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Ver la versión completa : Bordeando la locura



Rodolfo Carmona
19/04/2012, 17:08
La mañana oficia su ritual remoto a la manera de Melquisedec: regalando luz a manos llenas. Pero cae ésta sobre la tierra baldía, sobre los cuerpos rendidos, sobre el último asedio que sufre la esperanza.

Afina las cuerdas el instante, este tiempo tan provisional y tan extraño como el que atrapó con un abrigo lleno de piedras a Virginia Wolf en un río de Suseex y dejó sin paladar y sin palabras a Hemigway en una cabaña de Idaho. Un tiempo que deja al descubierto las heridas sin nacer del todo, el espejo donde Luzhin solamente ve un tablero de ajedrez en un constante jaque al rey irresoluble.

Pero hay demasiada luz como para desmoronarse ante el palpitar oscuro de la desolación. Abandonemos las miradas que niegan la belleza del mundo, que elevan estatuas a la fealdad y a la miseria de lo creado. Alejemos el amargo dulzor de las derrotas reales e inventadas. Resistamos las sombras que atacan por la noche, el horror punzante de lo que no queremos ver. Hay más belleza que dolor en el tallo espinoso de la rosa, más alegría que tristeza en el corazón del recién nacido.

Una cantante de jazz, un saxo tenor y la decisión de volar con las palabras y la música. Instrumentos con el que construirnos un pequeño paraíso. Mail Davis y un pasado que olvidar. Los dioses de saldo y de segunda tocan la trompeta cada noche en el Blue Note de Nueva York y recorren la tierra en pos de una palabra y una nota que les haga felices.

Sale el tren número siete de la estación de Pensilvania con destino incierto. Acantilados, cerros empinados, lagunas salitrosas, bosques y montañas altas le esperan a la ribera del camino.

Bajo el cielo las notas de una canción, el olor del mar en la lejanía, una abeja entrelazada en el sexo de una flor abierta y complacida... Pero siempre hay un pensamiento que vuelve inverosímil lo soñado, un sentimiento que atora el alma que busca su poema de lluvia y de verano.

Las vías del ferrocarril recorren el páramo, la desnudez de una tierra que se adentra en ciudades perdidas donde el tiempo anda en otras cosas. El reloj de la estación marca el mediodía. El paisaje se adormece. Escucho. Escribo. Leo.

Alguien abandona su diario manuscrito en una papelera, cansado de ser un yo en el que no se reconoce, agotado por la fatiga de vivir sin poder soñar tras cada madrugada en su edén propio. Hay algo de sagrado y temerario en dejar atrás el pasado, en atreverse a romper las ligaduras de una realidad que atrapa y cercena el cumplimiento íntimo, lo más profundo del ser que somos. Trato de seguirle. Pero aprieta el paso para subir a un autobús y lo pierdo.

Suena una trompeta. Y no son los dioses esta vez. Un músico callejero interpreta un solo de Brooker Little. Deposito unas monedas en su sombrero y tuerzo a la izquierda, por la acera sin nombre de la ficción que hace de la literatura una forma de vivir y soñar la realidad, avenida Corrientes arriba, entre Callao y 9 de Julio, donde las librerías esconden los entreactos del futuro, el sortilegio que abre los templos enterrados.

Muy pocas veces nos acordamos de las miradas que cruzamos en la calle. Ese inmenso fluir de gentes, siempre a punto de embarcar en el Valbanera o el Titanic, que van de lado a lado como si el mundo fuera a acabarse al caer la noche. Pero el mundo nunca se acaba. Y no parece sorprendernos mucho. El aire no se rinde y sigue escribiendo sobre la roca el testamento del agua, cincelando en la piedra caliza la escultura que no albergara jamás ningún museo.

El niño duerme en el sofá. Mientras el viento mueve las palmeras con rítmica obstinación. Es tiempo de baile en el jardín. El sol de media tarde invita a la contemplación. Pronto caerá la noche y se asomará al balcón la nostalgia feliz de este día. Apuremos el caliz del eco que fenece para ser eco renacido, recitemos la oda que merece el final comienzo de toda historia que se acaba.

El río desemboca sus sedimentos en la orilla. Lo fértil es la suma de todo lo que arrastra la corriente. Los azares resuelven la ecuación del porvenir, desgranando uno a uno los íntimos resortes que terminarán por construir los cimientos de tu vida.

En cada hoy empezamos a vivir de nuevo. La negación a vivir desaparece cuando se abandona la locura de no ser la aurora que fecunda finalmente la tiniebla, hasta que no te das el perdón del pecado que nunca cometiste.

Llegará la música como una lluvia suave, como un bautismo en el Jordán, como un gato que recorre los tejados dispuesto a atrapar la luna reflejada en los cristales. Llegará la música con restos de prozac entre los labios. Llegará dispuesta a besarnos. Y en ese beso se resume todo. La ceremonia de existir estará consumada.

El mañana sería distinto si fuésemos capaces de ver lo que los ojos ocultan. El ayer ha de ser borrado para que el futuro sea este ahora detenido que desencadene el primer paso hacia la tierra prometida, hacia nuestro lugar en el mundo.

Un nuevo nacimiento tiene lugar antes de que raye el alba, antes de que de los huesos y los nervios sostengan la carne y el alma, antes de que el rey que nunca has dejado de ser regrese a sus dominios. Los límites de tu espíritu van mucho más allá de los años luz del universo.

Caracolamarina
19/04/2012, 18:20
""""Un nuevo nacimiento tiene lugar antes de que raye el alba, antes de que de los huesos y los nervios sostengan la carne y el alma, antes de que el rey que nunca has dejado de ser regrese a sus dominios. Los límites de tu espíritu van mucho más allá de los años luz del universo."""


Y el sol incipiente entre el concreto gris, anuncia con clarinetes, que no escuchamos....Con fanfarrias, que el tráfago nos apaga...Sin embargo...está ahí presente. Siempre presente.
Saludos cordiales Rodolfo Carmona...Sus letras son para leerlas y disfrutarlas.

Rodolfo Carmona
25/04/2012, 12:48
Gracias por tus palabras. Gracias por estar ahí.