tutifruti
27/02/2014, 06:13
DIAS DE INVIERNO
La lluvia no era continuada, pero sí lo suficiente para dejar el suelo brillante y resbaladizo.
Justo empezaba la mañana y miraba por los cristales a la espera de que la cafetera empezara a burbujear. Pronto llegaría hasta mí el aroma penetrante, que sabía de antemano sería como echar gasolina a un coche para que circulara.
Los vehículos ajenos a todo, rodaban ya por el asfalto camino de sus trabajos.
Y mi mirada se ha dirigido hasta la acera de enfrente, y no he podido por menos que sentir una punzada especial al ver como alguien, a quien no distinguía el rostro, pedaleaba despacio en una bicicleta a la que había añadido un pequeño carrito con ruedas, detrás llevaba un palo con una banderita multicolor. Se notaba que el peso era excesivo, pues casi no avanzaba.
Unas bolsas grandes a cada lado demostraban que eran seguramente el motivo por el cual le costaba avanzar al conductor. En una de las bolsas asomaba la cabeza de un perro
Probablemente su amigo más fiel. Quizás el único amigo que tenía.
Un sin techo pensé. Alguien que llevaba todo cuanto poseía encima de una bicicleta vieja y a punto de caerse a trozos
Seguía pedaleaba despacio, sin prisas pero sin pausas como se dice vulgarmente.
Continué mirándole hasta que le vi llegar a su destino.
A lo lejos un grupo de gente formando corros en espera que se abrieran los comedores sociales, para ayudar a los más necesitados. Allí se reunió con ellos.
Y me he preguntado ¿hasta cuándo podremos resistir esta pesada carga que nos invade? Ya son demasiados los que buscan en estos comedores, algo caliente que tomar.
El ruido de la cafetera me ha indicado que ya estaba listo mi desayuno.
Preguntándome si era lícito que yo me sentara ante la mesa de mi comedor, sabiendo que otros muchos no lo podían hacer.
Probablemente en otros días, en pleno verano, cuando no aprieta el frío, cuando la lluvia no importa demasiado, no le hubiera dado tanta importancia, pero hoy…me ha parecido una injusticia demasiado grande.
Me he apartado de la ventana, teniendo en mis retinas todavía la visión del hombre pedaleando con esfuerzo, sobre un asfalto reluciente y resbaladizo por esa lluvia intermitente, pero que al fin calaba hasta los huesos.
Diciembre 2013
La lluvia no era continuada, pero sí lo suficiente para dejar el suelo brillante y resbaladizo.
Justo empezaba la mañana y miraba por los cristales a la espera de que la cafetera empezara a burbujear. Pronto llegaría hasta mí el aroma penetrante, que sabía de antemano sería como echar gasolina a un coche para que circulara.
Los vehículos ajenos a todo, rodaban ya por el asfalto camino de sus trabajos.
Y mi mirada se ha dirigido hasta la acera de enfrente, y no he podido por menos que sentir una punzada especial al ver como alguien, a quien no distinguía el rostro, pedaleaba despacio en una bicicleta a la que había añadido un pequeño carrito con ruedas, detrás llevaba un palo con una banderita multicolor. Se notaba que el peso era excesivo, pues casi no avanzaba.
Unas bolsas grandes a cada lado demostraban que eran seguramente el motivo por el cual le costaba avanzar al conductor. En una de las bolsas asomaba la cabeza de un perro
Probablemente su amigo más fiel. Quizás el único amigo que tenía.
Un sin techo pensé. Alguien que llevaba todo cuanto poseía encima de una bicicleta vieja y a punto de caerse a trozos
Seguía pedaleaba despacio, sin prisas pero sin pausas como se dice vulgarmente.
Continué mirándole hasta que le vi llegar a su destino.
A lo lejos un grupo de gente formando corros en espera que se abrieran los comedores sociales, para ayudar a los más necesitados. Allí se reunió con ellos.
Y me he preguntado ¿hasta cuándo podremos resistir esta pesada carga que nos invade? Ya son demasiados los que buscan en estos comedores, algo caliente que tomar.
El ruido de la cafetera me ha indicado que ya estaba listo mi desayuno.
Preguntándome si era lícito que yo me sentara ante la mesa de mi comedor, sabiendo que otros muchos no lo podían hacer.
Probablemente en otros días, en pleno verano, cuando no aprieta el frío, cuando la lluvia no importa demasiado, no le hubiera dado tanta importancia, pero hoy…me ha parecido una injusticia demasiado grande.
Me he apartado de la ventana, teniendo en mis retinas todavía la visión del hombre pedaleando con esfuerzo, sobre un asfalto reluciente y resbaladizo por esa lluvia intermitente, pero que al fin calaba hasta los huesos.
Diciembre 2013