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Eburnea
19/02/2014, 06:34
EN HONOR A GALILEO

El 15 Febrero pasado se cumplieron 450 años del nacimiento de Galileo Galilei ( 1564-1642). Merece, como poco unas palabras, indicadoras de que no lo hemos olvidado.

Recuerdo con emoción el momento en que visité el Museo de la Ciencia en Florencia, que lleva su nombre, y entré en la sala dedicada a él. En la pared, con letras grandes escrita su frase: “EL UNIVERSO ESTÁ ESCRITO EN EL LENGUAJE DE LAS MATEMÁTICAS”. Sentí el respeto de quien entra en un templo. Ante mí estaban expuestos sus instrumentos de medición, el plano inclinado, los tres primeros telescopios. Muy lejos y alto vio con ellos, pero no más alto que su inteligencia privilegiada. Nuestra admiración de hoy fue ayer envidia; suele ocurrir. La sufrió de filósofos contemporáneos y fue objeto de un juicio y condena por parte de la Inquisición italiana, que, aun hoy, pesa como una lacra; es la situación que más ha puesto en entredicho a la Iglesia respecto a la Ciencia.
Mucho se ha escrito, pero yo ahora tan sólo quiero citar textualmente la parte final de su proceso. Para ello me basaré en el libro de James Reston Jr. GALILEO y Giorgio de Santillana en CARTAS DE CIGOLI SOBRE LA IGNORANCIA en THE CRIMEN OF GALILEO ( pp. 21 y s.)

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Lo que la Iglesia Católica le haría a Galileo ha sido motivo de satisfacción y desprecio durante 450 años. Lo que se hizo a sí misma ha sido objeto de idéntico juicio. Y lo que no hizo hasta 1992 sigue siendo palpitante cuestión. El rostro de Galileo siempre obsesionó a la Iglesia.

Este juicio y condena le hizo cargar con el sambenito de oponerse a la Ciencia, incluso a la Inteligencia, pese a que descubrimientos y mecenazgos, como el de León XIII fundando el OBSERVATORIO VATICANO indiquen que se han hecho gestos simbólicos y reales. Pero ¿puede la fundación de un observatorio subsanar aquella ignominia?. León XIII negó con pasión que la Iglesia fuera oscurantista, pues “contribuye de forma muy noble a fomentar una ciencia que eleva el espíritu de los mortales a la contemplación de los fenómenos celestes”.

En los años 60 el dominico Louis – Dominique Dubarle inició una campaña para reabrir el caso Galileo. En parte le dominaba el impulso de limpiar el nombre de su orden tan ligado a la Inquisición. Junto con otros sacerdotes progresistas llevaron el caso al Concilio Vaticano II de 1963, pero el papa Juan XXIII murió sin poder abordar el asunto y su sucesor Pablo VI lo dejó pasar.
Juan Pablo II sorprendió a muchos al anunciar en 1979 que se reconsideraría oficialmente el caso Galileo. Era iniciativa suya, quizá como polaco y supuestamente simpatizante de otro gran medio polaco – COPÉRNICO –
No dio claves en su declaración, que hizo con marcado acento de Polonia: Subrayó lo obvio. Galileo había sufrido a manos de los sacerdotes, pero en apariencia culpó a ambas partes “ la Iglesia estudiaría y reconocería los errores de una u otra parte”. Sin embargo hay que destacar su simpatía particular. Citó palabras textuales de Galileo a la Gran Duques Cristina e intensificó su acento polaco: “Las Sagradas Escrituras no pueden mentir, siempre y cuando se interpreten correctamente”.
Se celebraron encuentros sobre el sabio. Se publicó un libro de documentos sobre el historial de Galileo, pero no completo. Juan Pablo II rozó el tema en muchas ocasiones y demostró su simpatía pero NUNCA admitió explícitamente el error, pues le preocupaba la autoridad moral de la Iglesia. Tan sólo habló de depuración en general: “La Ciencia debe depurar a muchos que confunden religión con Superstición. La Iglesia puede depurar a la Ciencia de los falsos absolutos”

Pero…¿Y Galileo y su caso concreto?. Una vez más quedó patente el gran problema de la Iglesia: No basta con reconocer errores. Sigue en pie: ¿Cómo los debe reconocer una Institución Divina?....

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El 12 de abril de 1633, Galileo Galilei compareció, a la edad de 69 años, ante el Santo Oficio, la Inquisición romana, para dar cuenta de un libro que había publicado un año atrás, el Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, en el que defiende el modelo heliocéntrico propuesto por Copérnico, en el cual la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol, y ridiculiza el geocentrismo, que coloca a la Tierra en el centro fijo del universo y que está basado en la física aristotélica y, sobre todo, en el modelo ptolemaico, el que mejor encajaba con las Sagradas Escrituras.

En 1616, el cardenal Belarmino, inquisidor del Santo Oficio, el mismo que había dirigido el proceso contra el filósofo Giordano Bruno, que fue quemado vivo en la hoguera, ya había amonestado a Galileo por tratar de defender el copernicanismo y por poner en duda la representación tradicional del mundo

El 16 de Junio de 1622 el Tribunal de cardenales celebró una reunión a puerta cerrada con el papa Urbano VIII. Había llegado el momento del juicio. Sería un examen riguroso sobre las intenciones de Galileo. Se trataba de preparar un expediente para la historia. Tenía que contener la confesión de boca del propio falsario, del acusado de que poseía un negro corazón de hereje. En el decreto que surgió en la reunión del Santo Oficio se establecían los pasos a seguir: Confesión de mala intención bajo amenaza de tortura (etiam comminata ei tortura). Retractación ante el Pleno. Condena a cadena perpetua. No hablar jamás ni una sola palabra sobre cosmología, ni sobre la teoría de Copérnico, ni enseñar, incluso sobre las teorías contrarias como las de Ptolomeo: El miedo a su brillantez retórica dictaba condena de SILENCIO ABSOLUTO DE POR VIDA.
Se prohibió e incluyó en el INDICE el “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo” y se ordenó quemarlo como basura. De todo se haría lectura pública, obligad en las aulas de los profesores de matemáticas y ciencias naturales.

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El carruaje partió por última vez hacia el Vaticano el 21 de Junio. Bajó la cuesta de la Iglesia de la Trinità dei Monti, entró en el centro histórico de Roma, cerca de Campo dei Fiori, donde aquel año de 1633 habían ardido en la misma hoguera tres hombres por conspirar contra Urbano VIII, añadiéndolos al recuerdo de Giordano Bruno ( a quien nadie todavía ha pedido una disculpa). La litera continuó, cruzó el Tiber por el puente de Sant´Angelo, donde los presos religiosos soportaban diario las severidaes más atroces.
Galileo iba sabiendo perfectamente cómo podía acabar el día. Estaba cansado, abatido y resignado; era ya un anciano.
- ¿Tenéis algo que decir? Inquirió el inquisidor Maculano

- ¿Sostenéis o habéis sostenido que es el Sol y no la Tierra el Centro del Universo?

Silencio un instante. Después una voz muy cansada y débil

- Hace tiempo que no sabía por cuál de las dos opiniones inclinarme, si por Ptolomeo o Copérnico….era algo opinable. Pero tras el dictamen de la Santa Congregación del Índice y desde que la prudencia de las autoridades me lo ratificó se desvanecieron mis dudas y pasé a creer que la opinión de Ptolomeo es absolutamente cierta e indiscutible.

- No se aprecia eso en vuestro libro. ¡Decid la verdad!.

- No sostengo la opinión de Copérnico – dijo con esfuerzo sobrehumano. Por lo demás estoy en vuestras manos. Haced conmigo lo que queráis.

La resignación irritó al inquisidor.

- Decid la verdad – gritó Maculano- de lo contrario sólo quedará el recurso de la tortura

El aterrorizado anciano pareció desvanecerse y fue sacado fuera.

Se decidió un escarmiento público, en escenario grandioso para engrandecer a humillación. El 22 de Junio en la basílica de los dominicos, Santa María Sopra Minerva, en el centro de Roma, junto al Panteón se alzó la voz de Maculano acusando de “Grave sospecha de herejía”.

¿Qué más querían. ¿No había hecho lo que le habían pedido? ¿No tenían bastante?.

- “EL DIÁLOGO” será prohibido mediante edicto público y os condenamos a encarcelamiento oficial en este Santo Oficio”. Maculano cabeceó y tomó asiento e indicó al condenado que ya podía comenzar a decir públicamente su pecado

Éste fue exacta y literalmente el texto de abjuración:

“Yo, Galileo, hijo de Vincenzo Galileo de Florencia, a la edad de 70 años, interrogado personalmente en juicio y postrado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales, en toda la República Cristiana contra la herética perversidad Inquisidores generales; teniendo ante mi vista los sacrosantos Evangelios, que toco con mi mano, juro que siempre he creído, creo aún y, con la ayuda de Dios, seguiré creyendo todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia.

Pero, como, después de haber sido jurídicamente intimado para que abandonase la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no podía mantener, defender o enseñar de ninguna forma, ni de viva voz ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de que se me comunicó que la tal doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, escribí y di a la imprenta un libro en el que trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado por este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de haber mantenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve. Por lo tanto, como quiero levantar de la mente de las Eminencias y de todos los fieles cristianos esta vehemente sospecha que justamente se ha concebido de mí, con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y cada uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia. Y juro que en el futuro nunca diré ni afirmaré, de viva voz o por escrito, cosas tales que por ellas se pueda sospechar de mí; y que si conozco a algún hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre.

Juro y prometo cumplir y observar totalmente las penitencias que me han sido o me serán, por este Santo Oficio, impuestas; y si incumplo alguna de mis promesas y juramentos, que Dios no lo quiera, me someto a todas las penas y castigos que me imponen y promulgan los sacros cánones y otras constituciones contra tales delincuentes. Así, que Dios me ayude, y sus santos Evangelios, que toco con mis propias manos.

Yo, Galileo Galilei, he abjurado, jurado y prometido y me he obligado; y certifico que es verdad que, con mi propia mano he escrito la presente cédula de mi abjuración y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva este 22 de junio de 1633. Yo, Galileo Galilei, he abjurado por propia voluntad”.-

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La sentencia de un hereje lapso era la hoguera en Campo dei Fiori. Y el campo ardía con estelas de humo de justa indignación. Quizá fuer en esos instantes cuando el aterrorizado Galileo pensaba: “EPPUR SI MUOVE”

Valencia, febrero, 2014
Ebúrnea

Avicarlos
19/02/2014, 08:23
Bien nos va el detalle de esta transcripción de esta hermosa relación. Galileo- Inquisición.
Amiga Eburnea, ¿porqué no nos subes un simil con el Giordano Bruno, que también se las trae y no está demasiado popularizada su felocísima relación Giordano-Inquisición?.

Un abrazo de Avicarlos.

Eburnea
19/02/2014, 11:18
Hola, Avicarlos. Ya no lo recuerdas porque pasó mucho tiempo, pero el 28/8/2012 publiqué en Historia un post sobre Giordano Bruno, con estracto del acta de su proceso. Incluso está duplicado por error. Ve y lo encontrarás enseguida.

A bruno lo tengo clavado en el corazón. El libro con las actas completas de su proceso, que guardo como un tesoro es impagable.
Un abrazo Ebúrnea

Avicarlos
19/02/2014, 15:31
Hola, Avicarlos. Ya no lo recuerdas porque pasó mucho tiempo, pero el 28/8/2012 publiqué en Historia un post sobre Giordano Bruno, con estracto del acta de su proceso. Incluso está duplicado por error. Ve y lo encontrarás enseguida.

A bruno lo tengo clavado en el corazón. El libro con las actas completas de su proceso, que guardo como un tesoro es impagable.
Un abrazo Ebúrnea

Tienes razón Eburnea. No recordaba donde lo había leído y quizá contribuyera mi falla de meoria, en que allí, sólo intervino once. Pasé de largo sin comentario alguno, ya que lo que expusiste era un ochenta por ciento desconocido por mí. ¿Qué podía aportar ante una redacción documentada, con mi desconocimiento casi total?.

Pues me ha servido repasarlo con nueva lectura y te agradezco que allá me enviaras. Al ser escrito de casi dos años ha, ya está cerrado.
Ello no es ápice para leerlo las veces que convengan.

Un abrazo de Avicarlos.