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buholobo
02/03/2013, 10:54
I – Ñanco Trafil

1993.

Mi viaje de trabajo a la ciudad lacustre terminó a las once de la mañana de un gélido día de mayo.
Almorcé al mediodía en el pequeño restaurante en el que durante tres días me había hartado de una de mis debilidades; pescados de río asados en hornillos de leña y acompañados con guarnición de patatas, hierbas aromáticas y legumbres.

Luego de pagar la cuenta, en un primer momento pensé en dirigirme al hotel donde me alojaba. Era temprano aún para re***** mi equipaje y preparar mi regreso. El ómnibus partía a las seis y media de la tarde, así que tenía por delante unas cuatro horas para hacer un paseo por la bellísima ciudad atestada de turistas. Tomé el abrigo e inicié el camino hacia el Centro Cívico, con la idea de visitar el museo regional y de paso tomar algunas fotos con mi inseparable y pequeña “Ricoh”.

Cuando llegué, encontré para mi disgusto, que el museo estaba cerrado por reparaciones.
Las nubes, tan bajas que ocultaban totalmente las montañas nevadas, anunciaban la proximidad de la lluvia. El frío, omnipresente durante todo el invierno, imponía su presencia, pero aún así el inicio de la tarde invitaba a caminar por aquella ciudad de ensueño que con los años iba muy rápidamente dejando a un lado su estilo de aldea de montaña, para transformarse en una pequeña metrópolis erizada de modernos edificios y hoteles, donde en cualquier hora y lugar, idiomas de todo el mundo mezclaban sus tonos con el español.


Me dispuse regresar al centro comercial, bajando las escaleras que daban a la avenida frente al lago ligeramente encrespado, cuando en un recodo de la plazoleta, sentado sobre uno de los rústicos troncos que la circundan, vi un hombre, el que por su indumentaria, en un principio se me antojó como uno de esos pintorescos personajes vestidos de “gauchos” que suelen ganarse la vida posando junto a turistas extranjeros que buscan un habitante autóctono de las llanuras argentinas. Por uno de esos impulsos irresistibles que a veces nos asaltan, me acerqué de manera disimulada mientras pensaba “no vaya a ser que también yo - al igual que esos nipones y rubios europeos que merodeaban por allí- termine sacando una foto a un gaucho de utilería”.

Pasé lentamente por su lado y de inmediato advertí que no era un gaucho, no era uno de esos arrieros pampeanos que tan bien conocía, era un hombre viejo vestido a la usanza de los paisanos sureños. Preñado su rostro de arrugas que enmarcaban la piel marrón, el perfil aguileño y el larguísimo cabello negro con algunas vetas del gris que impone el tiempo, lo que le identificaba netamente como un aborigen. Un mapuche tal vez, pero decididamente aquel hombre ataviado con bombachas negras, pañuelo al cuello, botas, sombrero de campo y un también negro saco que le abrigaba, era un indígena de la zona, y estaba solo, inmóvil, como enclavado al lugar y al propio paisaje que le rodeaba.
Me alejaba, cuando oí a mis espaldas... señor, señor..., regresé, y aquel hombre de rostro marrón casi no movió los labios cuando levemente, en un susurro, musitó:


--- Mensaje agregado ---

- “Perdona señore, me dice a mí la hora, por favor”.
- Sí, son las catorce y quince minutos.
“No, disculpe señore, vos dice a mí la una, la dos, la tres, así dice... “
- Ah, entiendo...son las dos y cuarto, de la tarde, agregué ********mente.
- “Bueno gracias señore, yo tiene que irse...no hay caso...no hay caso. “
-¿Qué cosa no hay caso?
“No lo atienden nunca a indio, ya se van pa’ sus casas, nunca lo atienden a uno, ya cierran mucipalidad y no hay papel con firma.”
- A ver – la curiosidad me había picado - ¿Qué le pasa?
- “Pasa siempre, que gobernador no firma, que hombre mucipalidad dice espere que atiende y yo espera, siempre espera y nunca hay papel con firma, ni nada.”
- Qué papel, necesita usted ¿Señor?......... ¿Cómo es su nombre?
- “Yo lo soy Ñanco Trafil, que vive en Valle de toro, a una cuarenta legua de aquí. Vengo, no sé señore, cuantas veces todo lo año, pa’ que me den lo papele con la firma de tierra nuestra.”
- ¡Ah!. Entiendo.... ¿Y hace mucho tiempo de este problema?
-“Tiempo, no lo sé cuanto, pero a mí se me hace que como más de veinte año que lo van pasando.”

Se hizo un silencio que pareció eterno y cuando me repuse le inquirí, ya decididamente intrigado
- Siga, siga por favor, cuénteme.....
- “¿Vos señore, lo va ayudar a Trafil? “
- No sé. Si puedo hacer algo, le prometo que lo haré, pero tiene que decirme de que tierras habla y como es el problema de los papeles y que tiene que ver el municipio... cuénteme, ¿Ñanco.. me dijo que se llamaba? – asintió -, a ver cuénteme todo. Tal vez pueda escribir alguna nota en el diario de la provincia y hacer que miles de personas sepan lo que le está pasando; quien le dice que algún funcionario se interese y haga mover rápido esos papeles de los que usted me habla, otra cosa no le puedo prometer Ñanco, no voy a mentirle yo también; si es posible hacer algo con el diario, le aseguro que lo haré...


Y Ñanco Trafil habló y habló casi por una hora, sin resuello, habló con esa extraña mezcla de tristeza por la tierra cuyo derecho a poseerla no le firmaban, y la alegría que alguien lo escuchara, se interesara por el asunto, aunque interiormente, cada cual a su modo, ambos sabíamos que esto era cosa de políticos y que la solución tendría que venir “ de arriba”, y yo pensaba que seguramente Ñanco Trafil sería en la capital de la provincia, el número de un expediente cubierto por toneladas de expedientes sin resolución, que serían limpiados del polvo cada vez que se cambiara de lugar el archivo, inaccesible a los desvelos de tantos y tantos olvidados por las fuerzas que mueven el dinero y el poder y que ellos llaman alegremente como males menores o como problemas de complejidad, tales como títulos “legales” de propiedad, reclamados insanamente por aborígenes creídos de su inalienable derecho a la tierra.









Y habló Ñanco Trafil, que sus abuelos, y los abuelos de sus abuelos, tenían la tierra desde siempre allá en el Valle del Toro, que con sus caballadas y chivos, subían a las veranadas en la alta cordillera donde crecía abundante y verde el pasto y retornaban con las primeras nieves al valle cubierto de mallines, vegas y aguadas. Que había una escuela donde enviar a los niños para que al menos pudieran aprender a leer y escribir; que eran unas noventa familias, más o menos, unos cuatrocientos hermanos, que después llegó el alambre, primero cercó aquí, luego allá y se extendió por donde quiso, y encerró las vegas, mallines y las mejores aguadas, y los separó del arroyo “ Lonco Mula”, el único recurso existente de agua potable, hasta que finalmente el alambre maldito los arrinconó junto a una meseta a casi una legua de la única aguada que les habían dejado.
Una ligera llovizna, tenue soplo del cielo, comenzó a mojarnos lentamente y mientras Ñanco Trafil con agua en los ojos, que quizás venía desde adentro y no del cielo, terminaba diciéndome que ya eran muchos los años que hizo trámites para recuperar la tierra donde siempre vivió y vivieron sus ancestros, pero nada, jamás tuvo una respuesta favorable, que siempre le prometieron los papeles firmados por el gobierno, pero que ciento de excusas que él no entendía, eran lo único que le entregaban.

Me dijo, que ya quedaban apenas unos ochenta o menos hermanos, que muchas familias enteras se habían ido a los poblados de los huincas donde hacían los trabajos que los huincas no querían hacer, que la mayoría de los que se quedaban, ya habían muerto y estaban enterrados en la meseta, cerca de la aguada, que nuestro campo santo de antes donde duermen padres, abuelos y hermanos, quedó del otro lado de la alambrada y que ellos han visto como sus tumbas han sido abiertas por máquinas que rompen la tierra y sus huesos tirados por ahí, que “ eso no se hace, señore, no se jode con eso...”, que ya estaba muy viejo, cansado y enfermo para seguir peleando y que quizás “ un día de estos, yo también tendré la tierra mía... mis dos metros de tierra voy a tener señore”.

La lluvia seguía pertinaz y nos cobijamos bajo el alero del museo clausurado.
Antes de despedirme, ya que debía volver al hotel, re***** mis cosas y dirigirme a la terminal de ómnibus, le di mi palabra, una vez más, que iba a escribir en el diario sobre su problema; que era lo único que podía hacer por ahora, y le dejé mi dirección postal por si quería escribirme y tenerme al tanto como iban sus cosas. También le prometí que en el verano -previo explicarme como llegar a la meseta- iría a visitarlo y finalmente le pedí permiso para sacarle un par de fotos. Luego pasó aquello, imborrable, perenne. Ñanco Trafil, me abrazó fuertemente y ahora sí, no era la lluvia la que mojaba sus ojos, y solo atinó a decir con esa voz ronca de tabaco y de tiempo.. “hermano huinca, vos tené que ayudar a mí, alguien tiene que ayudar, vos perdoná indio Trafil, pero él no puede solo, vaya hermano, Dios lo acompañe y mucha gracia señore, mucha gracia... “

Me fui rápido, sin mirar atrás para que Ñanco Trafil no viera como esa lluvia de ****** también resbalaba por mis ojos.

buholobo
02/03/2013, 11:06
II - El problema aborigen


A mi regreso, fui a la corresponsalía del diario regional en el que habitualmente colaboraba con artículos sobre literatura, y solicité para la edición del domingo un cuarto de página en la sección REGIONALES.

El encargado de la misma me indicó que no sabía si podía disponer, especialmente para un domingo, de tal espacio. Le hablé del asunto y le rogué que deje alguna noticia, de esas sin importancia mayor, para el lunes; que me diera esa columna. Bueno, dijo, lo arreglaremos, pero tráeme el artículo antes del sábado al mediodía. Era viernes por la tarde, así que corrí a casa y con el síndrome de la hoja en blanco estuve un par de horas pensando con la cabeza recostada sobre mi vieja “Olivetti”.

El viento que golpeaba la ventana de mi cuarto, me volvió a la realidad y comencé a escribir rápidamente el proyecto de artículo. Y escribí. Hablé de Ñanco Trafil, de sus incontables viajes a la ciudad lacustre en busca de respuestas que nunca llegaban. Conté de la miseria a la que fue reducido él, su familia y un grupo de la tribu que resistía tenazmente el desalojo de la tierra que una vez fuera de ellos, todo lo escribí tal como llegaban a mi cabeza las palabras de Trafil, y llamaba a trabajar en serio a aquellos funcionarios políticos que debían ocuparse de este asunto, y ponía en guardia a la sociedad toda frente a nuestras conocidas tendencias a los prejuicios y intolerancia, cuando aparecían en las noticias los reclamos de los viejos herederos de la tierra.

Un par de días después que saliera la nota, mi amigo Alberto me sermoneó en el viejo café donde nos encontrábamos a diario. Aunque previamente me hizo notar que la nota era muy buena, me planteó, consideraciones de todo tipo.
No le respondí a cada uno de sus interrogantes y ello fue el disparador.

Alberto exasperó y me lanzó un “déjate de joder “ al que le agregó un rosario de cuestiones, “que los indios no quieren trabajar en nada ni ganarse su propio alimento, quieren vivir de la caridad del gobierno y a costa de los impuestos que todos pagamos, no se mueven del lado de la damajuana de vino, no plantan ni un miserable arbolito para que al menos tengan algo de sombra o algo que les dé alguna fruta, algo, qué sé yo, les da lo mismo que llueva o que haya sequía, tienen pegado el **** en un asiento todo el día y a la noche se dedican a hacer hijos y no les importa si estudian, si crecen, se enferman o se mueren...”.
Terminó su café, y se quedó esperando...nos conocíamos desde pibes y cada uno de nosotros con sólo mirarnos a los ojos, sabíamos que pensaba el otro.
Pidió otros dos pocillos de café, y como para romper el silencio que se alargaba, me largó “dejemos esto del problema indio, y tomemos en paz el café”.

No, no dejo un carajo.... El problema indio, el problema, el problema, vos lo dijiste...y todavía son un problema los negros en algunos lugares de la Norteamérica súper civilizada, Hitler y gran parte de su instruido y evolucionado pueblo de alemanes que se hicieron los ********s, los que nada sabían, pulverizaron no sé cuantos millones de judíos porque los judíos eran un problema para los alemanes. Ahí tienes a la madre iglesia con el problema del aborto, viven todavía en la Edad Media, mejor que matar es morir , y toda la sociedad tradicional, la de la moral victoriana, esa de las dos misas diarias, se horroriza del problema que representan los homosexuales, las lesbianas y así decenas de problemas y problemas por todo lo que les incomoda, por todo lo que no marcha a su lado, por lo que no actúa en concordancia con el sentir de sus ideas... no te entiendo, justamente a vos mi amigo más querido, no te entiendo... bueno, no sé que pasa con mucha gente, a la que le parece que ser indio, amarillo, mahometano, negro, judío, esquimal o lo que quieras es un problema. Quiero entender por lo que decís, que para vos que al igual que yo somos blancos, instruidos, con trabajo, vivienda, autos y todas esas cosas como “Dios manda”, los indígenas son un problema. Sinceramente, Alberto, ¿vos pensás en serio que es un problema haber nacido lejos de lo que llamamos civilización, nacido indio en una toldería, carente de médicos, de alimentos, sin posibilidades de estudio y con el único destino de ser un marginal sobre una tierra atiborrada de todas esas cosas?. ¿Recuerdas a Oscar Wilde, Alberto? Recuerdas aquello de “donde hay dolor existe un territorio sagrado”. Bueno, esa nuestra civilización se abrió paso a sable, hacha y fusiles entre los indios, y hoy usa el alambre y los papeles para al fin repartirse la tierra a su libre voluntad, a veces de un modo increíble como vos conoces perfectamente....”esto para acá y para allá, hasta donde la vista alcanza, es mío. Todo es mío, la tierra, el bosque, los ríos, lagos y montañas, y todo es mío lo que hay adentro, y si hay algo que molesta, afuera, hasta el cielo es mío, las nubes, los pájaros, la lluvia y la nieve , y aún así nunca entendieron algo tan simple como la vida misma, Alberto; la tierra no pertenece a los seres humanos, son los seres humanos los que pertenecen a la tierra, y sabes qué, los indios saben eso y no es precisamente un territorio lo que piden, ellos piden un lugar para vivir, nada más que eso, un lugar para vivir “, por eso te digo que allí se ha creado un territorio de dolor, un territorio sagrado... y tienes razón, tomemos el café en paz.

Ambos hicimos silencio, y de pronto le espeté a boca de jarro: En noviembre o diciembre, le prometí a Trafil que iría a visitarlo, de paso le llevo el recorte del diario para que lo vea, se va a poner contento, ¿me acompañas?.
Sonrió con esa mueca que tan bien conocía y casi sin pensar un segundo me dijo:

Si, claro que voy a ir con vos, para eso sos mi amigo... . claro que te acompaño..

Eran las diez de la mañana de un día gris, que a mi se me antojó como soleado. Pagué y le dije; vamos que te acerco a tu casa. Salimos. Unos parroquianos de la mesa a nuestro lado estaban hablando del aumento de precio del gasoil.



--- Mensaje agregado ---

III – Valle del Toro

A fines de noviembre, de madrugada nos fuimos en mi automóvil. El tiempo era muy bueno y ya comenzaban a acercarse los primeros días de fuerte calor. Unas cuatro horas de viaje y llegamos a las primeras estribaciones del Valle del Toro.

Vimos el alambre, el arroyo “Lonco Mula” y bordeamos un escarpado sendero de arreo. Media hora después estábamos en la “ranchada” de Trafil. Una meseta desolada casi como cortada con un cuchillo, se alzaba imponente tras el mísero caserío.
Los primeros en salir fueron los perros, unos diez o más. Los ladridos atrajeron a dos de los nativos; el resto espiaba desde los huecos que hacían las veces de ventana en los ranchos de paja brava, adobe y techos de totora, un junco que crecía a orillas de los arroyos y aguadas.

Uno de ellos, se arrimó como distraídamente, quizás desconfiado, y nos preguntó porque asunto llegamos hasta allí.

- Quiero ver a Ñanco Trafil, le dije.
- “Padre Ñanco no está acá, respondió el otro.”
- ¿Y donde está, ahora?
- “Allá, y señaló con un dedo para el lado de la meseta.”
- ¿Podemos verlo, hablar con él? Yo le prometí que lo visitaría....
- “Hablar, no podrá vos hablar. Padre Ñanco murió hace, no sé cuanto día que está muerto. Allá, en campo santo, lo está padre.” ¿Por qué lo viene vos hasta acá?

Todo se desarrolló rápidamente. Llegó a hasta nosotros su mujer, Carmelinda Tripailao.. Le conté la historia, el motivo de nuestra presencia, y le entregué el recorte del diario que habíamos llevado para que Trafil lo viera. También le di una de las fotos que había tomado en la ciudad.

La pobre mujer no sabía leer, así que le pasó la hoja a una de sus hijas y esta lo leyó lentamente. Luego habló - en lengua aborigen- con su madre, pero esta no dijo nada. Se hizo un silencio interminable, hasta que de pronto Carmelinda nos propuso que fuéramos “hasta campo santo, donde duerme marido, es ahí nomás, ahí, cerquita de aguada”.

Fuimos, los tres, sólo ella nos acompañó. Cuando llegamos al cementerio en unos minutos, se bajó del auto y nos dijo, ahí está, señalando una tumba reciente, cubierta de piedras, de cuya cabecera sobresalía apenas un par de troncos a modo de cruz.

Nos acercamos. No había inscripción alguna en los maderos. Nos mantuvimos en silencio. Nadie habló. Carmelinda de Trafil, mujer delgada de unos setenta y tantos años, según calculé, era la viva representación de la paciencia.

Se quedó inmóvil cerca del sepulcro con la mirada diáfana y clara, pese a sus años, hasta que me animé a preguntarle de qué había muerto su esposo. Me explicó que de lo “pulmone” así le había dicho un médico de Bariloche, donde lo llevaron cuando se sintió mal, y agregó, “pero yo me creo señore que marido murió de pena, marido cansó de vivir, y no sé cuando yo voy con él, también lo estoy enferma, pero no hay caso, no “tenemo” nada pa’ curar, ni “dotor” ni remedio, así es vida de indio...que le “vamo” hacer, hay que “guantar” nomás.” Y para mi sorpresa se echó a reír con su boca desdentada.

No había nada más que hacer allí, así que decidimos pegar la vuelta aún con bastante luz diurna por delante.

Nos despedimos de doña Carmelinda y antes de arrancar ella alcanzó a decirnos “gracia, mucha gracia señore”, mi hija “lo contó a mí lo que puso en lo diario”, y ya no dijo nada más. Alzó su brazo en un saludo final y así quedó por largos momentos mientras la pequeña figura se desvanecía en los espejos retrovisores del automóvil.

El viaje de regreso, fue casi en silencio. La visita al Valle del Toro había afectado significativamente a mi amigo. Hablamos poco y de cosas que nada tenían que ver con Trafil y los indios. Cuando llegamos a nuestro pueblo, Alberto me dijo: “ tengo que poner en orden mis ideas...”.
EPÍLOGO

Dos días después, en el café de siempre, Alberto me inquirió:
“Y ahora que se murió Trafil ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a seguir con las notas?”.
No, le respondí. Voy a darlo por terminado, pero antes sacaré un artículo final, para ver si algunos de esos políticos inútiles e incapaces, imbéciles engominados de trajes a medida y corbatas de seda, despierten de sus bancas y oigan alguna vez por lo menos a los que hablan por aquellos que no tienen voz.
Sé que no escucharán, porque tienen una oreja muy grande para sus intereses y un oído muy chico para el pueblo. Pero quiero que sepan que alguien, una vez, me llamó “hermano huinca”, y tal vez puedan saber lo que es “ huinca”, pero estoy seguro que no saben lo que es hermano.

Al día siguiente, mandé al diario esta nota.

“El pasado mes de noviembre, murió Ñanco Trafil, líder de su tribu y uno de esos luchadores a quienes el destino parece reservarle la persecución de lo inasible. Exponente genuino de la raza mapuche (gente de la tierra) lo fue como esos elementos naturales que la conforman, pero no pudo revertir el sentido posesivo de la preposición para hacer realidad el sueño de “la tierra de su gente”. En un país que se jacta de las riquezas de sus tierras productivas, lo que él pidió vanamente durante casi toda su vida, no era mucho. Escasas hectáreas de campos degradados por la carga animal y en una zona particularmente inhóspita. Pero todo fue inútil, su gente logró por algunos años vivir con alguna libertad, hasta que llegó el alambre marginador extendiéndose como una cárcel sin rejas, expulsando y reduciendo a una meseta desértica donde los vientos tienen su guarida, encarcelando en un medio de soledad lunar al viejo luchador y a un puñado de sus hermanos.
Y fue incansable el vagar por los pasillos, buscando respuestas de burócratas que nunca obtuvo, papeles que le devolvieran el derecho de hacer de su gente hombres como todos.
Hasta que hace unos días murió Trafil. Cansado, sin esperanzas, se fue apagando en medio de lágrimas amargas, se fue apagando lentamente con su intacto sueño de justicia, y quizás como un día él lo dijera, por fin tuvo su tierra; tierra marrón como el color de su piel; dos metros de tierra que hoy ocupa.”

PD1/
A once años de la muerte de su padre, Marcelino Trafil, quien siguió el derrotero del viejo cacique, aún deambula por pasillos y oficinas del gobierno.

PD2/ Se ha utilizado el modo de pronunciación de algunas palabras de las personas de la tribu de Ñanco Trafil, y de él mismo, a efectos de mantener al lector en perfecta armonía con el relato. Al menos eso es lo que he pretendido.

FIN

Caracolamarina
02/03/2013, 11:40
buholobo...Las historias y relatos, de los que son los dueños de la tierra, de nuestros ancestros, están por todos lados...Aunque muchos huincas, ni siquiera quieren decir que detrás de sus apellidos de origen español hay muchas veces historias de agravios y de despojos.

Los mapuches y araucanos, que en Chile están reclamando sus tierras...Con los toquis en pie de guerra; muchas veces y ante la Casa del Gobierno chileno, La Moneda...han querido decir.

Pero...Las leyes hechas, por los que añares atrás, despojaron a los habitantes originales, de la zona de Arauco y del Bío -Bio...Son del todo, para el huinca...El señor blanco, que llego a despojarlos después de una guerra, que duró 400 años...

200 años, lucharon los araucanos, contra los conquistadores...y ganaron...
Puesto que los españoles se retiraron...del territorio, que mediante tratados con los criollos....( chilenos ) se aunaron al territorio de la República...

Entonces...la "" guerra " continuó...ahora contra los criollos, otros 200 años...

¿Como fueron vencidos los habitantes que peleaban por sus territorios..?

Bue..La pillería del ser humano, no tiene límites en sus formas de ganar pleitos, a veces, que no puede mediante la fuerza o lo político..
¿Que pasó ?

Que entraron los huincas, al territorio indígena y...les llevaron"" regalos""..Como el alcohol, la sifilis, las enfermdades como la viruela y ...los contagios...que pudieron darles, para así silenciar el espíritu de estos ""rebeldes"" ...

Pero, todavía quedan en el territorio chileno...Algunos toquis...y ellos reclaman a voz en cuello, aunque los ""pacos"" sean la mano armada, de los crueles y de los malvados...

Todavía...
Sí todavía esto no termina en el territorio chileno...Y somos varios, los que firmamos, todo tipo de reclamos...De nuestros antepasados...
Yo que soy de la zona, en que vivían los mapuches, que habían emigrado al Norte Chico.




--- Mensaje agregado ---

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/f/f1/Flag_of_the_Mapuches.svg/800px-Flag_of_the_Mapuches.svg.png



Bandera de la zona mapuche, de la que oriunda...Aunque huinca...no dejo de saber que mis ancestros...son estos...
Por eso cuando me enojo...digo...
¡¡¡ Cuidado!!! que ante ti... tienes una araucana...Por ahí mi chozna...quizás antes...Aunque tengo los dos apellidos de huinca...No olvido de donde provengo...

buholobo...Me has tocado la fibra ...de esas que están presentes en el alma...
Perdona...que me haya entusiasmado, con tu excelente relato...

once
02/03/2013, 12:02
Éste escrito debería ser estudiado por Orden ministerial,hasta que los burócratas sintieran su tinta en sus venas y vomitaran sus ********s ideas,si es que las tienen ,de servir por un sueldo al Estado (QUÉ YA NI ES).
Un enjambre de multinacionales sin nombre propios,sólo con marcas,todas iguales,todas profundamente antinaturales.Me hierve la sangre,me enfado,nadie le quite las razones de la tierra a un nativo.
Aquí tenemos a ADA,es jovén ,lidera la plataforma STOP DESAHUCIOS;a la banca ,les llama asociación criminal.
Lo dicho;por Real Decreto o como se diga.11

Caracolamarina
02/03/2013, 12:17
Querida amiga...Tal como dices...por órdenes ministeriales y de orden económico ante todo...los desposeídos y despojados...de la tierra...sufren las consecuencias...
España, en este momento sufre las consecuencias de estos despojos de la banca...de los pillos de siempre...
La prensa nos informa de los suicidios...de los que de una u otra forma son las víctimas de estos tiempos de mercachifles en el poder...

Saludos querida once...Gracias por estar siempre con tus decires...

buholobo
02/03/2013, 12:20
Olvidaba poner los más importante: éste un relato asbsolutamente real, totalmente real. Tengo fotos de FAQUI PRAFIL que así se llamaba realmente el viejo cacique. Yo le cambié el nombre y apellido, pues no tenía ( por no haberla pedido en su momento) autorización a sus herederos, y no sería el hijo de mi madre quien también vulnerara sus derechos siempre violados.

Avicarlos
02/03/2013, 13:02
Amigo buholobo: Por este tu escrito, no voy esta vez a comentar más que me callo para no proferir improperios contra los insanos políticos. Tu relato auténtico tiene paralelismos con otras situaciones de las que tanto yo mismo como montones de prójimos sufrimos. Me callo pues. No está mi ánimo para descargar los sentimientos que producen hurgar en la llaga.

Saludos de Avicarlos.

buholobo
02/03/2013, 14:25
Muchs gracias amigos por leerme. Me he quedado pensando en lo que dice Avicarlos y calla motivos. Yo sé por experiencia que todo hombre sabe guardar un secreto, y respeto esas decisiones.

Un grande abrazo para todos.