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Ver la versión completa : La actividad de la lectura de la filosofía y su pasividad



ALBERTO RODRIGUEZ-SEDANO
14/09/2014, 06:24
El desarrollo del pensamiento no se refiere a que sea el pensamiento de éste o del otro, sino que se refiere al pensamiento como totalidad, de nuevo, no éste o el otro pensamiento, sino todos los pensamientos sobre lo mismo.

La idea de un pensamiento propio, en términos de su autoría, me resulta un matiz del todo inaceptable, un detalle sin interés filosófico. Si el filósofo pensase sus pensamientos, si el pensamiento se limitase a su experiencia del pensamiento, no habría suficiente lugar para abrazar su extensión, para que se correspondiese consigo mismo; pensar sería un ámbito inaproximable que nunca llegaría a sí (*). No habría una historia de los pensamientos de la que los filósofos se sirvieran; los pensamientos serían algo venido de ninguna parte que no iría a parte alguna. Pensar no estaría asociado a nada.

El principio de algunas lecturas es pesado porque se sirve de figuras demasiado enrevesadas, cuesta llegar a ellas; su entendimiento pierde fuerza y no tiene punto de apoyo, se queda solo, abandonado y sin auxilio; su concepto no ha madurado lo suficiente; no ha logrado, por tanto, claridad y descanso. Las figuras tienen que hacer posible el movimiento del principio del que dependen, su extensión, que el recorrido de su interioridad vaya más allá de sí, siga siendo, pues, posible, que pensar se adapte a todo objeto del pensamiento y reafirme la tendencia que sigue, su cabal camino recorrido.

Ahora bien, el enrevesamiento de las figuras conlleva, al menos, tantos problemas como ventajas; las figuras son artificios para los conceptos, un auxilio cuando pierden poder. Visto negativamente, conforme a la receptividad a la que el pensamiento está sujeto, el espacio que ocupa, su ámbito de posibilidad es demasiado amplio, y se excede en su actividad; posibilidad y actualidad no se tocan sino en un instante que pasa; la posibilidad se agota ante la aproximación de la actualidad.

La lectura aristotélica de un instante al margen del tiempo es una lectura indiferente al tiempo como paso, un tiempo sensible sin sensibilidad; su pensamiento no hace sino quitar sin poner nada. Su experiencia más inmediata, no la que depende de su forma, sino de su esencia, queda oculta a cada paso que da, avanza borrando sus huellas; su determinación no es más que una determinación aparente, está en la superficie.

El pensamiento propio sin lecturas asociadas no trae nada consigo; es pobre, no llega mucho más lejos del matiz de la autoría, una interpretación causal que hace el orgullo. Por el contrario, los auténticos pasos adelante en la historia de la filosofía se han dado gracias a un caldo de cultivo, a cierta lentitud en su proceso de elaboración; ninguna idea de importancia viene de golpe.

Por otro lado, si la historia de la filosofía no tuviese debajo de ella otra capa que la de una lectura pasiva, si no tuviera debajo alguna actividad propia, algo que se estuviese cociendo a alguna distancia, no habría en la filosofía sino un mismo pensamiento, una generalidad que no estoy dispuesto a aceptar.

(*) Este ámbito sería más temporal que espacial, su experiencia temporal llevaría ventaja a su experiencia espacial. Se trata de un detalle fenomenológico del que el pensamiento sensible no se advierte inmediatamente (**); para advertirlo, requiere una figura, retardar lo más inmediato y dejarlo preparado para su determinación.

(**) La temporalidad lleva ventaja a la espacialidad por la forma especial de la que ambas brotan, la esencia de la que dependen y en la que su diferencia está enraizada; el ámbito sustancial del que el tiempo brota difiere del ámbito del que brota el espacio en la actualidad de su posibilidad, que siga siendo y aproveche la ocasión sustancial, que su ámbito logre reafirmar si presencia. Sin embargo, estos ámbitos no dependen de lo mismo, sino de lo que hace a cada ámbito específico, el aprovechamiento de las posibilidades que hay en las capas que tienen debajo.

La ventaja de la temporalidad reside en la disposición del sentido del tiempo, está predispuesto al del espacio haciéndolo posible, recorre su disposición, pues, hasta hacerla llegar al origen del que depende, cuando topa consigo misma; de no haber sentido del tiempo, el espacio caería en una indiferencia interna, no tendría recorrido, sería una espacialidad sin espacio, por tanto, sin "ser mismo". Por otro lado, la disposición de esta ventaja es inmediatamente sustituida, esto es, pierde ventaja al ser sustituida; el tiempo cede en su ámbito haciendo posible el espacio. Ahora bien, esta cesión no es absoluta, el tiempo no es reemplazado totalmente, no agota su posibilidad sin dejar sitio para más; su afirmación no ha concluido su recorrido (***). Su actividad sólo ha perdido cierta actualidad, por así decir, se toma un descanso (****).

Así pues, la especialidad de la forma de la que se habla es la que permite el aprovechamiento de la posibilidad y la ventaja que viene consigo: da un paso adelante sin vuelta atrás, con más peso delante que detrás; pone un ámbito en juego y recorre su camino (*****). Debido a ello, el ser mismo del tiempo se materializa y “ocupa espacio” para renovarse; esta renovación es, propiamente, formal, está dictada “a priori”, está en su "ser mismo". A la modificación del tiempo en espacio, al paso adelante del sentido espacial, a la determinación del tiempo que el espacio lleva consigo, le es inherente que el espacio vuelva a ser tiempo.

(***) La afirmación genuina no es dialéctica sino en sus fases más aparentes; así pues, su afirmación no se contrapone a una negación, sino que, mejor visto, se reafirma con independencia de ella haciendo posible su remisión a sí.

(****) El descanso es una extensión de la espera en la que su especulación no se extiende ilimitadamente; muy al contrario, determina sus posibilidades, su ámbito se amplía remitiéndose a otro ámbito distinto de sí en el que se apoya (******); pone la extensión en un ámbito con posibilidades intermedias, con fases por recorrer; dicho en otras palabras, la diferencia entre su determinación y su indeterminación no ocupa más espacio del que permita su concepto.

(*****) "Recorrer el camino" es una expresión tautológica. El uso de esta tautología sólo pretende discurrir en tierra firme; su recorrido lleva a algún sitio.

(******) La ampliación de la sustancia sólo es posible positivamente, cultivando en suelo fértil, con una actividad posible; de pretender ampliarla negativamente, mediante abstracciones que no traigan algo consigo, se cae en extensiones vacías, caminos que no van a ninguna parte.