Orfelunio
05/05/2012, 16:51
3116
El niño Tarde
Lloraba un niño su desgracia
perdida la ilusión que va en el juego,
y fuese que…
¡Cuéntale, niño!, a este viejo anciano
lo que viste de este mundo; pero antes…,
¡vive! y seas árbol que dé buen fruto.
Nunca llores lo que es tuyo,
¿a qué llorar lo que es de otro
cuanto al viento se hace oculto?...
Pasaron muchos años,
y llegando a ser anciano
contó un millón de historias,
a aquel niño que guardaba en la memoria.
Caían las lágrimas sobre el poema,
que de adulto, hablaba el mismo idioma.
Lloró toda la noche
y llegó la luz del día;
acabó sin un reproche
hacia el juego de la vida.
Hicieron santo al niño,
hicieron santo al hombre,
y en andares peregrinos,
se volcaron los caminos
en altares todo nombres.
Y fue una riña mala,
mala, mala, mala;
tan mala
que cayó en la trama padre,
y no pudo salir,
sin hacer la cama
a la mala madre;
futuro por venir,
de la merienda postre
para el niño tarde.
No quiero puertos,
no quiero escotes,
no quiero tuertos
ni ciegos dotes;
tan sólo quiero el canto
del pájaro niñez,
que vuela sobre blancos
con su cáscara de nuez.
El niño Tarde
Lloraba un niño su desgracia
perdida la ilusión que va en el juego,
y fuese que…
¡Cuéntale, niño!, a este viejo anciano
lo que viste de este mundo; pero antes…,
¡vive! y seas árbol que dé buen fruto.
Nunca llores lo que es tuyo,
¿a qué llorar lo que es de otro
cuanto al viento se hace oculto?...
Pasaron muchos años,
y llegando a ser anciano
contó un millón de historias,
a aquel niño que guardaba en la memoria.
Caían las lágrimas sobre el poema,
que de adulto, hablaba el mismo idioma.
Lloró toda la noche
y llegó la luz del día;
acabó sin un reproche
hacia el juego de la vida.
Hicieron santo al niño,
hicieron santo al hombre,
y en andares peregrinos,
se volcaron los caminos
en altares todo nombres.
Y fue una riña mala,
mala, mala, mala;
tan mala
que cayó en la trama padre,
y no pudo salir,
sin hacer la cama
a la mala madre;
futuro por venir,
de la merienda postre
para el niño tarde.
No quiero puertos,
no quiero escotes,
no quiero tuertos
ni ciegos dotes;
tan sólo quiero el canto
del pájaro niñez,
que vuela sobre blancos
con su cáscara de nuez.