isaac6080
15/10/2010, 16:39
Y vi entonces y el piso era sangre, el cielo era de algodón, las estrellas se arropaban y entre empañosos suspiros dejaron de ser luminosas. Ya el mundo no estaba ahí solo un futuro que ya había sido escrito en la herida y al que le faltaron ganas de escribir un final feliz. Las horas eran largas, los minutos alargaban escalofríos y cada segundo que marcaba el paso del tiempo pedía a gritos el pasar del día. Ya no había más que una vida, la otra jugaba a quedarse y buscaba ganarse una segunda oportunidad de poder pagar las deudas y calmar a la conciencia. Allí, simplemente allí tirada en el suelo, con la carne fría y mojada de hedor; con la sangre embarrada en todo el cuerpo quien agonizando daba pequeñas sacudidas manifestando el dolor y anunciando lo que claramente podía pasar. Ella lo miro no dijo nada, pero su mirada era ahora muy profunda, buscando un ¿Por qué?, intentando entender porque nos duele tanto irnos si bien sabemos que los cuentos terminan.
No fue un amor que doliera tanto, no era un amor que buscaba durar para siempre ni tampoco quedarse sembrado, solo quiso entregarse pero fue rechazado.
Como la cuna del sol, como la voz del sereno mar, como el aire susurrándote al oído canciones para no llorar, así era su voz, sus ojos cargados de lágrimas iban a desbordar llanto. Temían gritar con locura, pero la indiscreción del corazón le gano a la torpeza y entre litros de lágrimas, llego la mágica, la que vino desde el alma para extrañar a quien se iba, para despedir a quien nos deja.
Entre sus brazos estaba rígida y totalmente pálida, sus venas, ya vacías por lo mucho que había sangrado, se brotaban entre su blanca piel. La apretó fuerte lastima que eso no la iba a detener. Nunca paso un momento así no pensaba en ese instante en que existe un mañana, solo quería vivir el momento y desear que todo fuera un sueño. El azul de el cielo los toco a los dos y les pidió gritarles que iban a ser escuchados, les hizo saber que sus penas podían ser gritadas, que ya nada ahora era ridículo, nada podía resultar sarcástico. Solo mirando el tiempo, viendo la agonía se podía entender cuanto duele partir, que tétrico es morir, pero que lindas son las despedidas.
Entonces pude ver como se acaba tan fácil un amor, se que llegara otro pero también va a terminar. Se escupían llantos se lamían gritos y las ganas de devolver el cuerpo marcaban trazos a la ira y a la desesperación. Ambos sabían que allí terminaría todo, que ella no volvería a ver el sol o tal vez si, una ultima vez. La sangre haciendo su desagradable actuación, siempre ella alarmando a los vivos, abandonando a los muertos, su espeluznante color y su macabro sentido, buscaba esa noche darles sufrimiento, morderles la conciencia, atraparles la razón y dejar libre el sentimiento, solo el sentimiento.
¡Que terrible! ¿Ahora ha llegado la hora? Dije yo al ver que la muerte estaba llegando y con su oscura sombra los iba a arropar, me vio pero no me observo, solo paso y en mi dejo su putrefacto olor y su maldita aurora de miedo, me tumbo el sentimiento, calló mi angustia y despertó mi amargura, trajo mi calma y me dijo que pronto terminaría todo, ahora si me observaba, nunca había visto unos ojos tan cargados, tan llenos de todo, en ellos guardaba el nefasto fin de todos los seres a los que había visitado, no me quiso sonreír pero me inspiro paz, no me estrecho su mano pero conocí su propósito. Quizá ella quería descansar, quizá no lo quería ver más.
Y entonces vi por entre los cristales de la ventana y ella entro, ahora el clima era distinto, buscaba quedarse en tu ropa, el calor lo ahogo, aunque hacia mucho frío, un frío que quemaba y dolía. Se ahogo y entonces el se quito la ropa con la piel ahora desnuda había quitado la sangre de su cuerpo, pero las manchas de la culpa ya habían penetrado su alma y aunque por encima no estuviera sucio, su espíritu vestía de marrón, que desagrado cuando sabes que llega la muerte, que lujuria querer vivir para siempre, ¿acaso es ser gula querer tener vida y ya no necesitarla?. La muerte la busco, la encontró y ahora se la llevaría, era solo eso, no se explicaba porque negarse al descanso eterno.
Era bastante tarde ya, el momento del amanecer se acercaba, el mar ya lo sabia pero las piedras eran quienes la detenían, la espuma del agua lo conto a todos y entonces ahora el cielo, la calma, el aire y el susurro de los arboles golpeándose lo sabían, todos lo sabían pero lo callaron. Y en un momento inesperado, el dolor la alcanzo movió su cuerpo, pero no ayudo a la muerte, solo lo hizo para crear tensión y anunciar que ya era hora que se despidieran. Así como el sol despide a la luna y las estrellas al atardecer. No había tiempo que perder el la beso para dejar en sus labios el dulce sabor de su boca, para entrelazar su amor, para despedirla con pasión, pero lo alcanzo el miedo así que no quiso dejar de besarla para que nunca se fuera. Sus labios se encontraban ahora unidos, esperando que perdieran vida y sentido, el derramo las lagrimas sobre su cara, para limpiar su sangre, ella gimió del ardor en sus heridas y lo salado le recordó la ultima vez que juntos pudieron disfrutar de el mar …
Isaac Soto
No fue un amor que doliera tanto, no era un amor que buscaba durar para siempre ni tampoco quedarse sembrado, solo quiso entregarse pero fue rechazado.
Como la cuna del sol, como la voz del sereno mar, como el aire susurrándote al oído canciones para no llorar, así era su voz, sus ojos cargados de lágrimas iban a desbordar llanto. Temían gritar con locura, pero la indiscreción del corazón le gano a la torpeza y entre litros de lágrimas, llego la mágica, la que vino desde el alma para extrañar a quien se iba, para despedir a quien nos deja.
Entre sus brazos estaba rígida y totalmente pálida, sus venas, ya vacías por lo mucho que había sangrado, se brotaban entre su blanca piel. La apretó fuerte lastima que eso no la iba a detener. Nunca paso un momento así no pensaba en ese instante en que existe un mañana, solo quería vivir el momento y desear que todo fuera un sueño. El azul de el cielo los toco a los dos y les pidió gritarles que iban a ser escuchados, les hizo saber que sus penas podían ser gritadas, que ya nada ahora era ridículo, nada podía resultar sarcástico. Solo mirando el tiempo, viendo la agonía se podía entender cuanto duele partir, que tétrico es morir, pero que lindas son las despedidas.
Entonces pude ver como se acaba tan fácil un amor, se que llegara otro pero también va a terminar. Se escupían llantos se lamían gritos y las ganas de devolver el cuerpo marcaban trazos a la ira y a la desesperación. Ambos sabían que allí terminaría todo, que ella no volvería a ver el sol o tal vez si, una ultima vez. La sangre haciendo su desagradable actuación, siempre ella alarmando a los vivos, abandonando a los muertos, su espeluznante color y su macabro sentido, buscaba esa noche darles sufrimiento, morderles la conciencia, atraparles la razón y dejar libre el sentimiento, solo el sentimiento.
¡Que terrible! ¿Ahora ha llegado la hora? Dije yo al ver que la muerte estaba llegando y con su oscura sombra los iba a arropar, me vio pero no me observo, solo paso y en mi dejo su putrefacto olor y su maldita aurora de miedo, me tumbo el sentimiento, calló mi angustia y despertó mi amargura, trajo mi calma y me dijo que pronto terminaría todo, ahora si me observaba, nunca había visto unos ojos tan cargados, tan llenos de todo, en ellos guardaba el nefasto fin de todos los seres a los que había visitado, no me quiso sonreír pero me inspiro paz, no me estrecho su mano pero conocí su propósito. Quizá ella quería descansar, quizá no lo quería ver más.
Y entonces vi por entre los cristales de la ventana y ella entro, ahora el clima era distinto, buscaba quedarse en tu ropa, el calor lo ahogo, aunque hacia mucho frío, un frío que quemaba y dolía. Se ahogo y entonces el se quito la ropa con la piel ahora desnuda había quitado la sangre de su cuerpo, pero las manchas de la culpa ya habían penetrado su alma y aunque por encima no estuviera sucio, su espíritu vestía de marrón, que desagrado cuando sabes que llega la muerte, que lujuria querer vivir para siempre, ¿acaso es ser gula querer tener vida y ya no necesitarla?. La muerte la busco, la encontró y ahora se la llevaría, era solo eso, no se explicaba porque negarse al descanso eterno.
Era bastante tarde ya, el momento del amanecer se acercaba, el mar ya lo sabia pero las piedras eran quienes la detenían, la espuma del agua lo conto a todos y entonces ahora el cielo, la calma, el aire y el susurro de los arboles golpeándose lo sabían, todos lo sabían pero lo callaron. Y en un momento inesperado, el dolor la alcanzo movió su cuerpo, pero no ayudo a la muerte, solo lo hizo para crear tensión y anunciar que ya era hora que se despidieran. Así como el sol despide a la luna y las estrellas al atardecer. No había tiempo que perder el la beso para dejar en sus labios el dulce sabor de su boca, para entrelazar su amor, para despedirla con pasión, pero lo alcanzo el miedo así que no quiso dejar de besarla para que nunca se fuera. Sus labios se encontraban ahora unidos, esperando que perdieran vida y sentido, el derramo las lagrimas sobre su cara, para limpiar su sangre, ella gimió del ardor en sus heridas y lo salado le recordó la ultima vez que juntos pudieron disfrutar de el mar …
Isaac Soto