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Ver la versión completa : La creencia de la resurrección... ¿tiene base en la realidad?



Davidmor
12/04/2014, 14:51
¿Cree usted que se puede resucitar a los muertos, para que vivan de nuevo? Si así es, ¿por qué? Si no, ¿por qué no? Si usted no cree en una resurrección, quizás diga: ‘Nunca he visto a nadie levantarse de entre los muertos.’ Pero, ¿significa el hecho de que nosotros mismos no hayamos visto cierto acontecimiento que tal cosa no haya sucedido? Por supuesto, para creer se tiene que tener evidencia de que tal cosa ha sucedido. (Heb. 11:1) ¿Se puede obtener tal evidencia?


Sí, se puede. Y es la clase de prueba que se esperaría tener respecto a cualquier hecho o acontecimiento histórico... evidencia procedente de testigos oculares y de otras personas, y evidencia de su impacto en la historia.

UNA ESPERANZA CENTRAL PARA LA HUMANIDAD

En la Biblia tenemos evidencia de casos de resurrección que se dieron tanto antes como después de la venida de Jesús a la Tierra. (1 Rey. 17:21, 22; 2 Rey. 4:32-35; Juan 11:43; Mar. 5:41, 42) Pero la evidencia más importante —la que encierra una esperanza de resurrección para la humanidad en general— es la resurrección de Jesucristo. El que individualmente tengamos alguna esperanza de vida después de la muerte depende de que Cristo haya sido resucitado de la muerte. Fue especialmente debido a esta enseñanza que los apóstoles y otros cristianos primitivos se acarrearon mucha mofa y sufrimiento.—Hech. 4:1-3; 17:32; 23:6, 10; 24:18-21.

El apóstol Pablo dijo las siguientes palabras en la ciudad de Atenas, ante una muchedumbre de doctos y filósofos:


“[Dios] ha fijado un día en que se propone juzgar a la tierra habitada con justicia por un varón a quien él ha nombrado, y ha proporcionado a todos los hombres la garantía con haberlo resucitado de entre los muertos.” Además, Pablo dijo a cristianos creyentes: “Si, de veras, no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano.”—Hech. 17:31; 1 Cor. 15:13, 14


EVIDENCIA DE LA MUERTE DE CRISTO

Pasemos ahora a presentar y examinar alguna de la evidencia. Primeramente tenemos el registro de los que presenciaron la muerte y el entierro de Cristo. No hay duda alguna de que en realidad los romanos lo ejecutaron a instancia de los líderes judíos.

Anteriormente se había intentado darle muerte. (Luc. 4:28, 29; Juan 5:18; 8:59; 11:53) Al exigir la muerte de Jesús, los líderes judíos fueron al extremo de clamar delante del gobernador romano Pilato: “Venga su sangre [la de Jesús] sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” (Mat. 27:25) También intimidaron a Pilato por medio de una amenaza política. (Juan 19:12) De seguro que los opositores judíos, y particularmente los más enconados enemigos de Cristo, los sacerdotes principales y los líderes, no hubiesen consentido en maniobrar las cosas para que él tuviese una “muerte” simulada. Ellos se asegurarían de que él estuviese muerto. En todo caso, ese asunto no estaba en manos de ellos, y los romanos lo sentenciaron y le dieron muerte. El historiador romano Tácito (c. 110 E.C.) declaró lo siguiente acerca de los cristianos: “El nombre se deriva de Cristo, a quien el procurador Poncio Pilato había ejecutado durante el reinado de Tiberio.*” El Talmud judío también registra que Jesús fue colgado (en un madero). Junto con otros, estos registros históricos no cristianos apoyan el hecho de que ni en los opositores mismos de Jesús hubo alguna vez duda de la historicidad de la existencia de Jesús, o de que hubiese muerto.

TESTIMONIO SOBRE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

En cuanto a la resurrección de Cristo, no menos de cuatro hombres testificaron públicamente haber visto a Jesús después de su resurrección, y uno de sus relatos nos dice que más de 500 discípulos cristianos lo vieron. (Mat. 28:16, 17; Juan 20:19; 21:1, 2; Hech. 1:15, 22; 1 Cor. 15:6-8 Sin embargo, habrá quien diga: ‘Es cierto, pero todos éstos son relatos bíblicos, hechos por cristianos. ¿Qué seguridad podemos tener de que sean ciertos?’

Para contestar esa pregunta podríamos preguntar: De no ser así, ¿cómo se explicaría el celo que desplegó tanta gente en proclamar esa resurrección? Hasta los enemigos de los cristianos afirmaron que éstos habían ‘trastornado a Jerusalén y Judea, sí, al mundo,’ por medio de su celosa testificación acerca de la resurrección de Cristo. (Hech. 5:28; 17:6) La persecución y otros factores hicieron que fueran dispersados y proclamaran esta enseñanza a tal grado que el mundo romano, desde Roma hasta Mesopotamia, se dio cuenta de su celo.

En cuanto a la veracidad de estos cristianos primitivos, considere la siguiente declaración del docto bíblico A. J. Maas*:


“Brevemente, por lo tanto, el hecho de la resurrección de Cristo cuenta con el testimonio de más de 500 testigos oculares, cuya experiencia, simplicidad y rectitud de vida los hacían incapaces de inventar semejante fábula, individuos que vivieron en un tiempo en que cualquier intento de engañar pudiera haberse descubierto fácilmente, que en esta vida no tenían nada que ganar por su testimonio, pero que podían perderlo todo por aquella actividad, cuyo valor moral desplegado en su vida apostólica puede explicarse únicamente por el hecho de que estuvieran íntimamente convencidos de la verdad objetiva de su mensaje. Además, da testimonio de la Resurrección de Cristo el elocuente silencio de la Sinagoga que había hecho cuanto le fue posible para impedir que hubiese engaño, que fácilmente hubiese descubierto cualquier engaño, si hubiese habido alguno, que solo presentó testigos que dormían como su oposición al testimonio de los apóstoles, que no castigó el alegado descuido de la guardia oficial, y que no pudo responder al testimonio de los apóstoles excepto por amenazarlos ‘para que no hablasen más en este nombre a ningún hombre’ (Hechos, iv, 17). Finalmente, el que miles y millones, tanto de judíos como de gentiles, creyeran el testimonio de los apóstoles a pesar de todas las desventajas que les venían a los que adoptaban tal creencia, en pocas palabras, el origen de la iglesia, necesita como explicación la realidad de la Resurrección de Cristo, pues la subida de la iglesia sin la Resurrección sería mayor milagro que la Resurrección misma.”


Con un argumento similar podemos refutar la falsedad de las acusaciones de los enemigos de Jesús de que la resurrección fue una impostura, de que su cuerpo fue robado, o de que fue una alucinación de visionario o una confabulación. Es patente que los testigos de la resurrección ciertamente no fueron hombres de poder o influencia, para que vencieran o sobornaran a los guardias estacionados en la tumba. Había poca probabilidad de confabulación entre tantas personas, especialmente en cuanto a algo que no les ocasionaría ganancia personal. Su testificar a favor de la resurrección no podía tener motivos egoístas; los exponía al sufrimiento y a la muerte. Dieron su testimonio en el mismísimo lugar donde se hallaban los más enconados enemigos, donde con certeza podría descubrirse un fraude. Y no esperaron, sino que testificaron entonces, mientras la furia de los judíos se encontraba en su apogeo. Ahora bien, si se hubiese tratado de una simple visión o imaginación, razonablemente la visión hubiese sido de algo que estuviesen esperando; pero en la condición de desesperanza y abatimiento en que se encontraban la aparición de Jesús después de su resurrección fue una gran sorpresa para ellos... lo inesperado. En realidad, fue la mismísima cosa que les dio valor para dar un testimonio que no pudo ser quebrantado aunque se les sometió a la más violenta persecución.

En este asunto de tanta importancia, es provechoso considerar el poderoso argumento de otro eminente docto y arqueólogo, George Rawlinson, quien escribió*:

“Los conversos primitivos sabían que en cualquier momento podría corresponderles morir por su religión. Ante ellos, mientras predicaban y enseñaban, siempre se alzaba la amenaza de la espada, la cruz, las bestias y la hoguera. . . . y todo escritor primitivo que abogara por el cristianismo, por el hecho de abogar por él estaría desafiando el poder civil, y se exponía a una suerte similar. Cuando la fe es un asunto de vida o muerte, los hombres no adoptan con ligereza la primera profesión de fe de la cual sucediera que se prendaran; tampoco se exponen públicamente en las filas de una secta perseguida, a menos que hayan analizado bien las afirmaciones de la religión que ella profesa, y se hayan convencido de que es la verdad. Está claro que, en comparación con nosotros, los conversos primitivos tenían a su disposición muchos más medios de cerciorarse de la exactitud histórica del relato cristiano; podían examinar y repreguntar a los testigos... comparar sus diferentes relatos... inquirir en cuanto a cómo se enfrentaban a las declaraciones de ellos sus adversarios... consultar documentos paganos de aquel tiempo... escudriñar detalladamente y por completo la evidencia. Todo esto junto —y debe recordarse que la evidencia es acumulativa— constituye un cuerpo de prueba de tal magnitud que pocas veces se puede producir respecto a cualesquier acontecimientos pertenecientes a tiempos remotos; y establece la verdad de la Historia cristiana a tal grado que queda más allá de toda duda razonable. En ningún respecto en absoluto . . . tiene carácter mítico esa historia.”

Davidmor
12/04/2014, 14:53
EL TESTIMONIO DE LAS PROFECÍAS

Además, aún hay otros puntos de evidencia. Si la resurrección de Cristo hubiese sido predicha antes de que ocurriera, ¿no sería esto una prueba impresionante de su realidad? Pues ¿cómo podría fabricarse tal evidencia, especialmente cuando describía la muerte del Mesías a manos de su propia nación, quienes lo habían estado buscando desde el tiempo de Abrahán, hacía unos 2.000 años? Hallamos testimonio de esto, suministrado de antemano, en las Escrituras Hebreas, que fueron conservadas durante siglos por los judíos como su libro de leyes y registro documental de su historia nacional. En el siglo octavo a. de E.C., el profeta Isaías describió la muerte que Jesús recibió a instancias de su propio pueblo, los judíos:


“Fue despreciado y fue evitado por los hombres . . . Fue despreciado, y lo consideramos como de ninguna importancia. . . . Se le fue trayendo justamente como una víctima ovejuna al degüello; . . . fue cortado de la tierra de los vivientes. . . . Y hará su sepultura aun con los inicuos, y con la clase rica en su muerte.”—Isa. 53:3-9.


En cuanto al hecho de que Dios lo levantaría de nuevo a la vida, el profeta pasó a decir: “Si pones su alma como ofrenda por la culpa, él verá su prole, él prolongará sus días, y en su mano lo que es el deleite de Jehová tendrá éxito. . . . el justo, mi siervo, traerá una posición de justos a muchas personas; y sus errores él mismo los cargará.”—Isa. 53:10, 11.

El profeta Daniel, de tiempos posteriores, predijo la muerte sacrificatoria de Jesús de esta manera:


“Y después de las sesenta y dos semanas [de hecho en 33 E.C.] Mesías ser cortado, con nada para sí. . . . hará que cesen el sacrificio [en el templo de los judíos] y la ofrenda de dádiva [reemplazándolos con el verdadero sacrificio, el de su vida].”—Dan. 9:26, 27.


El rey David predijo proféticamente una resurrección desde Seol, el sepulcro, y el apóstol Pedro aplica la profecía a Jesucristo. Cincuenta días después de la resurrección de Cristo, Pedro habló a 3.000 judíos que reconocieron que la profecía se refería a Jesús y aceptaron la explicación que Pedro les dio. Pedro dijo:


“Dios lo resucitó [a Jesús] desatando los dolores de la muerte, porque no era posible que él continuara retenido por ella. Porque David dice tocante a él: ‘Tenía a Jehová constantemente ante mis ojos; porque está a mi diestra para que nunca sea yo sacudido. . . . Además, aun mi carne residirá en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que el que te es leal vea corrupción. . . . Porque [David] era profeta y sabía que Dios le había jurado con juramento que sentaría a uno del fruto de sus lomos sobre su trono, vio de antemano y habló respecto a la resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne vio corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos.”—Hech. 2:24-32; compare con Salmo 16:10.


El apóstol Pablo también señaló que el Salmo 40 aplicaba al sacrificio de Jesucristo. Pablo pone las siguientes palabras en labios de Jesús en la ocasión de su bautismo: “Me preparaste un cuerpo . . . ¡Mira! He venido . . . para hacer tu voluntad.” Pablo añade: “Por dicha ‘voluntad’ hemos sido santificados por medio del ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre.”—Heb. 10:5, 7, 10; Sal. 40:6-8.

Ciertamente hay una notable correlación entre estas profecías que fueron dichas con siglos de anticipación y la muerte y resurrección de Jesús. Hubiese sido imposible que Jesús maniobrara todos los factores que tuvieron que ver con esto, o que sus apóstoles compusieran la historia.

LAS PROPIAS PALABRAS DE JESÚS

Además, en la Pascua que se celebró después de su bautismo Jesús comenzó a hablar acerca de su muerte y resurrección venideras, aunque no fue sino hasta después que los discípulos llegaron a ser testigos de los acontecimientos mismos que pudieron reflexionar en lo que había pasado y entender el significado de lo que él había dicho. El apóstol Juan registró aquel comienzo en esta ocasión tan temprana en la asociación de Jesús con ellos, cuando Jesús dijo a los judíos: “Demuelan este templo, y en tres días lo levantaré.” Juan añade: “Él hablaba acerca del templo de su cuerpo. Sin embargo, cuando fue levantado de entre los muertos, sus discípulos recordaron que él solía decir esto; y creyeron la Escritura y el dicho que Jesús dijo.”—Juan 2:19, 21, 22; compare con Mateo 12:40; 16:21-23; Marcos 8:31; 10:33, 34.

Puesto que la verdad acerca de la resurrección tiene que ver con la única posible esperanza para los que han muerto, y para toda la humanidad que se ve ante la perspectiva de morir, debería ser un asunto de gran interés, no solo para los que creen en el cristianismo, sino para todos los hombres en todas partes.

La mayoría de la gente ama la vida, y a la gente le gustaría que se le prolongara la vida indefinidamente, si estuviera acompañada de buena salud y contentamiento. Fijan la vista en los informes noticieros cada día, con la esperanza de recibir buenas noticias de paz, de que se haya logrado progreso en la guerra contra las enfermedades, y de que haya mejores condiciones económicas. Escuchan el testimonio que dan los testigos de los acontecimientos diarios, y aceptan el registro histórico escrito por hombres, y hasta usan la historia como base para hacer planes para el futuro. Entonces, ¡cuánto más importante y sensato es examinar con mente receptiva la abundante evidencia de la resurrección de Cristo, sobre la cual descansa la esperanza y promesa de vida y felicidad para la humanidad!

[Notas]

*Annals (XV, 44).

*The Catholic Encyclopedia (edición de 1913), tomo XII, pág. 790.

[U]*The Historical Evidences of the Truth of the Scripture Records, (Evidencias históricas de la veracidad de los registros bíblicos) págs. 225-227.

[Ilustración de la página 25]
‘La Resurrección de Cristo cuenta con el testimonio de más de 500 testigos oculares . . . quienes vivieron en un tiempo en que cualquier intento de perpetrar un engaño pudiera haberse descubierto con facilidad.’

Emeric
08/06/2014, 18:43
Los muertos no resucitan, chico.

Ver :
http://foros.monografias.com/showthread.php/46907-Los-muertos-NO-resucitan?highlight=los+muertos+no+resucitan