jorgesalaz
22/02/2014, 11:20
-Baronesa de Austin-Mannor, su exquisita cortesía y pródiga hospitalidad van a la par de su belleza sin igual, digna de plasmarse en el más fino mármol bajo el escoplo de Fidias, de un cuadro de Leonardo y de las letras de Lord Byron, Shelley o Keats.
-¡Oh, Marqués! ¡Calle, que me sonrojo! Es usted un inveterado adulador. Segura estoy de que en sus vastas posesiones de Rutherfield habrá hermosísimas doncellas...
-Puede jurarlo que las hay, mi bella dama, pero sepa usted que ninguna igualará jamás su donosura, el brillo de sus ojos, lo terso de su piel ni el aroma de su té.
-Celebro que le guste, Milord y que aprecie la fina porcelana herencia de mi bisabuela la Condesa de Elf, que la recibió como un regalo de la mismísima Reina Victoria.
-Digna de los dioses, querida, así como los hermosos tapices de Damasco, las alfombras de Persia y el encanto de Francia en esta seductora sala, pálida ante vuestra hermosura.
-¿A cuántas habrá dicho semejantes requiebros, mi querido Marqués?
-A tres nada más: A una Emperatriz, a una Reina y a un ángel, que es usted.
-¡Señor mío! ¡No abuse! Sabe bien que mi corazón es débil.
-Como el mío, Señora y lo pongo a sus pies.
-¡Oh Señor! ¡Compadézcase de esta pobre mujer que se rinde entre sus fuertes brazos!
-¡Mía, eres mía al fin! ¡Gracias al cielo!
-Esta sala señor Licenciado, es utilizada por los internos para socializar. Usted sabe, una institución siquiátrica tiene varias secciones. Ahora nos encontramos en la de los que padecen trastornos de personalidad. Como en los chistes, aquí tendríamos al loco que se cree Napoleón, Hitler o Nerón, aunque también hay Cleopatras y Elenas de Troya.
-Y como puede ver, todo aquí es sobrio, austero. Las paredes desnudas pintadas de colores neutros, el piso de cemento pulido y los muebles fijados al suelo. Los dementes son incapaces de notar la diferencia con un palacio. Solo están autorizados a tomar agua y los vasos son desechables, de papel encerado no tóxico por si se les ocurriera comérselo. Le aseguro que el subsidio que nos otorga el Ministerio de Salud está muy bien empleado.
-¡Enfermero Rodríguez! Haga el favor de conducir a Juan y a Magui a sus respectivos pabellones. Es hora de que cenen y duerman. Asegúrese de que vayan antes al aseo.
-Disculpe Licenciado, continuamos. Acá tenemos la sala de pacientes esquizofrénicos...
-¡Oh, Marqués! ¡Calle, que me sonrojo! Es usted un inveterado adulador. Segura estoy de que en sus vastas posesiones de Rutherfield habrá hermosísimas doncellas...
-Puede jurarlo que las hay, mi bella dama, pero sepa usted que ninguna igualará jamás su donosura, el brillo de sus ojos, lo terso de su piel ni el aroma de su té.
-Celebro que le guste, Milord y que aprecie la fina porcelana herencia de mi bisabuela la Condesa de Elf, que la recibió como un regalo de la mismísima Reina Victoria.
-Digna de los dioses, querida, así como los hermosos tapices de Damasco, las alfombras de Persia y el encanto de Francia en esta seductora sala, pálida ante vuestra hermosura.
-¿A cuántas habrá dicho semejantes requiebros, mi querido Marqués?
-A tres nada más: A una Emperatriz, a una Reina y a un ángel, que es usted.
-¡Señor mío! ¡No abuse! Sabe bien que mi corazón es débil.
-Como el mío, Señora y lo pongo a sus pies.
-¡Oh Señor! ¡Compadézcase de esta pobre mujer que se rinde entre sus fuertes brazos!
-¡Mía, eres mía al fin! ¡Gracias al cielo!
-Esta sala señor Licenciado, es utilizada por los internos para socializar. Usted sabe, una institución siquiátrica tiene varias secciones. Ahora nos encontramos en la de los que padecen trastornos de personalidad. Como en los chistes, aquí tendríamos al loco que se cree Napoleón, Hitler o Nerón, aunque también hay Cleopatras y Elenas de Troya.
-Y como puede ver, todo aquí es sobrio, austero. Las paredes desnudas pintadas de colores neutros, el piso de cemento pulido y los muebles fijados al suelo. Los dementes son incapaces de notar la diferencia con un palacio. Solo están autorizados a tomar agua y los vasos son desechables, de papel encerado no tóxico por si se les ocurriera comérselo. Le aseguro que el subsidio que nos otorga el Ministerio de Salud está muy bien empleado.
-¡Enfermero Rodríguez! Haga el favor de conducir a Juan y a Magui a sus respectivos pabellones. Es hora de que cenen y duerman. Asegúrese de que vayan antes al aseo.
-Disculpe Licenciado, continuamos. Acá tenemos la sala de pacientes esquizofrénicos...