Minelis
16/06/2012, 14:08
Un saludo amigos, esta anécdota que les narraré aconteció hace ya unos cuántos años, exactamente el 28 de Octubre de 1983.
Cada 28 de Octubre los cubanos rendimos homenaje a uno de nuestros héroes más queridos, Camilo Cienfuegos; en ese día, sobre todo los estudiantes de todos los niveles echan flores al mar, o en los ríos los que no tienen el mar cerca.
Pues bien, en aquel año de 1983, contando yo con solo 5 años, tuve mi primera experiencia llevando flores a Camilo e irradiaba de felicidad. Éramos un centenar de niños, desde la educación preescolar hasta la secundaria que nos dirigíamos a la presa Jaibo (zona de campo en el municipio El Salvador, Guantánamo) para echar nuestras flores, acompañados de nuestros maestros. Iba yo con mi rosa roja hermosísima, entre una algarabía de niños risueños, cuando ya cerca de la orilla de la presa, vi un gran toro negro atado a un pequeño arbusto y me dio como una cosquillita aquello, un pequeño susto, lancé mi flor, y me puse a esperar la orden de regreso, cuando de pronto el alboroto se transformó en caos, gritos y ante la voz de: ¡SE SOLTÓ EL TORO! Paticas para qué te quiero, di la carrera de mi vida, con mi corta edad superé a los chicos de hasta 15 años que creo que se asustaron más de verme correr que por el mismo toro, hasta que caí ya desfallecida de tanto esfuerzo y cuando desperté estaba en brazos del director de mi escuelita que me llevaba rumbo a casa. Con el toro no sé qué pasó finalmente, ni cómo lo detuvieron, pero a partir de ese día desarrollé una fobia hacia esos animales, que hasta el sol de hoy, otro día contaré otra anécdota, producto de la misma fobia.
Cada 28 de Octubre los cubanos rendimos homenaje a uno de nuestros héroes más queridos, Camilo Cienfuegos; en ese día, sobre todo los estudiantes de todos los niveles echan flores al mar, o en los ríos los que no tienen el mar cerca.
Pues bien, en aquel año de 1983, contando yo con solo 5 años, tuve mi primera experiencia llevando flores a Camilo e irradiaba de felicidad. Éramos un centenar de niños, desde la educación preescolar hasta la secundaria que nos dirigíamos a la presa Jaibo (zona de campo en el municipio El Salvador, Guantánamo) para echar nuestras flores, acompañados de nuestros maestros. Iba yo con mi rosa roja hermosísima, entre una algarabía de niños risueños, cuando ya cerca de la orilla de la presa, vi un gran toro negro atado a un pequeño arbusto y me dio como una cosquillita aquello, un pequeño susto, lancé mi flor, y me puse a esperar la orden de regreso, cuando de pronto el alboroto se transformó en caos, gritos y ante la voz de: ¡SE SOLTÓ EL TORO! Paticas para qué te quiero, di la carrera de mi vida, con mi corta edad superé a los chicos de hasta 15 años que creo que se asustaron más de verme correr que por el mismo toro, hasta que caí ya desfallecida de tanto esfuerzo y cuando desperté estaba en brazos del director de mi escuelita que me llevaba rumbo a casa. Con el toro no sé qué pasó finalmente, ni cómo lo detuvieron, pero a partir de ese día desarrollé una fobia hacia esos animales, que hasta el sol de hoy, otro día contaré otra anécdota, producto de la misma fobia.