jorgesalaz
09/12/2011, 02:36
Una solterona madurita que adoraba los perros accedió a cuidar el perro de los vecinos, mientras ellos se iban vacaciones. El único problema era que la solterona tenía una perra que estaba en celo y el perro de los vecinos era un macho. Ella tenía una casa grande y fue capaz de mantener a los dos perros separados los primeros días. Pero una noche la solterona se despertó de repente por unos terribles aullidos y quejidos de la planta baja. Corrió escaleras abajo para encontrar a los perros pegados, como ocurre cuando se aparean. Los perros mostraban un evidente dolor aullando, pero no podían separarse. Ella intentó separarlos pero no pudo. A pesar de que era casi medianoche decidió llamar por teléfono al veterinario. Después de numerosos timbrazos la voz bastante malhumorada del veterinario contesta el teléfono. La solterona le explica el problema y el veterinario gruñe: “Cuelgue, ponga su teléfono junto a los perros, llamaré a su número y el ruido del timbre del teléfono debe hacer que el perro macho pierda su erección y pueda retirarse de la perra.” “Oh”, dice la solterona, “¿y cree usted que ese remedio tan sencillo vaya a funcionar?” “Bueno”, contesta amargamente el veterinario, “¡acaba de funcionar conmigo!”