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Davidmor
25/01/2012, 13:54
Otra valla que se erige para desviar a los cristianos de la carrera por obtener la vida envuelve el nacionalismo. Este obstáculo está siendo levantado a alturas cada vez mayores en todos los países mientras más profundamente penetramos en el tiempo del fin. Frecuentemente cuando uno se enfrenta a este obstáculo se hace que parezca que el derrotero sabio y práctico para uno es simplemente renunciar a la carrera y apartarse. El proceder así parecería hacer posible que uno evitara la crítica pública y los actos violentos que usan muchas veces funcionarios y chusmas que tratan de obligar a acatar leyes o actitudes no bíblicas. Por otra parte, la propaganda nacionalista tiene el propósito de incitar el orgullo nacional o racial. Se le da apariencia de causa atractiva en la cual envolverse. De hecho, en muchos países el nacionalismo se ha convertido en religión. Como resultado de esto, cada grupo nacional cree que su país y modo de vivir son los mejores y se hace intolerante para con otros.

El autor Ivo Duchacek hizo esta observación en su libro Conflict and Cooperation Among Nations: “El nacionalismo divide a la humanidad en unidades mutuamente intolerantes. Como resultado, la gente piensa como norteamericanos, rusos, chinos, egipcios o peruanos primero, y como seres humanos en segundo lugar... si acaso.” El antiguo secretario-general de la O.N.U., U Thant, declaró: “Muchísimos de los problemas que arrostramos hoy día se deben a, o son el resultado de, actitudes falsas... algunas de ellas han sido adoptadas casi inconscientemente. Entre éstas está el concepto del nacionalismo estrecho... ‘mi país, tenga razón o no.’”

El nacionalismo no es nuevo. Comenzó en Babilonia con Nemrod, el primero que se estableció como rey en oposición a Jehová. Siglos después los hebreos en cautiverio en esta ciudad infame sintieron vivamente las crueles e irrazonables demandas del nacionalismo. Sadrac, Mesac y Abednego se hallaban entre los súbditos que reunió Nabucodonosor en la llanura de Dura y a quienes se les mandó que se inclinaran en adoración delante de la imagen estatal de la nación. Sin embargo, estos adoradores hebreos de Jehová el Dios verdadero rehusaron inclinarse, aun bajo la amenaza de ser arrojados vivos en el horno ardiente. Tuvieron el valor de decirle al rey enfurecido: “Oh Nabucodonosor, respecto a esto no estamos bajo necesidad de devolverte palabra. Si ha de ser, nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. Del horno ardiente de fuego y de tu mano, oh rey, nos rescatará. Pero si no, séate sabido, oh rey, que no es a tus dioses que estamos sirviendo, y a la imagen de oro que has erigido ciertamente no la adoraremos.”—Dan. 3:16-18.

¿Somos hoy día del mismo sentir de estos siervos fieles de Dios en el pasado? Cuando la ley nacional o la presión de comunidad parecen hacer imperativo el que nos inclinemos delante de emblemas nacionales o los saludemos en un acto de adoración, votemos por líderes políticos o apoyemos proyectos nacionalistas, ¿transigiremos y se nos descalificará y desviará de la carrera por la vida? ¿O, más bien, obraremos como lo hicieron Jesús y los cristianos primitivos?

Jesús puso el ejemplo perfecto cuando estuvo delante del gobernador romano Pilato para juicio. Los judíos alegaron mentirosamente que Jesús se había hecho rey terrestre. Si hubiera sido cierto, eso hubiera sido un acto de traición. Pero a la pregunta de Pilato, Jesús dijo: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente.” Pilato estaba dispuesto a poner en libertad a Jesús con esta respuesta verídica como base, pero sus acusadores judíos contestaron: “Si pones en libertad a éste, no eres amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César.” Pilato les reconvino: “¿A su rey fijo en un madero?” Los principales sacerdotes contestaron: “No tenemos más rey que César.”—Juan 18:33-38; 19:12-16.

La historia registra las terribles consecuencias de haber escogido a “César” más bien que a Jesús como el Mesías, cuando Jerusalén fue destruida treinta y siete años después con gran pérdida de vida, yendo el resto de sus habitantes a la esclavitud entre las naciones. ¿Quién, en este caso, mantuvo neutralidad tocante a los asuntos de este mundo mientras mantuvo lealtad estricta al reino de Dios? ¡Jesucristo!

¿Qué hicieron los cristianos primitivos? Daniel P. Mannix, en su libro Those About to Die, declaró: “Los cristianos rehusaban . . . hacer sacrificios al genio del emperador... más o menos lo que equivale hoy a rehusar saludar la bandera o repetir el juramento de lealtad. . . . Muy pocos de los cristianos se retractaban, aunque generalmente se mantenía un altar en la arena con un fuego ardiendo sobre él para la conveniencia de ellos. El prisionero solo tenía que esparcir una pizca de incienso en la llama y se le daba un Certificado de Sacrificio y se le ponía en libertad. También se le explicaba cuidadosamente que no estaba adorando al emperador, sino solo reconociendo el carácter divino del emperador como jefe del Estado romano. No obstante, casi ningún cristiano se aprovechaba de la oportunidad de escapar.”

Desde el primer siglo hasta hoy el nacionalismo ha hecho que se persiga con encono a los cristianos. Pero los que han amado a Dios y han mantenido la vista puesta en el premio que viene al fin de la carrera no han transigido. A ellos no les extraña el que tengan que enfrentarse a estos obstáculos, puesto que se predijo así. Jesús dijo a sus discípulos: “Guárdense de los hombres; porque los entregarán a los tribunales locales, y los azotarán en sus sinagogas. ¡Si hasta los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa, para un testimonio a ellos y a las naciones!” Aunque Dios permitiría esto como prueba para su pueblo y para que dieran un testimonio, Jesús añadió: “Y no se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena.”—Mat. 10:16-18, 28.

La Biblia advierte particularmente que, durante el “tiempo del fin,” la organización política del Diablo aplicaría un cierre económico contra el pueblo que teme a Dios por el hecho de que los que no se inclinaran bajo presión para adorar a este sistema bestial no podrían “comprar o vender salvo la persona que tenga la marca” de la bestia. (Rev. 13:17) Si en su país sucediera que se requiriera identificación con un partido político para poder obtener empleo u otras ventajas, ¿qué haría usted? Por supuesto, usted necesita empleo para atender a su familia. Bajo presión, ¿qué va a hacer? ¿En quién cifra su confianza en cuanto a las cosas necesarias de la vida? ¿Se llenará de pánico y se olvidará de que le ha orado a Dios: “Danos hoy nuestro pan para este día”? (Mat. 6:11) Jehová sabe que necesitamos alimento, ropa y abrigo, pero es importante recordar que el Adversario, Satanás el Diablo, hace surgir la cuestión de la integridad en todo aspecto de la vida. Como en el caso de Job, pudiera presentar tocante a cualquiera de nosotros la acusación de que nos volveremos contra Dios si se nos priva de algunas de nuestras necesidades materiales. Pero se da la advertencia de que en el rollo de la vida no está escrito el nombre de ninguno de los que adoran a este sistema bestial. (Rev. 13:8 ) Al mantener nuestra lealtad a Jehová durante tiempo de prueba, podemos estar seguros de que Él abrirá el camino y proveerá alivio.

A veces las barreras y prejuicios sociales, raciales y religiosos resultan en penalidad y opresión para muchos. A menudo hacen mucho más difícil la carrera del cristiano por la vida. Hay la tendencia a hablar claro, responder a un ataque con otro, tomar las cosas en las propias manos de uno, demandar justicia. Por ejemplo, un grupo minoritario pudiera ponerse en vigorosa acción para obtener más derechos. Pudiera organizar marchas de protesta para ejercer presión en el gobierno. Pudiera preparar boicoteos para poner bajo presión a los comerciantes. Los líderes entre el grupo pudieran hacer un llamamiento al orgullo de su gente, y por habla o por coerción pudieran buscar el apoyo del cristiano. ¿Qué hará usted si se ve ante esta situación o una situación similar? De nuevo se hace necesario mantener neutralidad y evitar envolverse en los asuntos de este mundo. Usted puede estar seguro de que Jehová saldará las cuentas por cualesquier males que se cometan. “No devuelvan mal por mal a nadie. Provean cosas excelentes a la vista de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres. No se venguen ustedes mismos, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová.’”—Rom. 12:17-19.

Por tanto, no deje que la propaganda o presión ejercida con el fin de hacer que usted transija en su neutralidad cristiana lo desvíen de la carrera por la vida. Lo criticarán a causa de esto, puesto que la tendencia en la cristiandad hoy es que tanto los parroquianos como sus ministros se envuelvan en causas sociales. Han dejado de esperar que el reino de Dios traiga los remedios verdaderos que se necesitan para los problemas sociales del hombre, y han tomado partido. Pero no reconocen que, sin importar del lado de quién se ponga una persona en este mundo, todavía está de parte del Diablo, si apoya activamente cualquiera de los programas y normas nacionalistas que propone este sistema de cosas.

Por consiguiente, que ni el materialismo ni el nacionalismo lo desvíen de su derrotero de cristiano. Ponga su confianza completa en Dios y en su reino por su Hijo, Cristo Jesús. “Que su modo de vivir sea exento del amor al dinero, estando contentos con las cosas presentes. Porque él ha dicho: ‘De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé.’ De modo que podemos tener buen ánimo y decir: ‘Jehová es mi ayudante; no tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?’” (Heb. 13:5, 6) Pero hay otros obstáculos que pueden sacar al cristiano de la carrera por la vida eterna, y en estudios subsecuentes los abordaremos.