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Ver la versión completa : No fue Dios quien separó a los Levitas (5 y final)



Mario Enrique Bruzzone
10/08/2012, 04:51
Estimados hermanos


Sinceramente estoy muy sorprendido (y no gratamente por cierto) por el “extraño silencio” que se ha generado con relación a mis comentarios sobre el problema de la “elección” de los levitas como “servidores” de Yavé (o Jehová), y el consiguiente otorgamiento de “beneficios adicionales” que les habría sido dado por tener que cumplir con esa “arriesgada” misión.
Y me parece sumamente extraño que eso suceda ya que es un tema muy importante, fundamentalmente por que nos puede permitir comprender mejor la forma en que se manejó erróneamente el cristianismo luego de la “cristianización” del Imperio Romano que realizó Constantino.
Y, por supuesto, lo que originó (y continúa haciéndolo) que el mensaje de Amor del Evangelio sea rechazado por tantos pueblos.
En efecto; no hay que olvidar que en la antigüedad absolutamente todo lo que se relacionaba con lo que nosotros llamamos el poder terrenal (y que hoy decidimos mediante nuestros votos con la elección periódica de autoridades) estaba por aquel entonces (en todos los pueblos sin excepción alguna) en relación directa con la divinidad (cualquiera fuese “ella”, es decir, cualquiera fuera el nombre con el que el respectivo grupo humano la reconocía).
Y para que tengan una mejor idea al respecto, les explico que por tal motivo yo prefiero hablar de Iglesias Reformadas, ya que dentro de lo posible eludo utilizar el término “protestantes”, cosa que hago simplemente por respeto a quienes profesan esas ideas, dado que “protestantes” no transmite realmente el sentido de la Reforma, sino que hace referencia fundamentalmente a una cuestión política y económica.
Y para explicarles mi idea me permito transcribir algunas líneas del Epílogo con el que finalizo uno de mis libros (que desde mi página obsequio a cualquiera que desee leerlo) y que titulé ACLARACIONES – Con la Biblia, un laico católico explica a sus hermanos protestantes, algunos puntos de su fe.

«…Pero no quiero despedirme sin antes hacer una nueva “aclaración”, con respecto al título del presente libro.
Mejor dicho, no al título en sí, sino a la “acotación” que le he efectuado.
He usado allí el término “hermanos protestantes”, dado que es la forma más usual como se conoce a los miembros de las distintas Iglesias Reformadas. Incluso es la manera con la que —mayoritariamente al menos— ellos mismos se autodenominan.
Es decir, que lo he utilizado como una forma de facilitar que se entienda el sentido primordial que tuve al redactar el presente volumen.
Sin embargo, al leerlo podrán advertir que es muy difícil que yo use ese término, sino que siempre procuro apelar a la designación de “miembros, o integrantes, de las Iglesias Reformadas”.
Y lo hago, no porque me parezca menos chocante, sino por cuanto considero que el término “protestante” no se corresponde con una correcta interpretación de la Reforma iniciada por Lutero.
En efecto; esa palabra tiene origen en la forma como se nombraba en la Corte Imperial, a un grupo de príncipes alemanes, cosa que se hacía a raíz de que ellos PROTESTABAN ante el Emperador contra las exigencias de la Iglesia, para que las distintas diócesis (y obviamente, también las que formaban parte de los territorios bajo el dominio de esos príncipes) enviaran dinero a Roma, y por eso efectuaban esa protesta ante el Emperador Carlos V quien, por supuesto, hacía oídos sordos a sus reclamos.
Ésa fue una de las razones (casi me atrevería a decir, que una de las más importantes) por las cuales los mencionados príncipes alemanes adhirieron rápidamente a la doctrina de Lutero, ya que de esa forma lograron cortar los lazos que los unían a Roma, por lo cual el dinero que se originaba en los bienes que existían (o se producían) en los territorios bajo su dominio permanecía dentro de los mismos, y ellos podían usarlos en su propio beneficio.
Y exactamente lo mismo podemos decir con respecto a las posesiones de la Iglesia en esos territorios, las que fueron confiscadas y pasaron a formar parte del patrimonio de los príncipes o, eventualmente, de las iglesias luteranas locales.
Es decir, que el término PROTESTANTE tiene una clara —clarísima diría yo— connotación de tipo “económico—político”, más que religioso en sí, razón por la cual considero preferible hablar siempre de “Iglesias Reformadas”, y no “protestantes”, ya que me parece más acorde a la realidad profunda de la Reforma que se originó con Lutero.
Hecha esta última “aclaración”, ahora sí sólo me resta despedirme, elevando una oración al buen Padre Celestial, pidiéndole que permita que los eventuales lectores de este libro comprendan un poco mejor mi postura.»


Pues bien —nuevamente se los digo— me parece que deberíamos reflexionar un poco más (en realidad MUCHO más) con respecto a lo que les he planteado, ya que analizándolo tal vez logremos aportar un poco de claridad a muchas dificultades con las que tropezamos al leer los textos bíblicos y comprender mejor los errores cometidos por el cristianismo a lo largo de estos 2000 años.
Agradeciéndoles desde ya la atención que se sirvan prestar a mis comentarios, les reitero mis cordiales saludos
MARANA-THA


Si le interesan mis ideas puede visitar www.jesusescomunidad.com.ar