posibilidades, como se hace con ciertas terapias visuales y motoras.

Lo que quería señalar es que el niño aprende naturalmente, casi sin esfuerzo; en el adulto, el aprendizaje es muy artificial y tardío.

(*) Hay un tópico de la psicología de nueva ola que se agarra a la plasticidad cerebral para pretender que siempre se puede seguir aprendiendo; empero, hay un principio de realidad por el que la vida, según recorre ciertas fases, pierde vigor, la vida está sujeta a un proceso decreciente.

Emeric
31/10/2014, 17:52
Comparto eso con usted. Lo que más me chocó fue lo que dijo Oscar Wilde : "los viejos no saben nada; son los jóvenes los que lo saben todo".

:yo:

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
01/11/2014, 06:07
Wilde se servía mucho de los tópicos interpretándolos desvergonzadamente. Wilde buscaba, precisamente, el efecto de "choque".

Emeric
01/11/2014, 10:57
Lo que quería señalar es que el niño aprende naturalmente, casi sin esfuerzo; en el adulto, el aprendizaje es muy artificial y tardío.Generalmente, aunque también hay excepciones.

ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
02/11/2014, 06:50
Generalmente, aunque también hay excepciones.

Está bien. Pero fíjese en que, esa misma excepción de la que me habla, sigue abriendo más posibilidades al niño que al adulto. El aprendizaje es un proceso muy lento y especialmente cansado (*).

(*) Si el título de mi anterior mensaje era “voluntad de aprendizaje”, no era por casualidad. Para aprender hay que tener cierto poder, contar con cierto asentamiento; el joven, al lado del adulto, las tiene todas consigo.

Iba a haber escrito “casi todas”, en lugar de “todas”, pero me he echado hacia delante. Recuerdo cuando empecé a estudiar filosofía y leer a Hegel. Le decía a mi madre que “los hijos estaban destinados a superar a sus padres”. Mi madre, entonces, consideraba una auténtica desgracia que estudiase filosofía; pero, por más pesado que fuese con la filosofía, ella intuía bien que estaba diciendo verdad.

Los hijos, o los jóvenes en general, son la auténtica posibilidad que trae la vida consigo. Unas generaciones reemplazan a otras; empero, la experiencia no se mide individualmente, la experiencia de mi madre comparada con las mía, o la mía comparada con la de mis hijos, sino que para hacer la comparación hay que preparar los términos para que encajen bien en la comparación.