rebelderenegado
24/06/2011, 06:41
Guardé el ejemplar del diario mucho tiempo, creía y aún creo, que me sería útil para demostrar cuan mentirosos y descarados son los reportes periodísticos y sobre todo en la página de policiales, que como usted sabe, es la que "vende", mas que nada lo hace a cierto tipo de gente, que muchas veces me parece están de lado incorrecto de las rejas.
En aquella página diez del pasquín local, había una impresionante foto de un cuchillo de cocina, de los grandecitos, de esos con tres remaches de bronce en el mango de madera, el titular anunciaba: "La policía intenta ubicar al supuesto agresor, que dejó abandonado este cuchillo sobre la mesa, luego de apuñalar a la víctima" no decía nada sobre si la víctima tambien era o no, supuesta, asi es como adelantan conclusiones y nos las hacen adelantar a nosotros como lectores, con el uso artero de una redacción "descuidada", luego agregaba mas abajo que a un hombre se lo vio alejarse de la escena del crimen precipitadamente y pasaba a describir su vestimenta, que en eso si fueron precisos, porque era lo único real de la nota basado en testigos, y sabe por que lo se, porque el prófugo era yo señor, asi como le digo, y no hay nada mas feo que a uno lo miren con ese sesgo incrédulo entre alerta y desconfiado, igual me miraban los inspectores, sobre todo uno, que me interrogaban en la comisaría de barrio, esa misma noche cuando, atrapado mas por las circunstancias que por la acción directa de la policía no tuve mas remedio que "entregarme", para que no pagara el pato algún otro inocente igual que yo, porque fijesé que las circunstancias no eran lo que parecían, como muchas otras en la vida, y hay que estar en el baile con la mas fea, para saber como son realmente las cosas.
-¿Quiere que le cuente como fue todo lo que en verdad pasó?.
-Dejeme hacer un poco de memoria, era la tarde del 17 de julio de 1983, recuerdo la fecha por el diario, yo tenía una cita, la primera, con una chica con la que habíamos quedado de vernos a su vuelta de un corto viaje de ella a Rosario, a ver a su madre.
Eran las cinco de la tarde del día señalado, me paré como un solo hombre en la puerta del bazar mayorista en el que ella trabajaba, "representantes directos de fábrica" decía el cartel afuera, ya sabe, todas cosas nacionales de buena calidad, nada de esas baratijas chinas que hay ahora, eran todavía épocas en que un plato pasaba de abuelos a nietos, había que ser para romper uno.
-¡Ay, ay... no me digas que rompiste una de las tazas de la abuela, que te matooo!!!, chillaban las mujeres y era un acontecimiento hacer trizas una compotera.
Aquella tarde de invierno, caía ya el sol a las seis apenas pasadas, asi que cuando ella salió y me hubo regalado la mejor de las sonrisas y un beso prometedor, inmediatamente nos pusimos en camino a pié, abrazados, hacia el edificio en el que tenía su departamento, a unas pocas cuadras de allí, cruzando el puente con forma de lomo de burro, lindo obstáculo para las suspensiones y trenes delanteros de los autos, que casi salen de él volando cuando lo cruzan en sentido norte sur y ahi está todavía hasta hoy, tan malo como cuando era nuevo, a pesar de las constantes "reparaciones".
-¿Lo ubica cual le digo no?, si ese, el que está sobre la avenida Santa Fé.
Rayos amarillos del sol, de aquella magnífica tarde invernal, nos acompañaron por las avenidas y por la quieta calle de barrio que flanquea el complejo, pasamos por la panadería a comprar pequeños panes especiales para la merienda, charlábamos de esto y de aquello, felices, todo estaba bien y era o parecía ser, la cita perfecta, con tooodo el tiempo del mundo y casi gratis, o por lo menos eso cree uno en su ignorancia, que hay cosas casi gratis y que tenemos todo el tiempo del mundo.
Hechas las compras, entramos por la calle interna de los edificios, que era totalmente abierta y no llena de rejas y cámaras de vigilancia como lo es hoy, conocidas por todos como Las Torres, propiedades horizontales de una decena de pisos, con su terminación exterior de ladrillo visto y cada una con todas sus aberturas pintadas de un color característico distintivo, color que les da su nombre a cada una de las estructuras grandes, nosotros nos dirigíamos a las baterías de pequeños departamentos de solo cuatro pisos, que servían de nexo entre las estructuras principales, esta parte baja tiene un denominador común en materia de color, que es el mismo para todos, una blanco grisáceo para las ventanas enmarcadas con marrón oscuro y el color natural de la madera barnizada para las puertas.
-Vení, quiero que conozcas a alguien, es una muy buena amiga y a ella le cuento todo y le hablé de vos...
Subimos por las escaleras exteriores de cemento al segundo piso, daban justo a la puerta, a la que llamamos sin que nadie nos respondiera, asi que dimos la vuelta por el pasillo al aire libre que torcía a la derecha al que daban todas las unidades y llegamos a nuestro destino.
Ya en la casa de ella y mientras no habíamos acabado de sentarnos y servirnos café con leche con tostadas con pequeñas bandejas con dulces y crema esparcidos por la mesa, sin saberlo ni sospechar nada, la aplastante máquina del destino y la tragedia se dirigía hacia nosotros con forma de una jóven pequeña de estatura a la que yo desconocía por completo y que irrumpió en nuestro nido de amor con el rostro pálido, espantado y profiriendo incoherencias con la vos casi ahogada de las cuales pude entender solo algunas pocas palabras.
-¡Tiene un cuchillo... ayudenmé por favor!!!...
En mi cabeza retronó una campanada mortuoria por la significancia que tomaba en ese contexto la palabra cuchillo, imaginé una pelea en uno de los departamentos vecinos y evalué las pocas oportunidades que tenía de hacer algo útil en una danza de facón, de nada vale interponerse, porque puede pasar que el que lo haga, entre a formar parte de una brochette, por menos que nada.
Esta prudente, pero no por eso menos instántanea disquisición, me llevó solo unas fracciones de segundo, pero fueron suficientes para que mi flamante y aún no estrenada novia, saliera mas rápido que ligero en una dirección que ella conocía, obviamente, casi le perdí el rastro porque su reacción fue inmediata y sobrepasó mis reflejos, me apuré para alcanzarla solo unos segundos mas tarde, en la puerta del departamento hacia el que ella se precipitó, era el mismo al que habíamos llamado antes, infructuosamente, hacía menos de media hora, se había puesto en peligro irreflexivamente, me pareció, al adelantarse de esa forma, los dos estábamos en peligro y yo no podía quedarme atrás, no la seguí, mas bien recorrí su estela, por pura intuición, ahora tenía dos problemas entre manos, hacerme cargo de la situación y sacarla a ella de un seguro lio, para mas sorpresa y desconcierto me la crucé de frente en el pasillo, asi como había llegado de rápido al lugar, lo abandonó retrocediendo sobre sus propios pasos, la confusión batallaba con mi intención de saber que era lo que demonios sucedía, los datos no concordaban del todo y yo temía lo peor, ella caminaba ya de vuelta por el corredor murmurando incoherencias, como si hubiera visto algo que no podía asumir alli mismo y volviese a la seguridad de su propia casa a buscar la respuesta, fue un alivio, porque por lo menos estaba a salvo, un problema menos.
-Es mi amigo, José es mi amigo..., la oí que repetía casi incoherentemente sin que pareciera advertir mi paso a su lado, estaba como en trance, como si hiciera falta agregar mas dramatismo a la inextricable situación.
Yo imaginé que lo que quería decir en realidad era; que aquello, lo que fuese que sucedía unos metros mas adelante, no debía estar sucediendo, porque eso solo puede pasar a los extraños que habitan la página diez de los diarios, la de las noticias policiales, era mucho suponer, no había tiempo para eso, asi que sin prestarle atención la dejé que se fuera sin preguntarle nada, pues temí por mas retraso en llegar donde estaba, al fin de cuentas, la verdad por terrible que fuera y dado el cariz que tomaban los hechos, era una fuerza poderosa la que conducía mis actos para saber que era todo aquello, es un momento en que se juega a todo o nada, en un instante, me zambullí por la primera puerta doblando por el pasillo a la izquierda, la que encontré abierta, esperaba tener que vérmelas con exaltados que estaban a punto de cometer una barbaridad o que ya lo habían hecho, pero la batalla que yo me había prefigurado, no existía, ninguna intuición o especulación hechas sobre la marcha me hubieran podido preparar para lo que vi y que había espantado de aquella manera a mi dama.
En aquella página diez del pasquín local, había una impresionante foto de un cuchillo de cocina, de los grandecitos, de esos con tres remaches de bronce en el mango de madera, el titular anunciaba: "La policía intenta ubicar al supuesto agresor, que dejó abandonado este cuchillo sobre la mesa, luego de apuñalar a la víctima" no decía nada sobre si la víctima tambien era o no, supuesta, asi es como adelantan conclusiones y nos las hacen adelantar a nosotros como lectores, con el uso artero de una redacción "descuidada", luego agregaba mas abajo que a un hombre se lo vio alejarse de la escena del crimen precipitadamente y pasaba a describir su vestimenta, que en eso si fueron precisos, porque era lo único real de la nota basado en testigos, y sabe por que lo se, porque el prófugo era yo señor, asi como le digo, y no hay nada mas feo que a uno lo miren con ese sesgo incrédulo entre alerta y desconfiado, igual me miraban los inspectores, sobre todo uno, que me interrogaban en la comisaría de barrio, esa misma noche cuando, atrapado mas por las circunstancias que por la acción directa de la policía no tuve mas remedio que "entregarme", para que no pagara el pato algún otro inocente igual que yo, porque fijesé que las circunstancias no eran lo que parecían, como muchas otras en la vida, y hay que estar en el baile con la mas fea, para saber como son realmente las cosas.
-¿Quiere que le cuente como fue todo lo que en verdad pasó?.
-Dejeme hacer un poco de memoria, era la tarde del 17 de julio de 1983, recuerdo la fecha por el diario, yo tenía una cita, la primera, con una chica con la que habíamos quedado de vernos a su vuelta de un corto viaje de ella a Rosario, a ver a su madre.
Eran las cinco de la tarde del día señalado, me paré como un solo hombre en la puerta del bazar mayorista en el que ella trabajaba, "representantes directos de fábrica" decía el cartel afuera, ya sabe, todas cosas nacionales de buena calidad, nada de esas baratijas chinas que hay ahora, eran todavía épocas en que un plato pasaba de abuelos a nietos, había que ser para romper uno.
-¡Ay, ay... no me digas que rompiste una de las tazas de la abuela, que te matooo!!!, chillaban las mujeres y era un acontecimiento hacer trizas una compotera.
Aquella tarde de invierno, caía ya el sol a las seis apenas pasadas, asi que cuando ella salió y me hubo regalado la mejor de las sonrisas y un beso prometedor, inmediatamente nos pusimos en camino a pié, abrazados, hacia el edificio en el que tenía su departamento, a unas pocas cuadras de allí, cruzando el puente con forma de lomo de burro, lindo obstáculo para las suspensiones y trenes delanteros de los autos, que casi salen de él volando cuando lo cruzan en sentido norte sur y ahi está todavía hasta hoy, tan malo como cuando era nuevo, a pesar de las constantes "reparaciones".
-¿Lo ubica cual le digo no?, si ese, el que está sobre la avenida Santa Fé.
Rayos amarillos del sol, de aquella magnífica tarde invernal, nos acompañaron por las avenidas y por la quieta calle de barrio que flanquea el complejo, pasamos por la panadería a comprar pequeños panes especiales para la merienda, charlábamos de esto y de aquello, felices, todo estaba bien y era o parecía ser, la cita perfecta, con tooodo el tiempo del mundo y casi gratis, o por lo menos eso cree uno en su ignorancia, que hay cosas casi gratis y que tenemos todo el tiempo del mundo.
Hechas las compras, entramos por la calle interna de los edificios, que era totalmente abierta y no llena de rejas y cámaras de vigilancia como lo es hoy, conocidas por todos como Las Torres, propiedades horizontales de una decena de pisos, con su terminación exterior de ladrillo visto y cada una con todas sus aberturas pintadas de un color característico distintivo, color que les da su nombre a cada una de las estructuras grandes, nosotros nos dirigíamos a las baterías de pequeños departamentos de solo cuatro pisos, que servían de nexo entre las estructuras principales, esta parte baja tiene un denominador común en materia de color, que es el mismo para todos, una blanco grisáceo para las ventanas enmarcadas con marrón oscuro y el color natural de la madera barnizada para las puertas.
-Vení, quiero que conozcas a alguien, es una muy buena amiga y a ella le cuento todo y le hablé de vos...
Subimos por las escaleras exteriores de cemento al segundo piso, daban justo a la puerta, a la que llamamos sin que nadie nos respondiera, asi que dimos la vuelta por el pasillo al aire libre que torcía a la derecha al que daban todas las unidades y llegamos a nuestro destino.
Ya en la casa de ella y mientras no habíamos acabado de sentarnos y servirnos café con leche con tostadas con pequeñas bandejas con dulces y crema esparcidos por la mesa, sin saberlo ni sospechar nada, la aplastante máquina del destino y la tragedia se dirigía hacia nosotros con forma de una jóven pequeña de estatura a la que yo desconocía por completo y que irrumpió en nuestro nido de amor con el rostro pálido, espantado y profiriendo incoherencias con la vos casi ahogada de las cuales pude entender solo algunas pocas palabras.
-¡Tiene un cuchillo... ayudenmé por favor!!!...
En mi cabeza retronó una campanada mortuoria por la significancia que tomaba en ese contexto la palabra cuchillo, imaginé una pelea en uno de los departamentos vecinos y evalué las pocas oportunidades que tenía de hacer algo útil en una danza de facón, de nada vale interponerse, porque puede pasar que el que lo haga, entre a formar parte de una brochette, por menos que nada.
Esta prudente, pero no por eso menos instántanea disquisición, me llevó solo unas fracciones de segundo, pero fueron suficientes para que mi flamante y aún no estrenada novia, saliera mas rápido que ligero en una dirección que ella conocía, obviamente, casi le perdí el rastro porque su reacción fue inmediata y sobrepasó mis reflejos, me apuré para alcanzarla solo unos segundos mas tarde, en la puerta del departamento hacia el que ella se precipitó, era el mismo al que habíamos llamado antes, infructuosamente, hacía menos de media hora, se había puesto en peligro irreflexivamente, me pareció, al adelantarse de esa forma, los dos estábamos en peligro y yo no podía quedarme atrás, no la seguí, mas bien recorrí su estela, por pura intuición, ahora tenía dos problemas entre manos, hacerme cargo de la situación y sacarla a ella de un seguro lio, para mas sorpresa y desconcierto me la crucé de frente en el pasillo, asi como había llegado de rápido al lugar, lo abandonó retrocediendo sobre sus propios pasos, la confusión batallaba con mi intención de saber que era lo que demonios sucedía, los datos no concordaban del todo y yo temía lo peor, ella caminaba ya de vuelta por el corredor murmurando incoherencias, como si hubiera visto algo que no podía asumir alli mismo y volviese a la seguridad de su propia casa a buscar la respuesta, fue un alivio, porque por lo menos estaba a salvo, un problema menos.
-Es mi amigo, José es mi amigo..., la oí que repetía casi incoherentemente sin que pareciera advertir mi paso a su lado, estaba como en trance, como si hiciera falta agregar mas dramatismo a la inextricable situación.
Yo imaginé que lo que quería decir en realidad era; que aquello, lo que fuese que sucedía unos metros mas adelante, no debía estar sucediendo, porque eso solo puede pasar a los extraños que habitan la página diez de los diarios, la de las noticias policiales, era mucho suponer, no había tiempo para eso, asi que sin prestarle atención la dejé que se fuera sin preguntarle nada, pues temí por mas retraso en llegar donde estaba, al fin de cuentas, la verdad por terrible que fuera y dado el cariz que tomaban los hechos, era una fuerza poderosa la que conducía mis actos para saber que era todo aquello, es un momento en que se juega a todo o nada, en un instante, me zambullí por la primera puerta doblando por el pasillo a la izquierda, la que encontré abierta, esperaba tener que vérmelas con exaltados que estaban a punto de cometer una barbaridad o que ya lo habían hecho, pero la batalla que yo me había prefigurado, no existía, ninguna intuición o especulación hechas sobre la marcha me hubieran podido preparar para lo que vi y que había espantado de aquella manera a mi dama.