Davidmor
11/04/2014, 06:19
Si te pidieran que expresaras con una palabra lo que piensas de la educación escolar, ¿cuál usarías?
¿Aburrida o interesante?
¿Frustrante o enriquecedora?
¿Estresante o agradable?
Si tienes una opinión fundamentalmente negativa, ¿qué puedes hacer? Si, por el contrario, tienes una actitud positiva, ¿cómo puedes mejorar tus habilidades para sacarle el máximo jugo a tu formación académica? Tomando la Biblia como pauta, aquí se analizarán cinco claves para que te vaya bien en la escuela.
Los principios expuestos en esta serie son válidos sea que asistas a una escuela pública o particular, o que recibas instrucción escolar en casa.
Motívate
Para motivarte en cualquier cosa que emprendas, debes ver su valor práctico.
¿QUÉ valor práctico tienen los estudios? Son un medio para adquirir sabiduría, y la Biblia afirma que “la sabiduría es [...] una protección” (Eclesiastés 7:12). ¿En qué sentido? Ilustrémoslo con un ejemplo. Imagínate que vas caminando por un vecindario peligroso. ¿Qué preferirías: estar solo o estar con un grupo de amigos que te ayudaran si fuera necesario? Pues bien, si recibes una buena educación, estarás acompañado en todo momento de “amigos” fuertes. Entre ellos figuran:
La capacidad de razonar. La educación te permite desarrollar lo que la Biblia llama “sentido común” y “discernimiento” (Proverbios 3:21, Nueva Traducción Viviente). Con estas facultades podrás resolver tus propios problemas en vez de esperar siempre que los demás te saquen de apuros.
Las habilidades sociales. La Biblia aconseja a los cristianos ejercitar cualidades como la gran paciencia y el autodominio (Gálatas 5:22, 23). Al relacionarte con tanta variedad de personas en la escuela, tienes una amplia oportunidad para dominar dichas habilidades, junto con otras como la tolerancia, el respeto y la empatía. Todas ellas te serán de gran utilidad en tu vida social de adulto.
Una preparación práctica. La escuela te enseña el valor de una sólida ética de trabajo, la cual te ayudará a encontrar un empleo y conservarlo. Además, la escuela desarrolla tu capacidad para analizar mejor el mundo que te rodea, la clase de persona que eres y lo que crees (Proverbios 14:15). Solo con convicciones firmes podrás defender tus creencias, siempre con respeto (1 Pedro 3:15).
Conclusión: Puesto que necesitas recibir una educación, ¿qué sentido tiene que les des vueltas y más vueltas a las cosas que te desagradan de la escuela? Es mejor que te motives pensando en los beneficios antes mencionados. Quizás hasta se te ocurran otros más.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Piensa en cuál es tu motivación principal para estudiar.
[Recuadro de la página 3]
Los buenos profesores no se olvidan
“En la secundaria tuve un profesor de economía que podría haber trabajado para una entidad financiera pero prefirió dar clases en nuestra escuela, en un barrio pobre donde a casi ningún muchacho le interesaba esa materia. Él nos enseñaba con sencillez y sentido del humor, y nos hacía ver lo práctico que podía ser para nosotros lo que aprendíamos. Incluso llamó una vez a mi madre para contarle que me había quedado muy bien una composición. Cuando le preguntaban por qué enseñaba en nuestra escuela, respondía que era el mejor trabajo que había tenido. Él nos entendía, se preocupaba por nosotros y nos elogiaba. Es el mejor profesor que he tenido.” (Reyon, Estados Unidos.)
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Preparación práctica
Habilidades sociales
Capacidad de razonar
Organízate
El pequeño esfuerzo que debas hacer para organizarte te reportará grandes beneficios: más tiempo, menos estrés y mejores notas.
IMAGÍNATE que entras en una tienda a comprar un artículo y encuentras que la mercancía se halla dispersa por todas partes, sin ningún tipo de orden. ¿Cuánto tiempo te tomaría hallar lo que buscas? ¿No sería más fácil si todo estuviera clasificado y organizado en las estanterías, y los pasillos estuvieran claramente identificados? Este mismo principio puede aplicarse a tus estudios. ¿Cómo?
Hazte un horario. Zachary, un joven de 18 años de Estados Unidos, cuenta: “Una vez pasé todo el fin de semana en casa de un amigo y me olvidé de todo: de los deberes y de las tareas de la casa que me correspondían. El lunes me tocó rogarles a los profesores que me dejaran presentar los trabajos después. Ahora hago una lista de cosas pendientes para recordar lo que tengo que hacer”.
También a Celestine, de Papúa Nueva Guinea, le fue útil anotar las cosas. Recordando sus días de estudiante, ella dice: “Tenía una agenda con todas mis actividades: las tareas, los exámenes, los compromisos sociales... Eso me ayudaba a ordenar las prioridades y a entregar los trabajos a tiempo”.
[I]
Sugerencia: Lleva una lista de cosas por hacer en una libreta o en tu teléfono celular u otro aparato electrónico.
No lo dejes para después. Es fácil decir: “Lo haré más tarde”. Pero es mejor no posponer las cosas, sobre todo los deberes.
Sugerencia: Ponte a hacer la tarea en cuanto llegues a casa, antes de encender la televisión o dedicarte a otra actividad recreativa.
Organiza tus útiles escolares. ¿Te ha pasado que llegaste a clase y allí te diste cuenta de que habías dejado en casa el cuaderno, el bolígrafo o un libro? ¡Qué fastidio! ¿Cómo evitar que eso te suceda? “Siempre preparaba mi mochila con tiempo”, dice Aung Myo Myat, de Myanmar.
Sugerencia: Mantén ordenada tu mochila para que encuentres las cosas más fácilmente.
Conclusión: Si te organizas, te ahorrarás el estrés de olvidar las cosas, llegar tarde y sentir que nunca te alcanza el tiempo para atender otros asuntos importantes.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Piensa en un aspecto de tu vida en el que necesites organizarte. Luego, pídeles a tus padres o a un amigo que te den ideas para mejorar.
Busca ayuda
Contar con un sistema de apoyo es indispensable no solo para salir adelante ahora, en tu vida escolar, sino también para conseguir cualquier objetivo en tu vida adulta.
¿QUIÉNES pueden contribuir a tu éxito en los estudios?
Tu familia. Una joven brasileña de 18 años llamada Bruna cuenta: “Cuando necesitaba ayuda con una tarea, mi padre me explicaba el tema y me hacía preguntas orientadoras, pero dejaba que yo misma encontrara las respuestas”.[I]*
Sugerencia: Para empezar, pregúntale a uno de tus padres cómo le fue en la asignatura en la que estás fallando. Si le fue bien, será la persona indicada para ayudarte.
Los profesores. Cuando hay un alumno que realmente quiere aprender, la mayoría de los profesores se alegran y con gusto le ofrecen su ayuda.
Sugerencia: Simplemente, dile a tu profesor: “Ando flojo en esta materia, pero quiero entenderla bien. ¿Qué me recomienda?”.
Un tutor. Tal vez un buen amigo de la familia pueda tenderte una mano. Esto presenta una ventaja doble: por un lado, obtienes la asistencia que necesitas, y, por el otro, aprendes a pedir ayuda cuando hace falta, una costumbre que te será de gran provecho cuando seas adulto. Lo cierto es que el éxito en la mayoría de las empresas de la vida es fruto del trabajo en equipo, como el de una orquesta, y no del esfuerzo individual, como el de un instrumento solista (Proverbios 15:22).
Sugerencia: Pregunta a tus padres quién pudiera ser un buen guía o tutor para ti.
Conclusión: No hay nada de malo en pedir ayuda.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Escribe el nombre de dos o tres personas a quienes admires. ¿Podría alguna de ellas ayudarte con tus deberes?
[Nota]
[I]*Si tienes hermanos mayores, también puedes pedirles su colaboración.
[Recuadro de la página 5]
“Mi profesor favorito”
“Mi profesor favorito era muy estricto, pero todos lo respetábamos. Era dinámico. Hacía gestos y se paseaba de un lado al otro del salón mientras hablaba. Cuando se discutían temas en clase, lograba que todos interviniéramos. Si no entendías algo, él te lo explicaba pacientemente hasta que entendieras. No le molestaba que le hiciéramos preguntas; al contrario: decía que las preguntas le dejaban ver lo que no habíamos entendido y lo ayudaban a ser mejor maestro. Se interesaba en cada uno de nosotros. Muchos se inclinaban por seguir una carrera en Contabilidad —la materia que él enseñaba— después de asistir a su clase un año nada más.” (Alana, Australia.)
[Ilustración de la página 5]
Cuida tu salud
Cuidar tu salud mejora tu rendimiento en los estudios, así como tu calidad de vida.
TU CUERPO es un regalo de Dios, y lógicamente debes cuidarlo (Salmo 139:14). Imagínate ahora que tienes un automóvil pero que nunca sacas tiempo para mantenerlo en buen estado: como es de esperar, tarde o temprano empezará a fallar. Lo mismo puede sucederle a tu cuerpo. ¿Qué tipo de “mantenimiento” debes darle?
Descanso. Si duermes poco te ves demacrado, te sientes sin fuerzas y atontado, y con el tiempo hasta te puedes deprimir. En cambio, descansar lo suficiente te renueva las energías; además, acelera tu crecimiento, mejora el funcionamiento del cerebro, refuerza el sistema inmunitario y aumenta tu bienestar emocional. ¡Tantos beneficios con tan poco esfuerzo!
Sugerencia: Procura acostarte a la misma hora todas las noches.
Buena nutrición. Los adolescentes crecen con rapidez. De hecho, entre los 10 y los 17 años, casi todos los muchachos duplican su peso corporal (sin contar la grasa). También las muchachas dan un estirón. El cuerpo en crecimiento exige grandes cantidades de “materia prima” y energía. Por eso, proporciónale a tu cuerpo la nutrición necesaria.
Sugerencia: No te saltes el desayuno. “Llenar el tanque” antes de clases es beneficioso para la concentración y la memoria a corto plazo.
Ejercicio. La Biblia reconoce que “el ejercicio físico ayuda a que todo el cuerpo esté sano” (1 Timoteo 4:8, Traducción en lenguaje actual). El ejercicio fortalece los músculos y los huesos, aumenta la resistencia, contribuye a regular el peso, mejora la capacidad mental, incrementa la inmunidad, alivia el estrés, levanta el ánimo y, encima de todo, puede ser entretenido si practicas actividades que te gustan.
Conclusión: Dormir lo suficiente, comer bien y hacer ejercicio moderado mantendrá tu “motor” en funcionamiento; esto, a su vez, te permitirá rendir más en clase.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Inicia un programa equilibrado de ejercicios. Lleva un registro de tus hábitos de sueño y alimentación durante un mes y observa dónde tienes que mejorar.
“Después de una caminata me siento con más energía, incluso si al comienzo estoy cansado.” (Jason, Nueva Zelanda.)
“Mi lema es: ‘Dios hizo los alimentos para que sean el combustible del cuerpo’, y yo quiero echarle a mi cuerpo el mejor combustible.” (Jill, Estados Unidos.)
“Tres veces a la semana salgo a correr y dos veces a caminar o andar en bicicleta. El ejercicio me da más energía y me quita el estrés.” (Grace, Australia.)
[Nota]
Sobre el tema de la salud, ve el capítulo 10 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1), editado por los testigos de Jehová.
[Ilustraciones de la página 6]
[Ilustración de la página 6]
[Ilustración de la página 6]
¿Aburrida o interesante?
¿Frustrante o enriquecedora?
¿Estresante o agradable?
Si tienes una opinión fundamentalmente negativa, ¿qué puedes hacer? Si, por el contrario, tienes una actitud positiva, ¿cómo puedes mejorar tus habilidades para sacarle el máximo jugo a tu formación académica? Tomando la Biblia como pauta, aquí se analizarán cinco claves para que te vaya bien en la escuela.
Los principios expuestos en esta serie son válidos sea que asistas a una escuela pública o particular, o que recibas instrucción escolar en casa.
Motívate
Para motivarte en cualquier cosa que emprendas, debes ver su valor práctico.
¿QUÉ valor práctico tienen los estudios? Son un medio para adquirir sabiduría, y la Biblia afirma que “la sabiduría es [...] una protección” (Eclesiastés 7:12). ¿En qué sentido? Ilustrémoslo con un ejemplo. Imagínate que vas caminando por un vecindario peligroso. ¿Qué preferirías: estar solo o estar con un grupo de amigos que te ayudaran si fuera necesario? Pues bien, si recibes una buena educación, estarás acompañado en todo momento de “amigos” fuertes. Entre ellos figuran:
La capacidad de razonar. La educación te permite desarrollar lo que la Biblia llama “sentido común” y “discernimiento” (Proverbios 3:21, Nueva Traducción Viviente). Con estas facultades podrás resolver tus propios problemas en vez de esperar siempre que los demás te saquen de apuros.
Las habilidades sociales. La Biblia aconseja a los cristianos ejercitar cualidades como la gran paciencia y el autodominio (Gálatas 5:22, 23). Al relacionarte con tanta variedad de personas en la escuela, tienes una amplia oportunidad para dominar dichas habilidades, junto con otras como la tolerancia, el respeto y la empatía. Todas ellas te serán de gran utilidad en tu vida social de adulto.
Una preparación práctica. La escuela te enseña el valor de una sólida ética de trabajo, la cual te ayudará a encontrar un empleo y conservarlo. Además, la escuela desarrolla tu capacidad para analizar mejor el mundo que te rodea, la clase de persona que eres y lo que crees (Proverbios 14:15). Solo con convicciones firmes podrás defender tus creencias, siempre con respeto (1 Pedro 3:15).
Conclusión: Puesto que necesitas recibir una educación, ¿qué sentido tiene que les des vueltas y más vueltas a las cosas que te desagradan de la escuela? Es mejor que te motives pensando en los beneficios antes mencionados. Quizás hasta se te ocurran otros más.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Piensa en cuál es tu motivación principal para estudiar.
[Recuadro de la página 3]
Los buenos profesores no se olvidan
“En la secundaria tuve un profesor de economía que podría haber trabajado para una entidad financiera pero prefirió dar clases en nuestra escuela, en un barrio pobre donde a casi ningún muchacho le interesaba esa materia. Él nos enseñaba con sencillez y sentido del humor, y nos hacía ver lo práctico que podía ser para nosotros lo que aprendíamos. Incluso llamó una vez a mi madre para contarle que me había quedado muy bien una composición. Cuando le preguntaban por qué enseñaba en nuestra escuela, respondía que era el mejor trabajo que había tenido. Él nos entendía, se preocupaba por nosotros y nos elogiaba. Es el mejor profesor que he tenido.” (Reyon, Estados Unidos.)
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Preparación práctica
Habilidades sociales
Capacidad de razonar
Organízate
El pequeño esfuerzo que debas hacer para organizarte te reportará grandes beneficios: más tiempo, menos estrés y mejores notas.
IMAGÍNATE que entras en una tienda a comprar un artículo y encuentras que la mercancía se halla dispersa por todas partes, sin ningún tipo de orden. ¿Cuánto tiempo te tomaría hallar lo que buscas? ¿No sería más fácil si todo estuviera clasificado y organizado en las estanterías, y los pasillos estuvieran claramente identificados? Este mismo principio puede aplicarse a tus estudios. ¿Cómo?
Hazte un horario. Zachary, un joven de 18 años de Estados Unidos, cuenta: “Una vez pasé todo el fin de semana en casa de un amigo y me olvidé de todo: de los deberes y de las tareas de la casa que me correspondían. El lunes me tocó rogarles a los profesores que me dejaran presentar los trabajos después. Ahora hago una lista de cosas pendientes para recordar lo que tengo que hacer”.
También a Celestine, de Papúa Nueva Guinea, le fue útil anotar las cosas. Recordando sus días de estudiante, ella dice: “Tenía una agenda con todas mis actividades: las tareas, los exámenes, los compromisos sociales... Eso me ayudaba a ordenar las prioridades y a entregar los trabajos a tiempo”.
[I]
Sugerencia: Lleva una lista de cosas por hacer en una libreta o en tu teléfono celular u otro aparato electrónico.
No lo dejes para después. Es fácil decir: “Lo haré más tarde”. Pero es mejor no posponer las cosas, sobre todo los deberes.
Sugerencia: Ponte a hacer la tarea en cuanto llegues a casa, antes de encender la televisión o dedicarte a otra actividad recreativa.
Organiza tus útiles escolares. ¿Te ha pasado que llegaste a clase y allí te diste cuenta de que habías dejado en casa el cuaderno, el bolígrafo o un libro? ¡Qué fastidio! ¿Cómo evitar que eso te suceda? “Siempre preparaba mi mochila con tiempo”, dice Aung Myo Myat, de Myanmar.
Sugerencia: Mantén ordenada tu mochila para que encuentres las cosas más fácilmente.
Conclusión: Si te organizas, te ahorrarás el estrés de olvidar las cosas, llegar tarde y sentir que nunca te alcanza el tiempo para atender otros asuntos importantes.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Piensa en un aspecto de tu vida en el que necesites organizarte. Luego, pídeles a tus padres o a un amigo que te den ideas para mejorar.
Busca ayuda
Contar con un sistema de apoyo es indispensable no solo para salir adelante ahora, en tu vida escolar, sino también para conseguir cualquier objetivo en tu vida adulta.
¿QUIÉNES pueden contribuir a tu éxito en los estudios?
Tu familia. Una joven brasileña de 18 años llamada Bruna cuenta: “Cuando necesitaba ayuda con una tarea, mi padre me explicaba el tema y me hacía preguntas orientadoras, pero dejaba que yo misma encontrara las respuestas”.[I]*
Sugerencia: Para empezar, pregúntale a uno de tus padres cómo le fue en la asignatura en la que estás fallando. Si le fue bien, será la persona indicada para ayudarte.
Los profesores. Cuando hay un alumno que realmente quiere aprender, la mayoría de los profesores se alegran y con gusto le ofrecen su ayuda.
Sugerencia: Simplemente, dile a tu profesor: “Ando flojo en esta materia, pero quiero entenderla bien. ¿Qué me recomienda?”.
Un tutor. Tal vez un buen amigo de la familia pueda tenderte una mano. Esto presenta una ventaja doble: por un lado, obtienes la asistencia que necesitas, y, por el otro, aprendes a pedir ayuda cuando hace falta, una costumbre que te será de gran provecho cuando seas adulto. Lo cierto es que el éxito en la mayoría de las empresas de la vida es fruto del trabajo en equipo, como el de una orquesta, y no del esfuerzo individual, como el de un instrumento solista (Proverbios 15:22).
Sugerencia: Pregunta a tus padres quién pudiera ser un buen guía o tutor para ti.
Conclusión: No hay nada de malo en pedir ayuda.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Escribe el nombre de dos o tres personas a quienes admires. ¿Podría alguna de ellas ayudarte con tus deberes?
[Nota]
[I]*Si tienes hermanos mayores, también puedes pedirles su colaboración.
[Recuadro de la página 5]
“Mi profesor favorito”
“Mi profesor favorito era muy estricto, pero todos lo respetábamos. Era dinámico. Hacía gestos y se paseaba de un lado al otro del salón mientras hablaba. Cuando se discutían temas en clase, lograba que todos interviniéramos. Si no entendías algo, él te lo explicaba pacientemente hasta que entendieras. No le molestaba que le hiciéramos preguntas; al contrario: decía que las preguntas le dejaban ver lo que no habíamos entendido y lo ayudaban a ser mejor maestro. Se interesaba en cada uno de nosotros. Muchos se inclinaban por seguir una carrera en Contabilidad —la materia que él enseñaba— después de asistir a su clase un año nada más.” (Alana, Australia.)
[Ilustración de la página 5]
Cuida tu salud
Cuidar tu salud mejora tu rendimiento en los estudios, así como tu calidad de vida.
TU CUERPO es un regalo de Dios, y lógicamente debes cuidarlo (Salmo 139:14). Imagínate ahora que tienes un automóvil pero que nunca sacas tiempo para mantenerlo en buen estado: como es de esperar, tarde o temprano empezará a fallar. Lo mismo puede sucederle a tu cuerpo. ¿Qué tipo de “mantenimiento” debes darle?
Descanso. Si duermes poco te ves demacrado, te sientes sin fuerzas y atontado, y con el tiempo hasta te puedes deprimir. En cambio, descansar lo suficiente te renueva las energías; además, acelera tu crecimiento, mejora el funcionamiento del cerebro, refuerza el sistema inmunitario y aumenta tu bienestar emocional. ¡Tantos beneficios con tan poco esfuerzo!
Sugerencia: Procura acostarte a la misma hora todas las noches.
Buena nutrición. Los adolescentes crecen con rapidez. De hecho, entre los 10 y los 17 años, casi todos los muchachos duplican su peso corporal (sin contar la grasa). También las muchachas dan un estirón. El cuerpo en crecimiento exige grandes cantidades de “materia prima” y energía. Por eso, proporciónale a tu cuerpo la nutrición necesaria.
Sugerencia: No te saltes el desayuno. “Llenar el tanque” antes de clases es beneficioso para la concentración y la memoria a corto plazo.
Ejercicio. La Biblia reconoce que “el ejercicio físico ayuda a que todo el cuerpo esté sano” (1 Timoteo 4:8, Traducción en lenguaje actual). El ejercicio fortalece los músculos y los huesos, aumenta la resistencia, contribuye a regular el peso, mejora la capacidad mental, incrementa la inmunidad, alivia el estrés, levanta el ánimo y, encima de todo, puede ser entretenido si practicas actividades que te gustan.
Conclusión: Dormir lo suficiente, comer bien y hacer ejercicio moderado mantendrá tu “motor” en funcionamiento; esto, a su vez, te permitirá rendir más en clase.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Inicia un programa equilibrado de ejercicios. Lleva un registro de tus hábitos de sueño y alimentación durante un mes y observa dónde tienes que mejorar.
“Después de una caminata me siento con más energía, incluso si al comienzo estoy cansado.” (Jason, Nueva Zelanda.)
“Mi lema es: ‘Dios hizo los alimentos para que sean el combustible del cuerpo’, y yo quiero echarle a mi cuerpo el mejor combustible.” (Jill, Estados Unidos.)
“Tres veces a la semana salgo a correr y dos veces a caminar o andar en bicicleta. El ejercicio me da más energía y me quita el estrés.” (Grace, Australia.)
[Nota]
Sobre el tema de la salud, ve el capítulo 10 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas (volumen 1), editado por los testigos de Jehová.
[Ilustraciones de la página 6]
[Ilustración de la página 6]
[Ilustración de la página 6]