Davidmor
13/11/2011, 05:54
“Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan.” (1 TIMOTEO 4:16.)
“VAYAN [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.” (Mateo 28:19, 20.) En vista de este mandato de Jesucristo, todos los cristianos deben esforzarse por ser maestros. Se necesitan maestros celosos para ayudar a las personas de corazón sincero a conseguir conocimiento de Dios antes de que sea demasiado tarde (Romanos 13:11). El apóstol Pablo escribió: “Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso” (2 Timoteo 4:2). Esto supone enseñar tanto dentro como fuera de la congregación. De hecho, la comisión de predicar implica más que solo anunciar el mensaje de Dios. Para que las personas interesadas se hagan discípulos se necesita una buena enseñanza.
2. Vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1). Las filosofías seglares y enseñanzas falsas han lavado el cerebro a la gente. Muchas personas se hallan ‘en oscuridad mental’ y están “más allá de todo sentido moral” (Efesios 4:18, 19). Algunas sufren profundas heridas emocionales. En efecto, las personas están “desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36). No obstante, si hacemos uso del arte de enseñar podemos ayudar a las que son sinceras a efectuar los cambios necesarios.
Maestros dentro de la congregación
3. Millones de personas están recibiendo instrucción personal mediante estudios bíblicos en sus hogares. Sin embargo, después de su bautismo, los nuevos necesitan más ayuda para ‘arraigarse y establecerse sobre el fundamento’ (Efesios 3:17). Al llevar a cabo la comisión de Jesús recogida en Mateo 28:19, 20 y dirigir a los nuevos a la organización de Jehová, estos se benefician de la enseñanza dentro de la congregación. Según Efesios 4:11-13, se ha nombrado a hombres “como pastores y maestros, con miras al reajuste de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo”. Su arte de enseñar a veces implica la necesidad de ‘censurar, corregir, exhortar con toda gran paciencia’ (2 Timoteo 4:2). La obra de los maestros es tan importante que, en su carta a los corintios, Pablo los alista justo después de los apóstoles y profetas (1 Corintios 12:28 ).
4. Es cierto que no todos los cristianos sirven de ancianos o superintendentes. No obstante, a todos se les anima a incitarse unos a otros “al amor y a las obras excelentes” (Hebreos 10:24, 25). Esto puede lograrse en las reuniones mediante comentarios bien preparados y sinceros que pueden edificar y animar a los demás. Los publicadores del Reino veteranos también pueden ‘incitar a las obras excelentes’ compartiendo su conocimiento y experiencia con los nuevos cuando salen con ellos al ministerio del campo. También se puede impartir enseñanza valiosa en esas ocasiones y en otras de naturaleza informal. Por ejemplo, se insta a las mujeres maduras a que sean “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3).
Persuadidos a creer
5. Por tanto, existe un marcado contraste entre el cristianismo y las religiones falsas, muchas de las cuales intentan controlar la mente de sus feligreses. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, los guías religiosos intentaban controlar prácticamente todo aspecto de la vida de la gente mediante opresivas tradiciones humanas (Lucas 11:46). El clero de la cristiandad ha hecho con frecuencia lo mismo.
6. No obstante, la adoración verdadera es “servicio sagrado” que ofrecemos con nuestra “facultad de raciocinio” (Romanos 12:1). A los siervos de Jehová se les ‘persuade a creer’ (2 Timoteo 3:14). Es posible que los que llevan la delantera den a veces algunas directrices para el buen funcionamiento de la congregación. Sin embargo, no toman decisiones por sus hermanos cristianos, sino que les enseñan a “distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Logran esto, principalmente, nutriendo a la congregación “con las palabras de la fe y de la excelente enseñanza” (1 Timoteo 4:6).
Prestemos atención a nuestra enseñanza
7. Pero regresemos a nuestra comisión general de enseñar. ¿Requiere alguna capacidad, educación o habilidad especial? No necesariamente. Esta obra de enseñanza mundial la están llevando a cabo, en su mayor parte, personas comunes que no tienen aptitudes especiales (1 Corintios 1:26-29). Pablo explica: “Tenemos este tesoro [el ministerio] en vasos de barro [cuerpos imperfectos], para que el poder que es más allá de lo normal sea de Dios y no el que procede de nosotros” (2 Corintios 4:7). El enorme éxito que ha tenido la obra mundial de predicar el Reino da testimonio del poder del espíritu de Jehová.
8. Sin embargo, se requiere esfuerzo personal para ser un “trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la palabra de la verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15). Pablo exhortó a Timoteo: “Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan” (1 Timoteo 4:16). Pero ¿cómo prestamos atención a nuestra enseñanza, ya sea dentro o fuera de la congregación? ¿Es imperativo tener aptitudes docentes o dominar ciertas técnicas?
9. Jesús demostró, sin duda, una extraordinaria comprensión de los métodos docentes en su famoso Sermón del Monte. Cuando terminó de hablar, “las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar” (Mateo 7:28 ). Por supuesto, nadie puede enseñar tan bien como lo hizo Jesús. Sin embargo, no tenemos que ser oradores elocuentes para ser maestros eficaces, pues, según Job 12:7, hasta “los animales domésticos” y “las criaturas aladas” pueden enseñar en silencio. Junto con las aptitudes naturales que podamos tener, lo que especialmente cuenta es la “clase de personas” que somos: las cualidades que poseemos y los hábitos espirituales que hemos cultivado, cualidades y hábitos que los estudiantes pueden imitar (2 Pedro 3:11; Lucas 6:40).
Estudiantes de la Palabra de Dios
10. Un buen maestro de las verdades bíblicas debe ser un estudiante de la Palabra de Dios (Romanos 2:21). Jesucristo dio un extraordinario ejemplo a este respecto. Durante su ministerio hizo referencia a ideas, o las expresó directamente, contenidas en pasajes de casi la mitad de los libros de las Escrituras Hebreas. Su conocimiento de la Palabra de Dios se hizo evidente cuando, a los 12 años de edad, se le encontró “sentado en medio de los maestros, y escuchándoles e interrogándolos” (Lucas 2:46). De adulto, tenía por costumbre ir a la sinagoga, donde se leía la Palabra de Dios (Lucas 4:16).
11. ¿Somos ávidos lectores de la Palabra de Dios? Ahondando en ella podremos “[entender] el temor de Jehová, y [hallar] el mismísimo conocimiento de Dios” (Proverbios 2:4, 5). De modo que desarrollemos buenos hábitos de estudio. Intentemos leer una parte de la Palabra de Dios todos los días (Salmo 1:2). Convirtamos en un hábito la lectura de todos los números de La Atalaya y ¡Despertad! tan pronto como los recibamos. Estemos muy atentos en las reuniones de la congregación. Aprendamos a buscar información. Si nos acostumbramos a ‘investigar todas las cosas con exactitud’, evitaremos las exageraciones y las inexactitudes cuando enseñamos (Lucas 1:3).
“VAYAN [...] y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.” (Mateo 28:19, 20.) En vista de este mandato de Jesucristo, todos los cristianos deben esforzarse por ser maestros. Se necesitan maestros celosos para ayudar a las personas de corazón sincero a conseguir conocimiento de Dios antes de que sea demasiado tarde (Romanos 13:11). El apóstol Pablo escribió: “Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso” (2 Timoteo 4:2). Esto supone enseñar tanto dentro como fuera de la congregación. De hecho, la comisión de predicar implica más que solo anunciar el mensaje de Dios. Para que las personas interesadas se hagan discípulos se necesita una buena enseñanza.
2. Vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1). Las filosofías seglares y enseñanzas falsas han lavado el cerebro a la gente. Muchas personas se hallan ‘en oscuridad mental’ y están “más allá de todo sentido moral” (Efesios 4:18, 19). Algunas sufren profundas heridas emocionales. En efecto, las personas están “desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36). No obstante, si hacemos uso del arte de enseñar podemos ayudar a las que son sinceras a efectuar los cambios necesarios.
Maestros dentro de la congregación
3. Millones de personas están recibiendo instrucción personal mediante estudios bíblicos en sus hogares. Sin embargo, después de su bautismo, los nuevos necesitan más ayuda para ‘arraigarse y establecerse sobre el fundamento’ (Efesios 3:17). Al llevar a cabo la comisión de Jesús recogida en Mateo 28:19, 20 y dirigir a los nuevos a la organización de Jehová, estos se benefician de la enseñanza dentro de la congregación. Según Efesios 4:11-13, se ha nombrado a hombres “como pastores y maestros, con miras al reajuste de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo”. Su arte de enseñar a veces implica la necesidad de ‘censurar, corregir, exhortar con toda gran paciencia’ (2 Timoteo 4:2). La obra de los maestros es tan importante que, en su carta a los corintios, Pablo los alista justo después de los apóstoles y profetas (1 Corintios 12:28 ).
4. Es cierto que no todos los cristianos sirven de ancianos o superintendentes. No obstante, a todos se les anima a incitarse unos a otros “al amor y a las obras excelentes” (Hebreos 10:24, 25). Esto puede lograrse en las reuniones mediante comentarios bien preparados y sinceros que pueden edificar y animar a los demás. Los publicadores del Reino veteranos también pueden ‘incitar a las obras excelentes’ compartiendo su conocimiento y experiencia con los nuevos cuando salen con ellos al ministerio del campo. También se puede impartir enseñanza valiosa en esas ocasiones y en otras de naturaleza informal. Por ejemplo, se insta a las mujeres maduras a que sean “maestras de lo que es bueno” (Tito 2:3).
Persuadidos a creer
5. Por tanto, existe un marcado contraste entre el cristianismo y las religiones falsas, muchas de las cuales intentan controlar la mente de sus feligreses. Cuando Jesús estuvo en la Tierra, los guías religiosos intentaban controlar prácticamente todo aspecto de la vida de la gente mediante opresivas tradiciones humanas (Lucas 11:46). El clero de la cristiandad ha hecho con frecuencia lo mismo.
6. No obstante, la adoración verdadera es “servicio sagrado” que ofrecemos con nuestra “facultad de raciocinio” (Romanos 12:1). A los siervos de Jehová se les ‘persuade a creer’ (2 Timoteo 3:14). Es posible que los que llevan la delantera den a veces algunas directrices para el buen funcionamiento de la congregación. Sin embargo, no toman decisiones por sus hermanos cristianos, sino que les enseñan a “distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). Logran esto, principalmente, nutriendo a la congregación “con las palabras de la fe y de la excelente enseñanza” (1 Timoteo 4:6).
Prestemos atención a nuestra enseñanza
7. Pero regresemos a nuestra comisión general de enseñar. ¿Requiere alguna capacidad, educación o habilidad especial? No necesariamente. Esta obra de enseñanza mundial la están llevando a cabo, en su mayor parte, personas comunes que no tienen aptitudes especiales (1 Corintios 1:26-29). Pablo explica: “Tenemos este tesoro [el ministerio] en vasos de barro [cuerpos imperfectos], para que el poder que es más allá de lo normal sea de Dios y no el que procede de nosotros” (2 Corintios 4:7). El enorme éxito que ha tenido la obra mundial de predicar el Reino da testimonio del poder del espíritu de Jehová.
8. Sin embargo, se requiere esfuerzo personal para ser un “trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la palabra de la verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15). Pablo exhortó a Timoteo: “Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan” (1 Timoteo 4:16). Pero ¿cómo prestamos atención a nuestra enseñanza, ya sea dentro o fuera de la congregación? ¿Es imperativo tener aptitudes docentes o dominar ciertas técnicas?
9. Jesús demostró, sin duda, una extraordinaria comprensión de los métodos docentes en su famoso Sermón del Monte. Cuando terminó de hablar, “las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar” (Mateo 7:28 ). Por supuesto, nadie puede enseñar tan bien como lo hizo Jesús. Sin embargo, no tenemos que ser oradores elocuentes para ser maestros eficaces, pues, según Job 12:7, hasta “los animales domésticos” y “las criaturas aladas” pueden enseñar en silencio. Junto con las aptitudes naturales que podamos tener, lo que especialmente cuenta es la “clase de personas” que somos: las cualidades que poseemos y los hábitos espirituales que hemos cultivado, cualidades y hábitos que los estudiantes pueden imitar (2 Pedro 3:11; Lucas 6:40).
Estudiantes de la Palabra de Dios
10. Un buen maestro de las verdades bíblicas debe ser un estudiante de la Palabra de Dios (Romanos 2:21). Jesucristo dio un extraordinario ejemplo a este respecto. Durante su ministerio hizo referencia a ideas, o las expresó directamente, contenidas en pasajes de casi la mitad de los libros de las Escrituras Hebreas. Su conocimiento de la Palabra de Dios se hizo evidente cuando, a los 12 años de edad, se le encontró “sentado en medio de los maestros, y escuchándoles e interrogándolos” (Lucas 2:46). De adulto, tenía por costumbre ir a la sinagoga, donde se leía la Palabra de Dios (Lucas 4:16).
11. ¿Somos ávidos lectores de la Palabra de Dios? Ahondando en ella podremos “[entender] el temor de Jehová, y [hallar] el mismísimo conocimiento de Dios” (Proverbios 2:4, 5). De modo que desarrollemos buenos hábitos de estudio. Intentemos leer una parte de la Palabra de Dios todos los días (Salmo 1:2). Convirtamos en un hábito la lectura de todos los números de La Atalaya y ¡Despertad! tan pronto como los recibamos. Estemos muy atentos en las reuniones de la congregación. Aprendamos a buscar información. Si nos acostumbramos a ‘investigar todas las cosas con exactitud’, evitaremos las exageraciones y las inexactitudes cuando enseñamos (Lucas 1:3).