Davidmor
30/06/2011, 19:13
¿Sigue vigente el “Antiguo Testamento”?
UN MÉDICO francés publicó en 1786 un libro titulado Traité d’anatomie et de physiologie (Tratado de Anatomía y Fisiología), que está considerado como la obra sobre neuroanatomía más exacta de su época. De hecho, hace poco se vendió por más de 27.000 dólares uno de los raros ejemplares que aún quedan. No obstante, está claro que en la actualidad pocos pacientes se pondrían en manos de un cirujano que se rigiera por una obra médica tan antigua. El libro en sí puede tener hoy día un gran valor histórico y literario, pero no por ello resulta provechoso para los enfermos.
Pues bien, muchas personas opinan algo parecido sobre el “Antiguo Testamento”: valoran su relato de la historia de Israel y admiran su belleza poética, pero no les parece razonable seguir la guía de un libro que tiene más de dos mil cuatrocientos años de antigüedad. Y es que el conocimiento científico, el comercio e incluso la vida de familia han cambiado mucho desde que se escribió la Biblia. En su libro La Biblia que leyó Jesús, Philip Yancey —antiguo director de la revista Christianity Today— señala: “No siempre tiene sentido, y el sentido que tiene molesta a los oídos modernos. Por estas y otras razones, el Antiguo Testamento, tres cuartas partes de la Biblia, a menudo no se lee”. Esta forma de pensar no es nueva.
Menos de cincuenta años después de la muerte del apóstol Juan —acaecida sobre el año 100 de nuestra era—, un joven rico llamado Marción afirmó públicamente que los cristianos debían rechazar el “Antiguo Testamento”. Según el historiador británico Robin Lane Fox, Marción sostenía que el “‘Dios’ del Antiguo Testamento era un ‘bárbaro declarado’ que beneficiaba a maleantes y terroristas como David, el rey de Israel. Por el contrario, Cristo fue una revelación nueva y diferente de un Dios netamente superior”. Fox señala que dicha doctrina “llegó a conocerse como ‘marcionismo’ y atrajo a muchos adeptos hasta bien entrado el siglo IV, sobre todo en las regiones de Oriente donde se hablaba siríaco”. Algunas de tales ideas han perdurado hasta nuestros días. Debido a ello, más de mil seiscientos años después, “el conocimiento del Antiguo Testamento se está perdiendo rápidamente entre los cristianos —escribe Philip Yancey—, y prácticamente ha desaparecido en la cultura popular”.
¿Se ha quedado anticuado el “Antiguo Testamento”? ¿Cómo puede armonizarse el “Jehová de los ejércitos” del “Antiguo Testamento” con “el Dios de amor y de paz” del “Nuevo Testamento”? (Isaías 13:13; 2 Corintios 13:11.) ¿Puede beneficiarnos hoy día el “Antiguo Testamento”?
Escrito “para nuestra instrucción”
“EL HACER muchos libros no tiene fin.” (Eclesiastés 12:12.) Estas palabras son tan ciertas hoy como cuando fueron escritas, y así lo demuestra la interminable cantidad de información impresa de que disponemos en el mundo actual. ¿Cómo podemos decidir con buen criterio qué lectura merece nuestra atención?
A la hora de determinar si van a leer un libro, muchas personas ven conveniente informarse un poco sobre su autor. Con frecuencia, en los libros aparece una breve reseña en la que se indica la ciudad natal del escritor, su formación académica y una lista de sus obras anteriores. Sin duda, la identidad del autor es un dato importante, como lo demuestra el hecho de que en siglos pasados muchas escritoras firmaran sus libros bajo un seudónimo masculino, para que los futuros lectores no subestimaran sus obras por haberlas escrito una mujer.
Lamentablemente, algunas personas dejan de lado el “Antiguo Testamento”* —como se mencionó en el artículo anterior— porque creen que allí se presenta a Dios como un ser cruel que aniquila sin misericordia a sus enemigos. Analicemos, pues, lo que las propias Escrituras Hebreas y las Escrituras Griegas Cristianas nos dicen sobre el Autor de la Biblia.
* A partir de aquí llamaremos al “Antiguo Testamento” Escrituras Hebreas y al “Nuevo Testamento” Escrituras Griegas Cristianas (véase el recuadro “¿‘Antiguo Testamento’, o Escrituras Hebreas).
UN MÉDICO francés publicó en 1786 un libro titulado Traité d’anatomie et de physiologie (Tratado de Anatomía y Fisiología), que está considerado como la obra sobre neuroanatomía más exacta de su época. De hecho, hace poco se vendió por más de 27.000 dólares uno de los raros ejemplares que aún quedan. No obstante, está claro que en la actualidad pocos pacientes se pondrían en manos de un cirujano que se rigiera por una obra médica tan antigua. El libro en sí puede tener hoy día un gran valor histórico y literario, pero no por ello resulta provechoso para los enfermos.
Pues bien, muchas personas opinan algo parecido sobre el “Antiguo Testamento”: valoran su relato de la historia de Israel y admiran su belleza poética, pero no les parece razonable seguir la guía de un libro que tiene más de dos mil cuatrocientos años de antigüedad. Y es que el conocimiento científico, el comercio e incluso la vida de familia han cambiado mucho desde que se escribió la Biblia. En su libro La Biblia que leyó Jesús, Philip Yancey —antiguo director de la revista Christianity Today— señala: “No siempre tiene sentido, y el sentido que tiene molesta a los oídos modernos. Por estas y otras razones, el Antiguo Testamento, tres cuartas partes de la Biblia, a menudo no se lee”. Esta forma de pensar no es nueva.
Menos de cincuenta años después de la muerte del apóstol Juan —acaecida sobre el año 100 de nuestra era—, un joven rico llamado Marción afirmó públicamente que los cristianos debían rechazar el “Antiguo Testamento”. Según el historiador británico Robin Lane Fox, Marción sostenía que el “‘Dios’ del Antiguo Testamento era un ‘bárbaro declarado’ que beneficiaba a maleantes y terroristas como David, el rey de Israel. Por el contrario, Cristo fue una revelación nueva y diferente de un Dios netamente superior”. Fox señala que dicha doctrina “llegó a conocerse como ‘marcionismo’ y atrajo a muchos adeptos hasta bien entrado el siglo IV, sobre todo en las regiones de Oriente donde se hablaba siríaco”. Algunas de tales ideas han perdurado hasta nuestros días. Debido a ello, más de mil seiscientos años después, “el conocimiento del Antiguo Testamento se está perdiendo rápidamente entre los cristianos —escribe Philip Yancey—, y prácticamente ha desaparecido en la cultura popular”.
¿Se ha quedado anticuado el “Antiguo Testamento”? ¿Cómo puede armonizarse el “Jehová de los ejércitos” del “Antiguo Testamento” con “el Dios de amor y de paz” del “Nuevo Testamento”? (Isaías 13:13; 2 Corintios 13:11.) ¿Puede beneficiarnos hoy día el “Antiguo Testamento”?
Escrito “para nuestra instrucción”
“EL HACER muchos libros no tiene fin.” (Eclesiastés 12:12.) Estas palabras son tan ciertas hoy como cuando fueron escritas, y así lo demuestra la interminable cantidad de información impresa de que disponemos en el mundo actual. ¿Cómo podemos decidir con buen criterio qué lectura merece nuestra atención?
A la hora de determinar si van a leer un libro, muchas personas ven conveniente informarse un poco sobre su autor. Con frecuencia, en los libros aparece una breve reseña en la que se indica la ciudad natal del escritor, su formación académica y una lista de sus obras anteriores. Sin duda, la identidad del autor es un dato importante, como lo demuestra el hecho de que en siglos pasados muchas escritoras firmaran sus libros bajo un seudónimo masculino, para que los futuros lectores no subestimaran sus obras por haberlas escrito una mujer.
Lamentablemente, algunas personas dejan de lado el “Antiguo Testamento”* —como se mencionó en el artículo anterior— porque creen que allí se presenta a Dios como un ser cruel que aniquila sin misericordia a sus enemigos. Analicemos, pues, lo que las propias Escrituras Hebreas y las Escrituras Griegas Cristianas nos dicen sobre el Autor de la Biblia.
* A partir de aquí llamaremos al “Antiguo Testamento” Escrituras Hebreas y al “Nuevo Testamento” Escrituras Griegas Cristianas (véase el recuadro “¿‘Antiguo Testamento’, o Escrituras Hebreas).