Neftis
09/03/2013, 15:36
Neftis
Parecía que mi alma se había ensanchado, de tanto gozo que había en ella. No podía apartar los ojos de aquel ser diminuto.-
Lo tenía en brazos y me extasiaba contemplándolo.
-Era sangre de mi sangre, y como muy bien dijo alguien, en cuanto un recién nacido, se agarra con su mano y aprisiona tu dedo, la conexión es para toda la vida.
-Lo había visto en las noticias televisivas, un médico hizo una operación a un bebé estando en el útero materno, y fue realmente emocionante ver aquella mano diminuta, aferrarse al dedo del cirujano.
-Y ahora yo tenía la oportunidad de probar esa dulce emoción. Puse mi mano cerca del recién nacido… y se cumplió el milagro.
-Un roce que apenas se notaba, y en cambio a mí me cambió la vida.
-Por fin había llegado al mundo. La espera se había hecho larga, los nueve meses pasados, pendiente de si mi hija se encontraba bien, viéndola a medida que pasaba el tiempo con más dificultades para moverse, por fin había llegado el deseado – y temido- por qué no decirlo momento del nacimiento.
-Horas pasadas pidiendo que todo fuera bien.
-Después llegó la gran recompensa, poder tener al recién nacido del que casi ni se le veía el rostro, le habían puesto un gorro, para que no notara el cambio de temperatura ambiental. El, venía de un lugar donde había estado protegido del frío, donde el latir del corazón de su madre, había sido su compañía.
-Ahora debería enfrentarse a un mundo nuevo.-Miré alrededor, estábamos toda la familia queriendo tenerlo en brazos, deseando sentir en nuestra piel, la suavidad del recién llegado. Su carita me recordó a un melocotón maduro.-Pasé mis labios por su frente, mientras le deseaba lo mejor en su andadura por la vida.
-Todos lo tuvimos en brazos. Ser abuela tenía la gran ventaja de poder ser de las primeras en acariciarlo.
-Tras haberlo acunado con todo nuestro amor, lo pasamos a su madre, para que lo disfrutara antes de que se lo llevaran a la sala donde estaban todos los recién nacidos.
-Yo seguí los pasos de la enfermera, y apoyando mi frente en el cristal estaba atenta a cómo era colocado en una cuna. Me quedé quieta durante un corto espacio de tiempo, consciente de que aquel momento era único en mi vida.
Parecía que mi alma se había ensanchado, de tanto gozo que había en ella. No podía apartar los ojos de aquel ser diminuto.-
Lo tenía en brazos y me extasiaba contemplándolo.
-Era sangre de mi sangre, y como muy bien dijo alguien, en cuanto un recién nacido, se agarra con su mano y aprisiona tu dedo, la conexión es para toda la vida.
-Lo había visto en las noticias televisivas, un médico hizo una operación a un bebé estando en el útero materno, y fue realmente emocionante ver aquella mano diminuta, aferrarse al dedo del cirujano.
-Y ahora yo tenía la oportunidad de probar esa dulce emoción. Puse mi mano cerca del recién nacido… y se cumplió el milagro.
-Un roce que apenas se notaba, y en cambio a mí me cambió la vida.
-Por fin había llegado al mundo. La espera se había hecho larga, los nueve meses pasados, pendiente de si mi hija se encontraba bien, viéndola a medida que pasaba el tiempo con más dificultades para moverse, por fin había llegado el deseado – y temido- por qué no decirlo momento del nacimiento.
-Horas pasadas pidiendo que todo fuera bien.
-Después llegó la gran recompensa, poder tener al recién nacido del que casi ni se le veía el rostro, le habían puesto un gorro, para que no notara el cambio de temperatura ambiental. El, venía de un lugar donde había estado protegido del frío, donde el latir del corazón de su madre, había sido su compañía.
-Ahora debería enfrentarse a un mundo nuevo.-Miré alrededor, estábamos toda la familia queriendo tenerlo en brazos, deseando sentir en nuestra piel, la suavidad del recién llegado. Su carita me recordó a un melocotón maduro.-Pasé mis labios por su frente, mientras le deseaba lo mejor en su andadura por la vida.
-Todos lo tuvimos en brazos. Ser abuela tenía la gran ventaja de poder ser de las primeras en acariciarlo.
-Tras haberlo acunado con todo nuestro amor, lo pasamos a su madre, para que lo disfrutara antes de que se lo llevaran a la sala donde estaban todos los recién nacidos.
-Yo seguí los pasos de la enfermera, y apoyando mi frente en el cristal estaba atenta a cómo era colocado en una cuna. Me quedé quieta durante un corto espacio de tiempo, consciente de que aquel momento era único en mi vida.