Orfelunio
19/05/2012, 11:08
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LA PIEDRA FILOSOFAL
La fuerza que me empuja
es una suave brisa,
una tormenta;
el cantar de un pájaro,
aromas de una flor;
una pasión obsesiva
de lápices afilados
y papeles en blanco.
Encontrarme conmigo mismo,
como un libro abierto
a los cuatro principios,
de plata y oro,
en un viaje hacia la libertad
de la cumbre.
Contemplar el paisaje,
admirar sus ángulos;
volar el sueño eterno
como la piedra bruta
que no ha sido todavía cubicada.
Enemiga del tiempo
que se aleja de la segura muerte,
y vive cultivando la vida
para contarla.
En las pocas verdades
de las que estamos seguros,
el deseo nos hace esclavos
en el pentágono de los sentidos,
y más allá de su perímetro
se alcanza liberadora muerte,
cabalgando sobre el humo del espíritu,
donde el cálculo del tiempo
está lleno de quimeras
si suceden sus ausencias.
Tres veces golpeé la piedra,
y se me abrió;
miré hacia el mundo
y de nuevo tuve que tallarla
aprendiz de lo esotérico.
Mas, una luz fue disciplina:
“La piedra era la vida,
moldearla mi condena”,
como maestro de la noche,
caballero esmerilado;
licántropo de estoque,
y artífice de lluvia
en los ojos que no lloren.
Mensajero de la luna
cuando oculta su horizonte…
Paladín de las estrellas
en un mar de girasoles.
LA PIEDRA FILOSOFAL
La fuerza que me empuja
es una suave brisa,
una tormenta;
el cantar de un pájaro,
aromas de una flor;
una pasión obsesiva
de lápices afilados
y papeles en blanco.
Encontrarme conmigo mismo,
como un libro abierto
a los cuatro principios,
de plata y oro,
en un viaje hacia la libertad
de la cumbre.
Contemplar el paisaje,
admirar sus ángulos;
volar el sueño eterno
como la piedra bruta
que no ha sido todavía cubicada.
Enemiga del tiempo
que se aleja de la segura muerte,
y vive cultivando la vida
para contarla.
En las pocas verdades
de las que estamos seguros,
el deseo nos hace esclavos
en el pentágono de los sentidos,
y más allá de su perímetro
se alcanza liberadora muerte,
cabalgando sobre el humo del espíritu,
donde el cálculo del tiempo
está lleno de quimeras
si suceden sus ausencias.
Tres veces golpeé la piedra,
y se me abrió;
miré hacia el mundo
y de nuevo tuve que tallarla
aprendiz de lo esotérico.
Mas, una luz fue disciplina:
“La piedra era la vida,
moldearla mi condena”,
como maestro de la noche,
caballero esmerilado;
licántropo de estoque,
y artífice de lluvia
en los ojos que no lloren.
Mensajero de la luna
cuando oculta su horizonte…
Paladín de las estrellas
en un mar de girasoles.