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Davidmor
17/12/2011, 07:31
1 Cro. :1:1–9:44.: Las genealogías de personas de la vida real prueban que todo el sistema relacionado con la adoración pura se basa en hechos y no en mitos.


Serie de progenitores y ascendientes de una persona, así como el escrito que la contiene. Jehová Dios es el gran Genealogista, el que guarda los registros de la creación, así como de los orígenes, el nacimiento y la descendencia de sus criaturas. Es “el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”. (Ef 3:14, 15.) A él se le debe el que su Palabra, la Biblia, contenga un registro exacto de las genealogías que desempeñan un papel importante en su propósito.

El hombre tiene un deseo innato de conocer su ascendencia y perpetuar el nombre familiar. Fue común en muchas de las naciones antiguas guardar un minucioso registro genealógico, en particular del linaje real y del sacerdotal. Tanto los árabes como los egipcios tuvieron por costumbre llevar registro de sus genealogías. También se han encontrado tablillas con escritura cuneiforme en las que figuran las genealogías de los reyes de Babilonia y de Asiria. Más recientes son las listas genealógicas de los griegos, los celtas, los sajones y los romanos.

El verbo hebreo que se emplea para la acción de inscribir los nombres de descendientes legítimos es ya‧jás, se traduce ‘registrar genealógicamente’ (1Cr 5:17), mientras que la forma sustantiva es yá‧jas, “registro genealógico”. (Ne 7:5.) En 1 Timoteo 1:4 y en Tito 3:9 se usa el término griego gue‧ne‧a‧lo‧guí‧a con referencia a listas de ascendencia personales.

El apóstol Mateo inicia su evangelio con la siguiente introducción: “El libro de la historia [gue‧né‧se‧ōs, una forma de gué‧ne‧sis] de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán”. (Mt 1:1.) La palabra griega gué‧ne‧sis tiene el sentido literal de “línea de descendencia; origen”. Con este término traduce la Septuaginta la palabra toh‧le‧dhóhth, vocablo hebreo que tiene el mismo significado primario que la voz griega, y que en el libro de Génesis se traduce “historia” en las varias ocasiones en que aparece. (Compárese con Gé 2:4, nota.)

Después de presentar la genealogía de Cristo, Mateo ofrece en su evangelio una narración del nacimiento humano de Jesús, su ministerio, muerte y resurrección. Este tipo de exposición no era infrecuente en aquella época, pues las narraciones históricas griegas más antiguas se ajustaban a un contexto genealógico, y la narración se desarrollaba en torno a las personas referidas en la genealogía presentada en la obra. Por consiguiente, la genealogía era una parte fundamental de la narración y en muchos casos constituía la introducción a la misma. (Véase 1Cr 1-9.)

En el juicio celebrado en Edén, Dios dio la promesa de que una descendencia nacería de la “mujer” y aplastaría la cabeza de la serpiente. (Gé 3:15.) Es posible que esta promesa haya hecho pensar a algunos que la descendencia prometida tendría ascendencia humana, pero solo se especificó que la descendencia vendría por un linaje humano cuando se le dijo a Abrahán que por medio de su descendencia se bendecirían todas las naciones de la Tierra. (Gé 22:17, 18.) Este anuncio le confirió a la genealogía de Abrahán una importancia primordial. La Biblia es el único libro que además de registrar la genealogía abrahámica, presenta la de todas las naciones, cuya ascendencia puede trazarse hasta los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. (Gé 10:32.)

A este respecto, E. J. Hamlin comentó en The Interpreter’s Dictionary of the Bible que la tabla del origen de las naciones que aparece en Génesis es una pieza “única en la literatura antigua. [...] No se puede encontrar un interés similar por la historia en ninguna otra literatura sagrada del mundo” (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 3, pág. 515).