Davidmor
26/03/2014, 20:19
“¿DÓNDE va el alma inmediatamente después de la muerte? Hemos perdido a nuestro hijito y queremos saberlo.” Estas fueron las palabras que los padres perturbados dirigieron a uno de los más prominentes clérigos de los Estados Unidos. ¿Cómo contestó él? Escribió: “Para mí, las palabras que Jesús dijo al ladrón arrepentido son significativas... ‘Hoy estarás conmigo en el Paraíso.’ Pienso que el hijo de ustedes . . . está con él.”
Sin duda, este clérigo cree que la vida continúa después de la muerte. Esto es lo que también creían los antiguos griegos y romanos. Así es que Sócrates declaró: “Las almas de todos los hombres son inmortales.” Platón siguió a su maestro Sócrates, y por lo tanto se dice que esta creencia acerca del alma es una enseñanza platónica.
¿Por qué creyeron estos hombres de la manera en que lo hicieron? Uno de sus argumentos fue que la mente humana era demasiado maravillosa para tener el mismo destino que la creación bruta. También afirmaron que el que la muerte pusiera fin a todo sería pesar las cosas a favor de los inicuos. Y el antiguo ensayista y orador romano Cicerón argumentó que él mismo, al igual que otros hombres nobles, sufrían y perseveraban solo debido a la esperanza de vida después de la muerte. Por lo tanto él se refería al día de su muerte como el “día glorioso” cuando abandonaría esta Tierra para asociarse con “la divina asamblea de los espíritus difuntos.”
Los “padres” de la Iglesia primitiva se dejaron influenciar por esta creencia griega pagana, y, como resultado, ha llegado a ser parte de muchos credos en la cristiandad. Sin embargo, las razones que los griegos daban para su creencia muestran que creyeron del modo en que lo hicieron, no debido a hechos observables, sino solo porque esa era la manera que querían que fuera.
¿Qué enseña la Biblia?
¿Se enseña en la Biblia la idea de que el hombre tiene un alma separada y distinta de su cuerpo, y de que ésta vive para siempre? No, no se enseña. Por lo tanto en la New Catholic Encyclopedia (Tomo 13, pág. 449), bajo el título “Alma (en la Biblia),” se declara: “No hay dicotomía [división] de cuerpo y alma en el A[ntiguo] T[estamento]. . . . El término nepes, aunque se traduce por nuestra palabra alma, nunca significa el alma como algo distinto del cuerpo.” Así también la New American Bible (una traducción católica romana), en sus Términos Teológicos Bíblicos, bajo el encabezamiento “Alma,” declara: “En el Nuevo Testamento el ‘salvar el alma de uno’ (Mar. 8:35) no significa salvar alguna parte ‘espiritual’ del hombre, como algo opuesto a su ‘cuerpo,’ (en el sentido platónico) sino toda la persona con énfasis en el hecho de que la persona está viva, desea, . . . además de ser concreta y física.”
De igual manera el Dr. H. M. Orlinsky, uno de los más prominentes eruditos de hebreo de los Estados Unidos, dijo con respecto al uso de la palabra “alma”: “La palabra hebrea en cuestión es ‘nefesh.’ . . . La Biblia no dice que nosotros tenemos un alma. ‘Nefesh’ es la persona misma.” El hecho de que la Palabra de Dios ciertamente toma esta posición se ve en Génesis 2:7, que dice según la New English Bible: “Entonces el Señor Dios formó a un hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices el aliento de vida. Así es que el hombre llegó a ser una criatura [nephesh] viviente.” (Otras traducciones dicen “alma” o “ser.”) Puesto que esto es así, síguese que cuando el hombre muere el alma muere. Por eso la Biblia dice: “El alma que pecare, ésa es la que morirá.”—Eze. 18:4, 20 (Versión Moderna).
Ciertamente es interesante que en tiempos recientes los teólogos, uno tras otro, se han declarado en apoyo de este entendimiento. El profesor Milton Gatch, en su libro Death: Meaning and Mortality in Christian Thought and Contemporary Culture, declara: “No es solo que los escritores bíblicos en general no tienen el concepto de un alma como un elemento separable de la existencia humana, sino que también hay acuerdo en que la muerte es la . . . terminación de la existencia y de que no hay tal cosa como una vida venidera individual.” El profesor O. Cullmann, un teólogo de las universidades de París y Basilea, se expresa de igual manera en sus escritos. En su libro Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? él declara: “Ninguna otra publicación mía ha provocado un entusiasmo tan grande o tan violenta hostilidad.” En este libro él recalca el hecho de que la esperanza del hombre para el futuro no estriba en que éste tenga un alma inmortal sino en una resurrección.
La cuestión: vida o muerte
Cuando el Creador colocó al hombre en el jardín de Edén no puso delante del hombre las alternativas de vida en felicidad o vida en tormento sino simplemente la alternativa de vida o muerte: “En el día que comieres de él, [del fruto prohibido] de seguro morirás.” (Gén. 2:17, Mod) Por eso también Jehová repetidamente puso lo mismo delante de la gente de Israel: “Les ofrezco la selección entre la vida y la muerte.”—Deu. 30:19, NEB.
Según la idea griega, los inicuos tienen inmortalidad. Pero la Biblia muestra que la vida es un don: “Porque el salario que el pecado paga es muerte, mas el don que Dios da es vida eterna.” (Rom. 6:23) Un don es algo que se puede aceptar o rehusar, rechazar. De otra manera no puede decirse que es un don. Si los que rehúsan el don de la vida eterna han de ser atormentados para siempre, ya no puede decirse que la vida es un don, pues a uno no se le da a elegir. Pero Dios sí da a es*****. Cualquiera que rehúsa el don de Dios de vida eterna simplemente escoge un estado de inexistencia. La inexistencia fue la selección de Adán, aun como Dios le dijo: ‘eres polvo y al polvo tornarás.’—Gén. 3:19, Biblia de Jerusalén.
Se consideran las objeciones
El profesor Cullman declaró que su libro produjo “violenta hostilidad” por parte de algunos. Sí, muchas personas que afirman ser cristianas creen muy firmemente que el hombre tiene un alma inmortal. Al igual que el clérigo que trató de dar consuelo a los padres doloridos, interpretan que las palabras de Jesús al ladrón arrepentido ofrecen esa esperanza: “Te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Luc. 23:43, BJ) Pero, ¿la ofrecen?
Notemos primero que, puesto que la Biblia no se contradice, tiene que haber algún mal entendimiento. El hecho es que el mismo Jesús no fue al Paraíso en ese día, pues la Biblia dice que fue al Hades, el sepulcro común de la humanidad, y fue resucitado al tercer día. (Hech. 2:23-32, Versión Valera Revisada) El mismo Jesús declaró que así como “Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches, así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la tierra.” (Mat. 12:40, Mod) Es por eso que después de su resurrección él le dijo a María que todavía no había ascendido al cielo, a su Dios.—Juan 20:17.
¿Cómo entonces hemos de entender las palabras de Jesús? No como si hubiera dicho: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso,” sino, más bien, “En verdad te digo hoy: Conmigo estarás en el Paraíso.” (Luc. 23:43, traducción de Rotherham; vea también la Traducción del Nuevo Mundo.) La solución estriba en la puntuación correcta. Jesús le estaba diciendo en aquel día al malhechor arrepentido que en algún tiempo futuro él estaría en el Paraíso. Eso está en armonía con el resto de las Escrituras. Pero, ¿puede uno cambiar la puntuación? Con toda certeza. ¿Por qué? Porque la puntuación era desconocida cuando se escribió la Biblia, pues ésta fue sistematizada por primera vez en el siglo XVI de nuestra era común. Así es que la puntuación depende del traductor de la Biblia, y la razón indicaría que cualquier texto que puede ser puntuado en más de una manera sea puntuado de modo que ponga al texto en armonía con el resto de la Biblia.
Otra objeción común que se presenta en cuanto a que los muertos en realidad están muertos, inconscientes, es el relato del hombre rico y Lázaro. Este cuenta que el hombre rico murió y fue al Hades y que en el Hades alzó sus ojos, estando en tormento. (Luc. 16:19-31) Aparentemente esto enseña que hay vida después de la muerte, pero ¿es histórico este relato? ¿Sucedió en la realidad o es meramente una alegoría? Se escribió que Jesús “nada les hablaba sin parábolas.” (Mat. 13:34, BJ) Como muy bien lo señala A New Testament Commentary (1969), el considerarlo histórico “pasa por alto el elemento del simbolismo que es tan evidente en el relato,” tal como “el seno de Abrahán, el gran Abismo y esta llama.” También es significativo que Jesús no dijo nada acerca de que el hombre rico fuera inicuo o de que el hombre pobre fuera bueno. Puesto que se considera como una parábola, no puede usarse para probar que hay vida después de la muerte.
Otra objeción que se presenta es que en el libro de Revelación repetidamente se ven “almas,” como las “de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron.” (Apo. 6:9; 20:4, BJ) Pero de nuevo, ¿no estamos tratando con simbolismos, de los cuales el Libro de Revelación está lleno? ¡Seguramente! (Vea, por ejemplo, Revelación 9:7-10; 12:3.) En vista de lo que dice Levítico 17:11 acerca de que la vida o alma está en la sangre, es bastante evidente que las palabras de Juan aquí quieren decir que él vio la sangre de los cristianos fieles que habían sido degollados por su fidelidad a Dios y a su Palabra. Y nótese que hay una explicación razonable para cualquier otra objeción que supuestamente se base en la Biblia, como es el hecho de que aparentemente algunos han podido hablar con los muertos.
Comunicación con los muertos
Un caso aparente que sirve de ejemplo es el registro del infiel rey Saúl cuando hizo que una bruja hiciera aparecer al fallecido profeta Samuel. Es verdad, la bruja de Endor afirmó comunicarse con el muerto profeta Samuel, pero, ¿lo hizo en realidad? No pudo haberlo hecho, porque los muertos están inconscientes, dormidos en la tumba. (Sal. 146:3, 4; Ecl. 9:5, 10) Entonces, ¿a quién vio la bruja? Vio a un demonio que fingía ser el profeta Samuel. (1 Sam. 28:3-25) ¿Un demonio?
Sí, porque por todas las Escrituras hallamos mención de los demonios, es decir, criaturas espíritus inicuas o ángeles caídos. ¿De dónde vinieron éstos? Obviamente Dios no los creó como demonios, porque toda su obra es perfecta y justa. (Deu. 32:4) Sin embargo, tal como la Biblia cuenta de un ángel que se hizo a sí mismo Satanás el Diablo por su calumniosa oposición a Dios, también cuenta de otras criaturas espíritus que se unieron a él en su oposición a Dios por razones egoístas. Esto sucedió antes del diluvio de los días de Noé, cuando estos ángeles se materializaron y vinieron a la Tierra para disfrutar de los placeres del sexo por medio de tomar esposas para sí mismos de entre las hijas de los hombres. (Gén. 6:1-6) Su prole híbrida, parte angélica y parte humana, llegaron a ser gigantes, que contribuyeron a la iniquidad y violencia de aquellos días prediluvianos. Cuando llegó el Diluvio, esta prole híbrida pereció, pero en cuanto a sus padres angélicos, siendo espíritus, pudieron desmaterializarse y regresar al mundo espiritual. Allí se les ha mantenido en oscuridad y en cautiverio a Satanás el Diablo. Cuando Jesús estuvo en la Tierra repetidamente chocó con estos inicuos.—Luc. 8:26-35; 1 Ped. 3:19, 20; 2 Ped. 2:4.
Sin duda, este clérigo cree que la vida continúa después de la muerte. Esto es lo que también creían los antiguos griegos y romanos. Así es que Sócrates declaró: “Las almas de todos los hombres son inmortales.” Platón siguió a su maestro Sócrates, y por lo tanto se dice que esta creencia acerca del alma es una enseñanza platónica.
¿Por qué creyeron estos hombres de la manera en que lo hicieron? Uno de sus argumentos fue que la mente humana era demasiado maravillosa para tener el mismo destino que la creación bruta. También afirmaron que el que la muerte pusiera fin a todo sería pesar las cosas a favor de los inicuos. Y el antiguo ensayista y orador romano Cicerón argumentó que él mismo, al igual que otros hombres nobles, sufrían y perseveraban solo debido a la esperanza de vida después de la muerte. Por lo tanto él se refería al día de su muerte como el “día glorioso” cuando abandonaría esta Tierra para asociarse con “la divina asamblea de los espíritus difuntos.”
Los “padres” de la Iglesia primitiva se dejaron influenciar por esta creencia griega pagana, y, como resultado, ha llegado a ser parte de muchos credos en la cristiandad. Sin embargo, las razones que los griegos daban para su creencia muestran que creyeron del modo en que lo hicieron, no debido a hechos observables, sino solo porque esa era la manera que querían que fuera.
¿Qué enseña la Biblia?
¿Se enseña en la Biblia la idea de que el hombre tiene un alma separada y distinta de su cuerpo, y de que ésta vive para siempre? No, no se enseña. Por lo tanto en la New Catholic Encyclopedia (Tomo 13, pág. 449), bajo el título “Alma (en la Biblia),” se declara: “No hay dicotomía [división] de cuerpo y alma en el A[ntiguo] T[estamento]. . . . El término nepes, aunque se traduce por nuestra palabra alma, nunca significa el alma como algo distinto del cuerpo.” Así también la New American Bible (una traducción católica romana), en sus Términos Teológicos Bíblicos, bajo el encabezamiento “Alma,” declara: “En el Nuevo Testamento el ‘salvar el alma de uno’ (Mar. 8:35) no significa salvar alguna parte ‘espiritual’ del hombre, como algo opuesto a su ‘cuerpo,’ (en el sentido platónico) sino toda la persona con énfasis en el hecho de que la persona está viva, desea, . . . además de ser concreta y física.”
De igual manera el Dr. H. M. Orlinsky, uno de los más prominentes eruditos de hebreo de los Estados Unidos, dijo con respecto al uso de la palabra “alma”: “La palabra hebrea en cuestión es ‘nefesh.’ . . . La Biblia no dice que nosotros tenemos un alma. ‘Nefesh’ es la persona misma.” El hecho de que la Palabra de Dios ciertamente toma esta posición se ve en Génesis 2:7, que dice según la New English Bible: “Entonces el Señor Dios formó a un hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices el aliento de vida. Así es que el hombre llegó a ser una criatura [nephesh] viviente.” (Otras traducciones dicen “alma” o “ser.”) Puesto que esto es así, síguese que cuando el hombre muere el alma muere. Por eso la Biblia dice: “El alma que pecare, ésa es la que morirá.”—Eze. 18:4, 20 (Versión Moderna).
Ciertamente es interesante que en tiempos recientes los teólogos, uno tras otro, se han declarado en apoyo de este entendimiento. El profesor Milton Gatch, en su libro Death: Meaning and Mortality in Christian Thought and Contemporary Culture, declara: “No es solo que los escritores bíblicos en general no tienen el concepto de un alma como un elemento separable de la existencia humana, sino que también hay acuerdo en que la muerte es la . . . terminación de la existencia y de que no hay tal cosa como una vida venidera individual.” El profesor O. Cullmann, un teólogo de las universidades de París y Basilea, se expresa de igual manera en sus escritos. En su libro Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? él declara: “Ninguna otra publicación mía ha provocado un entusiasmo tan grande o tan violenta hostilidad.” En este libro él recalca el hecho de que la esperanza del hombre para el futuro no estriba en que éste tenga un alma inmortal sino en una resurrección.
La cuestión: vida o muerte
Cuando el Creador colocó al hombre en el jardín de Edén no puso delante del hombre las alternativas de vida en felicidad o vida en tormento sino simplemente la alternativa de vida o muerte: “En el día que comieres de él, [del fruto prohibido] de seguro morirás.” (Gén. 2:17, Mod) Por eso también Jehová repetidamente puso lo mismo delante de la gente de Israel: “Les ofrezco la selección entre la vida y la muerte.”—Deu. 30:19, NEB.
Según la idea griega, los inicuos tienen inmortalidad. Pero la Biblia muestra que la vida es un don: “Porque el salario que el pecado paga es muerte, mas el don que Dios da es vida eterna.” (Rom. 6:23) Un don es algo que se puede aceptar o rehusar, rechazar. De otra manera no puede decirse que es un don. Si los que rehúsan el don de la vida eterna han de ser atormentados para siempre, ya no puede decirse que la vida es un don, pues a uno no se le da a elegir. Pero Dios sí da a es*****. Cualquiera que rehúsa el don de Dios de vida eterna simplemente escoge un estado de inexistencia. La inexistencia fue la selección de Adán, aun como Dios le dijo: ‘eres polvo y al polvo tornarás.’—Gén. 3:19, Biblia de Jerusalén.
Se consideran las objeciones
El profesor Cullman declaró que su libro produjo “violenta hostilidad” por parte de algunos. Sí, muchas personas que afirman ser cristianas creen muy firmemente que el hombre tiene un alma inmortal. Al igual que el clérigo que trató de dar consuelo a los padres doloridos, interpretan que las palabras de Jesús al ladrón arrepentido ofrecen esa esperanza: “Te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Luc. 23:43, BJ) Pero, ¿la ofrecen?
Notemos primero que, puesto que la Biblia no se contradice, tiene que haber algún mal entendimiento. El hecho es que el mismo Jesús no fue al Paraíso en ese día, pues la Biblia dice que fue al Hades, el sepulcro común de la humanidad, y fue resucitado al tercer día. (Hech. 2:23-32, Versión Valera Revisada) El mismo Jesús declaró que así como “Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches, así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la tierra.” (Mat. 12:40, Mod) Es por eso que después de su resurrección él le dijo a María que todavía no había ascendido al cielo, a su Dios.—Juan 20:17.
¿Cómo entonces hemos de entender las palabras de Jesús? No como si hubiera dicho: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso,” sino, más bien, “En verdad te digo hoy: Conmigo estarás en el Paraíso.” (Luc. 23:43, traducción de Rotherham; vea también la Traducción del Nuevo Mundo.) La solución estriba en la puntuación correcta. Jesús le estaba diciendo en aquel día al malhechor arrepentido que en algún tiempo futuro él estaría en el Paraíso. Eso está en armonía con el resto de las Escrituras. Pero, ¿puede uno cambiar la puntuación? Con toda certeza. ¿Por qué? Porque la puntuación era desconocida cuando se escribió la Biblia, pues ésta fue sistematizada por primera vez en el siglo XVI de nuestra era común. Así es que la puntuación depende del traductor de la Biblia, y la razón indicaría que cualquier texto que puede ser puntuado en más de una manera sea puntuado de modo que ponga al texto en armonía con el resto de la Biblia.
Otra objeción común que se presenta en cuanto a que los muertos en realidad están muertos, inconscientes, es el relato del hombre rico y Lázaro. Este cuenta que el hombre rico murió y fue al Hades y que en el Hades alzó sus ojos, estando en tormento. (Luc. 16:19-31) Aparentemente esto enseña que hay vida después de la muerte, pero ¿es histórico este relato? ¿Sucedió en la realidad o es meramente una alegoría? Se escribió que Jesús “nada les hablaba sin parábolas.” (Mat. 13:34, BJ) Como muy bien lo señala A New Testament Commentary (1969), el considerarlo histórico “pasa por alto el elemento del simbolismo que es tan evidente en el relato,” tal como “el seno de Abrahán, el gran Abismo y esta llama.” También es significativo que Jesús no dijo nada acerca de que el hombre rico fuera inicuo o de que el hombre pobre fuera bueno. Puesto que se considera como una parábola, no puede usarse para probar que hay vida después de la muerte.
Otra objeción que se presenta es que en el libro de Revelación repetidamente se ven “almas,” como las “de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron.” (Apo. 6:9; 20:4, BJ) Pero de nuevo, ¿no estamos tratando con simbolismos, de los cuales el Libro de Revelación está lleno? ¡Seguramente! (Vea, por ejemplo, Revelación 9:7-10; 12:3.) En vista de lo que dice Levítico 17:11 acerca de que la vida o alma está en la sangre, es bastante evidente que las palabras de Juan aquí quieren decir que él vio la sangre de los cristianos fieles que habían sido degollados por su fidelidad a Dios y a su Palabra. Y nótese que hay una explicación razonable para cualquier otra objeción que supuestamente se base en la Biblia, como es el hecho de que aparentemente algunos han podido hablar con los muertos.
Comunicación con los muertos
Un caso aparente que sirve de ejemplo es el registro del infiel rey Saúl cuando hizo que una bruja hiciera aparecer al fallecido profeta Samuel. Es verdad, la bruja de Endor afirmó comunicarse con el muerto profeta Samuel, pero, ¿lo hizo en realidad? No pudo haberlo hecho, porque los muertos están inconscientes, dormidos en la tumba. (Sal. 146:3, 4; Ecl. 9:5, 10) Entonces, ¿a quién vio la bruja? Vio a un demonio que fingía ser el profeta Samuel. (1 Sam. 28:3-25) ¿Un demonio?
Sí, porque por todas las Escrituras hallamos mención de los demonios, es decir, criaturas espíritus inicuas o ángeles caídos. ¿De dónde vinieron éstos? Obviamente Dios no los creó como demonios, porque toda su obra es perfecta y justa. (Deu. 32:4) Sin embargo, tal como la Biblia cuenta de un ángel que se hizo a sí mismo Satanás el Diablo por su calumniosa oposición a Dios, también cuenta de otras criaturas espíritus que se unieron a él en su oposición a Dios por razones egoístas. Esto sucedió antes del diluvio de los días de Noé, cuando estos ángeles se materializaron y vinieron a la Tierra para disfrutar de los placeres del sexo por medio de tomar esposas para sí mismos de entre las hijas de los hombres. (Gén. 6:1-6) Su prole híbrida, parte angélica y parte humana, llegaron a ser gigantes, que contribuyeron a la iniquidad y violencia de aquellos días prediluvianos. Cuando llegó el Diluvio, esta prole híbrida pereció, pero en cuanto a sus padres angélicos, siendo espíritus, pudieron desmaterializarse y regresar al mundo espiritual. Allí se les ha mantenido en oscuridad y en cautiverio a Satanás el Diablo. Cuando Jesús estuvo en la Tierra repetidamente chocó con estos inicuos.—Luc. 8:26-35; 1 Ped. 3:19, 20; 2 Ped. 2:4.