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Ver la versión completa : Daniel: un libro sometido a juicio



Davidmor
29/07/2011, 03:29
IMAGÍNESE que se encuentra en la sala de un tribunal, asistiendo a un importante juicio. Un hombre está acusado de fraude y el fiscal insiste en su culpabilidad. Sin embargo, al procesado se le conoce desde hace mucho tiempo por su integridad. ¿No le interesaría escuchar el testimonio de la defensa?

Nos encontramos en una situación similar con el libro de Daniel. Su escritor fue un hombre de renombrada integridad. El libro que lleva su nombre ha gozado de amplio respeto durante más de dos mil años. Se presenta como una obra de historia auténtica escrita por Daniel, profeta hebreo que vivió en los siglos VII y VI a.E.C. Según la precisa cronología bíblica, el libro comprende un período que se extiende desde alrededor del año 618 a.E.C. hasta el 536 a.E.C., fecha en la que se terminó su escritura. No obstante, sobre él pesa una acusación. Algunas enciclopedias y otras obras de consulta dan a entender —o afirman categóricamente— que es un fraude.

The New Encyclopædia Britannica, por ejemplo, reconoce que hubo un tiempo en el que “generalmente se le consideraba [un libro] de historia auténtica y profecías verdaderas”. Pero esta obra afirma que, en realidad, Daniel “se escribió en un período de crisis nacional más tardío, cuando los judíos sufrían una intensa persecución a manos de[l rey de Siria] Antíoco IV Epífanes”. La enciclopedia sitúa la fecha del libro entre el 167 y el 164 a.E.C. y afirma que su escritor no predice el futuro, sino que sencillamente presenta “acontecimientos que para él son historia pasada como si fueran profecías de sucesos venideros”.

¿Dónde se originan esas ideas? Las críticas al libro de Daniel no son una novedad. Se remontan al siglo III E.C., cuando un filósofo llamado Porfirio pensó —al igual que otros muchos ciudadanos del Imperio romano— que la influencia del cristianismo representaba una amenaza. Con el objetivo de desacreditar aquella religión “novedosa”, escribió quince libros. En el duodécimo dirigió un ataque directo contra el libro de Daniel, denunciándolo como una falsificación realizada por un judío del siglo II a.E.C. En los siglos XVIII y XIX se lanzaron acusaciones similares. La alta crítica y el racionalismo juzgan imposible la profecía, es decir, la predicción de acontecimientos futuros. Daniel se convirtió en uno de sus blancos predilectos. En cierto modo, tanto a él como a su libro se les sometió a juicio. Los críticos afirmaron que había muchas pruebas de que no fue Daniel quien escribió esa obra durante el exilio judío en Babilonia, sino alguien que vivió varios siglos después.* Tantos fueron los ataques que un escritor hasta compuso una apología titulada Daniel en el foso de los críticos.

¿Tienen las rotundas declaraciones de los críticos el aval de las pruebas? ¿O respaldan estas a la defensa? La cuestión es de primordial importancia, pues no solo está en la balanza el prestigio de esa obra antigua, sino también nuestro porvenir. Si el libro de Daniel es un fraude, sus promesas para el futuro de la humanidad no son más que palabras vacías. Si, por el contrario, contiene profecías auténticas, sin duda querrá saber cuál es su significado para nosotros hoy. Con esas ideas presentes, examinemos algunas acusaciones de las que ha sido objeto Daniel.

Tomemos, por ejemplo, la imputación que hace The Encyclopedia Americana: “Muchos detalles históricos de los períodos más tempranos [como el del exilio en Babilonia] aparecen gravemente distorsionados” en el libro de Daniel. ¿Es cierto eso? Veamos, uno por uno, tres supuestos errores.

*Algunos críticos intentan suavizar el cargo de falsificación alegando que el escritor utilizó el nombre de Daniel como seudónimo, tal como los autores de algunos libros antiguos no canónicos se valieron de nombres falsos. Sin embargo, el biblista Ferdinand Hitzig señaló: “Si el libro de Daniel se atribuye a cualquier otro [escritor], el caso es diferente. En ese supuesto se convierte en un escrito falso, cuyo autor pretende engañar a sus lectores inmediatos, aun cuando sea por el bien de ellos”.



EL CASO DEL MONARCA DESAPARECIDO

Daniel escribió que Belsasar, “hijo” de Nabucodonosor, era quien reinaba en Babilonia cuando la ciudad cayó (Daniel 5:1, 11, 18, 22, 30). Los críticos atacaron durante mucho tiempo esta afirmación, pues el nombre de Belsasar no aparecía en ningún lugar aparte de la Biblia. Los historiadores de la antigüedad pensaban, más bien, que Nabonido, un sucesor de Nabucodonosor, fue el último rey de Babilonia. Por consiguiente, en 1850 Ferdinand Hitzig dijo que Belsasar era obviamente un producto de la imaginación del escritor. ¿No le parece esa conclusión un tanto precipitada? Al fin y al cabo, ¿constituiría el hecho de que no se mencionara a ese rey una verdadera prueba de que nunca existió, máxime tratándose de un período del que se reconoce que hay muy poca documentación histórica? Pues bien, en 1854 se desenterraron unos cilindros pequeños de arcilla en las ruinas de la antigua ciudad babilónica de Ur, en lo que ahora es el sur de Irak. Entre esos documentos cuneiformes del rey Nabonido figuraba una oración por “Bel-sar-ussur, mi hijo mayor”. Hasta los críticos tuvieron que admitirlo: se trataba del Belsasar que aparece en el libro de Daniel.

Aun así, no se dieron por satisfechos. “Eso no prueba nada”, escribió uno de ellos, H. F. Talbot. Este alegó que era posible que el hijo al que la inscripción aludía no fuera más que un niño, en tanto que Daniel lo presenta como un rey en el poder. Sin embargo, solo un año después de publicarse los comentarios de Talbot, se desenterraron más tablillas cuneiformes que indicaban que Belsasar disponía de secretarios y servidumbre. Evidentemente, no era ningún niño. Otras tablillas zanjaron definitivamente la cuestión, pues revelaron que Nabonido se ausentaba de Babilonia por períodos de varios años, durante los cuales “confiaba el reino” de Babilonia a su hijo mayor (Belsasar). En esas ocasiones Belsasar era rey en funciones, corregente con su padre.*

Todavía disconformes, algunos críticos protestan porque la Biblia no llame a Belsasar el hijo de Nabonido, sino de Nabucodonosor, e insisten en que Daniel ni siquiera dejó entrever la existencia de Nabonido. Pero ambas objeciones se desmoronan al examinarlas. Al parecer, Nabonido se casó con la hija de Nabucodonosor, lo que haría de Belsasar el nieto de este. Ni en hebreo ni en arameo existen las palabras abuelo o nieto; hijo de puede significar “nieto de” o hasta “descendiente de” (compárese con Mateo 1:1). Además, el relato bíblico nos permite identificar a Belsasar como el hijo de Nabonido. Aterrorizado por la premonitoria escritura en la pared, Belsasar, en su desesperación, ofreció el tercer lugar del reino al que lograra descifrar aquellas palabras (Daniel 5:7). ¿Por qué el tercero y no el segundo? De la oferta se deduce que el primer y el segundo lugar ya se hallaban ocupados. En efecto, lo estaban: por Nabonido y por su hijo Belsasar.

Por lo tanto, la mención que hace Daniel de Belsasar no prueba que se ‘distorsionaron gravemente’ los hechos históricos. Al contrario: aunque no pretendía escribir la historia de Babilonia, Daniel nos presenta un cuadro más detallado de la monarquía babilónica que los historiadores antiguos, como Heródoto, Jenofonte o Beroso. ¿Por qué pudo Daniel consignar los hechos que ellos omitieron? Porque él estaba allí, en Babilonia.

Su libro es la obra de un testigo ocular, no la de un impostor de siglos posteriores.

*Nabonido estaba ausente cuando Babilonia cayó, así que es propio decir que Belsasar era el rey en ese momento. Los críticos objetan que los documentos seglares no atribuyen a Belsasar el rango de rey. No obstante, se sabe que en aquellos tiempos no era extraño que la gente llamara rey incluso a un gobernador.

Davidmor
29/07/2011, 03:34
¿QUIÉN FUE DARÍO EL MEDO?

Daniel nos dice que tras la caída de Babilonia comenzó a gobernar un rey llamado “Darío el medo” (Daniel 5:31). Puesto que ni en fuentes históricas ni arqueológicas se ha encontrado aún ninguna alusión a Darío el medo, The New Encyclopædia Britannica afirma que este Darío es “un personaje ficticio”.

Algunos eruditos han sido más cautos. Saben que en un tiempo los críticos también tildaron a Belsasar de “ficticio”. Es de esperar que suceda algo similar en el caso de Darío. Las tablillas cuneiformes ya han revelado que Ciro el persa no asumió el título de “Rey de Babilonia” inmediatamente después de la conquista. Un investigador apunta: “Quien ostentó la designación de ‘Rey de Babilonia’ era un rey vasallo de Ciro, no el propio Ciro”. ¿Podría ser Darío el nombre o título de gobernante de un poderoso dignatario medo al que se dejó a cargo de Babilonia? Hay quienes se inclinan a pensar que Darío fue un tal Gubaru a quien Ciro nombró gobernador de Babilonia y que, según confirman los anales seglares, tuvo mucho poder. Una tablilla cuneiforme indica que Gubaru designó subgobernadores sobre Babilonia. Es de interés que Daniel explique que Darío nombró a 120 sátrapas para gobernar el reino de Babilonia (Daniel 6:1).

Puede que con el tiempo salgan a la luz más pruebas concretas sobre la identidad exacta de este rey. En todo caso, el aparente silencio de la arqueología a este respecto no es motivo para que se tache de “ficticio” a Darío, y mucho menos para que se descarte todo el libro de Daniel por fraudulento. Es mucho más razonable considerar que el relato de Daniel es la declaración de un testigo presencial, más detallada que las crónicas seglares que han llegado hasta nosotros.


EL REINADO DE JEHOIAQUIM

Daniel 1:1 dice: “En el año tercero de la gobernación real de Jehoiaquim el rey de Judá, Nabucodonosor el rey de Babilonia vino a Jerusalén y procedió a ponerle sitio”. Los críticos señalan que hay un error en este texto porque al parecer discrepa de Jeremías, quien dice que el cuarto año de Jehoiaquim fue el primero de Nabucodonosor (Jeremías 25:1; 46:2). ¿Contradijo Daniel a Jeremías? La cuestión se resuelve fácilmente con más elementos de juicio. En el año 628 a.E.C., el faraón Nekó proclamó rey a Jehoiaquim, y este se convirtió en un simple títere de aquel gobernante egipcio. Esto sucedió unos tres años antes de que Nabucodonosor sucediera a su padre en el trono de Babilonia (624 a.E.C.). Poco después, en 620 a.E.C., Nabucodonosor invadió Judá y convirtió a Jehoiaquim en un rey vasallo de Babilonia (2 Reyes 23:34; 24:1). Para un judío que viviera en Babilonia, el “tercer año” del rey Jehoiaquim habría sido el tercer año de su vasallaje a Babilonia. Daniel escribió desde esa óptica. Jeremías, en cambio, escribió desde el punto de vista de los judíos que moraban en la misma Jerusalén, así que fijó el comienzo del reinado de Jehoiaquim en el momento en que el faraón Nekó lo hizo rey.

Por lo tanto, las supuestas discrepancias solo refuerzan la prueba de que Daniel escribió su libro en Babilonia mientras se contaba entre los judíos exiliados. Sin embargo, en la argumentación contra el libro de Daniel hallamos otra enorme brecha. Recordemos que el escritor de Daniel tenía a su alcance el libro de Jeremías, y que incluso se refirió a él (Daniel 9:2). Si era un hábil falsificador según aducen los críticos, ¿se hubiera arriesgado a contradecir a una fuente tan respetada como Jeremías, y además, en el mismo primer versículo de su libro? Por supuesto que no.

Davidmor
29/07/2011, 03:39
DETALLES REVELADORES

Dejemos ahora los aspectos negativos y centrémonos en los positivos. Examinemos otros detalles acerca del libro de Daniel que evidencian que su autor conocía por experiencia propia los tiempos sobre los cuales escribió.

Su conocimiento de los pormenores de la antigua Babilonia constituye una prueba convincente de la historicidad de su relato. Por ejemplo, Daniel 3:1-6 nos dice que Nabucodonosor erigió una enorme estatua para que todo el pueblo la adorara. Los arqueólogos han descubierto pruebas de que ese monarca fomentó las prácticas nacionalistas y religiosas entre sus súbditos. De igual modo, Daniel se refiere a la jactancia de Nabucodonosor por sus logros arquitectónicos (Daniel 4:30). Los arqueólogos no han podido confirmar sino hasta fechas recientes que Nabucodonosor fue, efectivamente, el promotor de gran parte de las edificaciones de Babilonia. Tal era su engreimiento, que incluso mandó estampar su nombre en los ladrillos. Quienes critican el libro de Daniel no pueden explicar cómo su supuesto farsante del tiempo de los macabeos (167-63 a.E.C.) pudo saber de esas construcciones unos cuatro siglos después de que se erigieron, y mucho antes de que la arqueología las sacara a la luz.

El libro de Daniel revela asimismo algunas diferencias fundamentales entre la ley babilónica y la medopersa. Por ejemplo, en conformidad con la ley babilónica, se arrojó a los tres compañeros de Daniel a un horno ardiente por no someterse al mandato del rey. Unas décadas más tarde, se echó a Daniel al foso de los leones por negarse a acatar una ley persa que violaba su conciencia (Daniel 3:6; 6:7-9). Hay quienes han intentado desacreditar el relato del horno ardiente calificándolo de legendario, pero los arqueólogos han descubierto una carta babilónica de la época que menciona de modo específico esa forma de castigo. Para los medos y los persas, en cambio, el fuego era sagrado, así que estos optaron por otros métodos despiadados de tortura. De ahí que la referencia al foso de los leones no nos sorprenda.

Hay otra diferencia notable. Daniel muestra que Nabucodonosor tenía la potestad de promulgar y cambiar decretos a su antojo, pero Darío no podía hacer nada para modificar ‘las leyes de los medos y los persas’, ni siquiera las que él mismo había aprobado (Daniel 2:5, 6, 24, 46-49; 3:10, 11, 29; 6:12-16). El historiador John C. Whitcomb escribe: “La historia antigua corrobora esta diferencia entre Babilonia, donde la ley estaba sujeta al rey, y Medopersia, donde el rey estaba sujeto a la ley”.

El sobrecogedor relato del banquete de Belsasar, que se halla en el capítulo 5 de Daniel, proporciona muchos detalles. Parece ser que los invitados empezaron a comer con alegría y a beber en abundancia, puesto que se hacen varias referencias al vino (Daniel 5:1, 2, 4). De hecho, en relieves escultóricos de banquetes similares es lo único que se ve consumir a los invitados. Es evidente, pues, que el vino era muy importante en esas celebraciones. Daniel también menciona la presencia de mujeres en el banquete: las esposas secundarias y las concubinas del rey (Daniel 5:3, 23). La arqueología confirma esta característica de las costumbres babilónicas. Tanto los judíos como los griegos del período macabeo consideraban inaceptable la idea de que las esposas se unieran a los hombres en los banquetes. Tal vez sea esta la razón por la que las versiones más antiguas de la traducción Septuaginta griega omitan la referencia a aquellas mujeres.* Ahora bien, el supuesto falsificador del libro de Daniel habría vivido en el mismo ambiente cultural helenizado (griego) que produjo la Septuaginta, y posiblemente hasta en la misma época.

A la vista de esos detalles, cuesta entender que la Britannica afirme que el autor del libro de Daniel solo tenía un conocimiento “superficial e inexacto” de los tiempos del exilio. ¿Cómo podía un farsante de siglos posteriores conocer tan a fondo las costumbres antiguas de Babilonia y Persia? Recordemos, asimismo, que los dos imperios habían caído mucho antes del siglo II a.E.C. Al parecer, en aquellos tiempos no había arqueólogos ni tampoco los judíos de la época se preciaban de conocer la cultura y la historia de otras naciones. Solo el profeta Daniel, testigo presencial de la época y de los sucesos que relata, pudo escribir el libro bíblico que lleva su nombre.

*El erudito hebreo C. F. Keil escribe en cuanto a Daniel 5:3: “Tanto aquí como en el vs. 23, los LXX omiten la mención a las mujeres, según la costumbre de los macedonios, griegos y romanos


¿PRUEBAN LOS FACTORES EXTERNOS QUE DANIEL SEA UNA FALSIFICACIÓN?

Uno de los argumentos que con más frecuencia se esgrimen contra el libro de Daniel tiene que ver con el lugar que ocupa en el canon de las Escrituras Hebreas. Los rabinos de la antigüedad agruparon los libros de estas en tres secciones: la Ley, los Profetas y los Escritos. A Daniel no lo situaron con los Profetas, sino con los Escritos. Según alegan los críticos, ese es un indicio de que el libro no debía de conocerse para el tiempo en que se recopilaron las obras de los demás profetas, y suponen que se le incluyó en los Escritos debido a que estos se recopilaron más tarde.

Sin embargo, no todos los biblistas coinciden en que los antiguos rabinos dividieran el canon de una forma tan rigurosa o en que excluyeran a Daniel de los Profetas. Pero aunque los rabinos lo hubieran catalogado entre los Escritos, ¿probaría ese hecho que el libro data de una fecha posterior? De ningún modo. Prestigiosos eruditos han propuesto varias razones por las que los rabinos pudieron excluirlo de los Profetas. Por ejemplo, quizá lo hicieron porque les ofendiera o porque consideraran a Daniel un profeta distinto a los demás por haber ocupado un puesto en la administración de un país extranjero. Sea como fuere, lo verdaderamente importante es que los judíos de la antigüedad sentían un profundo respeto por el libro de Daniel y lo tenían por canónico. Además, las pruebas indican que el canon de las Escrituras Hebreas quedó completo mucho antes del siglo II a.E.C. Y no se admitieron incorporaciones posteriores, ni siquiera las de algunos libros escritos durante dicho siglo.

Resulta irónico que una de estas obras posteriores que se descartaron se haya utilizado contra el libro de Daniel. El libro apócrifo de Eclesiástico, de Jesús Ben Sirá, se cree que data de alrededor del año 180 a.E.C. Los críticos gustan de señalar que Daniel no figura en la larga relación de hombres justos que aparece en el libro, por lo que razonan que en aquel entonces no se le conocía. Este argumento goza de amplia aceptación entre los especialistas. No obstante, pensemos en lo siguiente: esa misma lista omite a Esdras y Mardoqueo (a quienes los judíos de después del exilio tenían por héroes), al buen rey Jehosafat y al recto Job; de todos los jueces, solo incluye a Samuel.* ¿Calificaremos de ficticios a todos esos personajes debido a que no se encuentran en una lista que no pretende ser completa y que se halla en un libro no canónico? Es ridículo siquiera pensarlo.

*En cambio, el apóstol Pablo, en la lista inspirada de hombres y mujeres fieles del capítulo 11 de Hebreos, sí parece aludir a algunos sucesos que se relatan en Daniel (Daniel 6:16-24; Hebreos 11:32, 33). Dicha lista tampoco es completa, pero la ausencia de muchos personajes, como Isaías, Jeremías o Ezequiel, difícilmente podría tomarse como prueba de que nunca existieron.

Davidmor
29/07/2011, 03:47
EL TESTIMONIO EXTERNO A FAVOR DE DANIEL

Volvamos a los aspectos positivos de la cuestión. Se ha dicho que ningún otro libro de las Escrituras Hebreas está tan corroborado como el de Daniel. A modo de ejemplo, el célebre historiador judío Josefo atestigua su autenticidad, pues indica que cuando Alejandro Magno llegó a Jerusalén en su ofensiva contra Persia en el siglo IV a.E.C., los sacerdotes le enseñaron una copia del libro de Daniel. El propio Alejandro comprendió que las palabras proféticas de Daniel que se le señalaron se referían a su propia campaña militar contra Persia.* Este hecho habría ocurrido un siglo y medio antes de la “falsificación” que suponen los críticos. Por supuesto, estos han atacado el mencionado pasaje de Josefo y su alusión al cumplimiento de algunas profecías de Daniel. Sin embargo, como dijo el historiador Joseph D. Wilson, “es probable que [Josefo] supiera más al respecto que todos los críticos del mundo”.

El descubrimiento de los Rollos del mar Muerto en las cuevas de Qumrán (Israel) ratificó todavía más la autenticidad del libro de Daniel. Entre los hallazgos que salieron a la luz en 1952 figura una cantidad sorprendentemente elevada de rollos y fragmentos del mismo. Se ha determinado que el más antiguo data de finales del siglo II a.E.C., de lo que se desprende que en esa fecha temprana el libro de Daniel ya era popular y muy respetado. The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible señala: “Debe desestimarse ya la época macabea al fijar la antigüedad de Daniel, aunque solo sea porque no permite suficiente tiempo entre la escritura [del libro] de Daniel y la aparición de copias de este en la biblioteca de una secta religiosa macabea”.

No obstante, contamos con un testimonio mucho más antiguo y fidedigno. Ezequiel fue un contemporáneo de Daniel y también profeta en la época del destierro en Babilonia. Su libro menciona a Daniel por nombre en varias ocasiones (Ezequiel 14:14, 20; 28:3). Esas referencias demuestran que a Daniel ya se le conocía incluso durante su propia vida (siglo VI a.E.C.) como alguien justo y sabio, digno de que se le mencionara junto a hombres piadosos como Noé y Job.

EL MAYOR TESTIGO

Escuchemos por último al mayor de todos los testigos que avalan la autenticidad de Daniel: el propio Jesucristo. Cuando habló de los últimos días, Jesús se refirió a “Daniel el profeta” y a una de sus profecías (Mateo 24:15; Daniel 11:31; 12:11).

Ahora bien, si la teoría macabea de los críticos fuera cierta, también lo sería una de estas dos afirmaciones: o esa falsificación engañó a Jesús, o este nunca dijo las palabras que Mateo puso en sus labios. Ninguna de estas opciones es posible. Si el Evangelio de Mateo no es fidedigno, ¿cómo podemos confiar en otras secciones de la Biblia? Si suprimimos esas frases, ¿cuáles serán las siguientes palabras que arrancaremos de las páginas de las Santas Escrituras? El apóstol Pablo escribió: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, [...] para rectificar las cosas” (2 Timoteo 3:16). Por lo tanto, si Daniel fue un fraude, entonces Pablo también lo fue. ¿Podría Jesús estar engañado? Difícilmente, ya que él existía en el cielo cuando el libro de Daniel se escribió. Incluso dijo: “Antes que Abrahán llegara a existir, yo he sido” (Juan 8:58 ). De todos los seres humanos que han vivido, Jesús sería a quien mejor podríamos preguntar respecto a la autenticidad de Daniel. Pero no tenemos que hacerlo. Como hemos visto, su testimonio no podría estar más claro.

Por otro lado, Jesús confirmó la veracidad del libro de Daniel en el mismo momento de su bautismo. En ese instante llegó a ser el Mesías, en cumplimiento de una profecía de Daniel relativa a sesenta y nueve semanas de años (Daniel 9:25, 26; véase el capítulo 11 de este libro). Incluso si la teoría de la fecha tardía, como podríamos llamarla, estuviera en lo cierto, el escritor de Daniel todavía hubiera conocido el futuro con unos doscientos años de antelación. Es evidente que Dios no inspiraría a un farsante para que pronunciara profecías auténticas con un nombre falso. No, las personas fieles a Dios aceptan de todo corazón el testimonio de Jesús. Aunque todos los entendidos y críticos del mundo se aliaran para denunciar a Daniel, el testimonio de Jesús los desmentiría, pues él es “el testigo fiel y verdadero” (Revelación [Apocalipsis] 3:14).

Ni siquiera ese testimonio les basta a muchos críticos de la Biblia. Tras un examen minucioso de la cuestión, uno no puede menos que preguntarse si jamás se convencerían, sin importar la cantidad de pruebas que se presentasen. Un profesor de la Universidad de Oxford escribió: “Nada se gana con responder a las objeciones mientras persista la idea preconcebida de que ‘no puede haber profecías sobrenaturales’”. De modo que el prejuicio los ciega. Pero esa es su decisión.

¿Y usted? Si comprende que no existe ninguna razón justificada para dudar de la autenticidad del libro de Daniel, está listo para emprender un emocionante viaje de descubrimientos. Quedará cautivado por la narrativa de Daniel y admirado por sus profecías. Y lo que es más importante, con cada capítulo su fe seguirá fortaleciéndose. Nunca se arrepentirá de haber prestado mucha atención a las profecías de Daniel.

*Según algunos historiadores, esto explicaría por qué Alejandro trató tan bien a los judíos, cuya amistad con los persas venía de antiguo. En aquel tiempo, Alejandro había emprendido una campaña para acabar con todos los aliados de Persia.

Davidmor
29/07/2011, 04:04
¿QUÉ HA APRENDIDO?

• ¿De qué se ha acusado al libro de Daniel?

• ¿Por qué carecen de fundamento los ataques de los críticos?

• ¿Qué pruebas respaldan la autenticidad del relato de Daniel?

• ¿Cuál es la prueba más convincente de que el libro de Daniel es auténtico?

Preguntas

 1, 2. ¿En qué sentido se somete a juicio al libro de Daniel, y por qué es importante que sopesemos las pruebas en su defensa?
 3. ¿Qué dice The New Encyclopædia Britannica en cuanto a la autenticidad del libro de Daniel?
 4. ¿Cuándo empezaron las críticas al libro de Daniel, y qué dio lugar a una crítica similar en siglos más recientes?
 5. ¿Por qué es importante la cuestión de la autenticidad de Daniel?
 6. ¿Qué acusación se hace en ocasiones en cuanto a la historicidad de Daniel?
 7. a) ¿Por qué complacieron durante mucho tiempo a los críticos de la Biblia las referencias de Daniel a Belsasar? b) ¿Qué sucedió con la idea de que Belsasar no era más que un personaje ficticio?
 8. ¿Cómo se demostró que Daniel dijo la verdad cuando habló de Belsasar como un rey en el poder?
 9. a) ¿En qué sentido pudo decir Daniel que Belsasar era el hijo de Nabucodonosor? b) ¿Por qué se equivocan los críticos al afirmar que Daniel ni siquiera dejó entrever la existencia de Nabonido?
10. ¿Por qué contiene el relato de Daniel más pormenores sobre la monarquía babilónica que el de otros historiadores de la antigüedad?
11. ¿Quién fue, según Daniel, Darío el medo, pero qué se ha dicho de él?
12. a) ¿Por qué deberían los críticos de la Biblia informarse mejor antes de declarar rotundamente que Darío el medo jamás existió? b) Mencione una posibilidad respecto a la identidad de Darío el medo y las pruebas que la respaldan.
13. ¿Qué razón lógica pudiera explicar por qué se menciona a Darío el medo en el libro de Daniel, pero no así en las crónicas seglares?
14. ¿Por qué no existe ninguna discrepancia entre Daniel y Jeremías respecto a los años del reinado de Jehoiaquim?
15. ¿Por qué es débil el argumento que pone en duda la exactitud cronológica de Daniel 1:1?
16, 17. ¿Cómo han apoyado los hallazgos arqueológicos el relato de Daniel de a) la imagen religiosa que Nabucodonosor erigió para que todo su pueblo la adorara? b) la jactancia de Nabucodonosor en cuanto a sus logros arquitectónicos?
18. ¿Cómo se ha demostrado que son exactas las referencias de Daniel a las distintas formas de castigo de Babilonia y Persia?
19. ¿Qué contraste entre las legislaciones babilonia y medopersa se pone de manifiesto en el libro de Daniel?
20. ¿Qué pormenores del banquete de Belsasar reflejan que Daniel conocía por experiencia propia las costumbres babilónicas?
21. ¿Cuál es la explicación más lógica de que Daniel tuviera un conocimiento personal de la época del destierro en Babilonia, así como de las costumbres de aquel entonces?
22. ¿Qué afirman los críticos en cuanto al lugar que Daniel ocupa en el canon de las Escrituras Hebreas?
23. ¿Qué opinaban los judíos de la antigüedad del libro de Daniel, y cómo lo sabemos?
24. ¿Cómo se ha utilizado el libro apócrifo de Eclesiástico contra el libro de Daniel, y qué demuestra que el razonamiento carece de base?
25. a) ¿Cómo atestiguó Josefo la autenticidad del contenido de Daniel? b) ¿De qué manera encaja la historia con la crónica de Josefo en cuanto a Alejandro Magno y el libro de Daniel? (Véase la segunda nota.) c) ¿Cómo apoyan al libro de Daniel las pruebas lingüísticas? (Véase la pág. 26.)
26. ¿Cómo respaldan los Rollos del mar Muerto la autenticidad del libro de Daniel?
27. ¿Cuál es la prueba más antigua de que Daniel vivió durante el destierro en Babilonia y era muy conocido ya en aquella época?
28, 29. a) ¿Cuál es la prueba más convincente de que el libro de Daniel es auténtico? b) ¿Por qué debemos aceptar el testimonio de Jesús?
30. ¿De qué otro modo confirmó Jesús la autenticidad del libro de Daniel?
31. ¿Por qué todavía no se convencen de la autenticidad de Daniel muchos críticos de la Biblia?
32. ¿Qué nos depara el estudio de Daniel?