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Ver la versión completa : La mala conciencia y su origen



NuevoZoroastro
13/11/2013, 22:21
Busquemos las condiciones en que esta enfermedad ha llegado a su cumbre mas terrible y sublime: (veremos qué es lo que con esto ha entrado propiamente en el mundo. Mas para ello se necesita tener una respiración amplia) y, por lo pronto, hemos de volver de nuevo a un anterior punto de vista. La relación de derecho privado entre el deudor y su acreedor, de la que ya hemos hablado largamente, ha sido introducida una vez más, y ello de una manera que históricamente resulta muy extraña y problemática, en la interpretación de una relación en la cual acaso sea donde más incomprensible nos resulta a nosotros los hombres modernos; a saber, en la relación de los hombres actuales con sus antepasados. Dentro de la originaria comunidad de estirpe (hablo de los tiempos primitivos) la generación viviente reconoce siempre, con respecto a la generación anterior y, en especial, con respecto a la más antigua, a la fundadora de la estirpe, una obligación jurídica (y no, en modo alguno, una simple vinculación afectiva: hay incluso razón para negar que esta última existiese en absoluto durante el más largo período de la especie humana). Reina aquí el convencimiento de que la estirpe subsiste gracias tan sólo a los sacrificios y a las obras de los antepasados, y que esto hay que pagárselo con sacrificios y con obras: se reconoce así una deuda, la cual crece constantemente por el hecho de que esos antepasados, que sobreviven como espíritus poderosos, no dejan de conceder a la estirpe nuevas ventajas y nuevos préstamos salidos de su fuerza. ¿Gratuitamente tal vez? No existe ninguna «gratuidad» para aquellas épocas toscas y «pobres de alma». ¿Qué se puede dar como reintegro a los antepasados? Sacrificios (inicialmente para la alimentación, entendida en el sentido más tosco), fiestas, capillas, homenajes y, sobre todo, obediencia (pues todos los usos son también, en cuanto obras de los antepasados, preceptos y órdenes de aquéllos):

¿Se les da alguna vez bastante? Esta sospecha permanece y se acrecienta: de tiempo en tiempo impone un gran rescate global, una urgente indemnización al «acreedor» (el tristemente célebre sacrificio del primogénito, por ejemplo, sangre, en todo caso sangre humana). El temor al antepasado y a su poder, la conciencia de tener deudas con él crece por necesidad, según esta especie de lógica, en la exacta medida en que crece el poder de la estirpe misma, en la exacta medida en que ésta es cada vez más victoriosa, más independiente, más venerada, más temida. ¡Y no al revés! Todo paso hacia la atrofia de la estirpe, todas las eventualidades desastrosas, todos los indicios de degeneración, de inminente ruina, hacen disminuir siempre, por el contrario, el temor al espíritu de su fundador y proporcionan una idea cada vez más pequeña de su inteligencia, de su previsión y de la presencia de su poder. Imaginemos que esta tosca especie de lógica ha llegado hasta su final: entonces los antepasados de las estirpes más poderosas tienen que acabar asumiendo necesariamente, gracias a la fantasía propia del creciente temor, proporciones gigantescas y replegarse hasta la oscuridad de una temerosidad e irrepresentabilidad divinas: el antepasado acaba necesariamente por ser transfigurado en un dios. ¡Tal vez esté aquí incluso el origen de los dioses, es decir, un origen por temor!... Y si a alguien le pareciese necesario añadir: «¡pero también por piedad!», difícilmente podría tener razón en lo que respecta al período más largo de la especie humana, a su época primigenia. En cambio, tanto más la tendría, sin duda, con respecto a la época media, en la que se forman las estirpes nobles: éstas, de hecho, han reintegrado a sus fundadores, a los antepasados (héroes, dioses), con sus intereses correspondientes, todas las cualidades que entre tanto se habían manifestado en ellas mismas, las cualidades nobles. Más tarde echaremos todavía un vistazo al ennoblecimiento y a la aristocratización de los dioses (cosa que no significa, en modo alguno, su «santificación»): ahora bástenos con llevar provisionalmente a su término el curso de toda esta evolución de la conciencia de culpa.

La historia nos enseña que la conciencia de tener deudas con la divinidad no se extinguió ni siquiera tras el ocaso de la forma organizativa de la «comunidad»
basada en el parentesco de sangre; de igual manera que la humanidad ha heredado los conceptos «bueno y malo» de la aristocracia de estirpe (junto con la básica tendencia psicológica de ésta a establecer jerarquías), así ha recibido también, con la herencia de las divinidades de la estirpe y de la tribu, la herencia del peso de deudas no pagadas todavía y del deseo de reintegrarlas. (La transición la forman aquellas vastas poblaciones de esclavos y de siervos de la gleba que, bien por coacción, bien por servilismo y mimetismo, se adaptaron al culto de los dioses de sus señores: a partir de ellas esta herencia se desparrama luego en todas direcciones.) El sentimiento de tener una deuda con la divinidad no ha dejado de crecer durante muchos milenios, haciéndolo en la misma proporción en que en la tierra crecían y se elevaban a las alturas el concepto de Dios y el sentimiento de Dios. (La historia entera de las luchas, victorias, conciliaciones, fusiones étnicas, todo lo que antecede a la definitiva jerarquización de todos los elementos populares en cada gran síntesis racial, se refleja en el caos de las genealogías de sus dioses, en las leyendas de las luchas, victorias y conciliaciones de éstos; la marcha hacia imperios universales es siempre también la marcha hacia divinidades universales, el despotismo, con sus avasallamientos de la aristocracia independiente, abre el camino siempre también a alguna especie de monoteísmo.) El advenimiento del Dios cristiano, que es el Dios máximo a que hasta ahora se ha llegado, ha hecho, por esto, manifestarse también en la tierra el maximum del sentimiento de culpa. Suponiendo que entre tanto hayamos iniciado el movimiento inverso, sería lícito deducir, con no pequeña probabilidad, de la incontenible decadencia de la fe en el Dios cristiano, que ya ahora se da una considerable decadencia de la conciencia humana de culpa: más aún, no hay que rechazar la perspectiva de que la completa y definitiva victoria del ateísmo pudiera liberar a la humanidad de todo ese sentimiento de hallarse en deuda con su comienzo, con su causa prima. El ateísmo y una especie de segunda inocencia se hallan ligados entre sí. ––

Esto es lo que provisionalmente hay que decir, con brevedad y a grandes rasgos, sobre la conexión de los conceptos «culpa», «deber», con presupuestos
religiosos: de propósito he dejado de lado hasta ahora la auténtica moralización de tales conceptos (el repliegue de los mismos a la conciencia, o, más precisamente, el entrelazamiento de la mala conciencia con el concepto de Dios), e incluso he hablado, al final del número anterior, como si no existiese en absoluto tal moralización, y, por tanto, como si estos conceptos tuvieran que quedar necesariamente eliminados ahora que ha desaparecido su presupuesto, la fe en nuestro «acreedor», en Dios. La realidad difiere de esto de una manera terrible.

Con la moralización de los conceptos de culpa y de deber, con su repliegue a la mala conciencia, se ha hecho en verdad el ensayo de invertir la dirección del desarrollo que acabamos de describir o, al menos, de detener su movimiento: ahora debe cerrarse de un modo pesimista, de una vez por todas, justo la perspectiva de un rescate definitivo, ahora la mirada debe estrellarse, rebotar contra una férrea imposibilidad, ahora aquellos conceptos «culpa» y «deber» deben volverse hacia atrás, ¿contra quién, pues? No se puede dudar: por lo pronto, contra el «deudor», en el que a partir de ahora la mala conciencia de tal modo se asienta, corroe, se extiende y crece como un pólipo a todo lo ancho y a todo lo profundo, que junto con la inextinguibilidad de la culpa se acaba por concebir también la inextinguibilidad de la expiación, el pensamiento de su impagabilidad (de la «pena eterna»)––; pero, al final, se vuelve incluso contra el «acreedor», ya se piense aquí en la causa prima del hombre, en el comienzo del género humano, en el progenitor de éste, al que ahora se maldice («Adán», «pecado original», «falta de libertad de la voluntad»), o en la naturaleza, de cuyo seno surge el hombre y en la que ahora se sitúa el principio malo («diabolización de la naturaleza »), o en la existencia en general, que queda como no––valiosa en sí (alejamiento nihilista de la existencia, deseo de la nada o deseo de su «opuesto», de ser––otro, budismo y similares)––, hasta que de pronto nos encontramos frente al paradójico y espantoso recurso en el que la martirizada humanidad encontró un momentáneo alivio, frente a aquel golpe de genio del cristianismo: Dios mismo sacrificándose por la culpa del hombre, Dios mismo pagándose a sí mismo, Dios como el que puede redimir al hombre de aquello que para este mismo se ha vuelto irredimible ––el acreedor sacrificándose por su deudor, por amor (¿quién lo creería––?), ¡por amor a su deudor!...

Ya se habrá adivinado qué es lo que propiamente aconteció con todo esto y por debajo de todo esto: aquella voluntad de autotortura, aquella pospuesta crueldad del animal––hombre interiorizado, replegado por miedo dentro de sí mismo, encarcelado en el «Estado» con la finalidad de ser domesticado, que ha inventado la mala conciencia para hacerse daño a sí mismo, después de que la vía más natural de salida de ese hacer daño había quedado cerrada, este hombre de la mala conciencia se ha apoderado del presupuesto religioso para llevar su propio automartirio hasta su más horrible dureza y acritud. Una deuda con Dios: este pensamiento se le convierte en instrumento de tortura. Capta en «Dios» las últimas antítesis que es capaz de encontrar para sus auténticos e insuprimibles instintos de animal, reinterpreta esos mismos instintos animales como deuda con Dios (como enemistad, rebelión, insurrección contra el «Señor», el «Padre», el progenitor y comienzo del mundo), se tensa en la contradicción «Dios y demonio», y todo no que se dice a sí mismo, a la naturaleza, a la naturalidad, a la realidad de su ser, lo proyecta fuera de si como un sí, como algo existente, corpóreo, real, como Dios, como santidad de Dios, como Dios juez, como Dios verdugo, como más allá, como eternidad, como tormento sin fin, como infierno, como inconmensurabilidad de pena y culpa. Es ésta una especie de demencia de la voluntad en la crueldad anímica que, sencillamente, no tiene igual: la voluntad del hombre de encontrarse culpable y reprobable a sí mismo hasta resultar imposible la expiación, su voluntad de imaginarse castigado sin que la pena pueda ser jamás equivalente a la culpa, su voluntad de infectar y de envenenar con el problema de la pena y la culpa el fondo más profundo de las cosas, a fin de cortarse, de una vez por todas, la salida de ese laberinto de «ideas fijas», su voluntad de establecer un ideal ––el del «Dios santo»––, para adquirir, en presencia del mismo, una tangible certeza de su absoluta indignidad. ¡Oh demente y triste bestia hombre! ¡Qué ocurrencias tiene, qué cosas antinaturales, qué paroxismo de lo absurdo, qué bestialidad de la idea aparecen tan pronto como se le impide, aunque sea un poco, ser bestia de la acción!... Todo esto es interesante en grado sumo, pero también de una tétrica, sombría y extenuante tristeza, hasta el punto de que tenemos que prohibirnos violentamente mirar demasiado tiempo a esos abismos. Aquí hay enfermedad, no hay duda, la más terrible enfermedad que hasta ahora ha devastado al hombre: ––y quien es capaz aun de oír (¡pero hoy ya no se tienen oídos para ello!––) cómo en esta noche de tormento y de demencia ha resonado el grito amor, el grito del más anhelante encantamiento, de la redención en el amor, ése se vuelve hacia otro lado, sobrecogido por un horror invencible... ¡En el hombre hay tantas cosas horribles!... ¡La tierra ha sido ya durante mucho tiempo una casa de locos!...

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Lo hé extraído de "Genealogía de la moral". Sufre de cierta descontextualización, pero se puede entender (otra cosa es la capacidad y la predisposición, cosas que escasean).

Espada
15/11/2013, 12:55
Me parece que la cuestión debe ser dirigida a contestar la pregunta: ¿ Es la moral innata o aprendida ?


Para Marc Hauser, psicobiólogo de la Universidad de Harvard y autor del libro “Moral minds: The unconscious voice of right and wrong.”, explica que “emociones como la venganza, la compasión o el amor son conductas que han ayudado al ser humano a sobrevivir en comunidad desde hace muchos miles de años. Incluso la moral es una herramienta heredada biológicamente para consolidar una sociedad. Desde una perspectiva multidisciplinar que abarca la neurobiología, la psicología, la antropología y la lingüística, Hauser defiende la existencia de unos principios morales universales que rigen nuestras decisiones y juicios a la hora de distinguir el bien y el mal”.


Esta tesis de la “facultad moral” que defienden Marc Hauser y el Laboratorio de Neurociencias Cognitivas de Primates de la Universidad de Harvard se contrapone radicalmente con lo que los científicos han pensado desde hace tiempo.


Como podemos constatar, para algunos la moral es innata, para otros la moral es un subproducto de otras facultades humanas en interacción con las exigencias del entorno social.


El debate y la crítica continuará...

NuevoZoroastro
15/11/2013, 16:44
No sé en qué se basará Hauser para defender la existencia de principios morales universales. Nietzsche sí da una explicación convincente a cómo han llegado a existir los valores actuales, a través de una conocimiento histórico y cultural. Nietzsche también hace una crítica de la ciencia actual en su "Gaya ciencia", ya que la perspectiva cientifista actual bebe de la que ya existía en su época, con lo cual es una visión aun vigente.

Espada
15/11/2013, 17:52
Tal vés te interese leer un poco más sobre Hauser ..

ENTREVISTA de Eduard Punset con Marc Hauser, psicobiólogo de la Universidad de Harvard y autor del libro Moral Minds. Boston, diciembre de 2007.

http://www.formacion-integral.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=605:etica-y-moral-ison-innatos&catid=17:formacion-etica&Itemid=3

NuevoZoroastro
15/11/2013, 20:47
Tal vés te interese leer un poco más sobre Hauser ..

ENTREVISTA de Eduard Punset con Marc Hauser, psicobiólogo de la Universidad de Harvard y autor del libro Moral Minds. Boston, diciembre de 2007.

http://www.formacion-integral.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=605:etica-y-moral-ison-innatos&catid=17:formacion-etica&Itemid=3

Gracias Espada, lo leeré y ya te daré mi opinión.

NuevoZoroastro
16/11/2013, 19:57
Este estudio padece del problema propio de algunos de este tipo; se fija en los efectos y no en las causas. No veo un análisis sustancial histórico. La moral es el instinto hecho hábito, no es nada nuevo realmente, aunque es verdad que muchos defendieron la moral como algo generado por una simple intelectualización, desligada del instinto.

La moral de la que habla es la propia que nace de los instintos, de las reacciones; como en el instinto de conservación. Es una estandarización de un reflejo. Esto no se puede extrapolar a la perversión moral generada en el judaísmo y luego extendida. Sí, el sacerdote judio quizás no era consciente del problema que generaría ni la dimensión, simplemente usó precisamente el instinto de supervivencia racial, de un pueblo. Aunó fuerzas alrededor de un dios que se hizo omnipresente, por las condiciones especiales de sus circunstancias y tiempo. Pero esa manipulación ha generado una moral torcida si se saca de su contexto, y eso es lo que pasado. El mundo judeocristiano carga sobre tus hombros con una moral descontextualizada.

El instinto sacerdotal pues, generó una moral útil para su pueblo en un momento determinado, pero que fuera de ese contexto supone una mora torcida, que a lo largo del tiempo enferma.

Y una pregunta Espada, ¿tú no eras de los que atacaban la teoría evolucionista? Porque este tal Marc Hauser es un biólogo evolucionista.

Espada
17/11/2013, 00:53
Y una pregunta Espada, ¿tú no eras de los que atacaban la teoría evolucionista? Porque este tal Marc Hauser es un biólogo evolucionista.


El tema no es la evolución, el tema es que el concluye que la moral es innata y no aprendida.

NuevoZoroastro
18/11/2013, 20:17
El tema no es la evolución, el tema es que el concluye que la moral es innata y no aprendida.

Tienes una idea platónica de la moral, como preexistente al propio ser humano. La moral de la que habla es más bien la estandarización de una pauta, de unas reacciones ante determinados problemas. Por eso la moral no es igual en todas las culturas, pero sí coincide en cosas comunes, como por ejemplo, la reproducción; la endogamia por experiencia se sabe que da malos frutos (hijos deficientes) y de eso se hace una moral, es algo universal en el ser humano.

Espada
19/11/2013, 11:26
.. como preexistente al propio ser humano.
Así es puesto que proviene de Dios.


La moral de la que habla es más bien la estandarización de una pauta, de unas reacciones..
Universales, con lo cual nos hace pensar que es innato.

NuevoZoroastro
19/11/2013, 20:26
Así es puesto que proviene de Dios.


Universales, con lo cual nos hace pensar que es innato.

Dios, universal...son premisas y presupuestos platónicos sin ningún tipo de consistencia. Hasta el propio Platon se asombraría lo que calaron sus propias divagaciones, a las que él mismo no daría especial importancia.

Espada
19/11/2013, 22:48
Dios, universal...son premisas y presupuestos platónicos sin ningún tipo de consistencia. Hasta el propio Platon se asombraría lo que calaron sus propias divagaciones, a las que él mismo no daría especial importancia.


Lo siento, pero la afirmación de que la moral es innata, no es idea exclusiva de Platón.

NuevoZoroastro
19/11/2013, 22:59
Lo siento, pero la afirmación de que la moral es innata, no es idea exclusiva de Platón.

Platon y su "mundo de las ideas" que luego toma el cristianismo. A eso me estaba refiriendo, no te me vayas por los cerros de Úbeda.

Espada
24/11/2013, 00:49
Platon y su "mundo de las ideas" que luego toma..

el catarismo que a su vez es aplastado por el cristianismo.

NuevoZoroastro
24/11/2013, 01:20
el catarismo que a su vez es aplastado por el cristianismo.

Y San Agustín era cátaro, ¿no? Si es por negar...

Espada
24/11/2013, 01:35
Y San Agustín era cátaro, ¿no? Si es por negar...

Cuando hablas de Agustín, hablas del catolicismo. Que el católico le defienda.

NuevoZoroastro
24/11/2013, 01:53
¿Y los católicos no son cristianos? Venga, vamos más atrás, ¿Orígenes también era católico?

Espada
24/11/2013, 01:59
¿Y los católicos no son cristianos? Venga, vamos más atrás, ¿Orígenes también era católico?

Ciertamente el catolicismo se autodenomina cristiano, pero sus prácticas y enseñanzas no lo son. Orígenes fue un Padre de la Iglesia, pero para los no-católicos, el valor de sus escritos son testimoniales, corroborativos en tanto y cuanto se sometan a una sólida exégesis de las Escrituras.

NuevoZoroastro
24/11/2013, 02:14
Ciertamente el catolicismo se autodenomina cristiano, pero sus prácticas y enseñanzas no lo son. Orígenes fue un Padre de la Iglesia, pero para los no-católicos, el valor de sus escritos son testimoniales, corroborativos en tanto y cuanto se sometan a una sólida exégesis de las Escrituras.

Está muy bien lo que tú pienses sobre el catolicismo y en ese tema no entraré ahora. Solo quiero hacerte ver que el platonismo infulenció en los primeros cristianos. Luego existirían otras confesiones aparte del catolicismo pero eso no quiere decir que en temas doctrinales no compartan también conceptos, en este caso el platonismo. De hecho desde el siglo IV el platonismo influye en el judaísmo y este a su vez influye en el incipiente cristianismo (a través de Filón de Alejandría, por ejemplo).

Espada
24/11/2013, 02:41
Está muy bien lo que tú pienses sobre el catolicismo y en ese tema no entraré ahora. Solo quiero hacerte ver que el platonismo infulenció en los primeros cristianos. Luego existirían otras confesiones aparte del catolicismo pero eso no quiere decir que en temas doctrinales no compartan también conceptos, en este caso el platonismo. De hecho desde el siglo IV el platonismo influye en el judaísmo y este a su vez influye en el incipiente cristianismo (a través de Filón de Alejandría, por ejemplo).

El platonismo, dio lugar al catarismo, luego en el siglo III algunos como Agustin y otros acogieron algunas semejanzas platónicas con respecto al cristianismo, ( neoplatonismo cristiano ) pero eso afecta la teología y no la vida espiritual que se espera tenga las personas en relación con Dios.

NuevoZoroastro
24/11/2013, 02:48
Con el catarismo te estás pasando ya directamente al medievo, cuando el platonismo comienza ya a influir al judaísmo y este al incipiente cristianismo en cuestiones teológicas. El catarismo llegó bastantes siglos más tarde. Otra cosa es que lo confundas con el gnosticismo en la época más temprana del cristianismo, aunque estén directamente relacionadas ideológicamente.

Pero bueno, ya esto son más apuntes que debate.