Neftis
28/12/2012, 08:15
En la empresa se cuchicheaba por los pasillos, y en los lavabos cuando allí se reunían unas cuantas mujeres siempre acababan hablando de lo mismo.
-Del enredo que mantenían, el recién llegado y joven arquitecto, con la mujer del jefe. Todas se asombraban de que aquello pudiera ocurrir, la extrañeza venía por lados muy opuestos. Uno la gran diferencia de edad entre ellos, la mujer aunque de muy buen ver, era ya madurita, y él, era un joven que había acabado la carrera aquel mismo año. El otro asunto sin duda era que el jefe, el marido parecía vivir en las nubes, o en la luna ya que estaba completamente al margen de lo que sucedía.
-Ella en cuanto entró el nuevo compañero también se fijó en él. Era apuesto, un morenazo de profundos ojos oscuros que al mirar parecía que derretían con su mirada allí donde posaba sus ojos.-Tampoco ella pudo sustraerse al encanto del recién llegado, pero se mantenía muy distante, porque se consideraba demasiado mayor para él. Su asombro no tuvo límites cuando empezaron los rumores, en voz baja de lo que estaba sucediendo con la mujer del jefe. Luego precisamente este detalle, el saber que al joven no le disgustaban las mujeres más mayores, le dio esperanzas. Si la esposa de su jefe lo había conquistado, ¿Por qué no lo iba a conseguir ella? Le parecía un raciocinio bastante lógico, con el agravante, que ella no tenía un marido al que rendir cuentas.-Se preguntó cómo era posible que el engañado no se enterara de lo que estaba ocurriendo ante sus propias narices. Ella los había visto a los tres hablando como si tal cosa.
-Le vino a la memoria algo que parecía ser muy cierto, “el marido siempre era el último en enterarse” Y tuvo que dar la razón a la frase.Era cierto que en el trabajo sus representaciones, guardando las distancias eran convincentes, pero…. Luego a saber a dónde irían a saciar su pasión.-A ella no le incumbía, pero empezó a trazar un plan de asedio, tenía esperanzas pues aunque más mayor que el arquitecto, no lo era tanto como la jefa. Se acicaló más, y cuando le encontraba, le sonreía abiertamente, dejando muy claras cuales eran sus intenciones. Se basaba que en el amor y en la guerra todo estaba permitido.
-Un día como si se tratara de un castillo de naipes, todo se le vino al suelo. Unas calles un poco alejadas de la empresa, pudo ver al arquitecto ir directo al lugar donde un pimpollo, un verdadero bombón de mujer joven le esperaba montada en su moto de gran cilindrada, y tras besarse, juntos emprendieron la marcha, mezclándose en la vorágine del caos circulatorio.Entonces supo que tenía perdida la batalla. Una cosa era lidiar con alguien más o menos de su edad, y la otra completamente distinta, era hacerlo contra una jovencísima y moderna mujer.
.Supo que como un boxeador en el ring, tenía que tirar la toalla.
-Y lo hizo con dignidad porque de pronto comprendió que aquel hombre joven, estaba jugando con los sentimientos de dos mujeres. No haría lo mismo con ella.
-La invadió un sentido de repulsión contra aquel hombre
-Aquel sería su secreto. Nadie sabría ni de su intento de asedio, ni del descubrimiento recién hecho.
-Del enredo que mantenían, el recién llegado y joven arquitecto, con la mujer del jefe. Todas se asombraban de que aquello pudiera ocurrir, la extrañeza venía por lados muy opuestos. Uno la gran diferencia de edad entre ellos, la mujer aunque de muy buen ver, era ya madurita, y él, era un joven que había acabado la carrera aquel mismo año. El otro asunto sin duda era que el jefe, el marido parecía vivir en las nubes, o en la luna ya que estaba completamente al margen de lo que sucedía.
-Ella en cuanto entró el nuevo compañero también se fijó en él. Era apuesto, un morenazo de profundos ojos oscuros que al mirar parecía que derretían con su mirada allí donde posaba sus ojos.-Tampoco ella pudo sustraerse al encanto del recién llegado, pero se mantenía muy distante, porque se consideraba demasiado mayor para él. Su asombro no tuvo límites cuando empezaron los rumores, en voz baja de lo que estaba sucediendo con la mujer del jefe. Luego precisamente este detalle, el saber que al joven no le disgustaban las mujeres más mayores, le dio esperanzas. Si la esposa de su jefe lo había conquistado, ¿Por qué no lo iba a conseguir ella? Le parecía un raciocinio bastante lógico, con el agravante, que ella no tenía un marido al que rendir cuentas.-Se preguntó cómo era posible que el engañado no se enterara de lo que estaba ocurriendo ante sus propias narices. Ella los había visto a los tres hablando como si tal cosa.
-Le vino a la memoria algo que parecía ser muy cierto, “el marido siempre era el último en enterarse” Y tuvo que dar la razón a la frase.Era cierto que en el trabajo sus representaciones, guardando las distancias eran convincentes, pero…. Luego a saber a dónde irían a saciar su pasión.-A ella no le incumbía, pero empezó a trazar un plan de asedio, tenía esperanzas pues aunque más mayor que el arquitecto, no lo era tanto como la jefa. Se acicaló más, y cuando le encontraba, le sonreía abiertamente, dejando muy claras cuales eran sus intenciones. Se basaba que en el amor y en la guerra todo estaba permitido.
-Un día como si se tratara de un castillo de naipes, todo se le vino al suelo. Unas calles un poco alejadas de la empresa, pudo ver al arquitecto ir directo al lugar donde un pimpollo, un verdadero bombón de mujer joven le esperaba montada en su moto de gran cilindrada, y tras besarse, juntos emprendieron la marcha, mezclándose en la vorágine del caos circulatorio.Entonces supo que tenía perdida la batalla. Una cosa era lidiar con alguien más o menos de su edad, y la otra completamente distinta, era hacerlo contra una jovencísima y moderna mujer.
.Supo que como un boxeador en el ring, tenía que tirar la toalla.
-Y lo hizo con dignidad porque de pronto comprendió que aquel hombre joven, estaba jugando con los sentimientos de dos mujeres. No haría lo mismo con ella.
-La invadió un sentido de repulsión contra aquel hombre
-Aquel sería su secreto. Nadie sabría ni de su intento de asedio, ni del descubrimiento recién hecho.