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Orfelunio
25/04/2012, 13:46
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Errabundo Lucifer



En un mundo silencioso, donde la consciencia estaba esperando la oportunidad azarosa de la manifestación que afirma, los sentidos formaban parte de la totalidad de la vida como un arco iris sin color, como el cantar del pájaro sin canción. Todo era agua, y todo era sol; todo eran nubes, todo era tierra; los colores, rojos y azules, claroscuros de toda materia y densidad de un sueño profundo esperando al barro de dios. Más allá del universo, en el infinito eterno del tiempo exacto, dilucidaban el porvenir del hombre los contratiempos de la experiencia y el conocimiento de las cosas, con el riesgo de poder perder la hegemonía.

¡No, no y no! Si fuera así, nunca moriría; sería eterno… Para qué tanto dolor.
Intentó incorporarse, pero unas manos se lo impidieron, y otras, a la altura de su cabeza, levantaron el puñal de la muerte que cayó sobre el cuerpo abriendo su pecho. Se escuchó un gemido, y expiró. Por la comisura de sus labios caían hilillos de sangre, que recogieron en el cáliz de oro y procedieron a beber el sagrado líquido. ¡Hemos matado a dios!
Asombrados me miraban, cuando levitando hacia las nubes, les dije: Haced esto en memoria de mí. Y lancé unos rayos de fuego sobre sus cabezas.

Miguel, Gabriel, y Luzbel, se disputaban la condición de ser el fundamento divinizado, y a la vez, el error supremo de un prospecto de libertad, cuya discusión y acusaciones era preámbulo auricular de un proyecto divino. Luzbel lanzó una acusación y afirmó que cuanto del proyecto conociera el hombre, sería causa, no de amor al hacedor de todo, sino a la independencia absoluta al reconocerse a sí mismo como la suprema verdad consciente de la visible materia, y comprender la muerte como extremaunción de la vida. Tan convencido estaba Luzbel del fracaso del proyecto, que no hubiera hecho falta ni tan siquiera la manzana, y mucho menos la serpiente y la vergüenza de la desnudez. Tan sólo un principio, y un final misterioso ante lo desconocido. Ni condena de Caín, ni la muerte de un Abel.

Amaneció Set adorando al sol, y hubo tantos dioses, como Noes y crecidas por aluvión. Confundió el hombre la señal del arco, y al comprender la química del agua en suspensión, se empeñó en hacer valer el pacto porque le iba en ello su nación. Aquel que bajó del monte con las tablas, tan ardiente de sol, encontró una fría mañana a los nómadas que en orgía recordaban sacrificios a Moloc. Porque miró a dios cara a cara, y nada resiste su luz, cayó de nuevo en la trampa y cambió el resol por la cruz. Quiso ajustar la medida, y separó las aguas; hizo cuentas y pensó, que cuantas más mentiras, menos peso en la partida y más aumento del fervor.

No sabían qué hacer con el cuerpo, y el de más fe, que era una roca, abrió la boca y dio el primer mordisco. Guardaron el pacto eterno, y escondieron la llave que guardaba el secreto del cuarto azul. La eternidad del hijo abrió la mañana, y una hora solar de rayos fulgurantes, dio paso al nuevo día alumbrando la custodia del errabundo Lucifer. Dios también se muere, porque su semejanza nos mata, y si abrir la caja no se puede, Lucifer sirva de lata si en el cuarto azul nos detiene.

Caracolamarina
26/04/2012, 07:29
Se me vuela la imaginación, con tu muy buen relato Orfelunio.
Felicitaciones, por tu pluma.
Saludos cordiales, desde la... de nuevo brumosa, Buenos Aires...

Orfelunio
05/05/2012, 17:05
Se me vuela la imaginación, con tu muy buen relato Orfelunio.
Felicitaciones, por tu pluma.
Saludos cordiales, desde la... de nuevo brumosa, Buenos Aires...

Muchas gracias por tu comentario, Caracola... Un abrazo