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Davidmor
25/01/2012, 13:46
“Has amado la justicia.” (SAL. 45:7)

VALIÉNDOSE de su Palabra y su espíritu, Jehová nos guía a sus siervos por “los senderos [...] de la justicia” (Sal. 23:3). Sin embargo, como somos imperfectos, tenemos la tendencia a desviarnos de tales caminos. Para tomar de nuevo el rumbo correcto, se necesita hacer un gran esfuerzo. ¿Qué nos ayudará a lograrlo? Ser como Jesús, quien verdaderamente amaba la rectitud (léase Salmo 45:7).

Fijémonos en la expresión “los senderos [...] de la justicia”. Los senderos son caminos pequeños y estrechos. Ahora bien, ¿por qué se dice que estos caminos simbólicos son “de la justicia”? Porque están trazados de acuerdo con la justicia divina. Los términos hebreos y griegos que se traducen por “justicia” transmiten la idea de rectitud e implican el fiel seguimiento de principios morales. Dado que Jehová es “el lugar de habitación de la justicia”, sus siervos acudimos con gusto a él para que sea nuestro guía moral y nos señale el camino que debemos seguir (Jer. 50:7).

Si deseamos agradar a Jehová, es imprescindible que sigamos con empeño sus rectas normas (Deu. 32:4). Claro está, primero tenemos que aprender todo lo que podamos acerca de él en su Palabra inspirada, la Biblia. Cuanto mejor conozcamos a Dios, más cerca lo sentiremos y más amaremos su justicia (Sant. 4:8 ). Como consecuencia, cuando debamos tomar decisiones importantes, dejaremos que nos guíe mediante su Palabra.

Busquemos la justicia de Dios

(Léase Mateo 6:33.) ¿Qué significa buscar la justicia de Jehová? ¿Se trata tan solo de predicar las buenas nuevas? No. Hace falta mucho más. Para que él acepte nuestro servicio sagrado, hay que obedecer a diario sus elevadas normas. Quienes buscan la justicia divina “deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Efe. 4:24).

No obstante, por mucho que nos esforcemos por obedecer a Dios, es inevitable que cometamos errores. ¿Qué nos ayudará a no desanimarnos y seguir amando y practicando la justicia? (Pro. 24:10.) Algo que nos fortalecerá en nuestra resolución es orar a diario “con corazones sinceros” y con “la plena seguridad de la fe” (Heb. 10:19-22). Ciertamente, todos los cristianos —sea que vayamos a vivir en el cielo o en la Tierra— tenemos que recordar que es imprescindible demostrar fe en Cristo como nuestro Redentor y gran Sumo Sacerdote (Rom. 5:8; Heb. 4:14-16). En el primer número de la edición en inglés de esta revista (julio de 1879) se habló del poder de la sangre que vertió Cristo como rescate (1 Juan 1:6, 7). En la página 6 de aquel número apareció esta comparación: “Un hecho singular es que los objetos de color escarlata o carmesí parecen blancos cuando se los mira a la luz a través de un cristal rojo. De igual modo, aunque nuestros pecados sean tan intensos como la escarlata o el carmesí, cuando los vemos como los ve Dios, a través de la sangre de Cristo, se tornan blancos”. ¡Qué maravilloso es saber que Jehová ha tomado medidas para salvarnos mediante el sacrificio de su Hijo amado! (Isa. 1:18.)

Revisemos nuestra armadura espiritual

Siempre debemos llevar puesta una pieza clave de la armadura espiritual: “la coraza de la justicia” (Efe. 6:11, 14). Sea que nos hayamos dedicado a Jehová en años recientes o que tengamos a nuestras espaldas décadas de servicio, es vital revisar todos los días la armadura que Dios nos ha dado. ¿Por qué? Porque Satanás ha sido arrojado a la Tierra junto con sus demonios (Rev. 12:7-12). Está furioso y sabe que le queda poco tiempo. Por eso ha recrudecido sus ataques contra el pueblo de Dios. Sin duda, esta es una poderosa razón para usar en todo momento “la coraza de la justicia”.

¿Para qué sirve una coraza? Para cubrir el pecho y de este modo proteger el corazón. ¿Por qué tenemos que proteger nuestro corazón simbólico? Porque está inclinado al mal, dado que somos imperfectos (Gén. 8:21). De hecho, es traicionero y desesperado (Jer. 17:9). De ahí que sea esencial educarlo y tenerlo bajo control. Comprendemos que “la coraza de la justicia” es vital, por lo que no nos la quitamos ni un minuto. En efecto, no nos entretenemos con cosas que Dios odia ni nos entregamos con la imaginación a fantasías pecaminosas. Tampoco malgastamos nuestro valioso tiempo dedicando demasiadas horas a la televisión. Más bien, nos esforzamos siempre por agradar a Jehová con nuestra conducta. Pero ¿y si caemos en algún mal pensamiento o acto? No nos daremos por vencidos, sino que seguiremos luchando con la ayuda de Dios (léase Proverbios 24:16).

La armadura espiritual también incluye “el escudo grande de la fe”, pieza indispensable para “apagar todos los proyectiles encendidos” del Diablo (Efe. 6:16). La fe nos permite seguir en el camino de la rectitud, el cual nos lleva a la vida eterna. Pero también necesitamos amor ferviente por Jehová, pues cuanto más lo amemos, más amaremos su justicia. Contamos, además, con la ayuda de nuestra conciencia. ¿Cómo contribuye esta a que demostremos amor por la justicia divina?

Mantengamos una buena conciencia

El día que nos bautizamos presentamos ante Jehová nuestra “solicitud [...] para una buena conciencia” (1 Ped. 3:21). Gracias a la fe en el rescate, la sangre de Jesús cubre nuestros pecados, lo que nos permite reconciliarnos con Dios. No obstante, para seguir en el camino de la salvación necesitamos mantener limpia la conciencia. Cuando esta nos avisa o nos muestra que algo está mal, deberíamos estar agradecidos. ¿Por qué? Porque eso demuestra que no está encallecida, sino que funciona como debe y sigue sensible a los rectos principios de Jehová (1 Tim. 4:2). Pero la conciencia también nos ayuda de otro modo a cultivar amor por la justicia.

Si obramos mal, la conciencia puede acusarnos e incluso mortificarnos. Así le sucedió a un joven que se descarrió de “los senderos [...] de la justicia” cuando apenas comenzaba a andar por ellos. Se hizo adicto a la pornografía y a la marihuana. En las reuniones tenía remordimientos, y en la predicación se sentía hipócrita. Por eso, abandonó por completo las actividades cristianas. “Poco me imaginaba —explica él— que la conciencia iba a seguir pidiéndome cuenta de mis actos. Aun así, me comporté como un necio durante cuatro años.” Luego comenzó a plantearse la idea de regresar a la verdad. Aunque pensaba que Jehová no iba a querer escucharlo, le oró de todos modos y le pidió perdón. No habían pasado ni diez minutos cuando su madre fue a visitarlo y lo animó a volver a las reuniones. Hizo caso del consejo y le pidió a un anciano ayuda para estudiar la Biblia. Con el tiempo se bautizó, y hoy da gracias a Jehová por haberle salvado la vida.

¿Verdad que nada reporta tantas alegrías como llevar una vida recta? Si amamos los principios justos y procuramos aplicarlos cada día mejor, sentiremos la gran satisfacción de complacer a Dios con nuestra conducta. ¡Imagínese! Viene el día en que todas las personas reflejarán a la perfección la imagen de su Padre celestial, por lo que su conciencia estará libre de sentimientos de culpa. Pero ahora es el momento de cultivar en nuestro corazón amor por la justicia y así regocijar a Jehová (Pro. 23:15, 16).

¿Cómo educamos la conciencia? Estudiando la Palabra de Dios y las publicaciones bíblicas y aplicando el siguiente principio: “El corazón del justo medita” (Pro. 15:28 ). Pensemos, por ejemplo, en lo útil que es la meditación cuando nos surgen preguntas sobre un empleo. Ciertamente, hay casos en los que el esclavo fiel y discreto ha mostrado que un trabajo entra en conflicto directo con las Escrituras, por lo que la mayoría de los cristianos lo rechazaremos sin dudar. Ahora bien, cuando no hay una respuesta tan clara, cada uno deberá pedirle a Dios que lo ayude a analizar los principios bíblicos pertinentes antes de tomar cualquier decisión. Uno de estos principios es no herir las conciencias ajenas (1 Cor. 10:31-33). Pero sobre todo, nuestro principal interés es conservar una buena relación con Dios. Si vemos a Jehová como nuestro amigo, nos preguntaremos en primer lugar: “¿Le causaré tristeza y dolor si acepto este trabajo?” (Sal. 78:40, 41).

Cuando preparamos las lecciones de La Atalaya o del Estudio Bíblico de la Congregación, no nos olvidemos de meditar. ¿Andamos siempre subrayando a toda velocidad las respuestas, párrafo tras párrafo? Esa preparación no puede ayudarnos a formar bien la conciencia ni a fortalecer nuestro amor por la justicia. Para lograr este objetivo, debemos dedicarnos en serio al estudio y la reflexión sobre la Palabra de Dios. No hay atajos si queremos que los principios rectos se graben en nuestro corazón.

Demostremos hambre y sed de justicia

Jehová y su Hijo desean que al realizar nuestro servicio sagrado experimentemos gozo. ¿Qué contribuirá a ello? Nuevamente, el amor a la justicia. Bien lo dijo Jesús en el Sermón del Monte: “Felices son los que tienen hambre y sed de justicia, puesto que ellos serán saciados” (Mat. 5:6). ¿Qué implican estas palabras para quienes aman los rectos caminos de Dios?

El mundo está dominado por Satanás (1 Juan 5:19). Sin importar dónde vivamos, los periódicos contienen cada vez más noticias de actos crueles y violentos. Todo el que ama la justicia no puede menos que horrorizarse ante el salvajismo del hombre para con el hombre (Ecl. 8:9). Claro, quienes aman a Jehová y sus justas normas comprenden que él es el único capaz de saciar su hambre y sed espiritual. Dentro de poco, los malvados desaparecerán. La gente recta ya no tendrá que soportar más a los pecadores y su mala conducta (2 Ped. 2:7, 8 ). ¡Qué alivio!

Los que seguimos a Cristo y servimos a Jehová sabemos que quienes anhelan la justicia “serán saciados”. En efecto, quedarán plenamente satisfechos gracias a los nuevos cielos y la nueva tierra donde “la justicia habrá de morar” (2 Ped. 3:13). Por eso, no nos desconcierta ni desanima el hecho de que en este mundo satánico predominen la violencia y la opresión (Ecl. 5:8 ). El Altísimo lo ve todo y pronto libertará a quienes aman la rectitud.

Cosechemos bendiciones por amar la justicia

“Jehová está amando a los justos”, dice Salmo 146:8. ¿Ha notado en este versículo cuál es uno de los mayores beneficios de seguir la senda de la rectitud? La certeza de ser queridos por el Soberano universal. ¡Qué privilegio! Por este motivo, no tenemos ninguna duda de que él cubrirá nuestras necesidades si ponemos el Reino en primer lugar (léanse Salmo 37:25 y Proverbios 10:3). Al final, el planeta entero será de quienes anhelan la justicia (Pro. 13:22). La gran mayoría de los siervos fieles de Dios serán recompensados con la dicha eterna de vivir en un nuevo mundo paradisíaco. De hecho, hoy día ya disfrutan de una paz interior que los ayuda a llevarse bien con sus familiares y sus hermanos espirituales (Fili. 4:6, 7).

Mientras esperamos el gran día de Jehová, debemos seguir buscando la justicia de Dios (Sof. 2:2, 3). Tenemos que demostrar que amamos de verdad sus rectos caminos. No podemos quitarnos nunca “la coraza de la justicia”, ya que dejaríamos desprotegido el corazón. También es necesario que mantengamos una buena conciencia, pues solo así lograremos vivir satisfechos y hacer feliz a nuestro Padre celestial (Pro. 27:11).

Jehová tiene su mirada “discurriendo por toda la tierra”, ya que desea “mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él” (2 Cró. 16:9). ¡Cuánto nos consuelan estas palabras a quienes nos esforzamos por vivir rectamente en medio de este mundo cada día más inestable, violento y malvado! Quienes viven alejados de Dios quizás se sorprendan de que aún respetemos las normas divinas, pero sabemos que estas son siempre para nuestro provecho (Isa. 48:17; 1 Ped. 4:4). Por eso estamos decididos a seguir demostrando en nuestra vida que amamos la justicia con toda el alma. Pero debemos hacer algo más. Para probar que nuestro corazón es completo para con Dios, también hemos de odiar el desafuero. En el siguiente artículo veremos qué está implicado en ello.