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Ver la versión completa : El Maestro Manuel



jorgesalaz
19/08/2011, 01:03
La Corte era tal como la había visto en las películas de Hollywood que tanto le gustaban, con una sala recubierta de madera lustrosa, su área reservada para el Jurado, el estrado alto, imponente, sobrio y elegante. Hacía unos meses que el Congreso del Estado había decretado la instauración de los juicios orales, pero jamás imaginó que fueran a seguir tan fielmente el estilo de aquellas antiguas series del abogado defensor Perry Mason. Tampoco pensó que él mismo estaría algún día en el banquillo de los acusados.
El Juez entró a la sala y todos se pusieron de pie al unísono, antes de la advertencia del ujier. Cuando Daniel miró hacia la figura que decidida se acercaba a su sitial, tuvo un estremecimiento. Sin duda, él era Dios y si no, algún pariente muy cercano. Alto, grueso, blanco, cabellos como la nieve y una mirada severa detrás de sus gafas sin montura. Tendría probablemente una edad que mediaba los 60 y a su paso irradiaba una personalidad intimidante, apabulladora.
El Juez Medina de la Mora tomó asiento y examinó los documentos que había colocado ante sus ojos el secretario. Los leyó con actitud despreciativa, como quien le incomoda hacerse cargo de asuntos de poca monta y con voz ríspida dio su primera orden:
-¡Tiene la palabra el Secretario!
El aludido, flaco, de larga nariz, ojos ratoniles y pelo engominado, respondió rápidamente con voz engolada y dándose una importancia como si este fuera el juicio del siglo.
-Con su venia, Su Señoría. El caso que se presenta es el Número 2453/23/11. El acusado, es el Señor Daniel Acosta Ferreiro quien golpeó con sus puños al Señor Marcelo de la Fuente Díaz hasta dejarlo inconsciente, lo que ameritó su hospitalización y cuidados subsecuentes hasta su rehabilitación. La parte demandante solicita una indemnización por el daño infligido y el pago de los servicios médicos y hospitalarios, además de los cargos que el Estado tenga a bien fincarle.
-¿Existen declaraciones firmadas de los testigos? Interrumpió el Juez con acento aburrido.
-Efectivamente Su Señoría, tenemos sus declaraciones y además el informe que levantó el oficial de Policía que tomó parte en el hecho, quien se encuentra en la sala dispuesto a presentar sus pruebas.
-Que diga su versión el Oficial… El Juez se ajustó los lentes y volvió a leer el informe que le había acercado el Secretario. -… ¡Sánchez! Dijo en tono despectivo.
Acto seguido, el Oficial presentó un informe largo y soporífero, el cual logró arrancar un suspiro de alivio al Señor Juez, cuando éste terminó su relato. Luego se dirigió al acusado, lo barrió con una agria mirada y sus palabras empezaron a surgir como escupitajos:
-“Usted caballerete no sólo ha sacado de circulación por unos días a un honrado ciudadano, sino que también está haciendo perder el tiempo a gente tan valiosa como este cumplido oficial, que en este momento debería estar cuidando las calles y no contemplando a una bestezuela que guarda su inteligencia, si acaso le queda aún, en esos puños que solo sirven para lastimar y no para el trabajo creador y productivo que tanto demanda nuestro País. Usted es un desvergonzado, pero aún para tipos como usted hay Justicia y tiene usted el derecho de defenderse. Le concedo el uso de la voz para que explique su actitud, y pida perdón a su víctima y a la sociedad por su ofensa”.
Daniel, con un ligero temblor en su voz, inició su discurso.
-Gracias Su Señoría. Antes que nada, permítame decirle que de ninguna manera estoy arrepentido de lo que hice. Lo volvería a hacer una y mil veces aunque me encerraran de por vida.
El Juez enrojeció, abrió los ojos muy redondos y quiso decir algo, pero Daniel continuó como si no se diera cuenta del efecto que había provocado.
-“…Hace unos 15 años fui expulsado de la escuela secundaria. Realmente era insoportable, insolente y grosero con los profesores, abusivo con mis compañeros y proclive a frecuentar las pandillas. Mi padre no quería saber nada de mí y mi madre me veía atemorizada desde que entraba a la casa. Por esos días llegó a mi Escuela un Profesor, el Maestro Manuel Navarro…”
El Juez se removió en su asiento, arqueó significativamente las cejas, adelantó su cuerpo y siguió escuchando atento.
-“Pues bien, el Maestro Navarro habló con el Director y le pidió el nombre de sus peores estudiantes. Yo encabezaba la lista. Así completó en diferentes escuelas un grupo de 18 alumnos que eran lo más bajo de lo peor en toda la zona escolar y acudimos a su cita. Jamás olvidaré su discurso…”
-“Miren muchachos. He andado estos días recolectando lo peor de la basura que había en sus escuelas. Sus profesores quedaron encantados de librarse de sus personas ¿y saben por qué? Porque no creen en ustedes. Tampoco sus padres les tienen fe, vamos, ni ustedes mismos creen que pueden tener algún valor. Pero déjenme decirles esto: Yo sí los considero valiosos y sé que bajo esa mirada desconfiada y torva, existe un corazón fuerte. Sé que en esa cabezota que hasta ahora no les ha servido de mucho, hay material útil, hay inteligencia, hay deseos de conocer, de superarse. Quiero que formemos un equipo. Yo seré su entrenador, su Director Técnico y sé que vamos a ganar campeonatos y no deportivos, esos déjenselo a los brutos. Ustedes están llamados para algo más grande. Pero hay un problema. He abierto una Escuela y es privada. Cuesta dinero mantenerla y cobro bastante para su sostenimiento. Sus estudios no van a ser gratuitos. Les va a costar mucho. Ustedes me pagarán con sus buenas calificaciones, con trabajos serviles, humildad hacia sus compañeros y con el valor que cada uno de ustedes irá adquiriendo día con día. Con eso me doy por bien pagado. De modo que la decisión es suya. Vienen conmigo o regresen al basurero de donde salieron, donde nadie da un centavo por ustedes”.
“Todos nos quedamos con el Maestro Navarro y todos nos graduamos en un nivel sobresaliente, siempre bajo la guía de nuestro Maestro, nuestro Padre, Don Manuel. Sin embargo, él no se conformó con lo que habíamos hecho hasta entonces. Nos envió a la Capital, a la Universidad y nos encargó con sus ex alumnos, para que nos permitieran quedarnos con ellos sin cobrar la manutención, que nosotros retribuíamos con trabajo. Hablaba con nuestros profesores, nos reconvenía si estábamos desviándonos del camino correcto y finalmente, tuvimos el honor de que nos acompañara en nuestra graduación. Lamentablemente no tuvimos el gusto de atenderlo en su ancianidad. Murió sin darle molestias a nadie y no pudo conocer a mis hijos que son sus nietos y que hoy los estoy educando con sus nobles principios, pero Su Señoría, aún no le explico por qué no me arrepiento de haber golpeado a ese tipo. El insultó en mi presencia la figura de mi Maestro y dijo cosas de él que no osaré repetirlas aquí, pero que no toleraré jamás que nadie, ni mi padre ni usted se refieran así de mi Maestro. Por eso, Señor Juez, prefiero la cárcel a pagarle a ese sujeto sus curaciones y jamás me disculparé de lo que he hecho”.
Cuando Daniel terminó su alocución miró fijamente al Juez. Este había perdido su semblante severo y lo miraba con ojos brillantes. Le tembló un poco la barbilla cuando por fin habló con dulzura:
-“Daniel. Yo también fui discípulo del Maestro Navarro quien también fue mi padre, de hecho el único, ya que jamás conocí al que me engendró. Soy de la primera generación de vagos que cobijó el Maestro. Aún era joven cuando nos convocó casi con las mismas palabras que a ti y quiero decirte algo: Que no me entere que alguien falta a la memoria del Maestro, porque yo mismo le partiré la cara. De cualquier modo, Daniel, hijo, estamos en una Corte y debemos una obediencia a la Ley y te suplico que la acates. Pagarás a ese sujeto la más ínfima moneda que circula: Cinco centavos, que deberán bastar para que quede satisfecha su demanda. El Estado se reserva la aplicación de la multa y te deja en libertad para que sigas caminando por los rumbos del Bien y la Justicia”.

rebelderenegado
19/08/2011, 01:35
La infancia, es la patria de la vida.

Avicarlos
19/08/2011, 05:43
Muy bueno el Maestro Manuel. La imaginación es tuya jorgesalaz, o ¿conociste al Maestro, o es obra de otro autor?.

Saludos de Avicarlos.

jorgesalaz
19/08/2011, 10:48
Si existió, se llamaba Manuel pero su apellido era Romero. Todo es cierto, excepto el juicio y los golpes. Esto me lo contó un reconocido abogado, que en este caso es Daniel. Hay escuelas y calles con el nombre del Profesor Romero, como un reconocimiento a su trayectoria de mentor, pero realmente pocos saben que andaba por las escuelas recolectando alumnos problemáticos para sacarlos adelante. Fue una digna persona. Saludos.