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buholobo
19/02/2013, 11:49
EL VIOLÍN DE ROMANKOAllá por la década del 70, y de antes también, en el solar trasero de mi casa materna, conocida en el barrio como “la casa de los eucaliptos” por un par de estos majestuosos árboles que se erguían dominantes, existía un conventillo de piezas para alquiler. Altas y sólidas, bien construidas. Los cielorrasos y los pisos eran de madera machihembrada y la puerta –única abertura del conjunto de piezas alineadas longitudinalmente- estaba enmarcada por un cuarteto de vidrios opacos en la parte superior. Una galería abierta con techo de chapas de zinc rematadas por un dosel del mismo material en formas de hojas de hiedra, le confería a este bloque de cuartos, un ligero aire de distinción. Ciertamente eran bastante buenas habitaciones aunque carecían de un elemento indispensable. No tenían sanitarios instalados. El retrete común para los moradores del inquilinato ubicado al frente del mismo, a unos treinta metros de la construcción comunal estaba compuesto por dos casetas de ladrillos, cada una con una puerta de madera al frente y una lucera sin vidrios que de paso servía de ventilación. Obviamente no había inodoros; un simple agujero en el piso de cemento completaba la construcción asentada sobre un pozo ciego. Para asearse, esa gente lo hacía dentro de sus cuartos, generalmente mediante una tinaja que llenaban con agua acarreada desde un grifo instalado al fondo de la parcela donde se alzaba este inquilinato.

En la penúltima de estas piezas vivía un hombre solo, un ruso regordete de barba color zanahoria, un trabajador laborioso; una muy buena persona al que todos los vecinos llamaban Romanko. Yo, cuando me dirigía a él, lo hacía agregando el “don”, que por entonces era un signo de respeto de los chicos hacia los mayores, tal como me lo había enseñado mis padres.“Don Romanko” era fontanero y se dedicaba a la reparación de canaletas de latón o zinc para los desagües pluviales que colgaban de los techos de las casas; también hacía soldaduras de hojalata. Por entonces y antes que el plástico relegara al olvido a estas profesiones, aquellas tareas necesarias requerían de personas que conocieran bien el oficio. Y allá en el pueblo estaba “don Romanko” que arreglaba todo lo que le llevaran; tinajas, baldes, aguamaniles, lo que uno imaginara este hombre gordo de aspecto bonachón, reparaba sin dificultad.Andaría casi por los cuarenta años más o menos, y no tenía parientes en Argentina, al menos así él lo decía.

Yo, siendo apenas un niño aún, ya me había hecho amigo de ese ruso barbudo y voz grave, y tan rápido terminaba las tareas de la escuela me cruzaba hasta donde él estaba, generalmente en la galería frente a su pieza, sentado en un banquito de madera reparando algún cacharro que le habían llevado. Él me llamaba Pepito, elemental diminutivo de mi nombre de pila; apenas me veía salir por la puerta de atrás de mi casa, ya me gritaba:¿Qué tal Pepito, como anduvo escuela?Sufrido y de pocas palabras, como tantos inmigrantes del Este de Europa había llegado a estas tierras, tal como habíamos arribado nosotros de nuestra Italia natal, corridos por el flagelo del hambre y las calamidades de la guerra. Muchas veces se ponía triste y en esos momentos era cuando más hablaba. Hoy, todavía me parece verlo con su cigarrillo de tabaco negro, reclinar la cabeza hacia atrás y mientras las caladas intermitentes titilaban como luciérnagas que se iban desvaneciendo en las primeras sombras del atardecer, brillaba en sus ojos una luz que a mí se me antojaba intensa, y entonces me hablaba de sus padres, de sus hermanos, de los que no tenía ninguna noticia. Se preguntaba una y otra vez si estaban vivos o muertos. Hablaba con angustia de los suyos, de los que habían quedado allá en “la Rusia”, y repetía constantemente con amargura “vaya uno saber que pasó con familia durante guerra”.Nunca supimos cómo es que conociendo un oficio y teniendo mejores posibilidades de trabajo en una ciudad grande, se afincó en el pequeño pueblo. Creo yo, que son esas cosas de la vida que nunca tienen explicación y que seguirán pasando en todas partes y por siempre.

Cuando regresaba a su cuarto, se ponía a freír en una sartén de hierro en la que echaba unas gotas de aceite, semillas de girasol, las que una vez cocidas dejaba enfriar para luego descascararlas con la habilidad de un periquito y comerlas con no menos satisfacción. Creo que por años, ese hombre engulliría toneladas de estas semillas acompañándolas con una copita de vodka barata o cualquier otra bebida blanca. Siempre me invitaba… “come Pepito, come girasol que hace bien”, decía, y de tanto en tanto yo aceptaba un puñadito, aunque en realidad me faltaba la destreza de “don Romanko” para no tragarlas con cáscara y todo.

Y así pasaba la vida, así como las nubes, como los barcos, pasaban los días felices de mi infancia junto a aquel ruso grandote, amigo y casi otro padre para mí.Pero el verdadero apego que yo tenía por “don Romanko” estaba plasmado por la fascinación que me producía su extraño e increíble violín. Lo había fabricado totalmente de latón. Las clavijas, imposibles de ajustar, no eran más ni menos que unos tornillos comunes remachados a la caja, y las cuerdas estaban hechas con alambres muy finos salvo una de ellas de bastante más grosor y algo más corta. Naturalmente que tocaba su violín. Solo sabía una melodía. Era del tipo de esas danzas rusas en las que los hombres bailan agachados en una sola pierna a un ritmo ligero y muy pegadizo, sólo que “don Romanko” la tocaba muy lenta, con una cadencia casi hipnótica en su discurrir interminable. Tocaba y tocaba sin descanso cuando llegaba de su trabajo, pero nunca hasta tarde, no más allá de las diez de la noche, porque, me decía en su pobre castellano: “Ahora no hace más ruido, gente tiene que dormir, gente mañana tiene que ir trabajo, usted también tiene que ir escuela así no se viene bruto como Romanko”, y durante años, aquella melodía sonaba y sonaba allá en el conventillo trasero de la casa de los eucaliptos, siempre hasta las diez de la noche, “hora que gente va a dormir”

Un día se fue. Lo habían contratado en un pueblo del centro de la provincia como soldador en una metalúrgica, y como él ya se daba cuenta que su profesión tendía a desaparecer, allá partió a seguir ganándose la vida. No le volví a ver, ni tuve más noticias de él. Año 1999. Víctima de una larga enfermedad, falleció un vecino cuya propiedad se encuentra frente a la mía. Sus hijos, bastantes esquivos para el trabajo, decidieron alquilar la casa familiar, además de otras habitaciones contiguas que el extinto padre tenía como depósito de elementos de albañilería. La edificación principal fue arrendada a un matrimonio con tres hijos pequeños. Las piezas de atrás, ligeramente acomodadas como viviendas, se sucedieron en alquiler a hombres solos, siempre por poco tiempo; era gente que las tomaba en emergencia hasta encontrar algo más digno como techo.

FIN DE LA PRIMERA PARTE, SIGUE A CONTINUACIÓN

buholobo
19/02/2013, 11:50
CONTINUA " EL VIOLIN DE ROMANKO" 2DA. PARTE Y FINAL.

Allá por el mes de noviembre de ese año, una noche de caluroso verano, llegó hasta mi dormitorio, al parecer desde el otro lado de la calle, la hermosa melodía de un violín . En un principio no le presté mucha atención, pero como la misma seguía y seguía con la misma cadencia, un llamado de alerta agudizó mi memoria. No podía encontrar la causa de aquella inquietud, y mientras buscaba y escrutaba frenéticamente por los recovecos del cerebro, la melodía seguía igual, pegadiza, lenta, invariable, hasta que de pronto, como en un sueño, se materializó en una visión de algo muy lejano, de algo que venía de los tiempos de mi niñez; y la musiquita de un violín me regresó tiempo atrás, muy atrás, a la casa de los altos eucaliptos. Miré el reloj de pulsera y eran las nueve y media de la tarde, casi noche. Unos quince minutos después, la música se llamó a silencio.
Al día siguiente, hablé con la inquilina de la vivienda familiar. Aunque no existía un trato que superara los diarios saludos de formulismo, le pregunté si en la tarde pasada había escuchado la música de un violín. Me contestó: “Sí, la toca ese alemán - dijo alemán con total naturalidad- un hombre viejo que alquila una de las piezas de atrás, y añadió, llegó hace poco, por allí atrás debe andar, recién lo vi.”

Solicité permiso e ingresé por el portalón de chapa que daba acceso a los fondos de la propiedad.En una silla de madera, con la barba y los cabellos totalmente blancos, los ojos algo hundidos, mucho más delgado pero inconfundible pese a los años, estaba “don Romanko”.Me quedé como una estatua frente a ese hombre. Él me miraba pero no me reconocía aunque me pareció advertir que hacía un esfuerzo buceando en su memoria, buscando un recuerdo, un detalle, más no dijo nada, ni una palabra, se mantuvo en silencio sentando en su silla.Le hablé. Le dije:”don Romanko”, soy Pepe... usted me decía Pepito cuando yo era un chico... ¿No se acuerda de mí? La casa de los eucaliptos, las semillas fritas de girasol por las tardes......Se puso serio, me miró muy fijamente y luego, lentamente se levantó de su silla y me abrazó mientras murmuraba en ese castellano que no había logrado conciliar con su idioma natal... ” Pepito….cuantos años . ... casa de eucalipto”,… y mientras eso decía, aquel ruso grandote que ahora andaría por los ochenta y tantos años, aquel hombre que un día, como muchos, dejó su patria lejana y llegó a buscar un mejor destino a estas tierras, comenzó a lagrimear.

Luego me contó que anduvo de un lugar a otro haciendo changas después que cerró la fábrica metalúrgica hacia donde había marchado casi medio siglo atrás, y que aún seguía trabajando para comer, soldando rejas y alguna otra cosa, “lo que venga, porque mí, no tiene jubilación, patrón no hizo aportes que descontaba a mí de sueldo, eso porquería estafó, yo trabaja hasta morir, después que muere no trabaja más “. Dentro de mi garganta se formó y creció algo que iba subiendo hacia los ojos como una riada de agua que de pronto se atomizó convertida en un goteo de lágrimas salobres. Desvié la mirada para sobreponerme a esos segundos de conmoción en silencio, y fue la voz de “don Romanko” la que me volvió a la realidad. Me dijo, “está hecho hombre ahora”. Pese a la agitación, sonreí, y le dije: Y...el tiempo pasa, ¿no?Se alisó la barba con las dos manos; “sí”, murmuró, y luego hizo una pregunta: ¿Como encontró usted a mí? Le expliqué lo de mi casa, la música, la hora, y al fin largó una risotada de aquellas que mi niñez aún tenía presente.

Pasamos a la pieza y me mostró el violín. Estaba como siempre, al menos como yo lo recordaba. ¡Nada! Ni el arco, ni las cuerdas, ni la caja, nada habían sucumbido al tiempo. Sólo nosotros, “don Romanko” y yo, éramos consecuentes con los designios de la naturaleza y envejecíamos.

Desde entonces con las primeras sombras, desde mi casa escuchaba la dulce y única melodía que el viejo ruso sacaba de su violín como un duende que sale de sus ignotos refugios por las noches para llenarlas de magia y de música, eso si, hasta las diez nomás, “porque gente tiene que dormir para ir trabajo mañana”.
Y eso duró un año, casi exactamente un año.

El penúltimo día del año 2000, el inquilino de la pieza de al lado lo encontró muerto. Agobiado de tanto trabajar día a día como un animal de carga buscando conseguir algunos pesos para no morirse de hambre, su cansado corazón se había detenido.

El municipio aportó el mísero féretro para indigentes. Lo velamos afuera, bajo un viejo parral, por el calor. Algunas mujeres trajeron flores de sus casas.Al día siguiente, el del sepelio, antes que llegara el camión de la municipalidad que transporta escombros de las construcciones y también de tanto en tanto gente pobre que se muere y no tiene como pagarse un entierro digno, entré a la pieza de “don Romanko”. Allí, sobre un viejo baúl de madera estaba el violín y el arco atados con una banda elástica hecha con la cámara de goma de un pequeño rodado. Lo tomé y salí. Nadie habló. Éramos unas pocas personas, seis o siete. Me acerqué al féretro, levanté la mortaja, y a un costado de su rígido brazo derecho, como si ese lugar estuviese reservado al viejo compañero de latón, había un pequeño espacio donde coloqué el arco y el violín tal como los encontré. Detrás del camión, en dos autos hicimos el cortejo hacia el cementerio. Lo sepultaron en tierra y clavaron en la cabecera de la tumba, una cruz con dos fechas y un nombre: Romanko Polancov. Fue entonces que supe su apellido. Me resultaba ahora, luego de los años, extraño, curioso…nunca se me había ocurrido que lo tuviese.... para mí siempre había sido nada más que “don Romanko”.

Y allá quedó en su morada final; nosotros regresamos. Mientras volvíamos a casa no podía dejar de pensar que en el sepulcro en el que lo habíamos dejado , también habíamos enterrado algo de mi mundo de ayer, un espacio pequeño de mi vida se había ido con ese ruso grandote que tocaba el raro violín y que ahora descansaba, libre al fin de toda iniquidad, de toda maldad humana.Y eso es todo. Es la simple historia de un hombre bueno que conocí cuando yo era un niño y ayer se murió.

A veces, cierro los ojos y creo verlo con su barba colorada, el cigarro negro en la boca y el eterno martillo en las manos; se esfuma por un momento y luego reaparece, esta vez con su enorme sartén de hierro, las semillas de girasol y la botella de bebida blanca. Pero es solo un sueño…. “don Romanko” ya no está aquí entre nosotros, se fue para siempre a unirse con los espíritus inmortales de la tierra…. solo me queda su recuerdo; donde él esté ahora pertenece al misterio. A mi me parece que debe andar tocando su violín de latón y cuerdas de alambre por los conventillos del cielo, casi seguramente hasta la diez de la noche, hasta las diez nomás, para que duerman los ángeles.


FIN

31 de Diciembre de 2000.

Avicarlos
19/02/2013, 13:13
Vaya buholobo, que tus relatos me ponen nostálgico. Y recordar las vilezas humanas para con sus semejantes, hoy lo tenemos tan patente, que duele.

¿Tienes algún relato que mitigue tal dolor?. Lo aguardo.

Saludos de Avicarlos.

Caracolamarina
19/02/2013, 13:18
Un relato conmovedor...Los recuerdos de la niñez, son los que quedan en el alma, de quienes han conocido a seres especiales...
Por ahí, en el lugar al que van las almas sensibles, estará Don Romanko...tocando hasta las diez.
Saludos y saludines... buholobo.

once
19/02/2013, 16:45
Qué relato más bonito,semillas de girasol,licor blanco y un violin de latón y luego el acento ,casi me lo imagino.11

buholobo
20/02/2013, 03:37
Es un tema ABSOLUTAMENTE REAL, no es ficción. Gracias por leerme y por vuestros comentarios. Te reitero mi agradecimiento ONCE por el correo que me has hecho y te envío un abrazo respetuoso y cariñoso.
Saludos buena gente. Avi; no me atores, pasaré uno por semana, dale tiempo a otros foreros a que lean los tres anteriores. No a todos pueden gustarles mis relatos y algo tengan que decir en crítica. Gracias igualmente por tenerme despierto.
Buholobo

Caracolamarina
20/02/2013, 11:43
¡¡Hola buholobo!!

¿Leíste a josedaivid?
Creo que es interesante...de leer...Así, tendrás material, para estar despierto...
Desde acá te ""acompañamos""
Saludos y buenas ondas para tiiiiiii

buholobo
21/02/2013, 09:51
Gracias Caracola:
Curiosamente hace pocos días leí completo el libro José David Salcedo Baquero " LO ENGAÑOSODE LA IMAGEN EN OTRO UNIVERSO". Me lo recoméndo un amigo que bucea en otro foro y de allí fue a parar Bubok Com.Ar. donde estaba el libro y el tema completo.
No sé si he dado información que el autor no querría se conociese, pero no creo se trate de algo imprudente como para enojarse por parte josedaivid. Bueno, eso espero.
Creo que se trata de un trabajo original, muy bien logrado, que es totalmente recomendable y parten ya mis felicitaciones al autor de este libro.

Caracolamarina
21/02/2013, 10:07
¡¡¡Hola buholobo!!!
No hay de qué...Y Gracias por el dato...Al igual que tu, no creo, que a josedaivid le parezca mal...
Su relato es Excelente y ya me imagino el libro...
Saludos de esos que son de compañía...saludines desde la lluviosa y gris ciudad...
Hoy me fui al Océano..( ¿Viste y escuchaste Música ?) Bue no se si te gusta Vangelis...Espero que si...

buholobo
21/02/2013, 10:19
Algunas cosas te responderé por privado, a efectos que el resto de los foreros ( y tú, principalmente) no me odien. Soy un buen bicho, ya lo he dicho al presentarme, pero bicho raro, para estos tiempos principalmente, y ni hablar para los jovencitos. Pero hay de todo en este mundo y debemos aceptar al otro con sus defectos y sus virtudes ( en mi caso no creo tenerlas en mayor grado; simplemente soy honesto, la traición es mi enemiga, cumplo con la ley, trabajé como bestía toda mi vida útil, y no sé que más). Si, algo más, al que necesite algo de mí y está a mi alcance , no tiene más que pedirlo. Me fragmentaré en golpes si es necesario , para dar satisfacción a quien de mí necesite. Con eso no creo ganar el cielo, pues soy agnóstico.
Un cordial saludín , como tú dices.

Caracolamarina
21/02/2013, 11:28
¡¡¡¡Hola buholobo!!!...Bue a veces conversamos por acá...o por MP ...según sea...lo que decimos...
Algo de otro forero amigo, que""" se fue de gira ""y que era un relator, de esos que...la pluma te hace reír, con su humor especial... Te conté recién en uno de esos MP...
Saludos y saludines...para tiiiiiiiii

Neftis
21/02/2013, 12:30
Buholobo cuanta tristeza, pero que bien explicada. En realidad así es la vida.