Davidmor
08/11/2011, 13:37
Recibe este nombre la destrucción catastrófica de hombres y animales producida por una inundación total en los días de Noé (2370 a. E.C.). Jehová envió este cataclismo, el mayor en toda la historia humana, debido a que los hombres inicuos habían llenado la Tierra de violencia. El justo Noé y su familia, ocho almas en total, junto con una selección de animales, sobrevivieron gracias a una enorme arca o caja. (Gé 6:9–9:19; 1Pe 3:20; véanse ARCA núm. 1; NOÉ.)
Alcance del Diluvio. El Diluvio no fue una inundación repentina o un aguacero de alcance local. De hecho, la palabra griega que usa la Biblia para referirse al Diluvio es ka‧ta‧kly‧smós, cataclismo. (Lu 17:27, nota.) Las inundaciones locales no duran más que unos días, mientras que esta duró más de un año, la mayor parte del cual se requirió para que se retirasen las aguas. Sería irrazonable creer que Noé pasó tal vez cincuenta o sesenta años construyendo un enorme navío de unos 40.000 m.3 de volumen para la supervivencia de su familia y algunos animales, por una simple inundación local. Si solo fue afectada una zona relativamente pequeña, ¿por qué era necesario introducir en el arca especímenes de “toda criatura viviente de toda clase de carne” con el fin de “conservar viva prole sobre la superficie de toda la tierra”? (Gé 6:19; 7:3.) Sin lugar a dudas se trató de un diluvio universal, como el que no había ocurrido ninguno antes ni ha vuelto a ocurrir después. “Y a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas. Hasta quince codos por encima [c. 6,5 m.] las anegaron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas.” (Gé 7:19, 20.) “El fin de toda carne ha llegado delante de mí”, dijo Jehová, por consiguiente, “borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho”. Y fue justo así. “Todo lo que tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco, murió. [...] Solo Noé y los que con él estaban en el arca siguieron sobreviviendo.” (Gé 6:13; 7:4, 22, 23.)
La crónica del Diluvio. El Diluvio no se produjo de repente, sin previa advertencia. Se emplearon años en la construcción del arca, un tiempo que Noé, el “predicador de justicia”, dedicó a advertir a aquella generación inicua. (2Pe 2:5.) Finalmente llegó el tiempo fijado para el Diluvio en “el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes”. Noé y su familia, los animales —“macho y hembra de toda clase de carne”— y un abastecimiento de víveres en cantidad suficiente para todos, ya estaban en el arca cuando “Jehová cerró tras él la puerta”. A continuación, “las compuertas de los cielos fueron abiertas” (Gé 7:11, 16) y “por cuarenta días y cuarenta noches” cayó sobre la Tierra una fuerte lluvia torrencial, de modo que “las aguas continuaron anegando la tierra por ciento cincuenta días”. (Gé 7:4, 12, 24.) Cinco meses después del inicio del Diluvio, el arca ‘descansó sobre las montañas de Ararat’. (Gé 8:4.) Pasaron casi dos meses y medio antes de que ‘aparecieran las cimas de las montañas’ (Gé 8:5), otros tres meses antes de que Noé quitara la cubierta del arca y comprobara que la superficie del suelo estaba prácticamente seca (Gé 8:13) y, por último, casi dos meses hasta que la puerta se abrió y los sobrevivientes pudieron volver a pisar sobre suelo seco. (Gé 8:14-18.)
Noé y su familia entraron en el arca en el año seiscientos de la vida de Noé, en el día 17 del segundo mes (octubre-noviembre). (Gé 7:11.) Un año después (de 360 días) nos llevaría al día 17 del segundo mes de su año seiscientos uno. Diez días después, el 27 del segundo mes, salieron a tierra firme. Habían pasado en el arca un total de 370 días y parte del 371. (Gé 8:13, 14.) El registro que Noé llevó se basó en meses de 30 días, pues dice que 150 días equivalen a cinco meses (Gé 7:11, 24; 8:3, 4); doce meses equivaldrían entonces a 360 días. De esta manera evitó las complicadas fracciones que se hubieran producido de haber usado estrictamente meses lunares, que duraban un poco más de 29 1/2 días.
Las aguas del Diluvio. Se ha dicho que si toda la humedad de la atmósfera de repente se liberase en forma de lluvia y se esparciese sobre la superficie terrestre, no alcanzaría ni siquiera una profundidad de cinco centímetros. Por lo tanto, ¿de dónde vino el inmenso Diluvio del día de Noé? Según el libro de Génesis, Dios le dijo a Noé: “En cuanto a mí, aquí voy a traer el diluvio [o: “el océano celestial”; heb. mab‧búl] de aguas sobre la tierra”. (Gé 6:17, nota.) El siguiente capítulo narra así lo que ocurrió: “En este día fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas”. (Gé 7:11.) Fue tan intensa la precipitación de aguas, “que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas”. (Gé 7:19.)
¿Cómo se explica la existencia de este “océano celestial”? En el relato de Génesis sobre la creación se menciona que en el segundo “día” Jehová hizo que hubiese una expansión (llamada “Cielo”) en torno a la Tierra, que separara las aguas que estaban debajo, es decir, los océanos que había sobre la superficie terrestre, de las que estaban sobre la expansión. (Gé 1:6-8.) Las aguas que quedaron suspendidas sobre la expansión debieron quedar retenidas allí desde el segundo “día” creativo hasta el Diluvio. A estas aguas debió referirse el apóstol Pedro cuando dijo que “hubo cielos desde lo antiguo, y una tierra mantenida compactamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de Dios”. Dios empleó las aguas que estaban sobre y debajo de esos “cielos” y “por aquellos medios el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua”. (2Pe 3:5, 6.) Se han dado varias explicaciones en cuanto a cómo se contuvieron las aguas sobre la expansión y lo que ocasionó su precipitación, pero son solo especulaciones. La Biblia dice sencillamente que Dios hizo la expansión y retuvo las aguas que quedaron sobre ella y que después trajo el Diluvio. Su ilimitado poder podía realizar algo así sin dificultad alguna.
Si, como dice Génesis, “todas las altas montañas” quedaron cubiertas, ¿dónde está toda esa agua hoy? Debe estar aquí, sobre la superficie de la Tierra. Se cree que hubo un tiempo en el que los océanos eran más pequeños y el suelo continental más extenso de lo que es hoy día, lo que parece estar demostrado por la existencia de vías fluviales de gran extensión en el lecho submarino. También ha de tenerse presente que, según han afirmado los científicos, en tiempos remotos las montañas eran mucho más bajas que en la actualidad y que hay montañas que han emergido del mar. Además, se ha dicho que hoy “hay diez veces más volumen de agua en los océanos que de tierra sobre el nivel del mar. Si se echara toda esa tierra al mar de manera uniforme, el agua cubriría el planeta hasta una altura de dos kilómetros.” (National Geographic, enero de 1945, pág. 105.) Por consiguiente, después que las aguas del Diluvio cayeron, pero antes de que aumentara la altura de las montañas y el lecho submarino bajara de nivel, aún antes de la formación de la capa de hielo polar, había agua más que suficiente para cubrir “todas las altas montañas”, tal como dice la Biblia. (Gé 7:19.)
Efecto en la Tierra. El Diluvio ocasionó grandes cambios. Por ejemplo, la expectativa de vida del hombre se acortó rápidamente. Se ha llegado a pensar que las aguas que se hallaban sobre la expansión antes del Diluvio protegían de los efectos dañinos de la radiación, pero que con la desaparición de ese dosel de agua, aumentó la radiación cósmica perjudicial para la composición genética del hombre. Sin embargo, la Biblia no se pronuncia a este respecto. Y, dicho sea de paso, cualquier cambio en el nivel de radiación hubiese incidido de tal modo en el porcentaje de formación del carbono-14 radiactivo, que podría invalidar todas las dataciones basadas en radiocarbono de objetos antediluvianos.
Al romperse de repente “los manantiales de la vasta profundidad acuosa” y abrirse “las compuertas de los cielos”, miles de millones de toneladas de agua inundaron la Tierra. (Gé 7:11.) Este suceso provocó enormes cambios en la superficie del planeta. La corteza terrestre es muy delgada (se estima que tiene entre 30 y 160 Km. de grosor) y se extiende sobre una masa blanda de miles de kilómetros de diámetro. Por lo tanto, es probable que bajo el peso del agua caída se produjeran grandes cambios en la corteza terrestre. Con el tiempo se formaron nuevas montañas, montañas ya existentes se elevaron a nuevas alturas, cuencas marítimas poco profundas se ahondaron y cambió la configuración de las costas, de manera que en la actualidad alrededor de un 70% de la superficie del planeta está cubierto de agua. Este cambio en la corteza de la Tierra explica muchos fenómenos geológicos, como la elevación a nuevas alturas de los antiguos litorales. Algunos han calculado que solo las presiones de las aguas equivalían a 310 Kg. por cada centímetro cuadrado, suficiente para fosilizar con rapidez la fauna y la flora. (Véase The Biblical Flood and the Ice Epoch, de D. Patten, 1966, pág. 62.)
Alcance del Diluvio. El Diluvio no fue una inundación repentina o un aguacero de alcance local. De hecho, la palabra griega que usa la Biblia para referirse al Diluvio es ka‧ta‧kly‧smós, cataclismo. (Lu 17:27, nota.) Las inundaciones locales no duran más que unos días, mientras que esta duró más de un año, la mayor parte del cual se requirió para que se retirasen las aguas. Sería irrazonable creer que Noé pasó tal vez cincuenta o sesenta años construyendo un enorme navío de unos 40.000 m.3 de volumen para la supervivencia de su familia y algunos animales, por una simple inundación local. Si solo fue afectada una zona relativamente pequeña, ¿por qué era necesario introducir en el arca especímenes de “toda criatura viviente de toda clase de carne” con el fin de “conservar viva prole sobre la superficie de toda la tierra”? (Gé 6:19; 7:3.) Sin lugar a dudas se trató de un diluvio universal, como el que no había ocurrido ninguno antes ni ha vuelto a ocurrir después. “Y a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas. Hasta quince codos por encima [c. 6,5 m.] las anegaron las aguas, y las montañas quedaron cubiertas.” (Gé 7:19, 20.) “El fin de toda carne ha llegado delante de mí”, dijo Jehová, por consiguiente, “borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho”. Y fue justo así. “Todo lo que tenía activo en sus narices el aliento de la fuerza de vida, a saber, cuanto había en el suelo seco, murió. [...] Solo Noé y los que con él estaban en el arca siguieron sobreviviendo.” (Gé 6:13; 7:4, 22, 23.)
La crónica del Diluvio. El Diluvio no se produjo de repente, sin previa advertencia. Se emplearon años en la construcción del arca, un tiempo que Noé, el “predicador de justicia”, dedicó a advertir a aquella generación inicua. (2Pe 2:5.) Finalmente llegó el tiempo fijado para el Diluvio en “el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes”. Noé y su familia, los animales —“macho y hembra de toda clase de carne”— y un abastecimiento de víveres en cantidad suficiente para todos, ya estaban en el arca cuando “Jehová cerró tras él la puerta”. A continuación, “las compuertas de los cielos fueron abiertas” (Gé 7:11, 16) y “por cuarenta días y cuarenta noches” cayó sobre la Tierra una fuerte lluvia torrencial, de modo que “las aguas continuaron anegando la tierra por ciento cincuenta días”. (Gé 7:4, 12, 24.) Cinco meses después del inicio del Diluvio, el arca ‘descansó sobre las montañas de Ararat’. (Gé 8:4.) Pasaron casi dos meses y medio antes de que ‘aparecieran las cimas de las montañas’ (Gé 8:5), otros tres meses antes de que Noé quitara la cubierta del arca y comprobara que la superficie del suelo estaba prácticamente seca (Gé 8:13) y, por último, casi dos meses hasta que la puerta se abrió y los sobrevivientes pudieron volver a pisar sobre suelo seco. (Gé 8:14-18.)
Noé y su familia entraron en el arca en el año seiscientos de la vida de Noé, en el día 17 del segundo mes (octubre-noviembre). (Gé 7:11.) Un año después (de 360 días) nos llevaría al día 17 del segundo mes de su año seiscientos uno. Diez días después, el 27 del segundo mes, salieron a tierra firme. Habían pasado en el arca un total de 370 días y parte del 371. (Gé 8:13, 14.) El registro que Noé llevó se basó en meses de 30 días, pues dice que 150 días equivalen a cinco meses (Gé 7:11, 24; 8:3, 4); doce meses equivaldrían entonces a 360 días. De esta manera evitó las complicadas fracciones que se hubieran producido de haber usado estrictamente meses lunares, que duraban un poco más de 29 1/2 días.
Las aguas del Diluvio. Se ha dicho que si toda la humedad de la atmósfera de repente se liberase en forma de lluvia y se esparciese sobre la superficie terrestre, no alcanzaría ni siquiera una profundidad de cinco centímetros. Por lo tanto, ¿de dónde vino el inmenso Diluvio del día de Noé? Según el libro de Génesis, Dios le dijo a Noé: “En cuanto a mí, aquí voy a traer el diluvio [o: “el océano celestial”; heb. mab‧búl] de aguas sobre la tierra”. (Gé 6:17, nota.) El siguiente capítulo narra así lo que ocurrió: “En este día fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas”. (Gé 7:11.) Fue tan intensa la precipitación de aguas, “que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas”. (Gé 7:19.)
¿Cómo se explica la existencia de este “océano celestial”? En el relato de Génesis sobre la creación se menciona que en el segundo “día” Jehová hizo que hubiese una expansión (llamada “Cielo”) en torno a la Tierra, que separara las aguas que estaban debajo, es decir, los océanos que había sobre la superficie terrestre, de las que estaban sobre la expansión. (Gé 1:6-8.) Las aguas que quedaron suspendidas sobre la expansión debieron quedar retenidas allí desde el segundo “día” creativo hasta el Diluvio. A estas aguas debió referirse el apóstol Pedro cuando dijo que “hubo cielos desde lo antiguo, y una tierra mantenida compactamente fuera de agua y en medio de agua por la palabra de Dios”. Dios empleó las aguas que estaban sobre y debajo de esos “cielos” y “por aquellos medios el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua”. (2Pe 3:5, 6.) Se han dado varias explicaciones en cuanto a cómo se contuvieron las aguas sobre la expansión y lo que ocasionó su precipitación, pero son solo especulaciones. La Biblia dice sencillamente que Dios hizo la expansión y retuvo las aguas que quedaron sobre ella y que después trajo el Diluvio. Su ilimitado poder podía realizar algo así sin dificultad alguna.
Si, como dice Génesis, “todas las altas montañas” quedaron cubiertas, ¿dónde está toda esa agua hoy? Debe estar aquí, sobre la superficie de la Tierra. Se cree que hubo un tiempo en el que los océanos eran más pequeños y el suelo continental más extenso de lo que es hoy día, lo que parece estar demostrado por la existencia de vías fluviales de gran extensión en el lecho submarino. También ha de tenerse presente que, según han afirmado los científicos, en tiempos remotos las montañas eran mucho más bajas que en la actualidad y que hay montañas que han emergido del mar. Además, se ha dicho que hoy “hay diez veces más volumen de agua en los océanos que de tierra sobre el nivel del mar. Si se echara toda esa tierra al mar de manera uniforme, el agua cubriría el planeta hasta una altura de dos kilómetros.” (National Geographic, enero de 1945, pág. 105.) Por consiguiente, después que las aguas del Diluvio cayeron, pero antes de que aumentara la altura de las montañas y el lecho submarino bajara de nivel, aún antes de la formación de la capa de hielo polar, había agua más que suficiente para cubrir “todas las altas montañas”, tal como dice la Biblia. (Gé 7:19.)
Efecto en la Tierra. El Diluvio ocasionó grandes cambios. Por ejemplo, la expectativa de vida del hombre se acortó rápidamente. Se ha llegado a pensar que las aguas que se hallaban sobre la expansión antes del Diluvio protegían de los efectos dañinos de la radiación, pero que con la desaparición de ese dosel de agua, aumentó la radiación cósmica perjudicial para la composición genética del hombre. Sin embargo, la Biblia no se pronuncia a este respecto. Y, dicho sea de paso, cualquier cambio en el nivel de radiación hubiese incidido de tal modo en el porcentaje de formación del carbono-14 radiactivo, que podría invalidar todas las dataciones basadas en radiocarbono de objetos antediluvianos.
Al romperse de repente “los manantiales de la vasta profundidad acuosa” y abrirse “las compuertas de los cielos”, miles de millones de toneladas de agua inundaron la Tierra. (Gé 7:11.) Este suceso provocó enormes cambios en la superficie del planeta. La corteza terrestre es muy delgada (se estima que tiene entre 30 y 160 Km. de grosor) y se extiende sobre una masa blanda de miles de kilómetros de diámetro. Por lo tanto, es probable que bajo el peso del agua caída se produjeran grandes cambios en la corteza terrestre. Con el tiempo se formaron nuevas montañas, montañas ya existentes se elevaron a nuevas alturas, cuencas marítimas poco profundas se ahondaron y cambió la configuración de las costas, de manera que en la actualidad alrededor de un 70% de la superficie del planeta está cubierto de agua. Este cambio en la corteza de la Tierra explica muchos fenómenos geológicos, como la elevación a nuevas alturas de los antiguos litorales. Algunos han calculado que solo las presiones de las aguas equivalían a 310 Kg. por cada centímetro cuadrado, suficiente para fosilizar con rapidez la fauna y la flora. (Véase The Biblical Flood and the Ice Epoch, de D. Patten, 1966, pág. 62.)