Koli33
26/01/2014, 16:16
Se le tiene miedo, al pueblo hablando y discutiendo las ideas, armado con las propiedades del lenguaje y las contradicciones de la convivencia, creando y desarrollando, destruyendo y proponiendo soluciones, innovaciones productivas e ideológicas, instrumentales y tecnológicas, desde el pueblo a partir de su garganta. A partir de la palabra y el lenguaje.
A esto se le tiene miedo, a un pueblo armado con el manejo del sentido y la libertada productiva de la palabra. Causa escalofrió solo pensarlo, y más aun a los consagrados dirigentes tanto de derecha o de izquierda.
Ya que un pueblo pensante , dialogante es un pueblo activo y participativo, que actúa en el mundo, a través del mundo, por medio de su cuerpo, de sus brazos de sus ideas, de sus heridas , de sus muertos, de su trabajo despreciado , robado, de su drama y pensamiento, proponiendo mundo sobre el mundo, sin falsos intermediarios, sin pastores ni sacerdotes, ni científicos, ni políticos, ni caudillos y coroneles, tecnócratas padre santos, maestros supremos, semidioses petrificados en testamos monumentos de bronce y piedra.
En y por medio de sagrados manuscritos, monumentos de tinta y papel, etc.,
Un pueblo que se apropie del poder de la palabra, de ese poder mediático por el que se lo ha reducido, esclavizado, maniatado y explotado por siglos, es lo peligroso, es lo más subversivo que pueda existir.
Ya que un pueblo armado del dialogo, la palabra y el pensamiento, deja de prescindir de pastores e iluminados que lo dirijan, o iluminen, lo guíen, lo roben, lo utilicen.
Por eso, no se promueve la discusión, no se enseña el papel político del manejo del lenguaje, de la palabra, en la construcción de una ideología por la defensa del agua de los ríos, de la información sagrada, esa sí, que corre por las venas, estalla por lo orgasmos, en la construcción solidaria de la comunidad.
Precisamos armarnos de la palabra, los instrumentos de devastación y dramáticos genocidios, sostenidos y esgrimido por todos aquellos traidores al maíz maduro y la grandiosidad de la tierra, que sistemáticamente siguen atentado contra la vida.
Necesitamos hacernos del instrumento esencial de los traidores, para construir, cura, sanar de nuestras heridas, para amar, fundar, fortalecer nuestras relaciones, fragmentadas por el odio y la violencia de la ceguera genocida, de todos aquellos que no creen en la vida.
Ya que nos es esencial y vital para todo. Necesitamos recuperar el habla, la voz, el ejercicio político solidario de dirigirnos hacia la vida del otro, del mundo como seres vivos íntegros que recuperan la lengua, la palabra en todo para todo.
Hasta cuando me miro en el espejo, me tengo que manejar con una idea, una construcción mental, virtual, ideológica, mediable y representables en un lenguaje, al tomarme a mis mismo, como un alguien, tengo que interpretarme, interpelarme, manejarme y reconocerme, en función de esa y por esa idea, que sostengo y represento, transfiero a los demás por un habla, un lenguaje colectivo.
Que es el que nos han robado, nos han suplantado por otro, nos han impuesto un habla, un lenguaje, que no se reconoce en la vida, que desprecia la vida, que rompe nuestros huesos, envenena nuestra mirada, nuestro sentir, nuestra voz, nuestro aliento, nuestro futuro , nuestro sueño.
Tengo que tomar la palabra para volverme contra la palabra, las ideas y los conceptos, que asumo y empleo como espacio de interpretación propio, para transformar esa construcción, que auspicio y represento con mi sangre, para destruir o desplazar esa idea representativa ajena y colonizarte, que he asumido por obligación, que me la han impuestos los traidores, para manejarme y reconocerme como uno más de sus esclavos.
Tengo que luchar contra la identidad, el nombre, la persona, la forma social y productiva, que me ha sido dada por medio de la palabra, de la idea de persona, de la que tristemente me valgo, de la que me tomo, y me siento, a partir de la que me veo, me vivo, ya que estas son construcciones políticas, mentales, sociales y culturales, creadas para los derrotados, los vencidos de ahora y de siempre, por todas las formas de discurso, imperiales y sacerdotales, colonialistas y capitalistas, como imperialistas.
Y aun partiendo de esta idea, de esta reducción y limitación social cultural política a la que nos han confinado, reducido, con la idea de persona, en mi angustiada reflexión, aun partiendo de ella y rompiendo con ella, ya que no creo, no me creo ni siento limitado, atado a esta mi supuesta y dada identidad personal, manejada y empleada en el mercado. Como mi austera propiedad privada, para tristemente relacionarme por el manejo mental del valor de una economía, una política, fundada en la representación de la violencia, la masacre, la depreciación, la reducción y traducción, transformación de lo vivo a mera mercadería.
He dejado de reconocerme en lo social y cultural, intento abandonar lo social y cultural, en cuanto a todo lo simbólico comercial, para asumirme y reconocerme en lo vivo, y paradójicamente este recorrido, esta desconstrucción de mi identidad, este salirme del concepto de persona, que me ha sido y que me es dado, impuesto por los interésese meramente económicos de la violencia de los traidores y descreídos de la vida.
Y esta guerra la tengo que hacer, y establecer por medio de esta desconstrucción, por medio de un lenguaje, que intentare construir, conjugar, conjurar a un otro, que se funde en el respeto, en la ponderación de la gramática de la vida, precisamente en lo contrario, y no en la de la sociedad, la cultura, que todo lo traduce y lo reduce a sus conceptos, que se funda en la destrucción, la dominación y explotación de la vida.
Hay que tener mucho cuidado cuando se habla de sociedad y cultura, y de cultura más cultura, como un bien en sí mismo sin fisuras, sin una reflexión crítica, nosotros, en nuestra depreciación, tragedia y derrota, somos productos, como víctimas de una sociedad y una cultura, fundada en la violencia.
En el dominio y la explotación, en la reducción y limitación de todo lo vivo a sus objetivos privativos, en la depredación y depreciación de la vida, de la tierra, como de todos los recurso del planeta, a partir de nuestras vidas y huesos, sometidos, subordinados, ligados y sujetados a una cultura que nos encadena y condena, por las atribuciones, los derechos, los dones y los nombres que nos da e impone.
El arco y las flechas, sobre el que mejoramos nuestras condiciones de vida sobre la tierra, y que posteriormente se empleo contra la vida y el sometimiento, contra la explotación y esclavitud de otros, a partir de doblegarlos y someterlos por la violencia sistematizada contra su mundo y vidas, también son productos de la cultura, funda en el desarrollo de los instrumentos y las herramientas, y sobre todo, en el uso y desarrollo de la fuerza y la violencia, por medio de ellas, de las tecnologías, contra la vida, contra nosotros mismos.
La cultura del respeto, la civilización del respeto, de la comprensión y admiración de y por la vida, no existe aun, aun no a nacido.
Tengo que abolir ese veneno representativo que me degrada por dentro que me vacía de sentido y significado, para abandonar la realidad impuesta, sostenida , mantenida por los traidores, la realidad inventada, creada, ideo imaginada y representada por la palabra.
Sin perderme en mis relaciones con la vida, por esto necesito recuperar el papel político de la palabra, una otra palabra, una palabra para establecer el espacio y el tiempo reciproco del dialogo, para el rencuentro con el lenguaje de la vida.
Ya que la vida, se sustenta y auto organiza por medio de un discurso, una narrativa vital, que constantemente es traducida a nuestro ser, a nuestros huesos, ideas y pensamientos, emociones y reflexiones, cuando la tomamos, y la asumimos por la boca, entre los dientes, para que sea parte con sus sentidos y encantos, con sus significados y motivos, de nuestros latidos y brazos.
Somos hablados por la vida, por eso tenemos y contamos con la realidad de su discurso, pero; paradójicamente, nos separamos de la vida, nos distanciamos apartamos de ella, mentalmente, como un niño se aparta distancia mentalmente del mundo real, trasladándose con su mente e imaginación, a un mundo imaginario.
Y nosotros no menos que niños en nuestros orígenes, nos traducimos y apartamos de lo real, por esta capacidad mental, y lo hacemos a y por medio de otro discurso, otra gramática, un producto mental que permite la construcción y el mantenimiento del distanciamiento mental del mundo el espacio y el tiempo de lo real, por la que nos auto construimos y auto representamos, auto organizamos como especie, en otro espacio y mundo.
Totalmente muy otro, ajeno y distante al real, en tanto que jugamos y teatralizamos, construimos nuestra invención mental sobre lo real, a partir de la alteración y transformación, de lo que yo llamo la traducción de lo real, al mundo y la realidad del espacio y el tiempo, de lo temporal, de lo virtual- mental.
Construimos nuestros mundos imaginarios, al margen de la vida y la muerte. De aquí el tremendo y extraordinario valor “supuesto” de nuestro lenguaje, (como verbo sagrado) pilar y ladrillo fundamental, mental, de toda forma de construcción, desarrollo y proyección mental, del juego, las construcciones que la humanidad juega y representa, crea y produce como la realidad y experiencia mental de su mundo.
De aquí el valor de la palabra como fundamento del origen de toda forma de civilización, construcción, organización social cultural, mental, como un potente cristalizador, catalizador, forma de traducción de la acción del discurso productivo del lenguaje de la vida, a la acción productiva del lenguaje humano social cultural, hoy en crisis.
Traducción al más que potente y terrorífico discursos de los discurso dominantes, del despiadado juego productivo y reproductivo de todas nuestras formas y modelos de organización y dominio, como de sometimiento y explotación de la realidad, fundados en la violencia, con que se caracteriza, cristalizan y materializan en su desarrollo dinámico, las formas y los distintos modelos de nuestras construcciones sociales culturales.
Como construcciones ideo imaginarias de la mente humana, edificadas por el lenguaje, las distintas lenguas que se ponen en juego, por la conquista, el dominio y el sometimiento del mundo real.
A esto se le tiene miedo, a un pueblo armado con el manejo del sentido y la libertada productiva de la palabra. Causa escalofrió solo pensarlo, y más aun a los consagrados dirigentes tanto de derecha o de izquierda.
Ya que un pueblo pensante , dialogante es un pueblo activo y participativo, que actúa en el mundo, a través del mundo, por medio de su cuerpo, de sus brazos de sus ideas, de sus heridas , de sus muertos, de su trabajo despreciado , robado, de su drama y pensamiento, proponiendo mundo sobre el mundo, sin falsos intermediarios, sin pastores ni sacerdotes, ni científicos, ni políticos, ni caudillos y coroneles, tecnócratas padre santos, maestros supremos, semidioses petrificados en testamos monumentos de bronce y piedra.
En y por medio de sagrados manuscritos, monumentos de tinta y papel, etc.,
Un pueblo que se apropie del poder de la palabra, de ese poder mediático por el que se lo ha reducido, esclavizado, maniatado y explotado por siglos, es lo peligroso, es lo más subversivo que pueda existir.
Ya que un pueblo armado del dialogo, la palabra y el pensamiento, deja de prescindir de pastores e iluminados que lo dirijan, o iluminen, lo guíen, lo roben, lo utilicen.
Por eso, no se promueve la discusión, no se enseña el papel político del manejo del lenguaje, de la palabra, en la construcción de una ideología por la defensa del agua de los ríos, de la información sagrada, esa sí, que corre por las venas, estalla por lo orgasmos, en la construcción solidaria de la comunidad.
Precisamos armarnos de la palabra, los instrumentos de devastación y dramáticos genocidios, sostenidos y esgrimido por todos aquellos traidores al maíz maduro y la grandiosidad de la tierra, que sistemáticamente siguen atentado contra la vida.
Necesitamos hacernos del instrumento esencial de los traidores, para construir, cura, sanar de nuestras heridas, para amar, fundar, fortalecer nuestras relaciones, fragmentadas por el odio y la violencia de la ceguera genocida, de todos aquellos que no creen en la vida.
Ya que nos es esencial y vital para todo. Necesitamos recuperar el habla, la voz, el ejercicio político solidario de dirigirnos hacia la vida del otro, del mundo como seres vivos íntegros que recuperan la lengua, la palabra en todo para todo.
Hasta cuando me miro en el espejo, me tengo que manejar con una idea, una construcción mental, virtual, ideológica, mediable y representables en un lenguaje, al tomarme a mis mismo, como un alguien, tengo que interpretarme, interpelarme, manejarme y reconocerme, en función de esa y por esa idea, que sostengo y represento, transfiero a los demás por un habla, un lenguaje colectivo.
Que es el que nos han robado, nos han suplantado por otro, nos han impuesto un habla, un lenguaje, que no se reconoce en la vida, que desprecia la vida, que rompe nuestros huesos, envenena nuestra mirada, nuestro sentir, nuestra voz, nuestro aliento, nuestro futuro , nuestro sueño.
Tengo que tomar la palabra para volverme contra la palabra, las ideas y los conceptos, que asumo y empleo como espacio de interpretación propio, para transformar esa construcción, que auspicio y represento con mi sangre, para destruir o desplazar esa idea representativa ajena y colonizarte, que he asumido por obligación, que me la han impuestos los traidores, para manejarme y reconocerme como uno más de sus esclavos.
Tengo que luchar contra la identidad, el nombre, la persona, la forma social y productiva, que me ha sido dada por medio de la palabra, de la idea de persona, de la que tristemente me valgo, de la que me tomo, y me siento, a partir de la que me veo, me vivo, ya que estas son construcciones políticas, mentales, sociales y culturales, creadas para los derrotados, los vencidos de ahora y de siempre, por todas las formas de discurso, imperiales y sacerdotales, colonialistas y capitalistas, como imperialistas.
Y aun partiendo de esta idea, de esta reducción y limitación social cultural política a la que nos han confinado, reducido, con la idea de persona, en mi angustiada reflexión, aun partiendo de ella y rompiendo con ella, ya que no creo, no me creo ni siento limitado, atado a esta mi supuesta y dada identidad personal, manejada y empleada en el mercado. Como mi austera propiedad privada, para tristemente relacionarme por el manejo mental del valor de una economía, una política, fundada en la representación de la violencia, la masacre, la depreciación, la reducción y traducción, transformación de lo vivo a mera mercadería.
He dejado de reconocerme en lo social y cultural, intento abandonar lo social y cultural, en cuanto a todo lo simbólico comercial, para asumirme y reconocerme en lo vivo, y paradójicamente este recorrido, esta desconstrucción de mi identidad, este salirme del concepto de persona, que me ha sido y que me es dado, impuesto por los interésese meramente económicos de la violencia de los traidores y descreídos de la vida.
Y esta guerra la tengo que hacer, y establecer por medio de esta desconstrucción, por medio de un lenguaje, que intentare construir, conjugar, conjurar a un otro, que se funde en el respeto, en la ponderación de la gramática de la vida, precisamente en lo contrario, y no en la de la sociedad, la cultura, que todo lo traduce y lo reduce a sus conceptos, que se funda en la destrucción, la dominación y explotación de la vida.
Hay que tener mucho cuidado cuando se habla de sociedad y cultura, y de cultura más cultura, como un bien en sí mismo sin fisuras, sin una reflexión crítica, nosotros, en nuestra depreciación, tragedia y derrota, somos productos, como víctimas de una sociedad y una cultura, fundada en la violencia.
En el dominio y la explotación, en la reducción y limitación de todo lo vivo a sus objetivos privativos, en la depredación y depreciación de la vida, de la tierra, como de todos los recurso del planeta, a partir de nuestras vidas y huesos, sometidos, subordinados, ligados y sujetados a una cultura que nos encadena y condena, por las atribuciones, los derechos, los dones y los nombres que nos da e impone.
El arco y las flechas, sobre el que mejoramos nuestras condiciones de vida sobre la tierra, y que posteriormente se empleo contra la vida y el sometimiento, contra la explotación y esclavitud de otros, a partir de doblegarlos y someterlos por la violencia sistematizada contra su mundo y vidas, también son productos de la cultura, funda en el desarrollo de los instrumentos y las herramientas, y sobre todo, en el uso y desarrollo de la fuerza y la violencia, por medio de ellas, de las tecnologías, contra la vida, contra nosotros mismos.
La cultura del respeto, la civilización del respeto, de la comprensión y admiración de y por la vida, no existe aun, aun no a nacido.
Tengo que abolir ese veneno representativo que me degrada por dentro que me vacía de sentido y significado, para abandonar la realidad impuesta, sostenida , mantenida por los traidores, la realidad inventada, creada, ideo imaginada y representada por la palabra.
Sin perderme en mis relaciones con la vida, por esto necesito recuperar el papel político de la palabra, una otra palabra, una palabra para establecer el espacio y el tiempo reciproco del dialogo, para el rencuentro con el lenguaje de la vida.
Ya que la vida, se sustenta y auto organiza por medio de un discurso, una narrativa vital, que constantemente es traducida a nuestro ser, a nuestros huesos, ideas y pensamientos, emociones y reflexiones, cuando la tomamos, y la asumimos por la boca, entre los dientes, para que sea parte con sus sentidos y encantos, con sus significados y motivos, de nuestros latidos y brazos.
Somos hablados por la vida, por eso tenemos y contamos con la realidad de su discurso, pero; paradójicamente, nos separamos de la vida, nos distanciamos apartamos de ella, mentalmente, como un niño se aparta distancia mentalmente del mundo real, trasladándose con su mente e imaginación, a un mundo imaginario.
Y nosotros no menos que niños en nuestros orígenes, nos traducimos y apartamos de lo real, por esta capacidad mental, y lo hacemos a y por medio de otro discurso, otra gramática, un producto mental que permite la construcción y el mantenimiento del distanciamiento mental del mundo el espacio y el tiempo de lo real, por la que nos auto construimos y auto representamos, auto organizamos como especie, en otro espacio y mundo.
Totalmente muy otro, ajeno y distante al real, en tanto que jugamos y teatralizamos, construimos nuestra invención mental sobre lo real, a partir de la alteración y transformación, de lo que yo llamo la traducción de lo real, al mundo y la realidad del espacio y el tiempo, de lo temporal, de lo virtual- mental.
Construimos nuestros mundos imaginarios, al margen de la vida y la muerte. De aquí el tremendo y extraordinario valor “supuesto” de nuestro lenguaje, (como verbo sagrado) pilar y ladrillo fundamental, mental, de toda forma de construcción, desarrollo y proyección mental, del juego, las construcciones que la humanidad juega y representa, crea y produce como la realidad y experiencia mental de su mundo.
De aquí el valor de la palabra como fundamento del origen de toda forma de civilización, construcción, organización social cultural, mental, como un potente cristalizador, catalizador, forma de traducción de la acción del discurso productivo del lenguaje de la vida, a la acción productiva del lenguaje humano social cultural, hoy en crisis.
Traducción al más que potente y terrorífico discursos de los discurso dominantes, del despiadado juego productivo y reproductivo de todas nuestras formas y modelos de organización y dominio, como de sometimiento y explotación de la realidad, fundados en la violencia, con que se caracteriza, cristalizan y materializan en su desarrollo dinámico, las formas y los distintos modelos de nuestras construcciones sociales culturales.
Como construcciones ideo imaginarias de la mente humana, edificadas por el lenguaje, las distintas lenguas que se ponen en juego, por la conquista, el dominio y el sometimiento del mundo real.