rebelderenegado
03/08/2010, 06:00
Hay en nuestra querida patria, una variedad del ser humano conocida como porteño, este espécimen, que medra en el asfalto; adora y conoce al dedillo todo lo referido a su enorme ciudad, pero, ignora por lo general todo lo que atañe al campo y lo rural, " La Argentina Termina en la General Paz " se dice, por la Avenida de circunvalación que rodea la capital y su puerto y lo demás vendría a ser solamente, Terra Incógnita.
El destino, que es uno de los nombres del Malo, quiso burlarse de nuestros protagonistas, como se verá en el desarrollo de esta verídica historia.
Hay en el interior de la provincia de Buenos Aires, un sitio de recreo vacacional conocido con el nombre de Ingeniero Maschwitz, ahi se puede acampar en alguno de los sitios destinados a tal fin, denominados "campings" y tal vez entre las comodidades, disfrutar del beneficio de una ducha caliente, y repelente para los feroces mosquitos, todo por unos pocos pesos, nuestros héroes habían recalado en este sitio al que desde niños, los llevaban sus padres y era el que mejor conocían.
Una tarde de verano, sentados en la "puerta" de su precario refugio de lona, vieron aparecer al perro del "camping" con una comadreja, matada por él mismo, en las fauces.
Uno de los amigos, mas "conocedor" de esas cuestiones, hizo la siguiente acotacion:
-Si este bicho se arriesgó a acercarse tanto a las carpas de día, es muy posible que tenga crías y seguro vino a buscar alimento para ellas y el perro la atrapó.
Siendo como es, uno de los pocos marsupiales americanos, la comadreja debía haber dejado a sus crías muy cerca, ya que no sobreviven fuera de la bolsa en que son transportadas, ubicada el vientre de la madre y que las sustrae de ser expuestas a los rigores del exterior.
Azuzados por la curiosidad y por no tener otra cosa que hacer, partieron a la búsqueda. A poco de andar y dentro del tronco ahuecado de un árbol junto al río, vieron a una docena de pequeñas comadrejitas bebés, que estaban destinadas a la muerte, debido a su inmadurez y por hallarse casi a la intemperie fuera del saco materno.
Así nuestros amigos, se hicieron cargo de la situación y compadecidos, no dudaron en tomarlas entre sus brazos y abrigándolas lo mejor que pudieron, las llevaron inmediatamente a la carpa, en la que las crías pasaron a ocupar el sitio que se les hizo mas familiar, los bolsillos laterales de tela de la tienda, asunto alojamiento resuelto para ellas y de paso se eliminaba el riesgo de aplastarlas al dormir todos juntos.
Al otro día, al despertar, los amigos notaron que una docena de ojillos ansiosos, los observaban fijamente, la comadreja es famosa por sufrir de hambre de forma permanente, asi que se hicieron los dos a la vez la misma pregunta;
-¡¿Que comen los bebés de estos bichos?!!!
Y la respuesta por demás lógica: lo mismo que cualquier bebé del planeta, que pertenezca al orden de los mamíferos; leche.
Y allá fueron a buscarle el sustento, a la inesperada nueva familia, esta operación, ir a buscar leche para las insaciables criaturas, fue repetidas muchas veces, en cada ocasión que se les ponía fija la mirada a las pequeñas pensionistas, sobre sus nuevos "papás".
El cariño creció y los bicharracos los seguían a todas partes, así que se hicieron a la costumbre de llevar algunas colgando de las camisas a la proveeduría, que formaba parte de los servicios del lugar, donde compraban la comida, para todos.
La repetición, sine die, de esta rutina, hacía descender de manera firme y contínua la reserva pecuniaria de los amigos, pero todo posible resquemor, lo cubría el amor, esta vez recíproco, por la naturaleza.
Un buen día, estando en el local de compras, desciende de un automóvil importado de lujo, otro "porteño" entró al local distraidamente, pero apenas vio las comadrejas se volvió corriendo al auto al grito de
-¡Mamá, mamá, vení a ver los chihuahuas mexicanos!!!
Una anciana señora se acomodó los anteojos, para espectar desde lejos y sin atreverse a acercarse demasiado, a los ilustres pichones de "can".
Aun hoy, mas de 20 años después, no se sabe el por qué, de semejante confusión y es dificil imaginarlo, la explicación, podría haber estado en la iniciativa tomada por el mas "experto"de los amigos en cuestiones rurales, que había tenido la insólita idea de cortarles las colas a todas las comadrejas, porque habia oido decir;
-¡Que ese era un método de domesticación milenario y que asi los animales no los abandonarían!.
Esta acción podría haber aumentado un improbable parecido, junto al friolento tremor de las crías, que le daba a la similitud, un aparentemente convincente, toque final. Ojalá Darwin hubiera vivido para verlo, pero eso ya sería otra historia, natural.
Como sea, el del automóvil, luego de insistir inutilmente, para que le vendiesen alguno de los "hermosos perros", les dejó su tarjeta de presentación, que incluia alguna referencia al Kennel Club, les tomó las señas de donde estaban acampando y prometió volver, insistiendo en que; él y solo él, era comprador seguro para algunas de las crías de "chihuahua".
Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo, nuestros amigos discutieron entre ellos la posibilidad de la venta y a pesar que estaban escaseándoles los fondos, decidieron que aunque volviera el comprador no concretarían ninguna operacion de venta.
Los principios, el amor interracial (nunca mejor aplicado el término) y la defensa de una institución pilar de occidente, como es la familia, no permitían considerar tal idea y mucho menos cometer, semejante atropello.
Días despues por la mañana en la misma proveeduría, se hizo presente el insistente. Con dinero en la mano.
Por "suerte" para él, solo se hallaba alli, de los dos amigos, solo uno, el menos encariñado con las detestables criaturas, cargado con algunas como todos los días, y al ver en su rostro una fugaz pero delatora expresión de alivio, fue como una luz verde para el decidido adquirente y aprovechando la ausencia del "experto", que había partido a buscar fondos a la capital, y se hubiera negado a todo, entraron en una rápida negociación, urgida por el hambre y por la tardanza en volver de su socio, con el necesario efectivo para la pitanza. El menos renuente, se sacó de encima algunas comadrejas y se las vendió sin mas rodeos.
Al volver de la ciudad el otro amigo, se encontró a su socio con todo empacado y los bultos listos para cambiarse de camping.
Amagó protestar, pero a la vista del monto en efectivo, que ahora obraba en poder de los dos, vio con sus propios ojos, lo irresistible que había sido la oferta, aceptó lo hecho y se fueron a otro campamento, pero con dinero para asado, bebida y otros lujos, todos los días y por varias semanas.
Mientras tanto, en algún coqueto piso del Barrio Norte, allá, en la Reina del Plata, las comadrejas se dedicarían a destrozar el cortinado con sus uñas y dientes ante la incrédula mirada de sus nuevos dueños y se contentarían, abandonada ya la lactancia, tanto con una dieta de carne, como con comida para perros y tambien desarrollarían una afición inexplicable por la lechuga y los huevos duros, seguramente la palabra omnívoro, debió sonarle mal por mucho tiempo, al imprudente comprador.
El destino, que es uno de los nombres del Malo, quiso burlarse de nuestros protagonistas, como se verá en el desarrollo de esta verídica historia.
Hay en el interior de la provincia de Buenos Aires, un sitio de recreo vacacional conocido con el nombre de Ingeniero Maschwitz, ahi se puede acampar en alguno de los sitios destinados a tal fin, denominados "campings" y tal vez entre las comodidades, disfrutar del beneficio de una ducha caliente, y repelente para los feroces mosquitos, todo por unos pocos pesos, nuestros héroes habían recalado en este sitio al que desde niños, los llevaban sus padres y era el que mejor conocían.
Una tarde de verano, sentados en la "puerta" de su precario refugio de lona, vieron aparecer al perro del "camping" con una comadreja, matada por él mismo, en las fauces.
Uno de los amigos, mas "conocedor" de esas cuestiones, hizo la siguiente acotacion:
-Si este bicho se arriesgó a acercarse tanto a las carpas de día, es muy posible que tenga crías y seguro vino a buscar alimento para ellas y el perro la atrapó.
Siendo como es, uno de los pocos marsupiales americanos, la comadreja debía haber dejado a sus crías muy cerca, ya que no sobreviven fuera de la bolsa en que son transportadas, ubicada el vientre de la madre y que las sustrae de ser expuestas a los rigores del exterior.
Azuzados por la curiosidad y por no tener otra cosa que hacer, partieron a la búsqueda. A poco de andar y dentro del tronco ahuecado de un árbol junto al río, vieron a una docena de pequeñas comadrejitas bebés, que estaban destinadas a la muerte, debido a su inmadurez y por hallarse casi a la intemperie fuera del saco materno.
Así nuestros amigos, se hicieron cargo de la situación y compadecidos, no dudaron en tomarlas entre sus brazos y abrigándolas lo mejor que pudieron, las llevaron inmediatamente a la carpa, en la que las crías pasaron a ocupar el sitio que se les hizo mas familiar, los bolsillos laterales de tela de la tienda, asunto alojamiento resuelto para ellas y de paso se eliminaba el riesgo de aplastarlas al dormir todos juntos.
Al otro día, al despertar, los amigos notaron que una docena de ojillos ansiosos, los observaban fijamente, la comadreja es famosa por sufrir de hambre de forma permanente, asi que se hicieron los dos a la vez la misma pregunta;
-¡¿Que comen los bebés de estos bichos?!!!
Y la respuesta por demás lógica: lo mismo que cualquier bebé del planeta, que pertenezca al orden de los mamíferos; leche.
Y allá fueron a buscarle el sustento, a la inesperada nueva familia, esta operación, ir a buscar leche para las insaciables criaturas, fue repetidas muchas veces, en cada ocasión que se les ponía fija la mirada a las pequeñas pensionistas, sobre sus nuevos "papás".
El cariño creció y los bicharracos los seguían a todas partes, así que se hicieron a la costumbre de llevar algunas colgando de las camisas a la proveeduría, que formaba parte de los servicios del lugar, donde compraban la comida, para todos.
La repetición, sine die, de esta rutina, hacía descender de manera firme y contínua la reserva pecuniaria de los amigos, pero todo posible resquemor, lo cubría el amor, esta vez recíproco, por la naturaleza.
Un buen día, estando en el local de compras, desciende de un automóvil importado de lujo, otro "porteño" entró al local distraidamente, pero apenas vio las comadrejas se volvió corriendo al auto al grito de
-¡Mamá, mamá, vení a ver los chihuahuas mexicanos!!!
Una anciana señora se acomodó los anteojos, para espectar desde lejos y sin atreverse a acercarse demasiado, a los ilustres pichones de "can".
Aun hoy, mas de 20 años después, no se sabe el por qué, de semejante confusión y es dificil imaginarlo, la explicación, podría haber estado en la iniciativa tomada por el mas "experto"de los amigos en cuestiones rurales, que había tenido la insólita idea de cortarles las colas a todas las comadrejas, porque habia oido decir;
-¡Que ese era un método de domesticación milenario y que asi los animales no los abandonarían!.
Esta acción podría haber aumentado un improbable parecido, junto al friolento tremor de las crías, que le daba a la similitud, un aparentemente convincente, toque final. Ojalá Darwin hubiera vivido para verlo, pero eso ya sería otra historia, natural.
Como sea, el del automóvil, luego de insistir inutilmente, para que le vendiesen alguno de los "hermosos perros", les dejó su tarjeta de presentación, que incluia alguna referencia al Kennel Club, les tomó las señas de donde estaban acampando y prometió volver, insistiendo en que; él y solo él, era comprador seguro para algunas de las crías de "chihuahua".
Creyendo que se trataba de una tomadura de pelo, nuestros amigos discutieron entre ellos la posibilidad de la venta y a pesar que estaban escaseándoles los fondos, decidieron que aunque volviera el comprador no concretarían ninguna operacion de venta.
Los principios, el amor interracial (nunca mejor aplicado el término) y la defensa de una institución pilar de occidente, como es la familia, no permitían considerar tal idea y mucho menos cometer, semejante atropello.
Días despues por la mañana en la misma proveeduría, se hizo presente el insistente. Con dinero en la mano.
Por "suerte" para él, solo se hallaba alli, de los dos amigos, solo uno, el menos encariñado con las detestables criaturas, cargado con algunas como todos los días, y al ver en su rostro una fugaz pero delatora expresión de alivio, fue como una luz verde para el decidido adquirente y aprovechando la ausencia del "experto", que había partido a buscar fondos a la capital, y se hubiera negado a todo, entraron en una rápida negociación, urgida por el hambre y por la tardanza en volver de su socio, con el necesario efectivo para la pitanza. El menos renuente, se sacó de encima algunas comadrejas y se las vendió sin mas rodeos.
Al volver de la ciudad el otro amigo, se encontró a su socio con todo empacado y los bultos listos para cambiarse de camping.
Amagó protestar, pero a la vista del monto en efectivo, que ahora obraba en poder de los dos, vio con sus propios ojos, lo irresistible que había sido la oferta, aceptó lo hecho y se fueron a otro campamento, pero con dinero para asado, bebida y otros lujos, todos los días y por varias semanas.
Mientras tanto, en algún coqueto piso del Barrio Norte, allá, en la Reina del Plata, las comadrejas se dedicarían a destrozar el cortinado con sus uñas y dientes ante la incrédula mirada de sus nuevos dueños y se contentarían, abandonada ya la lactancia, tanto con una dieta de carne, como con comida para perros y tambien desarrollarían una afición inexplicable por la lechuga y los huevos duros, seguramente la palabra omnívoro, debió sonarle mal por mucho tiempo, al imprudente comprador.