Sadness
09/12/2010, 14:21
Esta nota me pareció interesante, se las comparto.
El Cerebro enamorado
Por
Saúl Gutiérrez
Si una disciplina científica alcanza su consolidación a partir de su capacidad de describir, y hacer comprensible, los más variados, y en ocasiones dispares, acontecimientos o, como se dice “fenómenos”, entonces la neurofisiología es hoy, sin lugar a dudas, una ciencia consolidada y, por ello, la fuente de un conocimiento invaluable.
En efecto. La promesa, de los neurocientíficos, de que pronto sabremos quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos, se esta gestando en medio de electrodos, osciloscopios, tomografías y mapas de activación cerebral.
Dormir, se corresponde con ciertos estados cerebrales y que soñar es un simple “residuo” de una activación-desactivación de distintas regiones del cerebro soñador. Un paso delante de la teoría de la activación-síntesis, con la cual se describe el dormir y las ensoñaciones se encuentra en la firme creencia de Allan Hobson, de que gracias a la neurociencia se tiene, casi resuelto el dilema cerebro-mente porque, muy simple, uno es la otra cosa. Conclusión: Yo soy mi cerebro y las sustancias que lo acompañan. Lo que quiere decir que todo lo que incumba a hombres y mujeres será materia de análisis para la neurofisiología. Como los sentimientos o la vida afectiva, por decir algo.
¿Por qué nos sentimos tristes, alegres, optimistas, aterrorizados, indiferentes o pesimistas? Por que nuestro cerebro se halla inundado, o privado, de sustancias tales como la serotonina, acetilcolina o norepirefrina.
Herminia Pasantes, fisióloga de la UNAM, abre su libro “De neuronas emociones y motivaciones” con el siguiente parágrafo: “Las moléculas y el carácter. ¿Romántico o pragmático? ¿Optimista o pesimista?: la diferencia esta en las catecolaminas. Yo y mi depresión somos, según esta lógica, el efecto de las aminas biogénicas.
Y si de sentimientos se trata, el amor es una buena excusa para presentar al cerebro enamorado. Mientras Allan Hobson postuló que las ensoñaciones son lo síntomas de un cerebro, temporalmente psicótico, Georgina Montemayor, de la facultad de Medicina de la UNAM, les hizo ver a los amantes, el 14 de febrero recién pasado, que el amor es un estado de demencia, pero reversible. Según la investigadora, cuando alguien se enamora diversas sustancias ocupan todas sus neuronas y entonces el cerebro enloquece, alcanza un estado obsesivo compulsivo. Si tú, lector lectora, no hace otra cosa que pensar en su princesa o príncipe, además de que se vuelve improductivo (a) y pierde la compostura, es poque su loco cerebro tiene activadas zonas como el hipotálamo, el hipocampo, el giro singulado y las partes del sistema límbico.
Asómbrese, lector lectora, por que el cerebro es un romántico pero no un tonto. Dice Georgina Montemayor: “Se entra y sale de ese estado, de enamoramiento… por que el cerebro no podría resistir tanto desgate si se mantuviera así todo el tiempo”. Y como el cerebro prefiere vivir en famila que seguir enamorado por los siglos de los siglos, a los cuatro años se desenamora mediante el aumento de los niveles de oxitocina, la hormona del apego, incompatible con la pasión romántica, que se convierte en el cariño familiar. O sea, el cerebro logra recupera la cordura, ¿y, supongo, se restituye la productividad tanto como se encuentra la compostura perdida, y le dan ganas de fundar una familia. ¿Con otro cerebro?.
El cerebro sueña, es romántico, apasionado y fiel a la tradición de vivir en familia. Y por supuesto, si tú lector, lectora, te dan miedo tus sueños, detestas el amor y no quieres tener una famila, disfuncional, no temas, esas son reaciones de tu, sui generis, cerebro-mente. Y todo tiene remedio: Clozopina y Deserpina, antipsicóticos. O Prozac y Tolvón, antidepresivos. Que tu cerebro elija.
***
El cerebro Enamorado. Gutiérrez, Saúl. La Primera Dama. Sección Cultural del Universal. Febrero 2008.
El Cerebro enamorado
Por
Saúl Gutiérrez
Si una disciplina científica alcanza su consolidación a partir de su capacidad de describir, y hacer comprensible, los más variados, y en ocasiones dispares, acontecimientos o, como se dice “fenómenos”, entonces la neurofisiología es hoy, sin lugar a dudas, una ciencia consolidada y, por ello, la fuente de un conocimiento invaluable.
En efecto. La promesa, de los neurocientíficos, de que pronto sabremos quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos, se esta gestando en medio de electrodos, osciloscopios, tomografías y mapas de activación cerebral.
Dormir, se corresponde con ciertos estados cerebrales y que soñar es un simple “residuo” de una activación-desactivación de distintas regiones del cerebro soñador. Un paso delante de la teoría de la activación-síntesis, con la cual se describe el dormir y las ensoñaciones se encuentra en la firme creencia de Allan Hobson, de que gracias a la neurociencia se tiene, casi resuelto el dilema cerebro-mente porque, muy simple, uno es la otra cosa. Conclusión: Yo soy mi cerebro y las sustancias que lo acompañan. Lo que quiere decir que todo lo que incumba a hombres y mujeres será materia de análisis para la neurofisiología. Como los sentimientos o la vida afectiva, por decir algo.
¿Por qué nos sentimos tristes, alegres, optimistas, aterrorizados, indiferentes o pesimistas? Por que nuestro cerebro se halla inundado, o privado, de sustancias tales como la serotonina, acetilcolina o norepirefrina.
Herminia Pasantes, fisióloga de la UNAM, abre su libro “De neuronas emociones y motivaciones” con el siguiente parágrafo: “Las moléculas y el carácter. ¿Romántico o pragmático? ¿Optimista o pesimista?: la diferencia esta en las catecolaminas. Yo y mi depresión somos, según esta lógica, el efecto de las aminas biogénicas.
Y si de sentimientos se trata, el amor es una buena excusa para presentar al cerebro enamorado. Mientras Allan Hobson postuló que las ensoñaciones son lo síntomas de un cerebro, temporalmente psicótico, Georgina Montemayor, de la facultad de Medicina de la UNAM, les hizo ver a los amantes, el 14 de febrero recién pasado, que el amor es un estado de demencia, pero reversible. Según la investigadora, cuando alguien se enamora diversas sustancias ocupan todas sus neuronas y entonces el cerebro enloquece, alcanza un estado obsesivo compulsivo. Si tú, lector lectora, no hace otra cosa que pensar en su princesa o príncipe, además de que se vuelve improductivo (a) y pierde la compostura, es poque su loco cerebro tiene activadas zonas como el hipotálamo, el hipocampo, el giro singulado y las partes del sistema límbico.
Asómbrese, lector lectora, por que el cerebro es un romántico pero no un tonto. Dice Georgina Montemayor: “Se entra y sale de ese estado, de enamoramiento… por que el cerebro no podría resistir tanto desgate si se mantuviera así todo el tiempo”. Y como el cerebro prefiere vivir en famila que seguir enamorado por los siglos de los siglos, a los cuatro años se desenamora mediante el aumento de los niveles de oxitocina, la hormona del apego, incompatible con la pasión romántica, que se convierte en el cariño familiar. O sea, el cerebro logra recupera la cordura, ¿y, supongo, se restituye la productividad tanto como se encuentra la compostura perdida, y le dan ganas de fundar una familia. ¿Con otro cerebro?.
El cerebro sueña, es romántico, apasionado y fiel a la tradición de vivir en familia. Y por supuesto, si tú lector, lectora, te dan miedo tus sueños, detestas el amor y no quieres tener una famila, disfuncional, no temas, esas son reaciones de tu, sui generis, cerebro-mente. Y todo tiene remedio: Clozopina y Deserpina, antipsicóticos. O Prozac y Tolvón, antidepresivos. Que tu cerebro elija.
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El cerebro Enamorado. Gutiérrez, Saúl. La Primera Dama. Sección Cultural del Universal. Febrero 2008.