Diana2005
22/07/2010, 17:52
Cierta mañana tocaron la puerta de la casa de Domitila, corrió la intrépida nietecita a abrir la puerta, la niña, abrió atónita sus ojos verdes y grandes, cuando vió frente de ella a una extraña mujer vestida toda de negro con una libreta de apuntes en la mano y cuyo rostro era casi imperceptible al estar cubierto por una estola del mismo color. Enseguida, aquella mujer preguntó a la niña: “¿Se encuentra la señora Domitila?”, la pequeña respondió: “¿De parte de quién?”, y la mística mujer dijo: “de parte de Misterio”. La niña replicó que su abuela se encontraba visitando a un anciano enfermo en casa de la familia Pérez y le indicó como llegar a aquel lugar.
Misterio, no tuvo más remedio, que dirigirse a la dirección indicada por la niña y pasar por el prado que rodeaba aquella pintoresca casa, tan llena de aromáticas flores que Domitila sembró, mezcladas con una refrescante olor a cerezas provenientes de los olmos, y coloridas claveles que parecían pintados por el arcoíris que ahí reinaba; todo aquel paisaje pintaba luz y brillo a su entorno; pero todo ello a Misterio le causaba repugnancia, se tapaba la nariz porque no soportaba tener que atravesar ese lugar, tan lleno de Vida.
Llegó Misterio, a casa de la familia Pérez, y un señor muy afable le abrió la puerta, y al preguntarle por Domitila, aquel hombre le contestó: “Preciso, en estos momentos dejo mis aposentos, dijo que tenía que comprar frutas frescas y llevarlas a casa de su madre”. Misterio preguntó: “¿podría indicarme buen hombre, cómo llegar a esa casa?”… y fue así que Misterio, nuevamente tuvo que caminar arduamente por aquellos lugares tan perfumados y resplandecientes en busca de Domitila.
Casi sin aliento, cansada de tanto caminar por lugares que no eran de su agrado, Misterio empezó a requintar y a maldecir su mala suerte de no hallar a Domitila en ninguna parte; de pronto y sin darse cuenta llegó a la dirección y la cara de felicidad que puso cuando vio a una anciana mujer de espaldas regando su jardín, se dirigió a aquella mujer diciéndole “¿Es usted Domitila?, con gesto aturdido esta le respondió: “No, mi hija acaba de irse. ¿Quién es usted y para que la busca?”. Misterio dijo: “Soy una vieja amiga de la infancia, y vine de muy lejos tan sólo para visitarla”, la conjeturada madre continuó: “Entonces, ¿Descríbame cómo es ella?”. Misterio tuvo que improvisar rápidamente y respondió, pues me imagino que con los años, estará llena de arrugas y de canas y con su típica mirada lánguida y atenuada por el peso del tiempo. La madre indignada replicó: “!Falso!, ¡usted no conoce a mi hija!, si bien es cierto tiene arrugas y canas, pero su mirada es vivas y trasluce mucha vida. Misterio agachó la cabeza y mirando su libreta en mano, se marchó hacia otro rumbo.
Paradójicamente, Domitila se hallaba aun cerca a la casa de su madre, ayudando a sembrar anís y manzanilla a un vecino que tenía huerto, en eso pasó un amigo de Domitila montado en su caballo, y saludándola como de costumbre con su peculiar afecto, le dijo: “Domitila ¿Cuándo te vas a morir?”, y ella con alegoría responde: “!Nunca!, a veces intuyo que la muerte me quiere visitar, pero no le daré el gusto de encontrarme, aun tengo mucho por hacer aquí”.
Misterio, no tuvo más remedio, que dirigirse a la dirección indicada por la niña y pasar por el prado que rodeaba aquella pintoresca casa, tan llena de aromáticas flores que Domitila sembró, mezcladas con una refrescante olor a cerezas provenientes de los olmos, y coloridas claveles que parecían pintados por el arcoíris que ahí reinaba; todo aquel paisaje pintaba luz y brillo a su entorno; pero todo ello a Misterio le causaba repugnancia, se tapaba la nariz porque no soportaba tener que atravesar ese lugar, tan lleno de Vida.
Llegó Misterio, a casa de la familia Pérez, y un señor muy afable le abrió la puerta, y al preguntarle por Domitila, aquel hombre le contestó: “Preciso, en estos momentos dejo mis aposentos, dijo que tenía que comprar frutas frescas y llevarlas a casa de su madre”. Misterio preguntó: “¿podría indicarme buen hombre, cómo llegar a esa casa?”… y fue así que Misterio, nuevamente tuvo que caminar arduamente por aquellos lugares tan perfumados y resplandecientes en busca de Domitila.
Casi sin aliento, cansada de tanto caminar por lugares que no eran de su agrado, Misterio empezó a requintar y a maldecir su mala suerte de no hallar a Domitila en ninguna parte; de pronto y sin darse cuenta llegó a la dirección y la cara de felicidad que puso cuando vio a una anciana mujer de espaldas regando su jardín, se dirigió a aquella mujer diciéndole “¿Es usted Domitila?, con gesto aturdido esta le respondió: “No, mi hija acaba de irse. ¿Quién es usted y para que la busca?”. Misterio dijo: “Soy una vieja amiga de la infancia, y vine de muy lejos tan sólo para visitarla”, la conjeturada madre continuó: “Entonces, ¿Descríbame cómo es ella?”. Misterio tuvo que improvisar rápidamente y respondió, pues me imagino que con los años, estará llena de arrugas y de canas y con su típica mirada lánguida y atenuada por el peso del tiempo. La madre indignada replicó: “!Falso!, ¡usted no conoce a mi hija!, si bien es cierto tiene arrugas y canas, pero su mirada es vivas y trasluce mucha vida. Misterio agachó la cabeza y mirando su libreta en mano, se marchó hacia otro rumbo.
Paradójicamente, Domitila se hallaba aun cerca a la casa de su madre, ayudando a sembrar anís y manzanilla a un vecino que tenía huerto, en eso pasó un amigo de Domitila montado en su caballo, y saludándola como de costumbre con su peculiar afecto, le dijo: “Domitila ¿Cuándo te vas a morir?”, y ella con alegoría responde: “!Nunca!, a veces intuyo que la muerte me quiere visitar, pero no le daré el gusto de encontrarme, aun tengo mucho por hacer aquí”.