Sadness
04/10/2010, 18:32
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Educada con la mayor de las libertades, creciendo sin freno, debido a carecer de una figura de autoridad a quien ella pudiera respetar, aunado todo esto, a que denotaba un marcado temperamento, de naturaleza ambiciosa, mezquina, exigente, ególatra, de carácter violento y obsecado. Estaba acostumbrada a que se cumplieran al pie de la letra todos sus caprichos por disparatados que estos resultaran y si además agregamos, que pertenecia a una de las familias más poderosas e influyentes de la región, era natural que se hubiera convertido en una malcriada y desalmada jovencita, situación que no hacia otra cosa que generar en ella, el hacer uso de lo que consideraba “su derecho”. Así que, cuando ingresó a uno de los más exclusivos internados para señoritas “bien”, no titubeó al ejercer su poder de forma arbitraria sobre sus condiscipulas, ganándose a pulso la animaversión de sus compañeras, pero ante todo el terror, terror de convertirse en el blanco de su ira, ante la complicidad de las religiosas que regenteaban el internado y que se hacían de la vista gorda ante las injusticias y arbitrariedades de la joven pelirroja. Debido a esto y a su soberbia, se había ganado a pulso el mote de “La princesa”, algo que no le desagradable, incluso se vanagloriaba de ello.
En ocasiones, al estar consciente del poder que ejercía indiscriminadamente sobre sus compañeras y al recibir cero oposición a los abusos a los que solía someterlas, le resultaba soberanamente aburrido y entonces, la malvada chiquilla enfocaba sus energías en fastidiar a las religosas que no le eran gratas, o en contra del personal de servicio que laboraba para el colegio, pero las más de las veces, redoblaba encarnizadamente su frustracción y aburrimiento en contra de cualesquiera de sus condiscipulas, sin un motivo específico.
Cierto día, en la clase de Literatura, como en otras ocasiones la princesa se encontraba totalmente abstraída, maquinando sus próximas maldades; cuando inrrumpió una de las religiosas haciendo la presentación de una nueva alumna. La linda princesita, no se inmutó ni un ápice e ignoró la presencia de la religiosa, Sin embargo, al escuchar mencionar las palabras Norteamérica, instintivamente levantó la mirada y buscó con curiosidad de quien se trataba, no era muy usual, tener en la región estudiantes extranjeras, Sara, no pudo contener su curiosidad y echó un vistazo, pudo observar, un poco detrás de la religiosa a una hermosa trigueñita, de actitud tímida e insegura-La señorita es Diane Britter, les solicito de la manera más atenta de su amable colaboración para hacerle su estancia confortable- Externó la religiosa, con su caracteristico tono de voz. Mientras, la La princesa, no perdía detalle de la de la nueva interna; esbelta, de piel aterciopelada e inmaculadament blanca, que contrastaba con el color de su cabello y hacían resaltar a un más el profundo azul de su mirada, de mejillas sonrosadas y labios carnosos, pechos pequeños pero firmes, cintura breve y caderas amplias- Un rostro angelical para un cuerpo de tentación-Pensó para sí, la joven princesa- La mirada inquisitiva sobre la anatomía de la nueva interna, no dejó de pasar desapercibida para la chica nueva, quien como única respuesta, sonrío tímidamente. Para la pelirroja Sara, pasó desapercibido este gesto, pues se encontraba antenta observabando el buen gusto en el vestir de la joven trigueña, en eso estaba, cuando la religiosa solicitó quien podría mostar a la recién llegada las instalaciones del colegio-¡Yo, hermana!- Exclamó de forma sorpresiva la princesa, ante el breve descontrol que acababa de experimentar, Sara tuvo que aceptar y dejar entrar a su exclusivo y pequeño círculo de amistades a Diane-¿Pero porqué cedió con tanta facilidad ante la petició que le hiciera la religiosa? Cuando todas las presentes, esperaban uno más de sus conocidos desplantes-¡Vamos Sara te estas dulcificando y esto no es bueno para tu imagen!-Se cuestionaba así misma, ya en solitario. La verdad era que muy dentro suyo reinaba un total descontrol desde el momento en que su mirada se cruzó con la de la chica trigueña, desde entonces, no había tenido un sólo momento de sociego. En la intimidad de su habitación, elucubraba con acariciar la tersa piel de Britter, morder la voluptuosidad de esos labios, hundirse en su intimidad y navegegar en ella… estos pensamientos provocabánle una gran excitación que se hacía evidente con la profusa humedad en su entrepierna-¡Juro que serás mía Britter!- Exclamó retadora la princesa. Esa noche le fue imposible conciliar el sueño…
Durante un par de semanas, la pelirroja fingió ser la perfecta anfitriona y la mejor amiga de la chica nueva, se convirtió para Britter, en la amiga que tanto necesitaba en esos momentos. Debido al temperamento tímido y apocado, la trigueña necesitaba asirse a alguien más fuerte para poder existir y sintió un gran alivio cuando Sara asumió ese rol. La pelirroja, al igual que una astuta zorra, fue maquinado la trampa para atrapar a su presa, su asustadizo conejito blanco. Diane, era una llorona y por cualquier cosa corría irremediable a los brazos de Sara en busca de protección, a la pelirroja le disgustaba la debilidad y frecuentes lloriqueos de la trigueña, pero era bueno sentirla entre sus brazos, adivinar la sinuosidad de sus curvas bajo sus ropas, sentir su aliento cálido muy cerca suyo. Bien valía, soportar sus odiosos chillidos a cambio de esos mágicos momentos. Sara, estaba consciente de su fortaleza física y más de una vez, hubiera podido tomarle por la fuerza, pero ese hubiera sido el camino fáil y para un experto cazador ese opción no hubiera resultado satisfactorio. Así que había optado por la vía díficil, cazar a su presa, seducirla hasta que se entregará a ella por voluntad propia. Para Diane, no había pasado desapercibida la atracción que ejercía en su pelirroja condiscípula, esto le era útil para poder gozar de la influencia, impunidad y protección que resultaba de ser considerada la favorita de la princesa.
Una noche dejóse caer una gran tormenta, los ventanales de los dormitarios en el internado, eran iluminados por la luz que reflejaban los relámpagos. De pronto por uno de los corredores se pudo observar una frágil silueta correr aterrorizadallena y detenerse frente a uno de los dormitorios, sin llamar a la puerta se introdujó al interior-¡Sara, tengo miedo!- Una vocecita tímida apenas audible, despertó a la princesa-¡Di..! Fue lo único que logró exclamar, porque frente a ella, la visión más deliciosa e inesperada, la dejó muda de sorpresa y de deseo contenido. Alli frente suyo, Diane totalmente desnuda, cubriéndose con una traslúcida bata, que caía con sensual descuido, dejando al descubierto de forma provocativa todo el esplendor de su impactante anatomía: La redondez perfecta de sus desnudos hombros, la tentadora turgencia de sus pechos pequeños, cuyos rojos pezones, apuntaba hacia ella con inusitado descaro invitándole a probar del fruto prometido, era un deleite admirar la exquisita planicie de su vientre, que irremediable guiábale hacía el sur, desentrañádole sus más ocultos misterios. En ese momento, su propio cuerpo se hizó de voluntad propia al encontrarse con aquel tríángulo ligeramente oscuro de su sexo, invitándola sin pudor a aplacar su sed en él, y luego, ese formidable par de bien torneadas y largas piernas, que hubieran sido la perdición de cualquiera. Annie, lucía espectacularmente desable y toda ella le suplicaba que la tomará, que la hiciera suya…que la poseyerá en el acto…
Esa noche, la tormenta fue cómplice incidental de un par de furtivas amantes, ahogó con el retumbar de sus rélampagos, los gritos de placer del cazador y su presa. Ambas bregaban con libertad en todas direcciones, buscando aplacar sus instintos carnales, sus deseos. La joven y tímida presa, resultó avezada en las técnicas amatorias para sorpresa de su cazador, quien fue llevado como cándida jovencita a experimentar límites, hasta entonces desconocidos para la pelirroja, del placer…la presa tenía comiendo de su mano al cazador.
Meses más tarde, la princesa estaba que no la calentaba el Sol, por una situación que la tenía fuera de control: Enterarse que detrás de ese rostro angelical se ocultaba una maquiavélica criatura, que se sabia deseada y que bastaba que le solicitará cualquier cosa para de inmediato, ella le complaciera. Era humillante darse cuenta que el cazador, salió cazado por la presa.
Educada con la mayor de las libertades, creciendo sin freno, debido a carecer de una figura de autoridad a quien ella pudiera respetar, aunado todo esto, a que denotaba un marcado temperamento, de naturaleza ambiciosa, mezquina, exigente, ególatra, de carácter violento y obsecado. Estaba acostumbrada a que se cumplieran al pie de la letra todos sus caprichos por disparatados que estos resultaran y si además agregamos, que pertenecia a una de las familias más poderosas e influyentes de la región, era natural que se hubiera convertido en una malcriada y desalmada jovencita, situación que no hacia otra cosa que generar en ella, el hacer uso de lo que consideraba “su derecho”. Así que, cuando ingresó a uno de los más exclusivos internados para señoritas “bien”, no titubeó al ejercer su poder de forma arbitraria sobre sus condiscipulas, ganándose a pulso la animaversión de sus compañeras, pero ante todo el terror, terror de convertirse en el blanco de su ira, ante la complicidad de las religiosas que regenteaban el internado y que se hacían de la vista gorda ante las injusticias y arbitrariedades de la joven pelirroja. Debido a esto y a su soberbia, se había ganado a pulso el mote de “La princesa”, algo que no le desagradable, incluso se vanagloriaba de ello.
En ocasiones, al estar consciente del poder que ejercía indiscriminadamente sobre sus compañeras y al recibir cero oposición a los abusos a los que solía someterlas, le resultaba soberanamente aburrido y entonces, la malvada chiquilla enfocaba sus energías en fastidiar a las religosas que no le eran gratas, o en contra del personal de servicio que laboraba para el colegio, pero las más de las veces, redoblaba encarnizadamente su frustracción y aburrimiento en contra de cualesquiera de sus condiscipulas, sin un motivo específico.
Cierto día, en la clase de Literatura, como en otras ocasiones la princesa se encontraba totalmente abstraída, maquinando sus próximas maldades; cuando inrrumpió una de las religiosas haciendo la presentación de una nueva alumna. La linda princesita, no se inmutó ni un ápice e ignoró la presencia de la religiosa, Sin embargo, al escuchar mencionar las palabras Norteamérica, instintivamente levantó la mirada y buscó con curiosidad de quien se trataba, no era muy usual, tener en la región estudiantes extranjeras, Sara, no pudo contener su curiosidad y echó un vistazo, pudo observar, un poco detrás de la religiosa a una hermosa trigueñita, de actitud tímida e insegura-La señorita es Diane Britter, les solicito de la manera más atenta de su amable colaboración para hacerle su estancia confortable- Externó la religiosa, con su caracteristico tono de voz. Mientras, la La princesa, no perdía detalle de la de la nueva interna; esbelta, de piel aterciopelada e inmaculadament blanca, que contrastaba con el color de su cabello y hacían resaltar a un más el profundo azul de su mirada, de mejillas sonrosadas y labios carnosos, pechos pequeños pero firmes, cintura breve y caderas amplias- Un rostro angelical para un cuerpo de tentación-Pensó para sí, la joven princesa- La mirada inquisitiva sobre la anatomía de la nueva interna, no dejó de pasar desapercibida para la chica nueva, quien como única respuesta, sonrío tímidamente. Para la pelirroja Sara, pasó desapercibido este gesto, pues se encontraba antenta observabando el buen gusto en el vestir de la joven trigueña, en eso estaba, cuando la religiosa solicitó quien podría mostar a la recién llegada las instalaciones del colegio-¡Yo, hermana!- Exclamó de forma sorpresiva la princesa, ante el breve descontrol que acababa de experimentar, Sara tuvo que aceptar y dejar entrar a su exclusivo y pequeño círculo de amistades a Diane-¿Pero porqué cedió con tanta facilidad ante la petició que le hiciera la religiosa? Cuando todas las presentes, esperaban uno más de sus conocidos desplantes-¡Vamos Sara te estas dulcificando y esto no es bueno para tu imagen!-Se cuestionaba así misma, ya en solitario. La verdad era que muy dentro suyo reinaba un total descontrol desde el momento en que su mirada se cruzó con la de la chica trigueña, desde entonces, no había tenido un sólo momento de sociego. En la intimidad de su habitación, elucubraba con acariciar la tersa piel de Britter, morder la voluptuosidad de esos labios, hundirse en su intimidad y navegegar en ella… estos pensamientos provocabánle una gran excitación que se hacía evidente con la profusa humedad en su entrepierna-¡Juro que serás mía Britter!- Exclamó retadora la princesa. Esa noche le fue imposible conciliar el sueño…
Durante un par de semanas, la pelirroja fingió ser la perfecta anfitriona y la mejor amiga de la chica nueva, se convirtió para Britter, en la amiga que tanto necesitaba en esos momentos. Debido al temperamento tímido y apocado, la trigueña necesitaba asirse a alguien más fuerte para poder existir y sintió un gran alivio cuando Sara asumió ese rol. La pelirroja, al igual que una astuta zorra, fue maquinado la trampa para atrapar a su presa, su asustadizo conejito blanco. Diane, era una llorona y por cualquier cosa corría irremediable a los brazos de Sara en busca de protección, a la pelirroja le disgustaba la debilidad y frecuentes lloriqueos de la trigueña, pero era bueno sentirla entre sus brazos, adivinar la sinuosidad de sus curvas bajo sus ropas, sentir su aliento cálido muy cerca suyo. Bien valía, soportar sus odiosos chillidos a cambio de esos mágicos momentos. Sara, estaba consciente de su fortaleza física y más de una vez, hubiera podido tomarle por la fuerza, pero ese hubiera sido el camino fáil y para un experto cazador ese opción no hubiera resultado satisfactorio. Así que había optado por la vía díficil, cazar a su presa, seducirla hasta que se entregará a ella por voluntad propia. Para Diane, no había pasado desapercibida la atracción que ejercía en su pelirroja condiscípula, esto le era útil para poder gozar de la influencia, impunidad y protección que resultaba de ser considerada la favorita de la princesa.
Una noche dejóse caer una gran tormenta, los ventanales de los dormitarios en el internado, eran iluminados por la luz que reflejaban los relámpagos. De pronto por uno de los corredores se pudo observar una frágil silueta correr aterrorizadallena y detenerse frente a uno de los dormitorios, sin llamar a la puerta se introdujó al interior-¡Sara, tengo miedo!- Una vocecita tímida apenas audible, despertó a la princesa-¡Di..! Fue lo único que logró exclamar, porque frente a ella, la visión más deliciosa e inesperada, la dejó muda de sorpresa y de deseo contenido. Alli frente suyo, Diane totalmente desnuda, cubriéndose con una traslúcida bata, que caía con sensual descuido, dejando al descubierto de forma provocativa todo el esplendor de su impactante anatomía: La redondez perfecta de sus desnudos hombros, la tentadora turgencia de sus pechos pequeños, cuyos rojos pezones, apuntaba hacia ella con inusitado descaro invitándole a probar del fruto prometido, era un deleite admirar la exquisita planicie de su vientre, que irremediable guiábale hacía el sur, desentrañádole sus más ocultos misterios. En ese momento, su propio cuerpo se hizó de voluntad propia al encontrarse con aquel tríángulo ligeramente oscuro de su sexo, invitándola sin pudor a aplacar su sed en él, y luego, ese formidable par de bien torneadas y largas piernas, que hubieran sido la perdición de cualquiera. Annie, lucía espectacularmente desable y toda ella le suplicaba que la tomará, que la hiciera suya…que la poseyerá en el acto…
Esa noche, la tormenta fue cómplice incidental de un par de furtivas amantes, ahogó con el retumbar de sus rélampagos, los gritos de placer del cazador y su presa. Ambas bregaban con libertad en todas direcciones, buscando aplacar sus instintos carnales, sus deseos. La joven y tímida presa, resultó avezada en las técnicas amatorias para sorpresa de su cazador, quien fue llevado como cándida jovencita a experimentar límites, hasta entonces desconocidos para la pelirroja, del placer…la presa tenía comiendo de su mano al cazador.
Meses más tarde, la princesa estaba que no la calentaba el Sol, por una situación que la tenía fuera de control: Enterarse que detrás de ese rostro angelical se ocultaba una maquiavélica criatura, que se sabia deseada y que bastaba que le solicitará cualquier cosa para de inmediato, ella le complaciera. Era humillante darse cuenta que el cazador, salió cazado por la presa.