dragonfly
29/08/2010, 01:24
Llegamos a la entrada del hospital, nos saludamos tod@s con cariño, somos un grupo bonito, de todos los tamaños, colores, razas, géneros, edades y profesiones. Entramos como es usual y saludamos a las enfermeras de cada fin de semana; a medida que nos vamos adentrando, muchos reconocen nuestras camisas y se esbozan en sus rostros sonrisas, esas que nos recuerdan que lo que hacemos vale 100% la pena.
Entramos al cuarto de enfermeras, donde nos dividimos por género para cambiarnos y penetrar en nuestras personalidades de clown... miles de chistes, miles de bromas, y narices multicolores que se van asomando una detrás de la otra hacia el pasillo. Los pasilleros (encargados de grupo en ubicarnos para la faena) nos informan el número de niños y las alas del hospital que podemos visitar este día (no siempre se pueden todas, depende de los casitos que allí se encuentren) Nos armamos en duplas y en triplas -nunca trabajamos solos, es importante el compañero tanto para el acto como para apoyo eventual- y nos disponemos a entrar en las salas... ya los pacientes e impacientes (forma de llamar a enfermitos y parientes que acompañan) comienzan a sonreír, esa mañana será un poco distinta para ellos, habrá un poco de risa, diversión y sobre todo distracción, que liberará el alma y desdramatizará el ambiente.
La jornada pasa como de costumbre en las primeras visitas, hacemos reír y reímos, entregamos sonrisas y juegos, a cambio de gratificación personal... durante una hora cambiamos inyecciones por espadas de globos atrapa estrellas, convertimos camas hospitalarias en naves espaciales, corredores en pasillos estelares, cambures (bananas) en celulares inalámbricos, libélulas de globos en atrapa besos y estetoscopios en risoscopios que miden los pulsos cardíacos en la cabeza o en el trasero jeje... hacemos actos de magia con trucos visibles, y pacientes e impacientes disfrutan de actos simples y "tontos" que se convierten en la mejor medicina: la sonrisa.
Nos despedimos de esa sala y nos dirigimos a sala de cuidados intensivos e hidratación... entramos en dos de ellas, en otras dos no nos es permitido, pero dejamos pegadas nuestras muecas en los cristales para desde lejos, igual hacer reír... y dejamos ilusión a los niños en perritos, libélulas, espadas, flores y mariposas de globos, que son entregadas por las enfermeras encargadas. En una de las salas, tres miniaturas ubicadas entre cojines o sillas de cargar para facilitarles la respiración, con mascaritas de oxígenos más grandes que sus diminutos rostros, estremece a un miembro de mi tripla... la coloco detrás, pegada a mi, y le invito con gestos sólo a sacar sus manos a través de mis brazos y realizar maripositas con globos para dejárselas a las mamás de las miniaturitas, mientras escucho su silencioso sollozo detrás mis trenzas... de aquí salimos rápido, no hay mucho qué hacer... en el pasillo, las dos nos abrazamos fuerte a nuestro tercer integrante, un hermoso ser largo que transpira corazones, sólo recuperando fuerzas.
Bajamos a emergencia, un largo pasillo lleno de camillas con montones de caritas, con miles de expresiones, y una hilera de payasos haciendo su trabajo en cada camilla, con cada paciente, con cada impaciente... vamos a sala de espera, y de pronto, un movimiento fuera de lo normal y el clamor de una mamá, un clamor que ahoga el alma y paraliza las piernas, nos detiene por unos instantes en nuestra labor, pero recordamos que estamos allí justamente para distraer, incluso, para distraer momentos como este, y continuamos regalando sonrisas.
Se acaba la faena... para desdramatizar un poco lo vivido, viene una sesión de fotos locas entre tod@s. Al terminar, nos dirigimos de nuevo al cuarto de enfermeras, un grupo -entre esas la chica de mi tripla y yo- nos cambiamos en una silenciosa rapidez, otras ríen comentando detalles de su faena.
Es costumbre, al salir, reunirnos de nuevo en el estacionamiento del hospital, y allí volcar nuestras experiencias de día, nuestros momentos vividos, retroalimentarnos... dejarlo dentro, puede incluso enfermarnos... hoy fue una faena en la que muchos payasos volcamos lágrimas, y no faltaron los abrazos, a brazos y a palabras.
Esto te acerca a la vida, porque te enfrenta a lo más real de ella, y por esto Amo Dr. Yaso.
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Entramos al cuarto de enfermeras, donde nos dividimos por género para cambiarnos y penetrar en nuestras personalidades de clown... miles de chistes, miles de bromas, y narices multicolores que se van asomando una detrás de la otra hacia el pasillo. Los pasilleros (encargados de grupo en ubicarnos para la faena) nos informan el número de niños y las alas del hospital que podemos visitar este día (no siempre se pueden todas, depende de los casitos que allí se encuentren) Nos armamos en duplas y en triplas -nunca trabajamos solos, es importante el compañero tanto para el acto como para apoyo eventual- y nos disponemos a entrar en las salas... ya los pacientes e impacientes (forma de llamar a enfermitos y parientes que acompañan) comienzan a sonreír, esa mañana será un poco distinta para ellos, habrá un poco de risa, diversión y sobre todo distracción, que liberará el alma y desdramatizará el ambiente.
La jornada pasa como de costumbre en las primeras visitas, hacemos reír y reímos, entregamos sonrisas y juegos, a cambio de gratificación personal... durante una hora cambiamos inyecciones por espadas de globos atrapa estrellas, convertimos camas hospitalarias en naves espaciales, corredores en pasillos estelares, cambures (bananas) en celulares inalámbricos, libélulas de globos en atrapa besos y estetoscopios en risoscopios que miden los pulsos cardíacos en la cabeza o en el trasero jeje... hacemos actos de magia con trucos visibles, y pacientes e impacientes disfrutan de actos simples y "tontos" que se convierten en la mejor medicina: la sonrisa.
Nos despedimos de esa sala y nos dirigimos a sala de cuidados intensivos e hidratación... entramos en dos de ellas, en otras dos no nos es permitido, pero dejamos pegadas nuestras muecas en los cristales para desde lejos, igual hacer reír... y dejamos ilusión a los niños en perritos, libélulas, espadas, flores y mariposas de globos, que son entregadas por las enfermeras encargadas. En una de las salas, tres miniaturas ubicadas entre cojines o sillas de cargar para facilitarles la respiración, con mascaritas de oxígenos más grandes que sus diminutos rostros, estremece a un miembro de mi tripla... la coloco detrás, pegada a mi, y le invito con gestos sólo a sacar sus manos a través de mis brazos y realizar maripositas con globos para dejárselas a las mamás de las miniaturitas, mientras escucho su silencioso sollozo detrás mis trenzas... de aquí salimos rápido, no hay mucho qué hacer... en el pasillo, las dos nos abrazamos fuerte a nuestro tercer integrante, un hermoso ser largo que transpira corazones, sólo recuperando fuerzas.
Bajamos a emergencia, un largo pasillo lleno de camillas con montones de caritas, con miles de expresiones, y una hilera de payasos haciendo su trabajo en cada camilla, con cada paciente, con cada impaciente... vamos a sala de espera, y de pronto, un movimiento fuera de lo normal y el clamor de una mamá, un clamor que ahoga el alma y paraliza las piernas, nos detiene por unos instantes en nuestra labor, pero recordamos que estamos allí justamente para distraer, incluso, para distraer momentos como este, y continuamos regalando sonrisas.
Se acaba la faena... para desdramatizar un poco lo vivido, viene una sesión de fotos locas entre tod@s. Al terminar, nos dirigimos de nuevo al cuarto de enfermeras, un grupo -entre esas la chica de mi tripla y yo- nos cambiamos en una silenciosa rapidez, otras ríen comentando detalles de su faena.
Es costumbre, al salir, reunirnos de nuevo en el estacionamiento del hospital, y allí volcar nuestras experiencias de día, nuestros momentos vividos, retroalimentarnos... dejarlo dentro, puede incluso enfermarnos... hoy fue una faena en la que muchos payasos volcamos lágrimas, y no faltaron los abrazos, a brazos y a palabras.
Esto te acerca a la vida, porque te enfrenta a lo más real de ella, y por esto Amo Dr. Yaso.
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