Pompilio Zigrino
03/01/2011, 11:52
Muchos izquierdistas no comparten las opiniones favorables que en estos tiempos recibe la República China. Recordemos que ese país, con un gobierno socialista en lo político, adoptó la economía de mercado desde hace varios años. La no aceptación, por parte de ese sector, proviene de su preferencia por una “economía igualitaria”.
Podemos imaginar el caso de un habitante chino de hace algunos años atrás, cuando carecía de heladera, cocina y otros electrodomésticos. Si alguien le propone un tipo de economía que le permitirá obtener ventajas económicas y así adquirir los elementos que faltan en su hogar, seguramente habría aceptado sin inconvenientes.
Un partidario de la izquierda igualitaria habría advertido que en los años anteriores, la carencia de los artefactos mencionados era compartida por la mayoría de la población, y que en ese entonces había “igualdad”. Se opondrá a la mejora prevista por cuanto es “desigualitaria”, ya que en la economía de mercado unos ganarán más que otros y ello creará “desigualdad social”.
Para la izquierda igualitaria, no es tan importante la pobreza en sí como la desigualdad económica, por cuanto no admite la existencia de otro tipo de valores en las personas. En lugar de observar los problemas económicos individuales, con los inconvenientes asociados a la pobreza, observa los efectos sociales que las mentes competitivas y envidiosas han de padecer. De ahí que para ellos resulta tan válido aumentar el nivel económico de los que menos tienen como reducir el de quienes más poseen.
En lugar de adaptarse a la sociedad y a las leyes naturales que rigen al comportamiento humano, restringiendo el nivel de competitividad y envidia, desde la izquierda igualitaria se pretende todavía que sea el propio orden social el que deba cambiar para evitar el padecimiento de los que no admiten perder en la competencia económica (en la cual no debieron participar). Por el contrario, el individuo que valora los aspectos afectivos y culturales de la vida, dedicará pocos de sus pensamientos a quienes tienen mayores ingresos monetarios.
Luego de los importantes avances económicos logrados en China, y las mejoras sustanciales logradas en algunos países latinoamericanos (Brasil, principalmente), impulsados por gobernantes de origen socialista, podría pensarse que se abrirían las puertas de muchos países a la posibilidad de encontrar en la economía de mercado el principio de la solución de muchos problemas sociales y de pobreza. Sin embargo, sorpresivamente nos encontramos con una tenaz oposición de los que aspiran a ese “socialismo igualitario”.
Incluso para este sector, la mayor ambición y esperanza radica en poder algún día contemplar el colapso total de los EEUU. Ello provocaría también un gran colapso a nivel mundial, pero debemos recordar que la izquierda igualitaria busca siempre la “igualdad”, de ahí que, para ellos, no habría inconvenientes si la catástrofe termina con varios cientos de millones de personas en la miseria, pero eso sí, iguales.
La izquierda igualitaria sigue convencida de los éxitos del socialismo soviético de las primeras épocas, la edad dorada del socialismo. Sin embargo, existen opiniones que afirman que nunca existió tal época dorada. Alexandr Solyenitzin, escritor ruso en la era soviética, expresó en una conferencia dada en EEUU:
“Pero del mismo modo que nos sentimos aliados a ustedes, existe otra alianza…..A primera vista parece extraña, asombrosa, pero pensándolo bien hasta resulta muy fundada y comprensible. Es la alianza de nuestros lideres comunistas y vuestros capitalistas…..Esta alianza no es nueva. El célebre Armand Hammer, que todavía vive, inició esta relación realizando los primeros contactos en vida de Lenin, durante los años iniciales de la revolución. Tales contactos resultaron muy fructíferos y desde aquel entonces prosiguieron a lo largo de cincuenta años, de modo que puede observarse un apoyo ininterrumpido y constante de los hombres de negocio occidentales, quienes ayudaron a los dirigentes comunistas soviéticos en su absurda y torpe orientación económica, que jamás hubiera podido vencer las dificultades que entrañaba sin esa ayuda técnica y material. El mismo Stalin reconoció que dos tercios de todo lo necesario se había recibido de Occidente” (De “En la lucha por la libertad” – Alexandr Solyenitzin - Emecé Editores – Buenos Aires 1976).
Por otra parte, el destacado físico soviético Andrei Sajarov escribió: “La comparación de los logros de la URSS en el campo de la ciencia, la técnica y la economía, con los obtenidos por los países extranjeros lo demuestra con toda claridad. No es casualidad que sea precisamente en nuestro país donde, durante años, se hayan visto privados de su normal desarrollo muchos y prometedores intentos científicos de la biología y la cibernética, mientras, revestidas de suntuosos colores, la demagogia descarada, la ignorancia y la charlatanería ganaban floreciente la luz pública. No es casualidad que hayan sido realizados en otros países todos los hallazgos importantes de la ciencia y de la técnica modernas: la mecánica cuántica, las nuevas partículas elementales, la fisión del uranio; el descubrimiento de los antibióticos y de la mayoría de los nuevos preparados farmacéuticos de alta efectividad; la invención del transistor, de las calculadoras electrónicas y del rayo láser; la generación de nuevas especies vegetales de gran rendimiento agrícola, el descubrimiento de otros componentes de la «revolución verde» y la creación de una nueva tecnología de la agricultura, la industria y la construcción” (De “Mi país y el mundo” – Andrei Sajarov - Editorial Noguer SA – Barcelona 1976).
Podemos imaginar el caso de un habitante chino de hace algunos años atrás, cuando carecía de heladera, cocina y otros electrodomésticos. Si alguien le propone un tipo de economía que le permitirá obtener ventajas económicas y así adquirir los elementos que faltan en su hogar, seguramente habría aceptado sin inconvenientes.
Un partidario de la izquierda igualitaria habría advertido que en los años anteriores, la carencia de los artefactos mencionados era compartida por la mayoría de la población, y que en ese entonces había “igualdad”. Se opondrá a la mejora prevista por cuanto es “desigualitaria”, ya que en la economía de mercado unos ganarán más que otros y ello creará “desigualdad social”.
Para la izquierda igualitaria, no es tan importante la pobreza en sí como la desigualdad económica, por cuanto no admite la existencia de otro tipo de valores en las personas. En lugar de observar los problemas económicos individuales, con los inconvenientes asociados a la pobreza, observa los efectos sociales que las mentes competitivas y envidiosas han de padecer. De ahí que para ellos resulta tan válido aumentar el nivel económico de los que menos tienen como reducir el de quienes más poseen.
En lugar de adaptarse a la sociedad y a las leyes naturales que rigen al comportamiento humano, restringiendo el nivel de competitividad y envidia, desde la izquierda igualitaria se pretende todavía que sea el propio orden social el que deba cambiar para evitar el padecimiento de los que no admiten perder en la competencia económica (en la cual no debieron participar). Por el contrario, el individuo que valora los aspectos afectivos y culturales de la vida, dedicará pocos de sus pensamientos a quienes tienen mayores ingresos monetarios.
Luego de los importantes avances económicos logrados en China, y las mejoras sustanciales logradas en algunos países latinoamericanos (Brasil, principalmente), impulsados por gobernantes de origen socialista, podría pensarse que se abrirían las puertas de muchos países a la posibilidad de encontrar en la economía de mercado el principio de la solución de muchos problemas sociales y de pobreza. Sin embargo, sorpresivamente nos encontramos con una tenaz oposición de los que aspiran a ese “socialismo igualitario”.
Incluso para este sector, la mayor ambición y esperanza radica en poder algún día contemplar el colapso total de los EEUU. Ello provocaría también un gran colapso a nivel mundial, pero debemos recordar que la izquierda igualitaria busca siempre la “igualdad”, de ahí que, para ellos, no habría inconvenientes si la catástrofe termina con varios cientos de millones de personas en la miseria, pero eso sí, iguales.
La izquierda igualitaria sigue convencida de los éxitos del socialismo soviético de las primeras épocas, la edad dorada del socialismo. Sin embargo, existen opiniones que afirman que nunca existió tal época dorada. Alexandr Solyenitzin, escritor ruso en la era soviética, expresó en una conferencia dada en EEUU:
“Pero del mismo modo que nos sentimos aliados a ustedes, existe otra alianza…..A primera vista parece extraña, asombrosa, pero pensándolo bien hasta resulta muy fundada y comprensible. Es la alianza de nuestros lideres comunistas y vuestros capitalistas…..Esta alianza no es nueva. El célebre Armand Hammer, que todavía vive, inició esta relación realizando los primeros contactos en vida de Lenin, durante los años iniciales de la revolución. Tales contactos resultaron muy fructíferos y desde aquel entonces prosiguieron a lo largo de cincuenta años, de modo que puede observarse un apoyo ininterrumpido y constante de los hombres de negocio occidentales, quienes ayudaron a los dirigentes comunistas soviéticos en su absurda y torpe orientación económica, que jamás hubiera podido vencer las dificultades que entrañaba sin esa ayuda técnica y material. El mismo Stalin reconoció que dos tercios de todo lo necesario se había recibido de Occidente” (De “En la lucha por la libertad” – Alexandr Solyenitzin - Emecé Editores – Buenos Aires 1976).
Por otra parte, el destacado físico soviético Andrei Sajarov escribió: “La comparación de los logros de la URSS en el campo de la ciencia, la técnica y la economía, con los obtenidos por los países extranjeros lo demuestra con toda claridad. No es casualidad que sea precisamente en nuestro país donde, durante años, se hayan visto privados de su normal desarrollo muchos y prometedores intentos científicos de la biología y la cibernética, mientras, revestidas de suntuosos colores, la demagogia descarada, la ignorancia y la charlatanería ganaban floreciente la luz pública. No es casualidad que hayan sido realizados en otros países todos los hallazgos importantes de la ciencia y de la técnica modernas: la mecánica cuántica, las nuevas partículas elementales, la fisión del uranio; el descubrimiento de los antibióticos y de la mayoría de los nuevos preparados farmacéuticos de alta efectividad; la invención del transistor, de las calculadoras electrónicas y del rayo láser; la generación de nuevas especies vegetales de gran rendimiento agrícola, el descubrimiento de otros componentes de la «revolución verde» y la creación de una nueva tecnología de la agricultura, la industria y la construcción” (De “Mi país y el mundo” – Andrei Sajarov - Editorial Noguer SA – Barcelona 1976).