rebelderenegado
22/05/2010, 07:14
Por supuesto y aunque nuestro bienamado metier, se base en la más cruda toma de contacto con la realidad no faltan "colegas" que transitan por las creencias algo extrañas, cuando no, por la locura lisa y llana.
Debe haber sido allá por 1986, que me encontré con un aprendiz de brujo, que me explicó, con toda clase de detalles e interpretaciones caprichosas, lo que decían unos libros que agitó delante de mi nariz, como predicador algo enloquecido, ese era el método por el cual pretendía probar, que en aquellos, aparentemente inofensivos, manuales de química alemanes, estaba el secreto de la trasmutación de diversas substancias en ORO, incluido, como no, el plomo. Como imprudentemente habré dejado traslucir mi excepticismo, por casi no poder contener la risa, ante este Don Quijote trasmutador, fui objeto de imprecaciones e insultos, que aunque aqui solo hubiera personas de edad adulta y formado criterio, prefiero no referir por su excesiva crudeza, como a los locos hay que correrlos para el lado que disparan, no hice mayor caso de sus diatribas, creo recordar que hasta incluían mi posible excomunión.
Pero me propuse vengarme de alguna forma y si podía, que fuera en su propio terreno.
Como varitas magicas, bolas de cristal y calderos para hechicerías se hallan fuera de mis conocimientos y presupuesto, medité varios días sobre cual seria la forma justa de vengarme, usando la propia fuerza y argucias del enemigo.
Por supuesto, los hados me condujeron a la respuesta.
Sin que yo guiara mis pasos, sino que llevado por el destino mismo, sucedió, que una tarde pasé frente a una cerrajería, e inmediatamente fueme sugerido, por una fuerza mayor, todo el plan como una revelación del mas allá, por suerte la cerrajería estaba mas acá, solo cruzando la calle, cambié un saludo con el dependiente y le pedí que;
-si por favor me podia facilitar el residuo de su actividad, como resultado limar llaves todo el día.
- ¡Pero como no! respondió presto, y alli mismo me lleno una bolsita con limadura muy fina del bronce, que se usa para hacer casi todas las llaves, parte uno del plan, éxito total.
A la menor oportunidad, me presente como si nada hubiera pasado en el castillo embrujado, el alquimista no estaba por ahí, solo uno de sus siniestros ayudantes, se hallaba de custodia, aproveche y la ocasión y en una distracción, vertí el contenido de la bolsita, en una de las fuentes de vidrio Pirex, en las que había improbables fórmulas productoras de oro, sin tener que cavar.
Drogas que, había costado sus buenos pesos y que se hallaban ahí, esperando la posición exacta de los astros, para su trasformación en alguna materia prima, apta para la confección de piedras filosofales.
Hecha aquella maldad, me di a la fuga,
parte dos del plan, éxito total.
Me alejé varios días hasta que, por una infidencia de uno de los esclavos del Trasmutador, me enteré que, luego de darse cuenta que lo que vea no era metal precioso, la rabieta había sido espectacular y que en su furor, había roto una multitud de fuentes a patadas, mientras maldecía mi existencia.
Si algo de aquello fuera cierto, aún debo esperar que me salgan escamas en alguna parte del cuerpo o me crezca un rabo.
Debe haber sido allá por 1986, que me encontré con un aprendiz de brujo, que me explicó, con toda clase de detalles e interpretaciones caprichosas, lo que decían unos libros que agitó delante de mi nariz, como predicador algo enloquecido, ese era el método por el cual pretendía probar, que en aquellos, aparentemente inofensivos, manuales de química alemanes, estaba el secreto de la trasmutación de diversas substancias en ORO, incluido, como no, el plomo. Como imprudentemente habré dejado traslucir mi excepticismo, por casi no poder contener la risa, ante este Don Quijote trasmutador, fui objeto de imprecaciones e insultos, que aunque aqui solo hubiera personas de edad adulta y formado criterio, prefiero no referir por su excesiva crudeza, como a los locos hay que correrlos para el lado que disparan, no hice mayor caso de sus diatribas, creo recordar que hasta incluían mi posible excomunión.
Pero me propuse vengarme de alguna forma y si podía, que fuera en su propio terreno.
Como varitas magicas, bolas de cristal y calderos para hechicerías se hallan fuera de mis conocimientos y presupuesto, medité varios días sobre cual seria la forma justa de vengarme, usando la propia fuerza y argucias del enemigo.
Por supuesto, los hados me condujeron a la respuesta.
Sin que yo guiara mis pasos, sino que llevado por el destino mismo, sucedió, que una tarde pasé frente a una cerrajería, e inmediatamente fueme sugerido, por una fuerza mayor, todo el plan como una revelación del mas allá, por suerte la cerrajería estaba mas acá, solo cruzando la calle, cambié un saludo con el dependiente y le pedí que;
-si por favor me podia facilitar el residuo de su actividad, como resultado limar llaves todo el día.
- ¡Pero como no! respondió presto, y alli mismo me lleno una bolsita con limadura muy fina del bronce, que se usa para hacer casi todas las llaves, parte uno del plan, éxito total.
A la menor oportunidad, me presente como si nada hubiera pasado en el castillo embrujado, el alquimista no estaba por ahí, solo uno de sus siniestros ayudantes, se hallaba de custodia, aproveche y la ocasión y en una distracción, vertí el contenido de la bolsita, en una de las fuentes de vidrio Pirex, en las que había improbables fórmulas productoras de oro, sin tener que cavar.
Drogas que, había costado sus buenos pesos y que se hallaban ahí, esperando la posición exacta de los astros, para su trasformación en alguna materia prima, apta para la confección de piedras filosofales.
Hecha aquella maldad, me di a la fuga,
parte dos del plan, éxito total.
Me alejé varios días hasta que, por una infidencia de uno de los esclavos del Trasmutador, me enteré que, luego de darse cuenta que lo que vea no era metal precioso, la rabieta había sido espectacular y que en su furor, había roto una multitud de fuentes a patadas, mientras maldecía mi existencia.
Si algo de aquello fuera cierto, aún debo esperar que me salgan escamas en alguna parte del cuerpo o me crezca un rabo.