Eburnea
06/06/2013, 04:14
E L V I A J E
La tarde estaba cayendo. Los últimos rayos de Sol todavía daban una pequeña sensación de tibieza en un cielo anaranjado, sin nubes. El mar muy quieto, parecía invitar a la travesía que pronto se iniciaría. Había pasado un año desde que se inició el proyecto y ahora sólo faltaba la culminación.
La embarcación, anclada esperaba a los viajeros, que sentados con sus enseres esperaban que la oscuridad se adueñara de todo. Estaba previsto salir y llegar de noche, navegando en línea recta hacia el destino soñado. No eran muchos, o sí, dependiendo del criterio con que se observara, pero ¿quién estaba para observaciones?. Dieciséis varones, cinco mujeres, dos de ellas embarazadas y tres niños, uno todavía bebé.
Abdulá miraba el agua con la vista perdida. No se daba cuenta de que estaba absolutamente cristalina y de que se escurrían pececillos tranquilamente, porque allí no había ningún pescador. Tampoco entornaba los ojos ante la puesta de sol, como tantas veces había hecho. Le encantaban los atardeceres. Le gustaban los tonos cada vez más difuminados. Solía ir en esas tardes especiales con Lía a su lugar preferido, junto al remanso del río, desde el que se divisa la montaña que oculta el astro. Estaba muy enamorado. La había conocido de niño en la Escuela. Ambos tenían que andar un buen trecho y lo hacían juntos, auque siempre en grupo – había que tener cuidado con las tradiciones- . Muchos chicos se cansaban y abandonaban, sobre todo en los días en que sopla el viento y casi no se puede avanzar, pero Lía y él no faltaron nunca, salvo unos días en que ella tuvo que ser operada de apendicitis en la ciudad. ¡Qué susto!. Cuando la vio al salir del quirófano, todavía anestesiada, absolutamente quieta y pálida, como sin vida, sintió que sería la suya la que escaparía si ella le faltara. Cayó en la cuenta de que no quería pasar ni un instante de su existencia sin ella y se lo dijo en cuanto abrió los ojos. Su sonrisa, casi sin fuerzas y la mirada de amor que le clavó fueron como un juramente de por vida; ¡NO!, no se separarían nunca.
Ambos eran inteligentes y deseaban saber y saber. Soñaban con la Universidad: Él, que conocía cada planta desde pequeño, porque siempre había acompañado a su abuelo y a su padre al campo, quería ser biólogo. Ella, que había visto en el hospital cómo salvaban su vida y la de otros, pero también había visto muertes inútiles, deseaba ser médico. Pero las circunstancias mandan: Ni allí había facultad ni en muchos Km. a la redonda podíaqn encontrar Centro Universitario alguno.
Así que planificaron el viaje. Pero aún eran jóvenes y no estaban casados; no podían viajar juntos. Abdulá decidió trabajar para poder contraer matrimonio y así hacer el viaje que los conduciría al lugar soñado.
Un día se vieron, como tantos otros, al atardecer, gracias a la complicidad de Fátima, tía de Lía y un poco cómplice, ya que los dejaba a solas, con la excusa de que tenía que hacer algo, el tiempo suficiente para que disfrutaran un rato de la mutua compañía. ¡Cuánto tenían que agradecerle!. Aquella tarde, Lía tenía los ojos enrojecidos y estaba muy callada.
¿Qué te ocurre, mi amor?, ¿qué pasa?
Creo que todo está perdido, y se echó a llorar desconsoladamente. Nos vamos. Trasladan a mi padre.
¿Dónde?
A Kuwait. Va a trabajar en una plataforma petrolera. Dice que aquí no tenemos porvenir y dice que tú no puedes ofrecerme nada. Que lo nuestro es una quimera y que no está dispuesto a entregarme en matrimonio. Además, quiere que se me quiten esas ideas tan raras que dice que tengo. Allí no va a faltarnos de nada. Es un trabajo muy bien pagado y un país con posibilidades. Él ha tenido la gran suerte de que mi tío, que lleva años en ese país, lo haya recomendado para un puesto donde hace falta un hombre con habilidades y ya sabes que mi padre es excepcional manejando herramientas. Las gestiones se han hecho sin decirnos nada y sólo nos lo ha comunicado cuando todo estaba resuelto. Hasta tiene vivienda buscada.
¿Y tú?
¿Yo?. Mis hermanas y yo estaremos con mamá en casa. Prepararemos nuestro ajuar. Seguramente tendré una buena dote y, aunque no me lo ha dicho, no tardará en concertarme una boda.
Pero, pero… No puede ser… ¿ Y nuestros sueños?
Eso, ¡SUEÑOS!. Quedarán en la zona de las ensoñaciones, sepultados en el alma. Sólo puedo prometerte una cosa, Nunca, nunca jamás te olvidaré.
No, no me conformo. Algo hemos de hacer. Hace tiempo que estoy ahorrando para hacer el viaje, situarnos, estudiar, ejercer nuestra carrera, vivir como queremos. No tengo ni mucho menos el dinero para hacerlo como quiero: Tú y yo casados, con un trabajo apalabrado por medio de la embajada, soy un hombre preparado y más que lo seré. Estoy estudiando por mi cuenta inglés y casi lo domino; desde luego me defiendo. Pero me faltan dos años como mínimo para tener la oportunidad y el dinero suficiente para que todo sea como lo había planificado.
Pues como ves todo se va al garete. Cuando estés en condiciones, ya me habrán casado. Además, ¿has pensado dónde está Kuwait?; no sueñes siquiera con verme.
Confía en mí. No renuncies tan pronto. Me marcharé antes. Iré a otro lugar. Aceptaré otro trabajo, progresaré y progresaré, ya lo verás. Dame en secreto, cuando la sepas, una dirección de contacto y procura alargar tu boda si te la conciertan. Yo me pondré en contacto contigo. ¿Estás dispuesta si te envío el pasaje a escaparte y venir donde yo te espere?
Sí, sí, no puedo ni pensar en renunciar a ti.
Pues vete y no digas nada. Yo enviaré a mi hermano mi dirección una vez llegue al sitio. Tú escríbele a él. Será nuestro contacto y es de nuestra total confianza.
Así lo haré.
Ahora toca sacrificarnos un poco. Es el último tirón. Luego nadie nos separará jamás.
Unieron fuertemente sus manos. Se miraron a los ojos con un amor que era a la vez desesperación. Se abrazaron y se fundieron en un beso como nunca se habían dado, un beso que casi hizo temblar el eje de la Tierra
Tal como se planificó, todo fue rodando. Ahora, llegado el día, al atardecer, a punto de abandonar para siempre la tierra de sus antepasados, de su infancia, de sus recuerdos, Abdulá repasó vertiginosamente toda su vida anterior en el breve espacio de tiempo que le separaba de la ocultación del último rayo de Sol. El Cielo ya no estaba naranja y todo empezaba a ocultarse en las sombras. El agua brillaba todavía. Pronto brillaría más, cuando la Luna rielara.
…………………………………………
Abdulá salió de su ensoñación. Una voz dijo: - Todos a bordo.
Recogió sus pertenencias entre las que tan sólo había alguna ropa, dos libros y 50 dólares. Todo lo demás lo había vendido para poder pagar el viaje. Había caminado, recorrido cientos de Km. en camión, cruzado fronteras clandestinamente por la noche, dormido en tiendas de campaña y comido y bebido poco. Sólo su hermano sabía su decisión. Sus padres lo vieron y le sonrieron la última noche cuando les dio un beso, supuestamente antes de irse a dormir, pero no comprendieron por qué su hijo estaba tan triste. Lía ya estaba en Kuwait y aún no había tenido tiempo de comunicarse con nadie. Estaba muy cansado y sus compañeros de viaje también. Era fuerte pero había adelgazado mucho en la primera parte del viaje, porque repartía su ración con la madre que amamantaba al bebé y que empezaba a tener síntomas de falta de leche; él al fin y al cabo tenía 24 años y era un hombre con energías. Energías e ilusión. Se lo repitió para darse ánimos.
Ahora, a punto de embarcar, todo se le antojaba un sueño. La mar en calma y muy pocas millas que le separaban de un destino que si no era dorado, sí que era prometedor, pues llevaba un contrato de trabajo en el bolsillo. Y no era un mal trabajo: Una industria quesera. Él sabía perfectamente ese oficio y podría aportar novedades; seguro que progresaría.
A la segunda llamada volvió un instante la vista y abarcó todo para guardarlo en la retina y en la memoria para siempre. Suspiró, dio un salto y subió a la patera.
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25 DE ABRIL DE 2013: LOS TELEDIARIOS ESPAÑOLES INTRODUCEN UNA NOTICIA. TAMBIÉN ALGUNOS PERIÓDICOS LA RESEÑAN EN PÁGINAS INTERIORES:
“Anoche fue interceptada por la Guardia Civil una patera de inmigrantes que navegaba a la deriva en una zona del Atlántico, próxima a las islas Canarias. Parece ser que sus ocupantes habían sido engañados por una mafia que traficó con ellos, cobrándoles fuertes sumas a cambio de contratos falsos. En medio de la travesía el patrón abandonó la nave marchándose en una lancha que lo esperaba. En la patera sólo quedaban siete inmigrantes vivos, pero todos ellos sufrían inanición e hipotermia. Los cadáveres del resto habían sido arrojados progresivamente al mar. Un bebé de cinco meses está ingresado y parece que su vida no corre peligro. No se sabe nada de su madre, pero el niño recibió calor de un joven que lo tenía abrazado fuertemente. Se trata de un hombre negro de unos veinticinco años que en estos momentos se debate entre la vida y la muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Valencia, Junio , 2013 Ebúrnea
La tarde estaba cayendo. Los últimos rayos de Sol todavía daban una pequeña sensación de tibieza en un cielo anaranjado, sin nubes. El mar muy quieto, parecía invitar a la travesía que pronto se iniciaría. Había pasado un año desde que se inició el proyecto y ahora sólo faltaba la culminación.
La embarcación, anclada esperaba a los viajeros, que sentados con sus enseres esperaban que la oscuridad se adueñara de todo. Estaba previsto salir y llegar de noche, navegando en línea recta hacia el destino soñado. No eran muchos, o sí, dependiendo del criterio con que se observara, pero ¿quién estaba para observaciones?. Dieciséis varones, cinco mujeres, dos de ellas embarazadas y tres niños, uno todavía bebé.
Abdulá miraba el agua con la vista perdida. No se daba cuenta de que estaba absolutamente cristalina y de que se escurrían pececillos tranquilamente, porque allí no había ningún pescador. Tampoco entornaba los ojos ante la puesta de sol, como tantas veces había hecho. Le encantaban los atardeceres. Le gustaban los tonos cada vez más difuminados. Solía ir en esas tardes especiales con Lía a su lugar preferido, junto al remanso del río, desde el que se divisa la montaña que oculta el astro. Estaba muy enamorado. La había conocido de niño en la Escuela. Ambos tenían que andar un buen trecho y lo hacían juntos, auque siempre en grupo – había que tener cuidado con las tradiciones- . Muchos chicos se cansaban y abandonaban, sobre todo en los días en que sopla el viento y casi no se puede avanzar, pero Lía y él no faltaron nunca, salvo unos días en que ella tuvo que ser operada de apendicitis en la ciudad. ¡Qué susto!. Cuando la vio al salir del quirófano, todavía anestesiada, absolutamente quieta y pálida, como sin vida, sintió que sería la suya la que escaparía si ella le faltara. Cayó en la cuenta de que no quería pasar ni un instante de su existencia sin ella y se lo dijo en cuanto abrió los ojos. Su sonrisa, casi sin fuerzas y la mirada de amor que le clavó fueron como un juramente de por vida; ¡NO!, no se separarían nunca.
Ambos eran inteligentes y deseaban saber y saber. Soñaban con la Universidad: Él, que conocía cada planta desde pequeño, porque siempre había acompañado a su abuelo y a su padre al campo, quería ser biólogo. Ella, que había visto en el hospital cómo salvaban su vida y la de otros, pero también había visto muertes inútiles, deseaba ser médico. Pero las circunstancias mandan: Ni allí había facultad ni en muchos Km. a la redonda podíaqn encontrar Centro Universitario alguno.
Así que planificaron el viaje. Pero aún eran jóvenes y no estaban casados; no podían viajar juntos. Abdulá decidió trabajar para poder contraer matrimonio y así hacer el viaje que los conduciría al lugar soñado.
Un día se vieron, como tantos otros, al atardecer, gracias a la complicidad de Fátima, tía de Lía y un poco cómplice, ya que los dejaba a solas, con la excusa de que tenía que hacer algo, el tiempo suficiente para que disfrutaran un rato de la mutua compañía. ¡Cuánto tenían que agradecerle!. Aquella tarde, Lía tenía los ojos enrojecidos y estaba muy callada.
¿Qué te ocurre, mi amor?, ¿qué pasa?
Creo que todo está perdido, y se echó a llorar desconsoladamente. Nos vamos. Trasladan a mi padre.
¿Dónde?
A Kuwait. Va a trabajar en una plataforma petrolera. Dice que aquí no tenemos porvenir y dice que tú no puedes ofrecerme nada. Que lo nuestro es una quimera y que no está dispuesto a entregarme en matrimonio. Además, quiere que se me quiten esas ideas tan raras que dice que tengo. Allí no va a faltarnos de nada. Es un trabajo muy bien pagado y un país con posibilidades. Él ha tenido la gran suerte de que mi tío, que lleva años en ese país, lo haya recomendado para un puesto donde hace falta un hombre con habilidades y ya sabes que mi padre es excepcional manejando herramientas. Las gestiones se han hecho sin decirnos nada y sólo nos lo ha comunicado cuando todo estaba resuelto. Hasta tiene vivienda buscada.
¿Y tú?
¿Yo?. Mis hermanas y yo estaremos con mamá en casa. Prepararemos nuestro ajuar. Seguramente tendré una buena dote y, aunque no me lo ha dicho, no tardará en concertarme una boda.
Pero, pero… No puede ser… ¿ Y nuestros sueños?
Eso, ¡SUEÑOS!. Quedarán en la zona de las ensoñaciones, sepultados en el alma. Sólo puedo prometerte una cosa, Nunca, nunca jamás te olvidaré.
No, no me conformo. Algo hemos de hacer. Hace tiempo que estoy ahorrando para hacer el viaje, situarnos, estudiar, ejercer nuestra carrera, vivir como queremos. No tengo ni mucho menos el dinero para hacerlo como quiero: Tú y yo casados, con un trabajo apalabrado por medio de la embajada, soy un hombre preparado y más que lo seré. Estoy estudiando por mi cuenta inglés y casi lo domino; desde luego me defiendo. Pero me faltan dos años como mínimo para tener la oportunidad y el dinero suficiente para que todo sea como lo había planificado.
Pues como ves todo se va al garete. Cuando estés en condiciones, ya me habrán casado. Además, ¿has pensado dónde está Kuwait?; no sueñes siquiera con verme.
Confía en mí. No renuncies tan pronto. Me marcharé antes. Iré a otro lugar. Aceptaré otro trabajo, progresaré y progresaré, ya lo verás. Dame en secreto, cuando la sepas, una dirección de contacto y procura alargar tu boda si te la conciertan. Yo me pondré en contacto contigo. ¿Estás dispuesta si te envío el pasaje a escaparte y venir donde yo te espere?
Sí, sí, no puedo ni pensar en renunciar a ti.
Pues vete y no digas nada. Yo enviaré a mi hermano mi dirección una vez llegue al sitio. Tú escríbele a él. Será nuestro contacto y es de nuestra total confianza.
Así lo haré.
Ahora toca sacrificarnos un poco. Es el último tirón. Luego nadie nos separará jamás.
Unieron fuertemente sus manos. Se miraron a los ojos con un amor que era a la vez desesperación. Se abrazaron y se fundieron en un beso como nunca se habían dado, un beso que casi hizo temblar el eje de la Tierra
Tal como se planificó, todo fue rodando. Ahora, llegado el día, al atardecer, a punto de abandonar para siempre la tierra de sus antepasados, de su infancia, de sus recuerdos, Abdulá repasó vertiginosamente toda su vida anterior en el breve espacio de tiempo que le separaba de la ocultación del último rayo de Sol. El Cielo ya no estaba naranja y todo empezaba a ocultarse en las sombras. El agua brillaba todavía. Pronto brillaría más, cuando la Luna rielara.
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Abdulá salió de su ensoñación. Una voz dijo: - Todos a bordo.
Recogió sus pertenencias entre las que tan sólo había alguna ropa, dos libros y 50 dólares. Todo lo demás lo había vendido para poder pagar el viaje. Había caminado, recorrido cientos de Km. en camión, cruzado fronteras clandestinamente por la noche, dormido en tiendas de campaña y comido y bebido poco. Sólo su hermano sabía su decisión. Sus padres lo vieron y le sonrieron la última noche cuando les dio un beso, supuestamente antes de irse a dormir, pero no comprendieron por qué su hijo estaba tan triste. Lía ya estaba en Kuwait y aún no había tenido tiempo de comunicarse con nadie. Estaba muy cansado y sus compañeros de viaje también. Era fuerte pero había adelgazado mucho en la primera parte del viaje, porque repartía su ración con la madre que amamantaba al bebé y que empezaba a tener síntomas de falta de leche; él al fin y al cabo tenía 24 años y era un hombre con energías. Energías e ilusión. Se lo repitió para darse ánimos.
Ahora, a punto de embarcar, todo se le antojaba un sueño. La mar en calma y muy pocas millas que le separaban de un destino que si no era dorado, sí que era prometedor, pues llevaba un contrato de trabajo en el bolsillo. Y no era un mal trabajo: Una industria quesera. Él sabía perfectamente ese oficio y podría aportar novedades; seguro que progresaría.
A la segunda llamada volvió un instante la vista y abarcó todo para guardarlo en la retina y en la memoria para siempre. Suspiró, dio un salto y subió a la patera.
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25 DE ABRIL DE 2013: LOS TELEDIARIOS ESPAÑOLES INTRODUCEN UNA NOTICIA. TAMBIÉN ALGUNOS PERIÓDICOS LA RESEÑAN EN PÁGINAS INTERIORES:
“Anoche fue interceptada por la Guardia Civil una patera de inmigrantes que navegaba a la deriva en una zona del Atlántico, próxima a las islas Canarias. Parece ser que sus ocupantes habían sido engañados por una mafia que traficó con ellos, cobrándoles fuertes sumas a cambio de contratos falsos. En medio de la travesía el patrón abandonó la nave marchándose en una lancha que lo esperaba. En la patera sólo quedaban siete inmigrantes vivos, pero todos ellos sufrían inanición e hipotermia. Los cadáveres del resto habían sido arrojados progresivamente al mar. Un bebé de cinco meses está ingresado y parece que su vida no corre peligro. No se sabe nada de su madre, pero el niño recibió calor de un joven que lo tenía abrazado fuertemente. Se trata de un hombre negro de unos veinticinco años que en estos momentos se debate entre la vida y la muerte en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Valencia, Junio , 2013 Ebúrnea