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Davidmor
31/03/2014, 09:59
Relatado por Brian Hewitt

AÑO DE NACIMIENTO: 1981

PAÍS: ESTADOS UNIDOS

OTROS DATOS: HIJO PRÓDIGO

MI PASADO: Nací en Moundsville, una tranquila ciudad a orillas del río Ohio, en el norte de Virginia Occidental (Estados Unidos). Éramos cuatro hermanos —tres chicos y una chica—, de los cuales yo era el segundo; así que en casa no había un instante de aburrimiento. Mis padres eran personas honradas y trabajadoras que amaban al prójimo; no éramos ricos, pero siempre tuvimos lo necesario. Como testigos de Jehová, ellos hicieron todo lo posible por inculcarnos los principios de la Biblia desde la niñez.
No obstante, para cuando llegué a la adolescencia, mi corazón ya había empezado a alejarse de las enseñanzas que había recibido. No estaba seguro de que seguir los principios bíblicos pudiera producirme satisfacción. Para mí, la felicidad dependía de ser completamente libre. Así que dejé de asistir a las reuniones cristianas. Mi hermano mayor y mi hermana siguieron mis pasos. Nuestros padres hicieron lo imposible por ayudarnos, pero, en nuestra rebeldía, rechazamos su ayuda.

Poco me imaginaba entonces que la libertad que tanto anhelaba me haría caer en las garras de la adicción. Un día, cuando regresaba a casa de la escuela, un amigo me ofreció un cigarrillo y se lo acepté. A partir de ese momento fui cayendo en muchas otras prácticas destructivas como el consumo de drogas, el abuso del alcohol y la conducta inmoral. Con el paso de los años probé drogas más duras y acabé esclavizado a varias de ellas. Llegué al punto de vender droga para pagar mis adicciones.

Por más que trataba de acallar la conciencia, esta me repetía vez tras vez que mi forma de vivir no era buena. Pero yo me decía: “Es demasiado tarde, el daño ya está hecho”. ¡Cuántas veces me sentí solo y deprimido pese a estar rodeado de gente en fiestas y conciertos! En ocasiones recordaba lo decentes y buenos que eran mis padres y me preguntaba cómo había podido caer tan bajo.

CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: Yo me daba por perdido, pero no todos opinaban igual. En el año 2000, mis padres me invitaron a una asamblea de distrito de los testigos de Jehová. Aunque sin mucho entusiasmo, acepté la invitación. Y para mi sorpresa, mis dos hermanos que también se habían alejado hicieron lo mismo.

En la asamblea recordé que un año antes había estado en ese mismo lugar para un concierto de rock. El contraste me tocó el corazón. Cuando asistí al concierto, había basura por todas partes y el ambiente estaba cargado de humo de cigarrillo. La mayoría de los asistentes eran desagradables y el mensaje de la música, deprimente. En cambio, en la asamblea estaba rodeado de personas felices que me recibieron con los brazos abiertos aunque no las había visto en años. El lugar estaba limpio y el mensaje era alentador. Ver los buenos efectos que produce la verdad bíblica hizo que me preguntara por qué tuve que rechazarla (Isaías 48:17, 18 ).

Enseguida decidí volver a la congregación cristiana. Lo mismo hicieron mis hermanos, conmovidos también por lo que vivieron en aquella asamblea.
Los tres aceptamos clases de la Biblia.

Un pasaje que me caló hondo fue el de Santiago 4:8: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. Comprendí que, si deseaba acercarme a Dios, tendría que limpiar mi vida. Además de otros cambios era necesario que dejara el cigarrillo, las drogas y el alcohol (2 Corintios 7:1).

Rompí con mis viejas amistades y las reemplacé por nuevos amigos que adoraban a Jehová. Alguien que me ayudó mucho fue el anciano de la congregación con quien estudié la Biblia. Me llamaba por teléfono y me visitaba para saber cómo me iba. Hasta el día de hoy es uno de mis mejores amigos.

En la primavera del 2001, mi hermano, mi hermana y yo nos bautizamos como testigos de Jehová. Imagínese la felicidad de mis padres y de mi hermano menor —que se había mantenido fiel— cuando al fin nuestra familia estuvo unida en la adoración de Jehová.

QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Antes pensaba que los principios bíblicos eran demasiado restrictivos, pero ahora los veo como una valiosísima protección. La Biblia me dio las fuerzas para dejar de consumir y vender drogas y convertirme en un miembro productivo de la sociedad.
Tengo el honor de ser parte de una hermandad mundial compuesta de personas que adoran y sirven unidamente a Jehová y se aman de corazón (Juan 13:34, 35). Entre ellas encontré a alguien que ha sido una bendición muy especial: mi esposa, Adrianne, a la que amo y respeto profundamente. Ambos nos sentimos muy felices de servir juntos al Creador.
En lugar de llevar una vida egoísta, ahora soy evangelizador de tiempo completo y me dedico a enseñar a la gente los beneficios de seguir la Palabra de Dios. Esta labor voluntaria me produce una felicidad incomparable. Puedo decir con total convicción que la Biblia me ha cambiado la vida. ¡Por fin he encontrado la verdadera libertad!

[Ilustración de la página 10]

[Ilustración de la página 10]

[Comentario de la página 11]

“La Biblia me dio las fuerzas para dejar de consumir y vender drogas y convertirme en un miembro productivo de la sociedad”

[Ilustración de la página 11]