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Ver la versión completa : Una tarde en el rio.



Jota E
12/08/2010, 21:17
Como un ritual casi, los mayores, luego del almuerzo, se tiraban un par de horas en sus camas, tratando de escapar un poco del calor que con lengüetazos de lagarto, quemaba la piel aún bajo la sombra de los árboles. La mesa, instalada bajo la enramada, quedaba mientras tanto con los trastos sucios, con los restos de la comida del mediodía, esperando que la tardecita trajera a los voluntarios que rejilla y jabón en mano, los despojaran de la grasa, irresistible lugar de reunión de cuanta mosca había en el aire.

Solo los perros, mis primos, el tío Yuyo, demasiado joven y soltero, como para encarar una siesta, y yo, quedamos despiertos, muertos de calor, pensando que haríamos esa tarde. La estridencia del canto de las chicharras, parecía aumentar el calor del día, que dormitaba en las calles desiertas y polvorientas del pueblo.

Dentro de la casa, el frescor de los cuartos, invitaban al sueño, así, que los mayores, poco podían hacer para controlar nuestros pasos. -Tío, vamos a nadar al río, dijimos a coro mi primo y yo.- -Bueno, voy hasta casa a cambiarme y vamos al río, debajo del puente, ustedes vayan yendo si quieren-

Daniel y yo, con un par de mandarinas para el viaje, le silbamos al Tilo, invitándolo para el paseo. El Tilo nos miró, movió un par de veces la peluda cola, y siguió como si nada, deleitándose con el hueso que mi abuela le había regalado, horas antes.

El cielo despejado por completo, estaba casi blanco a causa del resplandor del sol, nada se movía nada hacía ruido, a no ser las chicharras y nosotros. El dulzor de las mandarinas, acentuaba lo perfecto del día, llenando nuestras panzas con ese jugo tan especial, de la fruta consumida al otro día de haber sido bajada del árbol.

En el recodo, allí, donde la calle de balastro, dejaba de ser calle para transformarse en huella de carro, ya pudimos ver el agua mansa y barrosa del río. Solitario, el cauce pasaba por entre la fronda del monte nativo, lleno de pájaros sesteando y chicharras cantando.
Sólo una eterna carpa de Gitanos, demostraba presencia humana aquella tarde en el río. Ni por el puente grande, durmiendo algunos metros sobre la playita mansa, se notaba movimiento alguno.

- El último, cola e’ perro-, gritó mi primo, que descalzo, ya corría entre los cantos rodados y los abrojos derechito a zambullirse, yo, montevideano, más acostumbrado a los zapatos, no podía ganarle, mis pies de citadino, no podían soportar los pinchazos de las piedras y las espinas.

El agua estaba fría, y la reacción con el cuerpo caliente me hizo tiritar, pero solo un segundo, al poco tiempo ya estaba jugando con mi primo en el agua, “nadando” en un charco de menos de un metro de profundidad.

Esa parte del río, era la autorizada para bañarse para los niños, ya, mas allá, de un lado, una pequeña represa, convertía las aguas en una piscina de un par de metros de profundidad, bastante inaccesible por lo agreste. Del otro lado, los fundamentos del enorme puente, creaban fuertes corrientes que hacían peligroso el moverse por ese sitio.

Un trozo de madera, de algún árbol del monte, siguiendo la corriente, pasó flotando ante mi primo y yo, rumbo al puente, - a quién agarra la madera primero!-, grité, al mismo tiempo que me zambullía en el agua, tratando de ganarle la pulseada a mi primo.

La rama se alejaba cada vez más de nosotros, y yo la seguía, mientras mi primo aún no reaccionaba. El agua se sentía tibia ahora, y gracias a un último impulso, mi mano ya asía el codiciado trofeo, estaba en la gloria!.

Me quise parar, y mostrarle a mi primo como esta vez, el triunfo había sido mío. Pero no pude, al dejar de impulsarme, mis pies buscaron el fondo, pero no lo encontraron. Una desesperación, como nunca había sentido antes me invadió en una milésima de segundo.
Mis brazos se movían furiosamente, mientras mis pulmones me dolían a causa de la falta de aire.

El miedo a morir, la desesperación de no poder respirar, la sorpresa de lo inesperado. Todos esos sentimientos a la vez, invadían mi mente, mientras mi cuerpo ya estaba por dejarse llevar por la corriente mansa.

En todo ese entrevero, oí allá a lo lejos, a alguien gritando, mientras sentía que alguien me tomaba de mi cabeza, dándole la oportunidad tan necesaria de respirar a mis pulmones. –Cómo estás guri?-, la voz del tío Yuyo, llegó a mis oídos, como la mejor de las músicas. Desorientado, yo, ni sabía donde estaba, y sólo me di cuenta varios minutos después, que estaba en el barranco, muy cerca de los cimientos del puente, lejos de la seguridad de la playita.

A pesar de que temblaba incontrolablemente, estaba feliz, muy feliz, -no le digas nada a mamá-, le pedí a mi tío. Los pájaros en el monte, seguían silenciosos, un camión, cargado de sandías, hizo retumbar el puente, allá arriba, mientras Daniel y el Yuyo, ya corrían hacia el agua, -el último, cola e´ perro-, escuché gritar a mi primo.

karlacris
12/08/2010, 23:05
Dos cosas se me hicieron totalmente vívidas, JotaE:

1) El sabor de las mandarinas (una de mis frutas preferidas)
2) La sensación de fríito rico cuando uno se mete al agua en una tarde de verano!

Y me hizo recordar el picnic en el río rosarino (Uruguay) una tarde de 1ro de enero, ricaaa el agua!!

Un abrazo, mi "Cuentacuentos" preferido!

rebelderenegado
13/08/2010, 00:13
Una siesta exactamente igual en un arroyo de las sierras de pronto me vi privado del sutento potector de las rocas, si bien el río no era gran cosa, las corrientes formadas en los terrenos abruptos son de considerar, ¿ y ahora que hago? no saber nadar era una caracteristica que conservé hasta adulto y ese momento me hacía falta ese conocimiento básico con desesperación, como son solo segundos para decidir los que hacen la diferencia entre vivir y morir ahogado en unos pocos metros de agua hice lo que mi instinto me gritaba que no hiciera, me hundí mas, las brazadas me condujeron al contacto con el fondo y una vez ahi me agarré de las piedras arrastrandome, hasta ganar la orilla, algo humillante pero efectivo.
- Ya te estábamos por sacar del agua porque creimos que no salías mas, me dijo mi primo.
-¡No hacía falta che, como vas a pensar que no puedo salir de este charquito!!!. Y me senté en la orilla a meditar sobre la delgada separación que hay entre la vida y la muerte.:confused:

Diana2005
13/08/2010, 18:46
Muchas veces desde muy tierna edad, la vida nos reserva cosas inesperadas en el camino, algunas, nos sacude tan fuerte que nos vence y otras nos enseña a lidiar con el peligro.

Te cuento que desde niña siempre me encantó el mar y recuerdo que cuando iba a la casa de playa de unos familiares, no dudaba en ir a chapotear al agua con mis primos y demás niños del malecón, ellos se zambullían como peces en el agua, pues toda la vida habían vivido allí, la playa era como su segunda casa, a diferencia mía, pero a mis cortos 10 años, eso aún no comprendía; hasta que un día de esos, cuando ellos yacían al fondo y yo en el intento de poder alcanzarlos, recuerdo que resbalé y caí y no me podía levantar, me desesperé mucho al sentir la asfixia, por suerte mía no trascurrió quizá ni un minuto, cuando vi una mano extendida que me ofrecía ayuda, y aferrándome fuerte a ella, me jaló y me pude parar.
Con mis latidos a mil hora y observando que mis primos ni cuenta se habían dado de lo que me había pasado, seguro por la lejanía, volteé enseguida a ver la cara de aquella mano desconocida, y no sabes lo ruborosa que me puse cuando tuve que agradecerle a una niña, de la cual, tal vez, yo le doblaba la edad y que me había salvado de ahogarme casi en la orilla.

Caracolamarina
14/08/2010, 09:31
Jota E ¡¡Que de memorias has despertado con tu cuento!!...Relatos de experiencias de niños. El agua siempre es un gran atractivo, ya sea el río, un lago o las olas del mar.

Cuando te leemos, seguro que cada uno, va recorriendo sus propios y memoriosos instantes vividos, que se transforman en estas letras que compartimos.
Saluditos y gracias por estos hermosos relatos, que nos llevan a fantasías y musas lejanas.

Jota E
15/08/2010, 20:07
Dos cosas se me hicieron totalmente vívidas, JotaE:

1) El sabor de las mandarinas (una de mis frutas preferidas)
2) La sensación de fríito rico cuando uno se mete al agua en una tarde de verano!

Y me hizo recordar el picnic en el río rosarino (Uruguay) una tarde de 1ro de enero, ricaaa el agua!!

Un abrazo, mi "Cuentacuentos" preferido!

Nunca he vuelto a probar esas mandarinas bajadas del árbol y consumidas al otro dia, sin pasar por cámaras de frío.

Gracias por tus palabras Karlacris.

Jota E
15/08/2010, 20:10
Una siesta exactamente igual en un arroyo de las sierras de pronto me vi privado del sutento potector de las rocas, si bien el río no era gran cosa, las corrientes formadas en los terrenos abruptos son de considerar, ¿ y ahora que hago? no saber nadar era una caracteristica que conservé hasta adulto y ese momento me hacía falta ese conocimiento básico con desesperación, como son solo segundos para decidir los que hacen la diferencia entre vivir y morir ahogado en unos pocos metros de agua hice lo que mi instinto me gritaba que no hiciera, me hundí mas, las brazadas me condujeron al contacto con el fondo y una vez ahi me agarré de las piedras arrastrandome, hasta ganar la orilla, algo humillante pero efectivo.
- Ya te estábamos por sacar del agua porque creimos que no salías mas, me dijo mi primo.
-¡No hacía falta che, como vas a pensar que no puedo salir de este charquito!!!. Y me senté en la orilla a meditar sobre la delgada separación que hay entre la vida y la muerte.:confused:

Sabés que luego del episodio en el rio, tomé algunas clases de natación, poca cosa, pero me ha servido mucho, sobre todo considerando que me encanta el agua y que vivo en una ciudad con vista al mar...

Jota E
15/08/2010, 20:14
Muchas veces desde muy tierna edad, la vida nos reserva cosas inesperadas en el camino, algunas, nos sacude tan fuerte que nos vence y otras nos enseña a lidiar con el peligro.

Te cuento que desde niña siempre me encantó el mar y recuerdo que cuando iba a la casa de playa de unos familiares, no dudaba en ir a chapotear al agua con mis primos y demás niños del malecón, ellos se zambullían como peces en el agua, pues toda la vida habían vivido allí, la playa era como su segunda casa, a diferencia mía, pero a mis cortos 10 años, eso aún no comprendía; hasta que un día de esos, cuando ellos yacían al fondo y yo en el intento de poder alcanzarlos, recuerdo que resbalé y caí y no me podía levantar, me desesperé mucho al sentir la asfixia, por suerte mía no trascurrió quizá ni un minuto, cuando vi una mano extendida que me ofrecía ayuda, y aferrándome fuerte a ella, me jaló y me pude parar.
Con mis latidos a mil hora y observando que mis primos ni cuenta se habían dado de lo que me había pasado, seguro por la lejanía, volteé enseguida a ver la cara de aquella mano desconocida, y no sabes lo ruborosa que me puse cuando tuve que agradecerle a una niña, de la cual, tal vez, yo le doblaba la edad y que me había salvado de ahogarme casi en la orilla.

Es increíble lo frágil que puede llegar a ser la vida a veces, como en un segundo podés pasar de un lado al otro en algún tonto accidente...
Gracias por compartir tu historia Di.

Jota E
15/08/2010, 20:17
Jota E ¡¡Que de memorias has despertado con tu cuento!!...Relatos de experiencias de niños. El agua siempre es un gran atractivo, ya sea el río, un lago o las olas del mar.

Cuando te leemos, seguro que cada uno, va recorriendo sus propios y memoriosos instantes vividos, que se transforman en estas letras que compartimos.
Saluditos y gracias por estos hermosos relatos, que nos llevan a fantasías y musas lejanas.

El "casi ahogo" es más común de lo que pensamos, aqui estamos rodeados de agua y las historias son muchas, y las historias con final trágico también, he conocido gente que ha muerto en el agua...